viernes, 12 de octubre de 2012

ALGUNOS DICHOS DEL AMOR Y SUS MODALIDADES LOGICAS (4): CONTINGENCIA Y NECESIDAD DEL AMOR


Banco de los secretos, en Jardín Botánico-Histórico de La Concepción, Málaga. Foto de Margarita Álvarez

Después de presentar las modalidades lógicas del amor (1), abordé  algunas de las referencias que Lacan toma en los años 70 para introducir dos de ellas: el amor en su imposibilidad y el amor en su posibilidad. A través de la referencia al amor cortés (2) tomé primero la imposibilidad lógica del amor; luego, tomé el amor de  Dante por Beatriz o  el amor místico de las beguinas por Dios (3) para situar la posibilidad lógica del amor. Dedicaré esta entrada a precisar las otras dos modalidades lógicas: la contingencia del amor y su necesidad.*
Para este recorrido, partiré de la idea de que hay tres vertientes distintas del amor situables a partir de los tres registros: una vertiente imaginaria, una simbólica y, una última, real. 
Quiero recordar también dos puntos, ya planteados anteriormente, en los textos citados:
El primero es que el amor vela el goce del cuerpo (4): tal como vimos en los escritos místicos de las beguinas, debajo del “se ama”, por muy espiritual o desexualizado que parezca en ocasiones, podemos encontrar  siempre un “se goza” que el sujeto desconoce. 
El segundo punto es que, por mucho goce que haya, el goce es siempre parcial, nunca absoluto. 

El amor en los tres registros
Esto me permite introducir ya la vertiente imaginaria del amor. En su faceta de señuelo, de engaño, de reciprocidad narcisista, al presentar la  imagen del otro como complemento de la propia, el amor posibilita la ilusión de un goce absoluto, no limitado por la castración.
En este sentido,  Andrés el Capellán plantea en su tratado medieval sobre el amor (5), que éste siempre nace de la visión de la imagen del amado –sabemos que la mirada elide la castración. Y coincide con Isidoro de Sevilla en que el término “amare”, en castellano "amar", proviene de “hamare”, "ser cogido en el anzuelo". Ésta es una de las trampas del amor, la trampa imaginaria.
Por ello, Lacan critica en “Televisión” no solo el abordaje divino del amor, la aspiración al Uno de la mística, sino toda la vía unitiva del amor. Se ríe de Aristófanes y de Dante y los llama “cómicos” (6), que lo fueron pero en otro sentido (7), por plantear como también hizo Freud, esa idea del amor como unificante (8). Por más que dos cuerpos se abracen hasta aplastarse –señala riéndose- nunca harán uno (9).
Sin embargo, el amor crea la ilusión de que es posible hacer uno con el otro. Es corriente escuchar hablar respecto al amor en términos de almas gemelas, de media naranja, de la otra mitad, de complemento, etc., lo que no representa más que una vulgarización del mito de Aristófanes en El banquete de Platón sobre el hermafrodita primitivo que habría sido partido por la mitad por los dioses como castigo y, desde entonces, cada parte, hombre o mujer, no dejarían de buscar su otra mitad añorando el sentimiento de unidad perdido (10). El amor crea una y otra vez la ilusión de alcanzar la satisfacción total, la unidad, con el otro, a través suyo.
Pero si el amor tiene una vertiente imaginaria, también tiene una vertiente simbólica constituida por un sistema de signos particulares de la historia del sujeto. Estas marcas simbólicas constituyen las huellas inconscientes de su encuentro contingente con el goce y la castración, que marcan –como señala Lacan- su exilio de la relación sexual.
Esas marcas, en principio contingentes, una vez inscritas, no cesan de escribirse, devienen necesarias, en la perspectiva lógica que tomamos en este trabajo. Y suplen así la ausencia de un saber instintivo en la sexualidad humana sobre cuál es el compañero que "correspondería".
Estas marcas tienen dos vertientes: hemos hablado de su vertiente simbólica. Pero tienen una segunda vertiente: son también marcas pulsionales, de goce. En ese vacío del “no hay” (no hay relación sexual que pueda escribirse), emerge un “hay”: hay la condición erótica del sujeto, su modalidad de goce, que le permite un acceso a la satisfacción. Ésta es la vertiente real del amor, la de velar el goce, como recordamos antes.
Esos signos, huellas de la manera contingente en que para cada cual se produjo el encuentro necesario con el goce y la castración, retornan siempre en forma invertida al sujeto desde el otro haciéndole signo.

El amor hace signo
El amor, entonces, hace signo al sujeto (11). Como no hay relación sexual predeterminada en la especie, no hay nada natural que permita al sujeto identificarlo. Necesita algunos signos para reconocerle. Estos signos son las propias marcas de goce que le hacen signo desde el otro.
Entonces, no hay relación sexual pero, a veces se producen encuentros. Y con este último término no me refiero aquí a que haya actos sexuales: de estos últimos puede haber muchos, sin que se produzca ningún encuentro en el sentido pleno del término. Por "encuentro", me refiero a que el inconsciente reconozca en el otro ciertos rasgos que corresponden a lo más singular propio, a la propia modalidad de goce, núcleo del propio síntoma. Puede ocurrir que lo que hace gozar a alguien haga signo a otro y, por esa contingencia, se produzca un encuentro.
El amor –define Lacan- es un encuentro contingente entre dos saberes inconscientes sobre la castración o lo que es lo mismo, sobre la condición de goce de cada uno (12). Y –añade- que cuando se produce esa contingencia, por un momento la relación sexual, que no se puede escribir en el sentido lógico, cesa de no escribirse.
Ésta es otra de las trampas, otro de los engaños del amor. Ese cesa de no escribirse que se produce en el encuentro amoroso no dura mucho, no es para siempre. Sin embargo, el amor tiende a creer, a querer creer necesaria esa contingencia, tiende a hacerla necesaria. El amor promete que en la contingencia del encuentro amoroso el sentido sexual, va a cesar de no escribirse y se va a volver necesario, es decir, no va a cesar de escribirse. El amor como necesario reinstaura la ilusión de que la relación sexual puede escribirse.
Pero, como se dice respecto a las promesas de amor, el amor es para siempre solo mientras dura. Y dura mientras conserva su sentido, cosa que –escribe Lacan- no suele ser mucho tiempo (13).
El sentido del amor es la historia que nos contamos sobre él: lo que sentimos, lo que imaginamos, lo que interpretamos, etc. Cada cual construye su sentido con el fantasma. Por eso, hasta en las parejas más "unidas", cada uno tiene una interpretación propia, un sentido distinto de la relación. 
Entre el hombre y la mujer hay un muro, tomó Lacan del poema de Tudal (14). El muro del lenguaje, primero; luego, el muro de que no hay relación sexual, de la disimetría de los goces entre hombres y mujeres, que no son ni iguales ni complementarios.  
Al decir que  las únicas barricadas que tenía que haber era entre hombres y mujeres, el cineasta Javier Berlanga nos daba su versión de las relaciones entre los sexos -versión claramente obsesiva por cierto, planteada en términos de lucha y defensa. Podemos decir que tras el muro, cada uno está con su fantasma, en la soledad de su goce. Unos se cobijan, se resguardan del otro sexo; otros intentan que haya alguna relación. 
Por las rendijas del muro, por sus grietas, a veces algo es posible. El banco de los secretos, del jardín botánico histórico "la Concepción" (ver foto), nos sirve de metáfora: antiguamente los novios se recostaban en cada uno de los extremos de este banco, donde un agujerito abierto con disimulo en la piedra transmitía los mensajes entre ellos como un moderno auricular. Estaba concebido de tal modo que la voz resonaba en su interior y las palabras de uno llegaban hasta el oído del otro burlando de esta manera la vigilancia de la "carabina" sentada entre ellos. Pero no hay que pensar que todos los obstáculos al amor provienen de las condiciones sociales. El principal obstáculo proviene de la vida pulsional, de la característica autoerótica del goce. La disparidad de los goces deja a cada uno en la soledad de su goce, al otro lado del muro -o del banco. Aunque parezca que hay un diálogo, cada uno da un sentido distinto, cada uno goza de manera diferente. Cada uno escribe de su lado del muro, y lo que se escribe a un lado y a otro no coincide.

El amor tiene así una vertiente de pantomima como efecto de significación del fantasma. Pero, “en el amor lo que cuenta no es el sentido sino el signo y ese –señala Lacan- es su drama” (15).
El amor no tiene relación con la historieta que nos contamos para darle sentido, para explicárnoslo o explicárselo a los otros. Lo importante del amor es el signo. El amor es signo de un efecto de sujeto. Se identifica algo en el otro de su manera de gozar, que resuena con la propia modalidad de goce inconsciente. Pero el sujeto no lo sabe porque, como recordamos antes, el amor vela el goce en juego. Y un sujeto puede por ejemplo rechazar por ideal, por principios, etc., aquello, que le hace signo desde el otro, puede resultarle insoportable y no reconocerlo como propio o aquello que el otro percibe en él.
El sujeto, en tanto marcado por la falta-en-ser no tiene relación directa con el goce. La relación con él está marcada por el desconocimiento. Sin embargo, el signo de este sujeto puede provocar el deseo de otro y ese es el principio del amor.

Ante el amor, coraje
Esto dice Lacan: “De la pareja, el amor es valentía ante fatal destino” (16).  
Fatal destino porque cada vez que uno encuentra fuera, en otro, algo que toca a sus marcas de satisfacción inconsciente, eso le capta, le captura, le cautiva, con todas las resonancias que estos términos movilizan, de sufrimiento, y de goce.
Fatal destino porque el amor, que tiene solo que ver con el encuentro contingente de ciertas marcas propias en el otro, siempre trata de volver necesario el encuentro, de establecer una relación y se da todo tipo de explicaciones para ello, aunque sufra por ello, desconociendo el goce que le habita.
Fatal destino porque es muy posible que la relación acabe cuando ese sentido cae.
Sin duda, el amor requiere siempre valentía, como dice Lacan, o mejor, como dice en otro lado, coraje, en tanto se las tiene que arreglar con lo real.
* Última parte del texto presentado en la Comunitat de Catalunya de la ELP y publicado después con el título  "Algunos dichos del amor y sus modalidades lógicas" en la revista Freudiana 29. Barcelona: CdC-ELP, 2000.
Se puede leer el texto completo en este mismo blog: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2012/10/algunos-dichos-del-amor-y-sus_14.html

Notas
1. Algunos dichos del amor y sus modalidades lógicas (1). Presentación: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/05/el-amor-y-sus-modalidades-logicas.html
2. Algunos dichos del amor y sus modalidades lógicas (2). El amor cortés o la imposibilidad lógica del amor: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/05/el-amor-cortes-o-la-imposibilidad.html
3. Algunos dichos del amor y sus modalidades lógicas (3). Dante y Beatriz, las beguinas o el amor en su posibilidad: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/05/dante-y-beatriz-las-beguinas-el-amor.html
4. J.-A. Miller: Los signos del goce. Buenos Aires: Paidós, 1998, pp. 345-346.
5. Andrés el Capellán: De Amore (Tratado sobre el amor). Barcelona: Sirmio, 1990.
6. J. Lacan: “Televisión” (1973). En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 553.
7. Tantos uno como otro escribieron comedia. Aristófanes, considerado el gran comediógrafo de la Comedia Antigua, cuenta también el mito del andrógino para dar cuenta del origen del amor en el banquete platónico (ver nota 10). Dante por su parte, escribió La divina comedia, llamada Commedia a secas, en italiano, si bien en su época el término hacía referencia a un texto escrito en versos alegóricos
8. S. Freud: “Tres ensayos de teoría sexual”. En: Obras Completas, vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1978, p. 121.
9. J. Lacan: El Seminario, libro XX: Aún (1972-1973). Buenos Aires: Paidós, 1992.
10. Platón: "El banquete o De la erótica". En: Diálogos, t. III. Madrid: Gredos, 1997, p. 222-224.
11. J. Lacan: El Seminario, libro XX: Aún, op. cit., p. 12.
12.  Op. cit., p. 174 y ss.
13. J. Lacan: El Seminario XXI (1973-1974), inédito. Clase del 8.1.1974.
14. Antoine Tudal, "Entre el hombre y la mujer hay un muro" Lacan juega con la homofonía en francés entre el muro (le mur) y el amor (l'amour). Ver J. Lacan: Hablo a los muros, sesión del 6.1.1972. Buenos Aires: Paidós, 2012.
15. J. Lacan: “Televisión”, op. cit., p. 567.
16. J. Lacan: El Seminario, libro XX: Aún, op. cit., p. 174.

No hay comentarios: