jueves, 16 de abril de 2020

EL TIEMPO NECESARIO

Dunas de Tottori, Japón.

Cuando se va a toda velocidad en coche y se para en seco el cuerpo puede experimentar una sacudida que le afecte durante días. Ésta es la manera en que se me ocurre ahora  nombrar los efectos del parón que ha introducido el confinamiento derivado del estado de alarma decretado por  la pandemia en nuestras vidas. Una sacudida, no solo en el cuerpo, también en el pensamiento.
Una reacción lógica puede ser volver a correr, querer restaurar el ritmo, la aceleración en la que vivimos, para restaurar a nuestra "normalidad" de funcionamiento, la dosis de excitación necesaria. Sería quizás una manera de intentar recuperar algo de lo perdido, o de tratar de asegurarnos que algún día lo recuperaremos, que volveremos a un sitio o a un estado parecido.
Eso puede llevarnos a precipitarnos, a querer elaborar demasiado rápidamente, lo cual puede ser una manera de impedirlo. Elaborar, escribir, decir, necesita un tiempo.
Elaborar implica comprender, subjetivar. Pero aún no sabemos bien lo que nos está pasando, ni lo que nos pasará. Saldremos de ésta, desde luego, pero no sabemos ni cuándo ni cómo.
De momento seguimos ante un agujero, aunque no igual que el de hace un mes. Poco a poco hemos podido empezar a ver eso que nos ha sobrevenido, de golpe, sin tiempo para prepararnos. Ha sido así en todas partes, no sólo cuando solo ocurría en el otro extremo del mundo, también cuando ya ocurría en lugares próximos. Hemos de dar un lugar y un peso a esa dificultad repetida en todas partes: a ese no "darse cuenta", a ese no poder o no querer pensar.
Cada uno de nosotros necesita ahora su propio tiempo: para comprender lo que ha pasado, lo que pasa en general, y lo que le pasa en particular.
Es un tiempo de consentir a la situación, a variar el ritmo, a darse el tiempo que necesita. Por supuesto que hay que pensar en el trabajo y en otras cosas que puedan haberse visto afectadas y en cómo reorganizarlas en la medida de lo posible.
Pero me parece que sería mejor no lanzarse a querer "aprovechar" el tiempo, ahora "libre", haciendo muchas cosas. No tenemos "tiempo libre", tenemos un vacío. Y no nos sobra tiempo, nos falta, necesitamos tiempo: tiempo para tratarlo, tiempo para situar la pérdida, tiempo para el trabajo del duelo. Y energías, libido, para ello.
Entonces, sería mejor parar la exigencia de hacer cosas, de hacer, de decir, de querer comprender demasiado rápido: no ceder a ella.
Es el tiempo más bien para que cada uno piense en las pequeñas cosas que le apetecen, para relibidinizarse un poco, respetando el vacío, dando un lugar a la pérdida. Tal vez así podamos ayudar a crear las condiciones para que la elaboración necesaria, que no es voluntaria pero requiere nuestra aquiescencia, tenga su oportunidad.