miércoles, 27 de noviembre de 2019

DECIMO ANIVERSARIO DEL BLOG DE MARGARITA ALVAREZ



Este blog nació el 22 de noviembre de 2009, hace justo ahora diez años. Así que no quiero dejar pasar este importante aniversario sin decir algo.
Abrí este blog en un momento de impulso, un domingo por la tarde. Había cambiado de sistema informático y ocurrió  que muchos textos que había escrito hacía tiempo no eran susceptibles de traducción al nuevo sistema. Entonces, pensé: ¿Si abriera un blog y colgara los textos en la red no se mantendrían permanente actualizados? 
No conocía a ningún colega que tuviera uno pero me pareció que podía ser una solución.
Entré en Google y al cabo de una hora ya tenía un blog. 
"Margarita Álvarez tiene un blog", comentaron algunos colegas sorprendidos. 
Yo también lo estaba. Sorprendida pero curiosa: no sabía si tendría visitas, si alguien lo leería, si me sería útil para algo... 
Desde entonces, sin embargo, con sus cerca de 800.000 visitas, no ha dejado de darme alegrías. 
Me ha permitido llegar con mis textos a muchos rincones del mundo. Y me ha posibilitado conocer a muchos colegas e interesados en el psicoanálisis. 
Así que hoy, en este décimo aniversario, quiero celebrar la buena fortuna que me ha comportado aquella decisión con todos aquellos que alguna vez lo habéis leído, que me habéis escrito para hacerme alguna pregunta, alguna sugerencia o algún comentario. 
Muchas gracias.
Por mi parte sigo...
¡Saludos a todos!

Margarita Álvarez


domingo, 20 de octubre de 2019

¿APOSTAR POR LOS IDEALES O POR LA CONVIVENCIA?

"Capricho de Montserrat", de Miguel Macaya.

El psicoanálisis nos enseña que los otros no nos decepcionan nunca. Aunque no se comporten como esperábamos o, incluso, si fuera el caso, como nos habían dicho que harían, cada uno se decepciona solo. Si se sufre una decepción es porque previamente se había hecho una ilusión, porque había creído algo. 
Pero esto, en sentido estricto, es responsabilidad suya. No se puede reprochar a los demás las propias ilusiones o creencias. 
Eso no exime de responsabilidad a los que se han dedicado a propagar esas ideas. No porque haya, como digo, una relación directa e inexorable entre que alguien diga y otro crea, sino porque cada uno es responsable de lo que dice y eso incluye hasta cierto punto sus efectos. No se puede decir, en sentido ético, cualquier cosa.
El caso de algunas sectas extremas lo ilustra bien. En los años 70, por ejemplo, el estadounidense Marshall Applewhite creía que los extraterrestres habían visitado la Tierra en el remoto pasado trayendo la humanidad a ella, y que en algún momento volverían para recoger a unos pocos elegidos, que pasarían entonces a un  nivel evolutivo superior de la vida.
Hasta aquí el relato no deja de ser una variante un poco más “exótica” de lo que preconizan algunas religiones. Pero, en base a esta creencia, que por supuesto es una certeza delirante, creó una secta llamada “La puerta del cielo” y, resumiendo, convenció a sus seguidores de que se suicidaran, cuando pasara el cometa Halley, para que sus almas, siguiendo la estela de éste, pudieran acceder a ese plano más elevado. El sacrificio demandado, en este caso de la vida, merecería la pena.
Puede sorprendernos, pero ese día se suicidaron treinta y nueve personas.
Pero habría que diferenciar la responsabilidad de Applewhite de la responsabilidad de cada uno de sus discípulos. El primero deliraba, pero, ¿por qué cada uno de los que se suicidaron creyó "religiosamente"  lo que les decía? 
No lo sabemos. Podríamos pensar, teniendo en cuenta el testimonio de aquellos que lograron salir de ésta u otras sectas, que eso dio de algún modo sentido a sus vidas en un momento de crisis, que les hizo sentir mejor, que siempre habían deseado que les pasara algo especial, que … 
En todo caso, sabemos que las sectas siempre ilustran sobre el encuentro “exitoso” entre un líder que se presenta como siendo el único que tiene la verdad, con frecuencia un paranoico, y unos neuróticos, en una situación vital difícil, que buscan una salida, un sentido.
Pero este funcionamiento de las sectas  no es algo en sí mismo raro. Por el contrario, participa en su esencia del funcionamiento habitual de la mayor parte de los grupos humanos que afortunadamente no llegan las más de las veces a esos extremos: nos sentimos cerca o nos unimos con aquellos con los que compartimos ideales y creencias parecidas; el hecho de que haya más personas que piensan como nosotros da a nuestras creencias consistencia de verdad, frente a aquellos que piensan de otro u otros modos. 
El ideal siempre reúne bajo sus alas poderosas a los que le siguen enturbiando siempre su visión sobre lo que hay alrededor. E igualmente siempre segrega, arroja a la oscuridad social, a quienes, supuestamente de manera equivocada, no comparten las mismas ideas. Introduce entonces la lógica de la identificación y la segregación,  que nos hace más acríticos con nosotros mismos y más críticos con los otros, y nos conduce a la guerra del sentido con los otros y por el sentido. 
Freud publicó hace cien años su trabajo sobre Psicología de las masas,y muchos de los dramáticos sucesos acaecidos después, a lo largo del siglo XX, no han dejado de confirmar una misma estructura de base: reunión de un grupo bajo una idea sostenida por un líder, que se vuelve un referente, un ideal; el grupo tiende a homogenizarse bajo sus efectos, a creer que todos sus integrantes son iguales, y que son de fiar, es decir, amigos, lo que exilia los autocuestionamientos; en la misma medida, tiende a acentuar su extrañeza frente a los que no comparten las mismas ideas, llegando a considerarlos como una amenaza o un enemigo, es decir, acentuando la  desconfianza hacia ellos.
Este funcionamiento de los grupos se funda en una estructura poderosa y firmemente enraizada en la vida social y en nosotros mismos. Después de todo, el pensamiento en la infancia se empieza a organizar sobre la división “yo/tú, nosotros/ellos”, que tendemos a reproducir luego con los otros. De hecho, es difícil superarla. El hecho de que los individuos de cualquier  grupo social, incluso los más radicales, tiendan por ejemplo a comportarse igual, incluso en cosas tan banales como la manera de vestir o de hablar, o los libros que leen o no leen, no deja de ilustrarlo. Solo podemos separarnos de esa lógica con determinación, es decir, con un deseo de algo mejor. 
Esta determinación constituye una apuesta ética del sujeto en la vida colectiva. Digo “ética” y no “moral”, porque compete a la relación del sujeto consigo mismo -con sus ilusiones, sus creencias, sus ideales, sus rechazos...-, aunque se ponga en juego en la relación con los otros. Es una apuesta, a renovar y sostener cada día, pero en particular en cada momento de tensión con el otro. 
Entender que las personas son distintas y singulares y la vida social extremadamente compleja puede ayudar a sostener el respeto, por uno mismo y por cada uno de los otros, que requiere la convivencia. En realidad no hay alternativa: seguir la lógica “yo/tú, nosotros/ellos”, basada como he dicho en el ideal y la segregación, solo conduce a formas más o menos encubiertas o declaradas de conflicto, cuando no directamente a la guerra. 
Sería necesario pensar en algo de esto cuando vamos a votar en unas elecciones. No basta solo con los puntos que encontramos en los programas de los partidos, sostenidos en unos ideales u otros, pues  sabemos que solo se cumplirán, en el mejor de los casos, hasta cierto punto. Se trata también de tener en cuenta el  modelo de convivencia por el que apuestan sus líderes, que se desprenden de sus idearios: ¿se basa en este modelo simple del ideal/segregación? ¿O es un modelo más complejo que apunta a sostener la necesaria convivencia en la vida social teniendo en cuenta el real en juego y la manera posible de abordar lo imposible del grupo cada vez, en otras palabras, eso  que en psicoanálisis llamamos orientarse por lo real del síntoma?
Eso nos puede dar una mejor idea de lo que nos espera.


martes, 2 de julio de 2019

ULTIMI BARBARORUM



Cada vez recibimos a más personas a las que previamente han diagnosticado un trastorno, que se considera vinculado con un fallo en el funcionamiento de algún neurotransmisor, y por el que se les ha prescrito un tratamiento farmacológico. A veces estas personas no vienen a análisis para rebatir dicho diagnóstico sino para tratar el impacto que ha tenido sobre ellas tales palabras, que les reducen a ser objetos pasivos de una enfermedad y de un tratamiento.
Éste fue el caso de Mario quien consultó después de que un psiquiatra remitiera su angustia a un exceso de producción de noradrenalina. También le prescribió ansiolíticos, advirtiéndole que eran para toda la vida, y que si en algún momento se creía curado y los dejaba, recaería. Él tenía un problema de regulación de las emociones por un problema hereditario -le explicó-, pues ya su propio padre lo había tenido en tanto había sido un maltratador. Mario no puso en cuestión tales palabras pero me pidió una cita porque se sentía muy desanimado y triste desde entonces: siempre había intentado no parecerse a su padre. El hecho de ser puesto en relación con él acrecentó su angustia.
El despliegue de las asociaciones permitirá situar pronto el fantasma de ser maltratado en la coyuntura de irrupción de la angustia. El partenaireinfernal se presentaba para él bajo la forma del padre maltratador o de la mujer caprichosa. 
Su frase “Prefiero dejarme maltratar a ser un maltratador” situará la cuestión de ser maltratado en el eje de las preferencias. De hecho, recordará que se había enamorado de su novia cuando ésta le había dicho que la vida con ella era un infierno. Ello despejará la modalidad pulsional de hacerse maltratar en el punto de irrupción de la angustia, según la interpretación fijada en el encuentro con el goce. Ante la imposibilidad de la relación sexual, una condición erótica vinculada a la discusión con el partenaire,asegurará el goce.
Mario dejó de tomar los ansiolíticos por su propia decisión cuando el recorrido analítico le hizo estar seguro de que la causa de su angustia no se situaba en la materialidad de su organismo sino en la materialidad de las marcas del cuerpo pulsional. Saber del objeto en juego hizo cesar las crisis de angustia que señalaban su proximidad. Eso le permitió asimismo separarse de las palabras del psiquiatra que, en nombre de su supuesto bien, borraban su decir y sus elecciones, impidiendo hacer del malestar síntoma analizable.
Un psicoanálisis ayuda a separarse del deseo del Otro, el de la ciencia incluido, y a conocer algo del propio para ponerlo del lado de la vida. Pero separarse no quiere decir despreocuparse de él. Es necesario iluminar bien esa tierra oscura por donde, con la bandera de los ideales de la época, también los de la ciencia, llegan (tomando prestada la expresión de Spinoza) los Ultimi barbarorum,los últimos bárbaros, los nuevos, los que atentan contra la dimensión del sujeto y su dignidad: aquellos que ya están aquí y los que vendrán.
* Texto publicado el 26 de febrero de 2019 en a-kephalos, boletín de PIPOL 9,  congreso organizado por la Eurofederación de Psicoanálisis, a celebrar en Bruselas los días 13 y 14 de julio de 2019, bajo el título "El inconsciente y el cerebro nada en común". 

lunes, 1 de julio de 2019

PAREJA: ¿SINTOMA O ESTRAGO?

Francesca da Rimini y Paolo Malatesta vistos por Dante y Virgilio, de Ary Scheffer
Sigmund Freud descubrió el sentido sexual de los síntomas pero al descifrarlos comprobó que no todo lo sexual tenía representación en el inconsciente. La diferencia sexual se inscribía en términos fálicos y no había una representación específica de la mujer. 
También descubrió que la llamada sexualidad se rige por la pulsión, que es autoerótica y parcial, lo que objeta toda idea de una satisfacción plena. 
Ambas cuestiones, la falta de representación de la mujer y el autoerotismo y parcialidad de la pulsión, anticiparán lo ilusorio de una complementariedad o de una relación armónica entre los sexos tal como subrayará la última enseñanza de Jacques Lacan. En el seno de la pareja encontramos el autoerotismo la disimetría, lo no-complementario. El malestar cuando no la discordia entre los sexos se revelarán estructurales. 
Los sintagmas “La mujer no existe” y “No hay relación sexual” ordenan esta última enseñanza. Si la sexualidad está en el centro del inconsciente es en tanto es una falta, y ahí surgen los impasses del goce sexual (1), cuyo abordaje obligará a Lacan a poner en juego instrumentos nuevos: la lógica del todo fálico y del no-todo fálico (2). Ellos nos enseñan que cada sexo juega su partida con un partenaire privilegiado en su inconsciente, lo que condicionará las relaciones con la pareja de la realidad. Es pues por esta vía que me propongo abordar el tema de esta línea de trabajo.

La ausencia del Otro
A principios de los 70, Lacan plantea que es imposible definir lo que es el hombre y la mujer (3): en tanto lo que se escribe es el falo hay un real del goce femenino, suplementario al fálico, que queda indeterminado. Si para las mujeres no cuenta la amenaza de castración del padre edípico, el acceso a dicha castración se sitúa a partir de un real que es la inexistencia de una excepción que diga “no” a la función fálica, tal como Lacan sitúa en las fórmulas de la sexuación (4), es decir, del imposible como causa.
Ese padre irrealizado, ese Otro ausente, constituye el real propio de las mujeres, cuyo goce se sitúa así “entre centro y ausencia” (5), es decir, entre el goce fálico y el goce propiamente femenino. Pero Lacan precisa que este goce-ausencia (6), esa desaparición no es privilegio del sexo femenino y sitúa un agujero real: “El Otro está ausente desde el momento en que está en juego la relación sexual” (7): no existe el goce del cuerpo del Otro, solo se goza mentalmente de él.
Las dos posiciones sexuadas constituyen dos maneras de situarse ante este real del sexo que lalenguano puede articular (8) así como dos tratamientos, dos maneras de gozar. Cada una da un acceso prevalente al Otro mediante unpartenaireprivilegiado: del lado hombre, el acceso es a través del goce mediante el objetoaque encuentra en una mujer y que le remite al goce de órgano, del cuerpo propio; del lado mujer, el acceso al Otro se produce especialmente por medio del amor; es una relación más directa con S(A/), que elude el cuerpo, el objeto y se aferra a la palabra (9). 
Según el partenaire con el que el sujeto del inconsciente juega su partida, o S(A/), con el que trata, tapona el agujero real del sexo, la relación de pareja para un sujeto se podrá situar en la vertiente del síntoma o en la vertiente del estrago (10).

Del lado hombre, un sinthome
En 1975, Lacan se pregunta qué es una mujer para aquel que está estorbado por el falo, es decir para aquel que se sitúa en el lado derecho de las fórmulas. Y responde que una mujer es un síntoma (11). No dice que toda mujer lo sea -en tanto que en el lado izquierdo al no existir una excepción no se puede decir “toda mujer”.
Si el hombre solo tiene acceso al Otro mediante el objeto a, que encuentra en una mujer, Lacan afirma que esto no hace que ella “sea más un objeto  de lo que pueda serlo un hombre”Por otro lado, ella también “tiene sus objetos, los hijos de los que se ocupa”. 
Se trata de hacer de ella un síntoma, lo cual conlleva situarla en relación al goce fálico, del que a menudo se dice que no la concierne. 
El síntoma en este seminario pasa a ser considerado en su doble lazo con el goce y con el inconsciente: “El síntoma es la manera en que cada uno goza del inconsciente en tanto que el inconsciente lo determina” (12). En este sentido exsiste al saber inconsciente y está en el mismo lugar topológico que una mujer. 
La mujer, como el síntoma, es algo en lo que se creese cree que es capaz de decirnos algo y que solo hay que descifrarlo. Sin embargo, puede ocurrir que para creer en ella, se la crea, se crea en lo que dice, lo que funciona como tapón de la inexistencia de la mujer y de la relación sexual. “Es lo que se llama amor (13)”. 
Creer lo que dice da al amor ese aire de locura que constituye el lado cómico del amor, aunque Lacan subraya su valor en tanto permite fracturar el muro de la no-relación sexual y no sentirse solo, si bien “dura poco tiempo”.
Se trata de que el hombre pueda creer en una mujer sin hacer de ella La mujer, es decir, sin situarla en un lugar de excepción. En la medida en que puede hacerlo puede abrirse a la contingencia del encuentro con una y anudar así su goce sintomáticamente al Otro. 
En el Seminario 23, Lacan sitúa la función de anudamiento del sinthomeen relación al agujero del Otro sexo, que una mujer también presentifica. En este sentido son equiparables.
El sinthome repara el lapsus del nudo, “ese lapsus sobre el que se establece la noción misma de inconsciente”. Cuando lo repara en el mismo sitio donde se ha producido el lapsus (14), eso no da una equivalencia pero hace que haya relación. Si lo llevamos a la relación entre los sexos, el sinthome hace que haya relación allí donde no la hayEso le lleva a afirmar que “el sinthome es el sexo al que no pertenezco, una mujer” (15). 
La mujer pasa a ser sinthome para el hombre pero al no haber equivalencia esto no es recíproco: “Puede decirse que el hombre es para la mujer todo lo que les guste, a saber, una aflicción, peor que un sinthome.(…) Incluso un estrago”.

Del lado mujer, lo singular de un confin
Freud había planteado el Penisneid como un tope en el análisis de una mujer, quien quedaba condenada a reclamar/esperar un pene o un sustituto suyo. Luego, con el primer Lacan, se tratará de obtener un significante que dijera su ser y la proveyera de una consistencia que no tenía. La demanda de amor, y su retorno, marcarán con el sesgo del exceso y de lo ilimitado la relación de la mujer con la madre y luego el padre y el hombre, quienes siempre vendrán a ocupar ese lugar en segundo término (16). Se trata de la relación de la mujer con S(A/).
La clínica del estrago no deja, ayer y hoy, de darnos numerosos ejemplos. Pero su abordaje permanece sin solución si consideramos la cuestión desde la lógica edípica o desde la relación de la niña con la madre o con el padre, podemos decir desde lo fantasmático, desde la vertiente significante.
De lo que se trata es de la relación de la mujer con aquella parte de su goce que se sitúa fuera de la medida fálica, es decir, del goce femenino como real fuera de sentido. El estrago no es otra cosa que el reverso del amor y uno de las manifestaciones posibles del goce femenino. Lacan lo leerá también con la lógica del no-todo, no solo para entender su fenomenología y su estructura sino también para pensar su “tratamiento”, que requiere la introducción de un límite. 
En “El atolondradicho”, Lacan se pregunta qué ocurre del lado mujer donde no existe una excepción que diga “no” a la función fálica, es decir, donde la función fálica, significante, no regula todo el goce. (17). Y sitúa un confín en el cuantor de la inexistencia: el “no hay”, lo imposible como causa, es el último límite, un límite real. 
Se trata de que “lo singular de un confín” venga a acotar lo real del goce femenino de una manera distinta a como lo hace el límite fálico. Esto queda a cuenta del cuantor de la inexistencia, es decir, de lo imposible como causa. 
Poner en causa lo imposible del lado femenino posibilita acotar el exceso de goce alrededor del agujero real del sexo lo que implica un límite singular al sin-límite estructural. Ello puede permitirle ser síntoma de otro cuerpo (18), y a través suyo, salir de la mortificación del estrago para desembrollarse mejor con la división de su goce.
* Texto de presentación de las 18 Jornadas de la ELP: "La discordia entre los sexos a la luz del psicoanálisis", a celebrar en Valencia los días 23 y 23 de noviembre de 2019. http://discordia.jornadaselp.com



 Notas
1. Lacan, Jacques, Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 40.
2. Lacan, Jacques, El Seminario, libro 20: Aún, Paidós, Buenos Aires, 1989.
3. Lacan, Jacques, Hablo a las paredes, op. cit., p. 40.
4. Lacan, Jacques, El Seminario, libro 20: Aún, op. cit., cap. 7.
5. Lacan, Jacques, El Seminario, libro 19: … o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 119.
6. Ibid., p. 202.
7. Ibid., p. 102.
8. Lacan, Jacques, Hablo a las paredes, op. cit., p. 68.
9. Miller, Jacques-Alain, El partenaire-sintoma, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 275.
10. Lacan, Jacques, El Seminario, libro 23: El sinthome,Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 99.
11. Lacan, Jacques, “Le Séminaire de Jacques Lacan: RSI”, cours 21 janvier 1975, Ornicar?, Bulletín periódique du Champ freudien, nº 3, Lyse, Paris, mayo de 1975.
12. Lacan, Jacques, “Le Séminaire de Jacques Lacan: RSI”, cours 18 février 1975, Ornicar?, Bulletín periódique du Champ freudien, nº 4, Lyse, Paris, 1975.
13. Lacan, Jacques, “Le Séminaire de Jacques Lacan: RSI”, clase del 21 de enero de 1975, op. cit.
14. Lacan, Jacques, El Seminario, libro 23: El sinthome, op. cit., pp. 95-6.
15. Ibid., p. 99.
16. Lacan, Jacques, “El atolondradicho”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, p. 489.
17. Ibid., p. 490.
18. Lacan, Jacques, “Joyce el sintoma”, Otros escritos, op. cit., p. 595.
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domingo, 17 de febrero de 2019

SOBRE LAS COYUNTURAS DE DESENCADENAMIENTO DE LA PSICOSIS



En la etiología inmediata de la psicosis, se encuentra frecuentemente un proceso orgánico borroso (intoxicación, trastorno endocrino, puerperalidad, menopausia), casi constantemente una transformación de la situación vital(pérdida de una posición, de un sostén económico, jubilación, cambio de medio, pero sobre todo matrimonio, particularmente matrimonio tardío, divorcio, y electivamente pérdida de uno de los progenitores), y muy frecuentemente un acontecimiento con valor de trauma afectivo. Las más de las veces se descubre una relación manifiesta entre el acontecimiento crítico o traumático y un conflictovitalque persiste desde años atrás. Este conflicto, cuya resonanciaéticaes fuerte, va ligado muy a menudo a las relaciones parentales o fraternales del sujeto.
La acumulación de estos factores es, muchas veces, lo que parece determinar la eclosión de la psicosis. 
Jacques Lacan: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Barcelona, RBA, 2006, pág. 324 (1).

Estos párrafos corresponden a una investigación muy temprana de Jacques Lacan, su tesis de psiquiatría, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, defendida en 1932, es decir, algo más de veinte años antes del comienzo de su enseñanza. 
Jacques Lacan se había interesado muy pronto por las psicosis y, desde 1928 a 1931, había escrito distintos textos donde se adhería a las tesis constitucionalistas de la época en relación a su etiología. Pero, ahora, en su tesis, se separará de ellas y apostará por la psicogénesis entendida como una reacción del psiquismo a la experiencia vivida, la llamada psicogenia.
Lejos aún de su entrada en contacto con el estructuralismo, que se producirá a finales de los años 40, Lacan se sirve ya del término “estructura” e investiga su papel en la personalidad, entendiendo por esta última: a) el desarrollo biográfico y las relaciones de comprensión que se leen en él, en el sentido de Jaspers, y los modos en que el sujeto vive su historia; b) la concepción de sí mismo que tiene el sujeto; c) la tensión en las relaciones sociales y los conflictos éticos que en ellas se juegan. La organización de todos estos elementos dará su sentido al síntoma en general que es por tanto psicógeno. También en la psicosis. La psicogenia de la psicosis es pues un asunto de significación. 
Esta idea de psicogenia constituye una superación de las tesis orgánicas y de las psicogenéticas constitucionalistas a la par que introduce una idea de estructura mental. Pero, paradójicamente, permite asimismo a Lacan conjugar factores orgánicos y psíquicos, como vemos en la clasificación citada de tres tipos de factores implicados en la etiología de la psicosis, que me han pedido comentar, y que ahora resumo: 1) orgánicos borrosos; 2) relativos a la transformación de una situación vital, la cual conlleva siempre una pérdida, un duelo; 3) referidos a un trauma afectivo, que implica un conflicto ético, con frecuencia vinculado a la familia (2). 
Para situar estos factores, es necesario enmarcar cada uno de ellos en una de las tres causalidades que Lacan examina: ocasional, eficiente y específica (3). 
La causalidad ocasional serían esos factores orgánicos borrosos mencionados, que Lacan califica como inespecíficos, y que son determinantes de los síntomas. Podemos tomar el ejemplo del puerperio, como él mismo cita, pero también podríamos, pienso, ampliarlo a otros muchos estados que parecerían implicar al organismo entre los que se cuentan el embarazo, la pubertad, etc.
La causalidad eficiente vendría dada por determinados factores, relativos a modificaciones de la situación vital, también considerados inespecíficos, pero que desempeñan un papel determinante de la estructura y de la permanencia de los síntomas. 
Sin embargo, lo que Lacan sitúa es que los “factores orgánicos borrosos” mencionados entrañan una modificación de la situación vital. Un embarazo o un parto no son solo algo que afecta solo al organismo, implican un cambio en la vida del sujeto: modificaciones en la relación con el cuerpo, en la idea de sí, en las identificaciones, separación, duelo, ahora diríamos, también, el encuentro con un real, etc. Ahora diríamos que en psicoanálisis no se puede pensar el organismo sin el cuerpo que ya es una construcción.
Y Lacan precisa asimismo que ninguno de estos factores orgánicos o de modificación de la situación vital, que pueden acompañar a la psicosis en el momento de su eclosión constituyen sus factores causales específicos. Hay que buscar algo previo (4), que él situará aquí en un desarrollo anómalo de la personalidad responsable de una fijación (5) que tiene un valor de trauma para el sujeto. Solo si hay ese factor previo, podría desencadenarse una psicosis durante estados como el embarazo o el puerperio. Esto quiere decir que los responsables no son los procesos orgánicos en sí mismos.
En el Caso Aimée, que Lacan estudia en su tesis, la causalidad eficiente queda situada en el conflicto moral con su hermana, y la causa específica de la reacción psicótica en una anomalía específica de la personalidad (que se define en hechos concretos de la historia afectiva), del desarrollo típico (comprensible), y de las funciones de la personalidad (evolutiva) la cual  se traduce en fijaciones afectivas al estadio de la constitución del superyó. 
Veinte años después, en su seminario de 1956-57, Lacan cuestionará la idea de psicogénesis, entendida en términos de relaciones de comprensión (6). Si bien allí se reafirma en la relación de la psicosis con el lenguaje, toma distancia de la significación y sitúa la forclusión como un mecanismo significante implicado en el desencadenamiento: la entrada en la psicosis se produciría cuando ante un agujero en la significación, se produce un llamado a un Otro que pueda responder, un Otro simbólico, llamado que queda sin respuesta (7). 
En el escrito que sintetiza este seminario, Lacan precisa el desencadenamiento a partir del encuentro con la forclusión de un significante, el del Nombre del Padre, que permitiría ordenar el conjunto de las significaciones del sujeto (8). 
Me limito solo a mencionar todo esto brevemente para decir que la forclusión del Nombre del Padre permite, en mi opinión, entender mejor el “trauma”, el agujero (en francés "trou") de la causalidad específica de la psicosis: el agujero en lo simbólico del que se trata. Y, aunque no será la última palabra de Lacan sobre las psicosis, posibilita ya leer muchos momentos de desencadenamiento de manera más clara: ya sea, por seguir con los ejemplos, en las llamadas psicosis puerperales o las de las mujeres encinta, pero también en muchos otros casos, se me ocurre, donde no hay ningún “factor orgánico” próximo por ejemplo en los momentos de asunción de la paternidad para algunos hombres: la imposibilidad de dicha asunción coincide con el inicio de la violencia hacia la pareja y las patadas en la barriga de la mujer ilustran, considero, de manera terrible el insoportable en juego. 
Otro ejemplo posible, entre otros muchos, es el de aquellos desencadenamientos frecuentes que se producen en la pubertad. ¿No es acaso esta última algo radicalmente distinto que el “despertar” de las hormonas a la que se la quiere reducir hoy en día? El encuentro con la alteridad del sexo conlleva el encuentro con un real ante el que los referentes simbólicos del sujeto no bastan. Por otro lado, el inicio del pasaje de la infancia a la vida adulta, es un momento de pérdida de identificaciones, es decir, de referencias, un momento de crisis, antes de que otras nuevas vengan a sustituirlas. 
Entonces, el encuentro con el sexo, la pubertad, la maternidad, etc., no son procesos naturales, del organismo: no tenemos ningún saber preestablecido, instintivo, al respecto y el encuentro con el real que se pone en juego para cada uno en ellos moviliza todo el sistema simbólico del sujeto para nombrarlos. En este sentido, son ocasiones propicias para el desencadenamiento en aquellos casos en que el llamado a lo simbólico no tenga respuesta y el sujeto se vea confrontado al agujero forclusivo, lo que produce un momento de perplejidad que puede resolverse en un pasaje al acto o con la invención de un delirio. 
Para finalizar, quiero decir que ante los neurobiólogos actuales herederos de aquellos organicistas, o de  aquellos órgano-dinamistas, con los que Lacan debatió, no podemos dejar de recordar una frase de la tesis, que mantiene más de ocho décadas después su lucidez y su vigor:
 “En el estudio de las psicosis, [el método clínico] cada día parece aportar alguna correlación orgánica nueva; si se presta atención, se verá que estas correlaciones, que no pensamos discutir, tiene solo un alcance parcial, y el interés que ofrecen les viene únicamente del punto de vista doctrinal que pretenden reforzar. No bastan sin embargo para construirlo. No se hagan ilusiones quienes acumulan esta clase de materiales: los hechos de nuestra ciencia no permiten hacer a un lado la preocupación por el hombre” (9).
* Texto publicado en Eslabón nº 3, boletín preparatorio de la XIX Conversación Clínica el Instituto del Campo Freudiano en España, Desencadenamientos,  el 30 de enero de 2019. 

Notas:
1. Para las citas de este texto hemos usado la siguiente edición: Lacan, J., De la psicosis paranoica en sus relaciones  con la personalidad, México, Siglo XXI Editores, 2000. 
2. Ibid., págs. 245-6.
3.Ibid., pág. 315.
4. Ibid.,pág. 230.
5. Ibid., pág. 315.
6. Lacan, J., El Seminario, libro 3: Las psicosis,Buenos Aires, Paidós, 1988, pág. 17.
7. Ibid. 
8. Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 2009.
9. Lacan, J., De la psicosis paranoica en sus relaciones  con la personalidad, op. cit., pág. 17.

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