Este
año 2011 se cumplen quinientos años de la publicación del Elogio de la locura,* de Erasmo de
Rotterdam. La obra finalizada, en 1509, se editó en París dos años más tarde.
Valorada como el mayor exponente de la obra y el genio de su autor, príncipe de
los humanistas renacentistas, no quiero dejar acabar el año sin hacerle un
pequeño elogio, producto de mi particular lectura.
El marco de la obra
Como
se sabe, el humanismo, constituyó una revolución del pensamiento que se
extendió por la Europa renacentista en los siglos XV y XVI. Rechazando la
herencia del medievo, el humanismo, de homo,
hombre, colocó a este último en el centro de su doctrina, confiando plenamente
en su razón y su capacidad de conseguir a través del cultivo de las letras
clásicas la sabiduría necesaria para entender el mundo.
Sin
embargo, Erasmo emprenderá en esta obra una reflexión seria sobre el concepto
de sabiduría que manejan sus contemporáneos y, a través suyo, realizará una
crítica demoledora de la sociedad en que vive.
¿Qué es la sabiduría?, se
pregunta. ¿Se requiere una gran erudición para alcanzarla como alegan los
preceptos renacentistas? ¿O se trata de algo distinto?
Erasmo
tiene ya la respuesta y en razón de ella concibe el plan de la obra. Dando no
solo muestras de una gran lucidez sino, también, de no menor dosis de humor
aborda el tema de la sabiduría a través de la locura o la necedad, encarnadas
en el personaje de Estulticia. De este modo, cuestiona de entrada la idea
tradicional de sabiduría e invita a cambiar de perspectiva: quizás la sabiduría
que se defiende no es tal sabiduría, quizás la locura o estulticia pueda ser la
extrema sabiduría. La locura queda así, de entrada, revestida de dignidad, sin
los bonetes o cascabeles con que se la representaba en la época. Y Erasmo la
pone a hablar y la deja hacer su propio elogio.
Habla Estulticia
De
entrada, ella pide ser escuchada con la atención que se presta no a los
predicadores sino a los charlatanes de feria. Hecha esta petición, empieza a
poner de relieve sus cualidades que, como veremos, no son pocas ni banales:
¿Qué puede ser más importante que causar el placer de la gente, liberarla
siquiera por un instante de la gravedad de la vida y hacerles reír?
“Soy
la única –empieza diciendo- que, cuando quiero, hago reír a los dioses y los
hombres; nada más verme, los hombres desarrugan el ceño y acompañan su aplauso
con una risa amable”. “Mi sola presencia consigue en un momento aquello para lo
que los grandes oradores necesitan un largo y pesado discurso: disipar
las pesadas molestias del espíritu”.
¿No
es por esta alegría de vivir espontánea, sin sentido, por la que nos gustan los
niños y los jóvenes? ¿No es esta la alegría que luego va desapareciendo bajo el
peso, aplastante a veces, de los problemas de la vida? ¿No esperamos que los
niños sean despreocupados y sentimos rechazo por lo general hacia los niños
sabelotodos?
¿Por
qué siempre se representa a Cupido como un niño? Porque es un bromista
–responde Estulticia- que no dice ni piensa nada al derecho. ¿Y por qué Venus
mantiene intacta su belleza? Sin duda, también por su necedad.
El
anciano que chochea –afirma- se ve libre de la angustia que atenaza al sabio.
Ni los niños ni los jóvenes ni los ancianos sienten el tedio de la vida que
atenaza la edad madura. Solo ella, Estulticia, mantiene joven el espíritu,
“detiene el paso fugaz de la juventud e impide el avance molesto de la vejez”.
Es más, nos recuerda -cómo Homero ya señaló- que no existe nada en la tierra
alegre o placentero sin su intervención.
Por
otro lado, la necedad -defiende- desempeña asimismo un importante papel en la
vida social: es la única que une y mantiene unidos a los amigos y a los
matrimonios. Sin ella, no existe ningún tipo de sociedad ni relación humana
agradable y sólida, pues no soportaríamos ni al otro ni a nosotros mismos. Hace
que uno acepte mejor quién es.
Las
buenas obras y empresas vienen asimismo inspiradas por Estulticia. Todo el
mundo sabe que ni la filosofía soluciona los problemas de la vida ni la
sabiduría sirve para hacer una buena gestión de los asuntos. Sin embargo, el
insensato adquiere la verdadera prudencia mejor que el sabio porque mientras
este último se refugia en los libros tratando de buscar allí la respuesta, el
insensato lo prueba todo y eso le permite construir una experiencia. Pues el
miedo y el pudor son dos obstáculos que se oponen a ello, pero la insensatez
libera de ambos. “Nada más insensato que una sabiduría a destiempo, ni nada más
imprudente que una prudencia fuera de lugar” -sentencia.
“Obra
mal –prosigue Estulticia- el que no toma las cosas como vienen, el que se
refugia en los libros y no baja a la calle a pasear, el que no quiere acordarse
de aquella norma sabia de los banquetes: o bebes o te vas; también el que
pretende que la comedia no sea comedia”. Es además signo de hombre prudente no
querer sabiduría superior a su condición humana común, estar dispuesto a
hacer la vista gorda y a reírse de sus desaciertos como todos los demás. “En
esto consiste la comedia de la vida”.
Después
de leer esto, no se puede pensar que toda locura sea un desastre. Hay pues,
según la obra, dos tipos de locura: “La que envían las furias vengadoras desde
el infierno cuando lanzan serpientes venenosas y asaltan el corazón de los
hombres con la sed de la guerra, la sed inextinguible del oro, el parricidio,
el incesto, el amor prohibido y criminal, el sacrilegio o cualquier peste”, es
decir, esa locura que lleva a la destrucción de la vida humana y la
civilización. Pero hay también una segunda locura que procede de Estulticia y
es deseable por encima de todo: “Aparece cuando el alma se siente liberada de
las preocupaciones y angustias por una especie de desvarío”. Este desvarío,
esta nueva locura proclamada por Erasmo es un tono nuevo de humor que facilita
reírse de uno mismo y lleva al juicio irónico.
“Negar
esta última locura vacía la vida del hombre, que se ve obligado entonces a
llenar ese vacío con una especie de dios que no ha existido nunca”.
Un
hombre es tanto más feliz cuanto más insensato, siempre que se trate del tipo
de insensatez debido a Estulticia. “Nadie puede vivir sin mí”, dice la locura.
“Estoy convencida de que por doquier soy venerada con la devoción más sincera,
ya que todos los hombres me llevan en sus corazones, me manifiestan en sus
costumbres y me imitan en sus vidas”.
Después
de estas palabras, Estulticia termina diciendo:
“Se
ha hecho el elogio de la estulticia: bebed, vivid”.
Conclusiones
Aunque
Erasmo hace desfilar ridículamente a poetas, filósofos, escritores, reyes,
cortesanos, clérigos, papas…, su Elogio
no es un pasatiempo frívolo ni una burla de la condición humana, si bien
mantiene el tono de humor todo el tiempo.
En
una carta dirigida al teólogo humanista Martin Dorp, Erasmo explica que al
escribirla ha seguido los consejos de Quintiliano y de Cicerón, quienes
sostenían que el placer captura mejor la atención del lector y la mantiene. Por
eso ha tratado las verdades con humor sin apuntar a herir ni a ofender. Se ha
limitado a subrayar lo que hay de absurdo o de cómico en el hombre, no lo
repugnante, pero al hacerlo –añade- “toco cosas serias y oriento en lo que creo
que la gente debe de oír”.
Y
¿qué cosas son estas que Erasmo quiere que escuchemos? ¿Que saber vivir es más
importante que la tan idealizada sabiduría? ¿Que no se aprende a ello en los
libros? ¿Que este saber vivir no tiene que ver con encontrar el sentido de la
vida sino más bien con aprender a aceptar su falta de sentido con humor? Esta
es la lectura que propongo. Y de ello podemos deducir que estar contento solo
tiene que ver con saber disfrutar de la vida y no con que todo vaya bien. Y que
cada uno tiene que descubrir lo que le hace sentir bien, que con frecuencia no
es algo demasiado relevante socialmente ni por supuesto esencialmente productivo.
Me
parece que la importancia de la obra de Erasmo no radica en que constituya el
manual que nos falta sobre cómo vivir. Apunta a que no son las grandes cosas de
la vida las que nos hacen sentir bien, sino esas pequeñas cosas de cada uno que
escapan a la homogeneización que sufrimos al vivir en sociedad y que
sostenerlas, defenderlas, requiere conocerlas, reconocerlas como el propio
grano de locura, amarlo. No se ama tampoco a nadie si no se acepta el suyo.
(*) Erasmo: Elogio de la locura. Madrid: Alianza Editorial, 2006. Todas las
citas que hay en el texto están tomadas de la obra.
1 comentario:
Excelente libro, y maravilloso análisis, realmente yo no había leído el libro como tal, pero gracias a tu explicación me he motivado a leerlo, y adentrarme a fondo en la obra, gracias.
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