“Cuando estamos
despiertos,
todos compartimos el mismo mundo,
todos compartimos el mismo mundo,
pero cuando dormimos
cada cual tiene uno
propio".
Heráclito
Este
fin de semana se celebró en Barcelona la XIII Conversación Clínica del
Instituto del Campo Freudiano en España. El tema que nos convocaba, “Fragmentos
de lo real en las curas de neurosis”, había surgido en la conversación anterior
donde una de las ponentes había hecho referencia a una cita del Seminario 23,
en la que Lacan señala que lo real es un fuego, pero “un fuego frío. Lo real de
lo que se trata en mi pensamiento es siempre un fragmento, en torno al cual el
pensamiento teje historias, pero el estigma de este real es no enlazarse con
nada” (1). La historia es entonces “el más grande de los fantasmas”, una trampa
que el pensamiento urde alrededor del “fuego frío de los fragmentos de
real”.
La
pregunta que surgió entonces fue la de cómo construir, rodear, cernir en cada
caso, “esos fragmentos fríos”.
Esta
misma pregunta fue retomada en la presentación de la conversación de este año
para trabajar el material clínico que se presentaba, esta vez, seis casos de
neurosis de otros tantos colegas. Eso era lo que estaba previsto.
La conversación y el acontecimiento imprevisto
Después
de las campañas por la liberación de Mitra Kadivar, de Teherán, o de Raja Ben
Slama, de Túnez, la semana pasada la red volvió a “calentarse”, esta vez con el
intercambio vibrante de cartas entre Jacques-Alain Miller y Alain
Badiou. Finalmente, la creación, el día previo a la Conversación, del
Instituto Lacaniano Internacional, extensión del Instituto Lacan de París, y
pensado con las mismas finalidades científicas y humanitarias, anunciaba entre
sus primeras acciones proyectadas la organización de una serie de conferencias
bajo el título: “Por un derecho de injerencia intelectual en los asuntos
del mundo”.
Todo
hacía prever que todos estos acontecimientos tan próximos en el tiempo,
pudieran afectar de algún modo el curso “esperado” de esta XIII Conversación
Clínica del ICF en España. Esto es lo que sucedió, pero de modo imprevisto.
Me
resulta difícil hacer la crónica, escribir una reseña de la que fue una
conversación única y apasionante. Apenas tomé notas. Solo puedo, aquí,
transmitir algunos fragmentos, algunas ideas.
Al
empezar la conversación, rápidamente se hizo evidente que Jacques-Alain Miller
estaba bastante “tocado” por los últimos sucesos. Cuando comenzó a comentar el
primer caso, parecía no poder, a pesar de los esfuerzos evidentes, separarse de
ellos. Así, fue yendo de alguna breve puntualización sobre el caso a un
comentario amplio sobre su relación con Alain Badiou, y retorno. Esto ocurrió
una y otra vez, y otra más, a lo largo de la tarde, en medio del desconcierto
general. Solo se pudo comentar uno de los casos de los tres previstos.
Sin
embargo, en ese proceso, comenzaron a surgir poco a poco fragmentos de
testimonio, sobre el joven que había sido, sobre su relación con el
psicoanálisis en distintos momentos de su vida, como analista, como fundador de
la AMP y sus escuelas; fragmentos que buscaban decirse, articularse,
dialectizarse. Miller parecía esforzarse, luchar para hacer algo con
ellos, algo para él, que le permitiera poner distancia y pasar a otro plano, y
de este modo, que lo que le sucedía, fuera útil, para todos los que allí le
escuchábamos, para que hubiera un trabajo. En ningún momento abandonó la zona
de interlocución con el público.
Apoyándose
en los datos del material clínico que trabajábamos, Miller fue hablando de sí
mismo, comparándose con el caso, a veces acercándose, otras distanciándose,
diferenciándose.
“Para
cada ser humano –señaló en relación a uno de ellos -, hay palabras que han
tenido una influencia que no se podía prever”. Esto lo aisló primero en el
caso, pero también lo ilustró con su propia vida, con el joven de diecisiete
años que luchaba con su padre por el reconocimiento, para no ser alcanzado por
su ironía. Y señaló cómo este duelo marcó su relación con la “lucha”, un
significante que atraviesa su vida.
Hay
casos de mujeres, señaló -como ocurría en el caso que se comentaba en ese
momento-, a las que cualquier crítica las sumerge en el llanto, porque las hace
conectar directamente con la castración. Las mujeres siempre están más
afectadas por el amor, por el cuidado del otro, en los dos sentidos del
genitivo. Sin embargo, para los hombres lo que se juega está más en relación
con una pregunta sobre la propia capacidad. En ellos, hay el miedo a perder lo que se tiene, mientras que las mujeres en este sentido son más audaces.
Esto le sorprendió de su mujer, cuando la conoció. La joven, por aquel entonces Judith Bataille, no estaba solo involucrada intelectualmente, como él, en el apoyo a la causa argelina: un día descubrió que ella misma transportaba armas en el coche de su padre.
Esto le sorprendió de su mujer, cuando la conoció. La joven, por aquel entonces Judith Bataille, no estaba solo involucrada intelectualmente, como él, en el apoyo a la causa argelina: un día descubrió que ella misma transportaba armas en el coche de su padre.
En
relación a los obsesivos, Miller señaló que con frecuencia no pueden asumir el
guión que escriben y se tienen que apoyar en pequeños otros. Fue lo que le pasó
cuando tuvo que enfrentar la redacción de sus primeros textos a
petición de Lacan: necesitó estar acompañado de algunos otros, por temor a que
los colegas se le echaran encima.
El
obsesivo parece un espectador de su vida pero en realidad está demasiado
involucrado en lo que le pasa. Tiene que distanciarse. Hacerlo es un
paso. El "efecto de distanciamiento" brechtiano es una orientación
para la cura de la neurosis obsesiva.
“Renegado”.
Sobre el calificativo que Badiou había lanzado sobre él, Miller sitúo su poder
de reduccionismo, y por tanto de insulto. No se puede decir, como alegó aquél,
que es simplemente algo descriptivo. “Poner un significante sobre alguien solo
puede ser un bautismo o un insulto” -señaló. Es algo que se hace desde una
posición donde uno se constituye como amo de la palabra. Como en el caso de
Humpty Dumpty, “la palabra quiere decir lo que yo digo”. El otro queda reducido
a eso. Es lo que es, no hay más.
Esto es lo que hacía la madre en uno de los casos presentados, que tenía un discurso
degradador de las mujeres, del tipo de: "Una mujer, un agujero".
"Cada cosa es lo que es", decía, y solo eso. Destituir la falta que anima el deseo -puntualizó Miller-, es matarlo.
La
habilidad de Badiou –señaló- es insultar al otro con la
mejor de sus sonrisas, aparentando simpatía. No es un hombre confrontativo,
agrede como si no pasara nada. Sobre este rasgo, para el que inventó el nombre
de “badiouisme”, Miller señaló que es una perversión del lenguaje, que
manifiesta un trastorno en la relación con él. Podemos hablar entonces, dijo
con humor, de la contribución de Alain Badiou a la clínica, como hizo Sacher-Masoch
que dio lugar al término de masoquismo o Sade, del que deriva el término de
sadismo.
Ya
tomado en el camino de la sublimación, la mañana del domingo Miller desbrozó
con precisión tres casos más de los presentados. No voy a hablar de ello. Solamente
señalar la reducción magnífica que realizó del material.
En
este sentido, hizo de nuevo -es un asunto que resiste- una critica del intento
de construir un caso al modo de una historieta, saturada de datos. En la
construcción del caso, no se trata de proceder via di porre añadiendo
datos, como en la pintura, sino que ha de proceder por via di levare, extrayéndolos.
Por
ello, Miller alabó la escritura fragmentaria de que hacía de gala la redacción
de otro de los casos - al modo de la que emplea Roland Barthes en Fragmentos
de un discurso amoroso. Ese tipo de construcción –acabó diciendo- va bien
con los “trozos de real”. La desconexión de lo real sin ley deja respirar el
texto.
Creo
que los que participamos en esta conversación, tardaremos en olvidarla. Miller
testimonió en acto, de modo ejemplar, de cómo hacer con los fragmentos de
real. Impresionante. Un regalo.
Dos
casos quedaron sin trabajar. Miller nos prometió volver a Barcelona para
trabajarlos en noviembre, con ocasión de las próximas XII Jornadas de la ELP:
"Goce, culpa, impunidad". Otro regalo más.
Nota:
Jacques Lacan: El Seminario libro 23:
Le sinthome. Paidós: Barcelona, 2006, p.
121.