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viernes, 3 de octubre de 2014

EL PSICOANALISIS Y LAS OTRAS TERAPEUTICAS


Exposición de Giacometti en el Museo Picasso de Málaga

El término “terapéutica” remite de entrada a los términos de enfermedad y curación. En su origen médico, se trata del método o el procedimiento utilizado para curar una enfermedad. Este método apunta a restaurar un estado, un orden anterior que la enfermedad habría desordenado. El punto de partida de la terapéutica es la idea y, también, el ideal de salud, que representa asimismo el objetivo a alcanzar.
El término implica entonces una referencia a la dualidad salud y enfermedad, atravesada por las nociones de lo normal y lo patológico. Todo ello considerado según un criterio objetivo, es decir, ajeno al sujeto.
No es ésta la perspectiva del psicoanálisis lacaniano que no habla en términos de enfermedad ni de síntomas de una enfermedad, sino de síntoma analítico, entendido no como un dato objetivo sino como una interrogación del sujeto sobre lo que le ocurre. Lo importante no es la fenomenología del síntoma sino lo que el sujeto dice de él. En este sentido, el síntoma analítico es siempre singular y, por tanto, su resolución lo es también.
La idea de la naturaleza del síntoma implica según cada una de las distintas  perspectiva una idea solidaria de su tratamiento, es decir, de su abordaje y su resolución, lo cual se traduce al final en que el psicoanálisis y las otras terapéuticas manejan nociones distintas de este último término. Esto determina necesariamente concepciones asimismo distintas de la formación requerida al terapeuta para ejercer su función.
Abordar la relación del psicoanálisis con la terapéutica en la enseñanza de Jacques Lacan así como su relación con las otras terapéuticas es un tema muy amplio por lo que nos limitaremos a recorrer las principales puntuaciones de este último al respecto. A modo de antecedente, situaré de entrada con brevedad, la posición de Sigmund Freud respecto a tales relaciones.


Antecedentes freudianos: El psicoanálisis no es solo una terapéutica
Freud renuncia muy pronto a los poderes de la sugestión (1) utilizados por los métodos psicoterapéuticos de su época e inventa, junto a Breuer, el método catártico (2) basado en la hipnosis. Su objetivo es hacer revivir el estado psíquico en que el síntoma se había presentado por primera vez con el fin de resolverlo. Sin embargo, la experiencia le enseña que el síntoma tiene una génesis compleja, la cual no deriva de una sola impresión. La dilucidación de su entramado requiere entonces un método nuevo. Freud avanza un segundo paso y abandona la hipnosis (3). Considera mejor el método de la asociación libre para abordar “la estructura más fina de la neurosis”. Se trata –escribe- de que "el paciente mismo determine el tema del trabajo cotidiano, y entonces parto de la superficie que el inconsciente ofrece a su atención en cada caso. Pero así obtengo fragmentado, entramado en diversos contextos y distribuido en épocas separadas lo que corresponde a la solución de un síntoma. A pesar de esta desventaja aparente, la nueva técnica es muy superior a la antigua, e indiscutiblemente la única posible" (4).
Freud establece que hay “la máxima oposición posible” (5) entre el psicoanálisis y los métodos psicoterapéuticos que utilizan técnicas sugestivas, tal como Leonardo había establecido al diferenciar los modi operandi de las distintas artes: algunas, como la pintura, operan per via di porre, es decir añadiendo algo –colores- donde antes no había sino el lienzo en blanco; otras, como la escultura, proceden per via di levare, quitando de la piedra todo lo que recubre la forma de la estatua contenida en ella. Del mismo modo, las psicoterapias sugestivas añaden algo –la orden sugestiva- que se espera evite la manifestación del síntoma. El psicoanálisis sin embargo no agrega nada sino que investiga la génesis de este último para encontrar su solución.
Para Freud, el síntoma no es un error, una respuesta equivocada o inadaptada. Expresa un conflicto inconsciente entre una satisfacción pulsional y una representación, una idea insoportable vinculada a ella (6), que es reprimida y sustituida por otra. Esto permite que la pulsión siga satisfaciéndose de manera disfrazada, lo que le lleva a hablar de la faz de formación de compromiso del síntoma o, incluso, de su vertiente de solución.
Freud introduce la noción de “mentira” del síntoma muy tempranamente. Lo hace en el “Proyecto”, cuando relata el caso Emma: “La proton pseudos es una premisa mayor falsa en un silogismo que da como resultado una conclusión falsa” (7). El síntoma miente a la vez que hace presente la verdad del encuentro con la satisfacción traumática. Constituye una guía. Lo importante entonces no es precipitarse a “curar” el síntoma sino desvelar su secreto: descubrir el conflicto que entraña para resolverlo.
Esto requiere una posición no directiva del psicoanalista quien ha de abstenerse de decir al paciente lo que ha de hacer así como de introducir elementos que no estén en su discurso. “El procedimiento psicoanalítico –escribe Freud en 1922- se distingue de todos los métodos sugestivos, persuasivos, etc., por el hecho de que no pretende sofocar mediante la autoridad ningún fenómeno anímico. Procura averiguar la causación del fenómeno y cancelarlo mediante una transformación permanente de sus condiciones generadoras” (8).
El psicoanálisis, para Freud, es tanto el procedimiento que sirve para investigar los procesos anímicos inconscientes como el método terapéutico fundado en dicha investigación, pero también la teoría elaborada a partir de ambos. Esta última deviene una nueva disciplina científica (9), cuyo ámbito de interés supera el campo de la psicología y de lo terapéutico e incluye a otras ciencias no psicológicas como la lingüística, la filosofía, la pedagogía, la sociología, la historia del arte y de la cultura (10).
Freud previene contra la posibilidad de que el psicoanálisis sea “fagocitado por la medicina” y quede reducido a una terapéutica, junto con otros procedimientos basados en la sugestión o la persuasión los cuales “creados por nuestra ignorancia, deben sus efímeros efectos a la inercia y la cobardía (…). Merece un mejor destino, y confiamos en que lo tendrá”, afirma (11). La terapéutica es “solo una de sus aplicaciones; quizás el futuro muestre que no es la más importante”.
Como doctrina del inconsciente, el psicoanálisis “puede pasar a ser indispensable para todas las ciencias que se ocupan de la génesis de la cultura humana y de sus grandes instituciones como el arte, la religión y el régimen social”. “En todo caso no sería equitativo sacrificar a una de sus aplicaciones todas las demás porque su campo de acción toca el círculo de los intereses médicos”. Al defender el valor del psicoanálisis con independencia de su valor terapéutico, Freud dice tratar de “prevenir que la terapia mate a la ciencia” del psicoanálisis (12).
Unos años después, en 1933, Freud subraya no ser “un entusiasta de la terapia” (13), pese a lo cual reconoce que “el psicoanálisis ha nacido como una terapia y no ha dejado de serlo, ya que “su profundización y ulterior desarrollo depende del trato con los enfermos” (14). En este sentido, podría decirse que “el psicoanálisis es realmente una terapia como las demás” (15), es decir, “un procedimiento médico que aspira a curar” (16) y tiene –al igual que las otras terapias- sus triunfos y sus derrotas, sus dificultades, limitaciones, indicaciones” (17). Él precisa sin embargo que no lo recomienda por su vertiente terapéutica “sino por su contenido de verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo que toca más de cerca al hombre: su propio ser (…)”. “En tanto terapia –añade- no deja de ser una entre muchas”, aunque declara que él la sitúa en el puesto más alto, “como primus inter pares”, la primera entre iguales. Pero lo fundamental de un psicoanálisis no es su valor terapéutico, aunque se sobrentiende que lo tiene. Si no fuera así, el psicoanálisis, precisa, “no habría sido descubierto ni desarrollado durante más de treinta años” (18).
En resumen, Freud plantea que el psicoanálisis es una terapéutica en tanto resuelve el síntoma pero lo diferencia de las otras terapéuticas por la concepción que tiene de este último. Ello le lleva a interesarse en primer término por el conflicto inconsciente en juego más que por su fenomenología y su curación.
Dicho planteamiento requiere por parte del analista un abordaje no directo del síntoma. Freud le previene de que se mantenga a distancia del furor sanandis (19), es decir, de cualquier deseo de curar. Al contravenir la vertiente de solución del síntoma puede reforzar su defensa y favorecer su recrudecimiento.
La posición del analista entonces no es de poder por lo que Freud previene, como hemos visto, de toda sugestión y de todo ejercicio de autoridad.
La posición del analista tampoco es de saber. Por el contrario, Freud aconseja, en el abordaje de cada caso, dejar todo saber de lado y escucharle como si fuera el primero.
Si la raíz del síntoma es pulsional no puede haber resolución total. Siempre habrá “fenómenos residuales” (20), señala, que pueden requerir tramos de análisis adicionales.


El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás
Desde muy pronto, Jacques Lacan se interesa por la vertiente terapéutica del psicoanálisis, por su eficacia y su modus operandi. El artículo de Claude Lévi-Strauss “La eficacia simbólica” (21), publicado en 1949, tuvo gran influencia en la llamada primera época de su enseñanza, iniciada en 1953. Se trata de un estudio comparativo sobre la cura chamánica y la cura analítica. El antropólogo concluye que, en ambas, la palabra cura el síntoma. Esto ocurre porque tanto la enfermedad como la terapéutica son de  naturaleza simbólica: la enfermedad constituye una alteración del mundo simbólico del sujeto que la cura viene a restaurar. Lacan suscribe estas tesis pero separa radicalmente de la acción del analista, todo intento de comprensión (22) o de empatía. También separa de ella todo deseo por parte del analista del ejercicio de cualquier tipo de poder, contraponiendo a esto último, el deseo del analista (23).
“El psicoanálisis, afirma en 1955, no es una terapéutica como las demás” (24). Con estas palabras, responde al mismo Freud quien, como hemos visto, había afirmado “que el psicoanálisis es una terapia como las demás” (25) aunque mejor -antes de precisar que la dimensión terapéutica no constituye su vertiente fundamental. Lacan acentúa la diferencia: el psicoanálisis no es como las demás terapéuticas cuyo objetivo primordial es la curación.
Pero ¿qué quiere decir “curación” en psicoanálisis? ¿Cuáles serían los criterios que la certificarían?

No hay cura-tipo
La Encyclopédie Médico-chirurgicale se había propuesto publicar un estudio sobre los métodos terapéuticos en su Sección de Psiquiatría. Para presentar la cura psicoanalítica, el psiquiatra Henri Ey, coordinador de la edición, había encargado a dos psicoanalistas sendos artículos sobre el tema: a Maurice Bouvet le había pedido un texto sobre la cura-tipo (26) y, a Jacques Lacan, otro texto sobre las variantes de la cura-tipo. Se trataba de presentar las respectivas teorías de la cura de dos psicoanalistas representantes cada uno de ellos de una de las dos sociedades psicoanalíticas existentes en aquel momento en Francia: la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP), a la que pertenecía Bouvet, era filial de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA); la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP), había sido fundada en 1953 por Lacan y otros colegas, tras su abandono de la primera por disensiones relativas precisamente a la teoría de la cura y su conducción y estaba a la espera del reconocimiento de la asociación internacional.
En su texto, Lacan hace una crítica de los dos títulos elegidos por Ey, así como del contenido del escrito de Bouvet, que recoge la ortodoxia reinante entonces en la IPA.
¿Qué es una cura-tipo? ¿Y cuáles serían sus variantes? En el contexto de esta interrogación, Lacan formula la frase citada: “El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás”. (…) “La rúbrica  de las variantes no quiere decir ni la adaptación de la cura, sobre la base de criterios empíricos ni clínicos, a la variedad de los casos, ni la referencia a las variables en que se diferencia el campo del psicoanálisis”. Está referida a “una preocupación puntillosa llegado el caso, de pureza en los medios y los fines, que deja presagiar un estatuto de mejor ley que la etiqueta aquí presentada”.
El psicoanálisis merece un estatuto mejor que el terapéutico. Esta preocupación por los medios y los fines permite decir que el psicoanálisis se distingue de las psicoterapias por “un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino una psicoterapia” (27). No se puede abordar la terapéutica sin referencia a una ética. Esto hace que el psicoanálisis no sea una terapéutica como las demás.
Este rigor exigiría una formalización teórica. Lacan toma entonces la perspectiva de los criterios terapéuticos para avanzar en el tema. ¿Cuáles serían los criterios adecuados para hablar de curación? Hay una falta de debate y de consenso entre los analistas al respecto. Ellos se refugian en un silencio que “es el privilegio de las verdades no discutidas” haciendo gala de un “principio de extraterritorialidad”. Los psicoanalistas no pueden renunciar a este último ni denegarlo. La paradoja se introduce a propósito de los criterios terapéuticos, que se desvanecen en la justa medida en que se apela en ellos a una referencia teórica”, lo que “es grave, cuando se alega la teoría para dar a la cura su estatuto” (28).
La ortodoxia defendida remite más a los “intereses del grupo”, lo cual es “menos un standard que un standing” (29). No se puede hablar entonces de cura-tipo y tampoco de variables. Esto da lugar a una mistificación en la que el origen de los efectos de su acción queda oculto para los propios analistas.
A falta de criterios terapéuticos, Lacan sitúa que el único criterio posible a conservar es que “un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalista” (30). La pregunta entonces a contestar será qué es un psicoanalista. Sin embargo, Lacan tardará unos años en abordarla abiertamente. En ese escrito se limita a reconocer haber sido advertido por Freud de que “[el psicoanalista] debe examinar de cerca los efectos en su experiencia” sin ceder al furor sanandis. La curación no es el objetivo primero del psicoanálisis sino algo que adviene “por añadidura” (31), precisa.

El no-deseo de curar
En 1960, Lacan retoma este tema en su seminario y sitúa que el “deseo de curar” es algo proclive a extraviar a los psicoanalistas instantáneamente (32). Es más, se podría paradójicamente designar el deseo del analista como “un no-deseo de curar”.
En esos momentos Lacan acaba de introducir el concepto de goce real en la teoría. El goce queda definido como una satisfacción irreductible más allá del principio del placer. Esta satisfacción está en el corazón de la vida subjetiva. Aunque el sujeto tenga una vivencia de sufrimiento, el síntoma ya no es solo simbólico: tiene una vertiente de goce. Entonces, la perspectiva de la “curación” no conviene para abordar el síntoma. No se cura a un sujeto de su goce. Lo simbólico no consigue dominar  lo real.
Por ello, Lacan advierte de no caer en lo que llama “la trampa benéfica de querer el bien del sujeto” que siempre lleva a lo peor. Si hubiera que curar al sujeto de algo,  se trataría tan solo de “de las ilusiones que lo retienen en la vía del deseo”, es decir, que lo dejan enviscado en su goce. Según los términos de ese momento de la enseñanza de Lacan: “Es preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo” (33).
Este no-deseo de curar no hay que tomarlo, precisa más adelante, como un “desdén hacia aquel que tenemos a nuestro cargo y sufre”. No es una cuestión de indiferencia sino de principios. Cuando dijo que la cura viene por añadidura hablaba en términos metodológicos, aclara. “Nuestra justificación, así como nuestro deber es mejorar la posición del sujeto –señala en 1962- pero nada es más vacilante, en el campo en que nos encontramos, que el concepto de curación”.
No se trata de persuadir, ni de convencer al paciente. “¿Un análisis que acaba con la entrada del paciente en una especie de orden religioso aunque el sujeto esté mejor en lo referente a los síntomas –pregunta-, es una curación?” (34).
En 1964, Lacan retomará la cuestión al fundar su Escuela (35), distinguiendo el psicoanálisis puro y el aplicado. El primero remite al didáctico, es decir a la formación del analista respecto a la que precisa, como principio de doctrina, que el reclutamiento de analistas no se limitará a los médicos, “dado que el psicoanálisis puro no es en sí mismo una técnica psicoterapéutica”. El psicoanálisis aplicado quiere decir, sin embargo, “de terapéutica y de clínica médica”.
Distingue la curación del psicoanálisis de la que era favorecida entonces en Francia procedente de lo que llama una práctica “mitigada por la invasión de una psicoterapia asociada a las necesidades de la higiene mental”. Esta asociación es nefasta, produciendo un “conformismo de la mira”, un “barbarismo de la doctrina”, así como una “regresión acabada a un psicologismo puro y simple, el todo mal compensado por la promoción de una clericatura” (36).
Por el contrario, en psicoanálisis puro, la noción de curación remite a: “Devolver sus sentidos a los síntomas, dar lugar al deseo que enmascaran, rectificar de manera ejemplar la aprehensión de una relación privilegiada, aunque hubiese hecho falta poder ilustrarla con las distinciones de estructura que exigen las formas de enfermedad, reconocerlas en la forma de ser que demanda y que se identifica con esas mismas demanda e identificación” (37).
La noción de curación en psicoanálisis se distingue radicalmente de la noción de curación en el campo de aquellas psicoterapias que ponen en primer término los imperativos de conformidad social, donde los terapeutas se convierten en una “clericatura” de expertos consagrados a tales fines. Por un lado, no se trata de que el sujeto se aliene a los ideales sociales sino, por el contrario, de rescatar su singularidad y que aprenda a manejarse con ella. Por otro, un psicoanalista no es un “experto”. El saber que maneja no es el de la técnica sino el que puede formalizar a partir de su relación con el inconsciente.

Un psicoanalista es el producto de una experiencia
Como lugar de formación del analista, la Escuela -añade en 1967-, “no se reduce a preparar operadores” (38). No hay una definición universal de lo que es un psicoanalista, es decir, que sea válida para todos. Un analista es producto de un análisis, de una experiencia singular en la que se autoriza. “Un analista, dirá, solo se autoriza de él mismo” (39).
El saber epistémico y clínico es muy importante pero el saber del analista proviene de la relación con su propio inconsciente, que no concluye, sino que se ha de mantener abierta. Así, la formación del analista no finaliza nunca.
La experiencia de un análisis llevado hasta su final es esencial para aislar el psicoanálisis de la terapéutica, “la cual distorsiona el psicoanálisis no solo por relajar su rigor” (40). La única definición posible de la terapéutica es la de “restitución a un estado primero” y eso “es imposible de plantear en psicoanálisis” porque la relación del hombre con el lenguaje le exilia de entrada de la naturaleza. Así, la llamada naturaleza humana es sintomática.

La naturaleza verídica del síntoma
Un año después, Lacan participa en el Congreso de la EFP en Estrasburgo consagrado enteramente a la distinción entre el psicoanálisis y la psicoterapia (41). En él, hace tres intervenciones: una sobre la formación del analista, otra sobre los efectos terapéuticos y la última sobre la naturaleza del síntoma.
En primer lugar, Lacan plantea la interrogación de si la “costumbre” de que los practicantes de psicoanálisis se inicien en la práctica como psicoterapeutas, “es un elemento necesario o contingente, favorable o perjudicial para la formación del analista” (42).
En segundo lugar, se pregunta si bajo el término “psicoterapia” se esconde de nuevo la misma idea de variantes de la cura-tipo que ya había criticado en 1954 (43). Entonces ya había desechado la cuestión de los llamados criterios terapéuticos y planteado que el único criterio a tener en cuenta era que “un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalista” (44). Hay que analizar entonces qué es un psicoanalista. ¿Cómo se puede reconocer a uno? ¿Qué papel juega en la formación del analista la experiencia que se espera de un psicoanalista? (45) -sabemos que un año antes, en la “Proposición de 1967”, había dado cuenta de su invención del dispositivo del pase para responder a ello.
En tercer lugar, Lacan señala que la cuestión de fondo en la relación entre el psicoanálisis y la psicoterapia compete al ser de verdad del síntoma. En tanto lo real resiste a lo simbólico, “la verdad halla en el goce cómo resistir al saber”. Algo en el síntoma se ubica entre algo que miente -simbólico-, y algo que no puede engañar -real. Freud ya se había referido a la mentira del síntoma, como vimos, en su “Proyecto de Psicología” (46). “La naturaleza mentirosa del síntoma es uno de los puntos más importantes de la diferencia entre la psicoterapia y el psicoanálisis. En psicoanálisis, se puede decir bajo el pretexto de hablar de defensa, que el síntoma miente. Pero una defensa no es en absoluto mentirosa. La mentira está en aquello contra lo que el sujeto se defiende. Aunque descubramos la mentira en el síntoma, este último no tiene valor de mentira. Tiene valor de algo verídico pues nos pone en la huella de la verdad. Ahora bien lo que se descubre en el sujeto detrás de su defensa no hace que el sujeto nade en la verdad después, lo que le sería incómodo. Una de las mayores vaguedades de la noción de psicoterapia es creer que la verdad está debajo cuando está en la superficie pero hay que saber leerla” (47).

El psicoanálisis fuera de sentido
Unos años después (48), en 1974, J.-A. Miller pregunta a Lacan en “Televisión” sobre la distinción entre el psicoanálisis y la psicoterapia: “Ambas actúan solo con palabras, pero ¿en qué se oponen?”.
Para responder la pregunta, Lacan toma el eje del sentido. Señala que en esos momentos la mayor parte de las psicoterapias se dicen de “inspiración psicoanalítica”, lo cual podría llevar al error de pensar que son de la misma familia que el psicoanálisis o similares. La diferencia entre el psicoanálisis y ellas es fundamental y no puede reducirse a cuestiones como el uso del diván. La psicoterapia se ocupa del sentido, especula sobre él y, el psicoanálisis, aunque se crea lo contrario, no. El psicoanálisis no opera por la vía del sentido, que solo conduce a su proliferación. Apunta por el contrario al fuera de sentido de lo real que anida en el corazón del síntoma.
Lacan hace burla del sentido que fácilmente toma un sentido sexual. “Es llamativo que ese sentido se reduzca al no sentido de la relación sexual, el cual es patente desde siempre en los dichos del amor”.
También se burla del llamado sentido común, que se considera el buen sentido y “representa la sugestión”. “Es ahí donde la psicoterapia, sea la que fuere, se malogra antes de tiempo, no porque no ejerza algún bien, sino porque vuelve a llevar a lo peor” (49).
Freud descubrió en el inconsciente –precisa-, algo muy distinto al hecho de que se pueda dar un sentido, un sentido sexual, a todo lo que decimos. Descubrió el nudo de significantes en que consiste el síntoma, nudos de materia significante. “No son cadenas de sentido, sino de goce-sentido” (50).
Para finalizar, y a modo de conclusión, podemos decir que Lacan sigue la vía freudiana en el abordaje de la vertiente terapéutica del psicoanálisis y su relación con las otras terapéuticas, si bien profundiza y radicaliza la diferencia entre uno y otras. Y lo hace de tal modo que la idea misma de terapéutica cambia.
En el psicoanálisis como terapéutica, se trata de una terapéutica cuyo modus operandi no apunta paradójicamente a lo terapéutico, a rectificar, corregir o modificar el síntoma de un sujeto. Y solo así, dándole su dignidad al síntoma, la dignidad de su real, es posible que la cura tenga alguna posibilidad de producirse, siempre “por añadidura”.

Notas
1. Freud, Sigmund: “Presentación autobiográfica” (1925 [1924]). En: Obras Completas, vol. XX. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1984, p. 16.
2. Breuer, Josef y Freud, Sigmund: “Estudios sobre la histeria” (1893-1895). En: O. C., op. cit., vol. II, p. 34.
3. Freud Sigmund: “El método psicoanalítico de Freud” (1904 [1903]). En: O. C., op. cit., vol. VII, p. 238.
4. Freud Sigmund:  “Fragmento de análisis de un caso de histeria” (1905 [1901]. En: O. C., op. cit., vol. VII, p. 11.
5. Freud Sigmund: “Sobre psicoterapia” (1905), en: O. C., op. cit., vol. VII, p. 250.
6. Freud Sigmund: “Conferencia 23ª: Los caminos de la formación del síntoma” (Conferencias de introducción al psicoanálisis, )1917 [1916-1917]). En: O. C., op. cit., vol. XVI, p. 326.
7. Freud Sigmund: “Proyecto de psicología” 1950 [1895]. En: O. C., op. cit., vol. I, p. 400, n13.
8. Freud Sigmund: “Psicoanálisis” (1923[1922]. En: O. C., op. cit., vol. XVIII, p. 246.
9. Ibid., p. 231.
10. Freud, Sigmund: “El interés del psicoanálisis” (1913). En: O. C., op. cit., vol. XIII, cap. II.
11. Freud, Sigmund: “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? Diálogos con un juez imparcial” (1926). En: O. C., op. cit., vol. XX, p. 232.
12. Ibid., p. 238.
13. Ibid., p. 140.
14. Freud, Sigmund: “34ª conferencia: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones” (1933 [1932]). En: O. C., op. cit., vol. XXII.”, p. 140.
15. Ibid., p. 141.
16. Freud Sigmund: “El interés del psicoanálisis”, op. cit., p. 169.
17. Freud, Sigmund: “34ª conferencia”, op. cit., p. 141.
18. Ibid., p. 145.
19. Freud Sigmund: “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (1914). En: O. C., op. cit., vol. XII, p. 174.
20. Freud Sigmund: “Análisis terminable e interminable” (1937). En: O. C., op. cit., vol. XXIII, pp. 231 y 251.
21. Levi-Strauss Claude: “La eficacia simbólica” (1949), en: Antropología estructural, Paidós, Barcelona, pp. 211-227.
22. Lacan Jacques: El Seminario, libro III: Las psicosis (1955-1956), Buenos Aires, Paidós, 1984.
23. Lacan Jacques: “La dirección de la cura o los principios de su poder” (1958). En: Escritos 2, México, Siglo XXI Eds., 1984, p. 595.
24. Lacan, Jacques: “Variantes de la cura tipo”. En: Escritos 1. México: Siglo XXI Eds, 1984, p. 312.
25. Freud Sigmund: “34ª conferencia”, op. cit., p. 141.
26. Bouvet Maurice: “La cure type”. En: Encyclopédie médico-chirurgicale 2, Section "Psychiatrie", París.
27. Lacan Jacques, “Variantes de la cura tipo”, op. cit., p. 312.
28. Ibid, p. 313.
29. Ibid, p. 315.
30. Ibid., p. 317.
31. Ibid., p. 312.
32. Lacan Jacques: El Seminario, libro VII: La ética del psicoanálisis (1959-1960). Buenos Aires: Paidós, 1988, p. 264.
33. Lacan Jacques: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1962). En: Escritos 2, op. cit., p. 807.
34. Lacan Jacques: El Seminario, libro 10: La angustia (1962-1963). Buenos Aires: Paidós, 1986, pp. 67-68.
35. Lacan Jacques: “El acto de fundación” (1964). En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 249.
36. Ibid., p. 255.
37. Ibid., p. 257.
38. Lacan Jacques: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela” (1967). En: Otros escritos, op. cit, p. 264.
39. Ibid., p. 261.
40. Ibid., p. 264.
41. La trascripción del debate fue publicada en Lettres de l’École freudienne nº 6: “Congrès de la École freudienne de Paris”, octubre 1969.
42. Ibid., p. 43 y ss.
43. Lacan Jacques: “Variantes de la cura tipo”, op. cit., p. 315.
44. Ibid., p. 317.
45. Lettres de l’École freudienne nº 6, op. cit., pp. 43-45.
46. Freud Sigmund: “Proyecto de psicología”, op. cit., p. 400.
47. Lettres de l’École freudienne nº 6, op. cit., p. 96.
48. Lacan Jacques: “Televisión” (1974). En: Otros escritos, op. cit.
p. 539.
49. Ibid., p. 540.
50. Ibid., p. 543.

lunes, 21 de abril de 2014

UN REAL PARA EL SIGLO XXI. CUADERNO DE NOTAS DEL NOVENO CONGRESO DE LA AMP Y DE LA ASAMBLEA DE MIEMBROS


Póster Congreso, diseño de Pablo Reinoso. Foto de Emilio Faire


IX CONGRESO AMP: UN REAL PARA EL SIGLO XXI
PARÍS 14-18 DE ABRIL DE 2014

La pasada semana tuvo lugar en París el noveno Congreso de la AMP, bajo el título Un real para el siglo XXI. Siempre salgo contenta de los Congresos de la AMP, fatigada por el trabajo intenso pero contenta, con la libido renovada para enfrentar este oficio imposible de psicoanalizar, las dificultades del psicoanálisis en el mundo y las dificultades de los propios psicoanalistas, que contribuimos a las anteriores con nuestra propia inercia. Es fundamental atravesar la dimensión de lo local, de lo local de las pequeñas o grandes sedes, pero también del localismo de cada Escuela para que el psicoanálisis avance y nosotros avancemos con él. Lo local es necesario, es donde vivimos y trabajamos, pero ha de estar agujerado por la dimensión de la Escuela Una para navegar sorteando vendavales y escollos, es decir, para no naufragar en alta mar ni tampoco embarrancar en la arena.
Este Congreso me ha estimulado especialmente. Sin duda, por el tema, apasionante. Pero, también, por su organización, impecable en general, bajo la dirección de Guy Briole. En particular, querría subrayar  el buen hacer de la comisión científica, a cargo de Pierre Naveau, que nos brindó una excelente articulación de las ponencias tanto en el conjunto de las plenarias como de las simultáneas de la Jornada Clínica. 
El hecho de que las ponencias de los analistas de la Escuela (AE), no estuvieran confinadas en un día o en una mesa, al principio o final del Congreso, sino que se desparramaran por todas las plenarias ha sido, desde mi punto de vista, una buena idea. Ha dado más lugar a sus contribuciones en el conjunto del Congreso, así como a las de los ex-AEs pero, a la vez, les ha sacado del "bloque"  en el que suelen quedar confinadas desde un punto de vista organizativo. La soledad de los Unos se ha puesto más de relieve. Cada uno con su singularidad, cada uno con su diferencia, pero juntos, trabajando con los otros.
También me parece una buena idea que todos los colegas que presentaban alguna ponencia en las plenarias hicieran el esfuerzo de cernir, de presentar algún punto de la propia clínica,  de testimoniar de un modo u otro de su propio real. Esto ha asegurado el necesario descompletamiento al trabajo epistémico a la par que lo ha enriquecido. Aligerado, se ha vuelto más productivo y esto ha vivificado el Congreso. 
A continuación, presento algunas notas que fui tomando a lo largo del congreso primero y, después, en la asamblea de la AMP. Por razones de la confidencialidad necesaria que requieren testimonios y casos, que impiden su publicación en internet, ninguna de ellas recoge nada de ellos -esperemos poder leerlos pronto en alguna publicación impresa. 
Se trata tan solo de algunas pequeñas notas, que recogen retazos, trozos epistémicos del Congreso, lo que a mi me llamó la atención, lo que pude escuchar, lo que me dio tiempo de escribir. 
Las publiqué primero una a una en una red social. Quería transmitir mi alegría y mis pequeños hallazgos a otros colegas que, por distintos motivos, como a veces nos pasa, no podían estar trabajando en esta ocasión directamente con nosotros, aunque se mantenían muy próximos y alertas a las elaboraciones que pudieran surgir del Congreso y, también, como todos, aquí o allá, en el conjunto de la AMP.
Hay que hacer existir la AMP en todos los lugares y todos los frentes, y las redes sociales, estoy segura, constituyen uno de ellos.
Ahora, a sugerencia de un comentario de mi querida amiga bonaerense Paula Contreras las publico reunidas, como mi cuaderno de notas del Congreso, fragmentario -insisto- por definición.
Para finalizar esta presentación, solo añadir que tanto en el Congreso como en la Asamblea se tomó el tema del control. En relación a ello, el último número de la revista de la ECF en Bélgica, Quarto 107, publica los trabajos presentados en la Jornada que tuvo lugar en París el 8 de febrero de este año, Question d'École: Les usages du control, que creo han precedido e inspirado nuestra Conversación. Un volumen magnífico, donde también podemos encontrar otro de los puntos de la Conversación: el psicoanálisis y su posición frente a la legislación sobre las psicoterapias que está teniendo lugar en los distintos países.

LUNES 14 DE ABRIL
Apertura
Leonardo Gorostiza: propone hablar  de "defensas", en plural, mejor que de "defensa" ante lo real: la defensa primordial es el sujeto como defensa ante lo real. El síntoma es una defensa con la que el sujeto inventa una respuesta ante su encuentro con el real sin ley del trou-matisme.

Judith Miller, presidenta de la Fundación del Campo Freudiano. Foto de Zoe Forget
Judith Miller: Ser responsable implica saber que una no es indispensable y hacer con ello. Preparar el relevo. Encontrar un analista.
Guy Briole: Lo real de Lacan no tiene sentido. No se orienta más que de este absoluto.
Desmontar la defensa quiere decir que otro anudamiento viene a ocupar el lugar dejado vacío. Algo nuevo contingente, imprevisible.

Primeras puntuaciones
Miquel Bassols (ELP): Seguir durmiendo era para Freud el mayor deseo del sueño. Lacan hizo de este deseo una posición fundamental del sujeto ante lo real.
En esta época, el deseo del analista es el deseo de despertar al sujeto de los sueños de la razón de la ciencia, empeñada en reducir lo Real a lo Simbólico, con su empeño cuantificador. Cuanto más se ignora lo que hay de real en lo simbólico, más se enmudece al sujeto en relación a este real.
Cuanto más intentamos agarrar las bridas de lo real (referencia a La tercera), más se desboca. El psicoanálisis plantea otra alternativa.
Clotilde Leguil (ECF): La mujer hace objeción al discurso filosófico que no se ocupa de la mujer ni de lo real.
Gerardo Arenas (EOL): distintos reales.
Hay el real del punto de partida y el del punto de llegada de un análisis. El primero es el que nos desbarata, marcado por el sufrimiento; el segundo tiene que ver con la invención y la satisfacción.
Al final de un análisis no recuperamos el trauma, nos la vemos con algo que está siempre al lado.
Marco Focchi (SLP): para las psicoterapias, la solución está ya inscrita en el punto de partida. Es una solución que quiere anular el enredo, la diferencia. Nosotros convertimos lo peculiar del sujeto en su punto fuerte.  No se trata de homogeneizar sino de buscar un nuevo tipo de ordenamiento.
Marco Focchi. Foto EOL Santa Fe
Jorge Chamorro (EOL): Lo inequívoco del equívoco significante se llama letra.
Mónica Torres (EOL): ¿Cómo influye el desorden de lo real en las fórmulas de la sexuación? ¿Podemos continuar valiéndonos de ellas?
Ningún goce puede ser regulado por la ley.
En el "Homenaje a Marguerite Duras", real y ficción aún se entrecruzaban. Pero desde Joyce, real y ficción se excluyen. Hay una nueva relación entre el decir y el cuerpo que no puede llamarse ficción. 
La ley de identidad de género argentina plantea que lo simbólico define lo real, y esto abre la puerta a los pasajes al acto.
Marcus André Vieira (EBP): Estilo como repetición de un imposible de decir. 

MARTES 15 DE ABRIL
Anna Aromí (ELP): al final una se da cuenta de que no se trata del miedo a la muerte sino del miedo a vivir. 
Rómulo Ferreira da Silva (EBP):  a los AE se les invita a hablar de su real y no tanto del real de la Escuela.
Rómulo Ferreira. Foto EOL Santa Fe
Pierre-Gilles Guéguen (ECF), presidente de mesa (en relación a encontrar un nombre de goce al final del análisis): haciendo referencia a un comentario que hizo ayer Bernard-Henry Lévi sobre que no hay que tratar de calificar lo real, Pierre-Gilles añadió que no hay que poner un saber en lo real. Se trata de poner distancia con el fantasma y de arreglárselas con los restos sintomáticos, que constituyen el real de cada cual.
Para cada uno, se trata siempre del mismo real. Lo que más daño hace no es lo real sino lo imaginario, que es una manera de abordar lo real y lo que siempre nos hace sufrir.

La práctica analítica para nuestro siglo
Paola Francesconi (SLP): El juego con la falta habitual en la clínica del siglo XX se presentaba como el hacerse el muerto del obsesivo o el excavar la falta del Otro de la histeria, pero en el siglo XXI el juego con el deseo del Otro es más duro.
El desorden de lo simbólico pone al desnudo el real sin ley del Otro que no existe. El juego no puede calcularse, apuesta a lo indeducible.
Existencia de un Uno sin el Otro, un Uno animado por la pulsión y no por los equívocos significantes.
Anaëlle Lebovits-Quenehen (ECF): Contingencia como lo que no se define más que por lo incalculable.
Estar pendiente de la verdad de lo que decían sus analizantes le hacía sorda a la disyunción entre sonido y sentido. Vicente Palomera hizo una buena precisión al respecto al decir que en nuestra práctica no siempre es conveniente jugar con el equívoco entre sonido y sentido, a veces es peligroso.
Vicente Palomera (ELP): En el Seminario XX, Lacan se refiere a la experiencia del final de análisis como la conquista de un saber que está ahí antes de que lo sepamos. El sujeto puede aprender cómo se produjo, pero en realidad se trata de una  revelación que es otra dimensión del saber.
El análisis apunta  a la transformación por la que lo imposible se vuelve acontecimiento y cesa de no escribirse.
Lo propio del acontecimiento es que se sale de lo imposible, de lo que no podría ocurrir. Lo contingente hace mella en el deseo.
El sujeto del deseo persigue el objeto, vive en el futuro (anterior). Deseo como defensa contra el presente.
La interpretación no puede ser proferida en cualquier momento y contexto. Solo podemos sentirnos en el presente en el tiempo del acto, tiempo en que el decir se hace escritura, por la que se ciñe el objeto.
El corte remite a lo incalculable, permite que se diga algo. La interpretación tiene que que permitir no solo que se diga algo sino también que se lea. 

MIÉRCOLES 16 DE ABRIL, JORNADA CLÍNICA
Vera Gorali (EOL): En RSI, Lacan plantea que el analista es al menos dos, el que practica y el que reflexiona sobre la práctica. La construcción de un caso, o su presentación, pone en juego ambos aspectos.
Hay distintos modos de intervención del analista pero siempre hay consecuencias. Freud decía que lo peor que podía pasar era que no pasara nada. Pero Lacan no está de acuerdo: la intervención del analista nunca es trivial; si opera por su acto, siempre pasa algo.
La intervención del analista puede apuntar a desbaratar las formas de goce del analizante, enunciando las consecuencias de lo que dice o lo que hace. O puede interpretar descompletando el sentido, produciendo un efecto de sentido real donde se produce  algo del orden del sentido y algo del efecto de agujero.
Este fue  el eje elegido por Vera, presidenta de la mesa para leer los tres casos de la simultánea en la que participé junto con Mario Elkin (NEL) y Silvia Bonzini (EOL), bajo el epígrafe "L'en-trop du corps, sexe et violence".
Simultánea "L'en-trop du corps". Foto de Emilio Faire



JUEVES 17 DE ABRIL
El deseo del analista. Lo real del acto
Graciela Brodsky. Foto EOL - Santa Fe
Graciela Brodsky (EOL): El deseo del analista como deseo impuro. ¿Qué es esta impureza? ¿Quiere esto decir que la contratransferencia es ineliminable? Tal vez la vacilación calculada de la neutralidad analítica no es siempre calculada.
Una vez atravesado el fantasma, la pulsión se libera de sus usos fijos y se anuda de otra manera.
La mejor brújula que tiene el analista, para no extraviarse en la dirección de la cura es su sinthome, con el tratamiento que le dio en el análisis. El deseo del analista es uno de sus destinos posibles.
El analista no analiza sin su sinthome. Este último sustituiría al deseo del analista.
Santiago Castellanos (ELP): Hay que curarse para dejarse engañar por la verdad mentirosa. Uno tiene que engañarse para escribir un guión que no se puede escribir. Ésta es una paradoja de la función del AE.
El analista tiene un toque de locura: tiene que arriesgar para que la verdad mentirosa muestre su lado de locura. Lo que tiene que hacer no está escrito en ninguna parte.
Santiago Castellanos. Foto EOL -  Santa Fe
Éric Laurent (ECF): El deseo del analista introduce un toque de locura. Hay que poner esto en correspondencia con la libertad. Libertad y locura son un par lacaniano, que varía a lo largo de la enseñanza de Lacan, desde "Acerca de la causalidad psíquica" hasta su última enseñanza. En ésta, la libertad es la posibilidad de anudamiento y, la locura, de desanudamiento, con lo cual todos tenemos un toque de locura.
Cuanto más el análisis lleva a la elección forzada, más necesario es conversar con los otros.
Éric Laurent. Foto EOL-Santa Fe
Graciela Brodsky (EOL): No hay manera de medir el deseo del analista sin ese lazo con otro, donde se trata de medir el propio acto respecto al propio síntoma.
Freud tuvo la intuición de llamar al control, análisis: análisis de control. Hay dos análisis: el personal y el de control, estando articulado este último con el analista y no con el diagnóstico, lo que pone el acento en la vertiente del acto.
Cuanto más la brújula es el sinthome, más es necesario el control.

Topes de real en la dirección de la cura: el control
Félix Rueda (ELP): En el Discurso en la EFP, Lacan habla de la entrada en control como una corrección del deseo del analista.
Félix Rueda. Foto EOL-Santa Fe
Philippe La Sagna (ECF): La cura produce el deseo del analista, pero este deseo tiene que ser madurado, corregido. El deseo del analista es algo que avanza, que se mueve, no es algo fijo, cadaverizado.
Romildo Do Rego Barros (EBP): Trípode formado por el análisis personal, la formación epistémica y el control. Este trípode funciona bajo transferencia.
En la presentación de PIPOL 5, Miller hizo referencia al control y señaló que se trata de producir, a través del control, el deseo del analista. El control sirve para lavar las escorias que afectan al tratamiento.
En su presentación del tema del IX Congreso, Miller señaló que el deseo del analista es el deseo de reducir al otro a su real y liberarlo del sentido.
Se ha producido un cambio en la garantía en relación al saber. Se trata de conjugar dos dimensiones que, en principio, parecen separadas: garantía e invención. Esto exigirá renovar el papel del AME.
En el análisis, si se produce una reducción del SsS, hay también una reducción de la demanda de control.
Habría que pensar en un control que no se basara en el querer saber, sino que acentuara más el deseo del analista. La corrección del deseo del analista como condición del ejercicio del acto analítico.
La invención se apoya en una temporalidad que no tiene que ver con el saber acumulado sino con la contingencia. Esto cambia las relaciones internas entre los tres elementos del trípode.
El control no pertenece a una época de la formación del analista. Se puede recurrir a él siempre que uno trabaje como analista.
Antoni Di Ciaccia (SLP): Control como formación del analista y deber de Escuela, deseo de la Escuela Una.
En el control, el analista afina su estilo. Ha de saber ocupar el lugar de objeto causa del analizante pero también mantenerse en falta, como sujeto deseante en relación a un tercero que representa la Escuela Una.

Presentación X Congreso AMP, por Jacques-Alain Miller
Jacques-Alain Miller. Foto de Emilio Faire
Desde hace más de 30 años, Miller dice encontrarse al final de cada congreso ante el muro que es anunciar el tema del siguiente. Cada vez hay que perforar el muro para aproximar lo real en lo que nos orientamos en la experiencia analítica. Nos hemos comprometido a seguir caminos no marcados, tomar esos caminos que se han ido volviendo más oscuros en la medida que avanza la enseñanza de Lacan. Esos caminos nos enseñan lo que es el psicoanálisis, a veces algo distinto de lo que pensábamos.
El psicoanálisis cambia, es un hecho. 
Cambia en nuestros consultorios. Por eso, los dos últimos congresos se referían en su título mismo al  siglo XXI. Hay algo nuevo y debemos actualizarnos.
Freud inventó el psicoanálisis en la época victoriana, es decir, en la época de la represión sexual. En el siglo XXI, tenemos la pornografía, la incitación continua, el forzamiento a satisfacer los apetitos perversos. Este "darse" y "tomarse" de los cuerpos es algo nuevo. 
El sexo débil respecto a  la pornografía es el masculino. Las esposas o amantes varían en la consideración de esta cuestión: unas la viven como una traición, otras como una diversión sin consecuencias.
Esta práctica de la pornografía contemporánea merece ser detallada porque existe e insiste desde hace 15 años. Es distinta de los efectos que tuvo el cristianismo en el arte durante el barroco, donde los cuerpos se exhibían evocando el goce. El barroco, al igual que la realidad humana, deja de lado la cópula. Pero en la era de la técnica, la cópula ya no queda en lo privado sino que se integra en la representación, que alcanza una escala masiva.
La adoración del falo formaba parte fundamental del secreto de los Misterios antiguos. Sin embargo, ahora es central -a excepción de en la sexualidad lesbiana.
El espectáculo de la pornografía solo representa que no hay relación sexual. Solo esta ausencia da cuenta de esa atracción cuyas consecuencias vemos en las nuevas generaciones.
Los oráculos de la antigüedad ya no existen. Pero nosotros tenemos nuestro propio oráculo en  el "no hay relación sexual". Lacan lo formuló antes de que llegara la pornografía electrónica, y él nos permite poner a esta última en su lugar.
No se trata de rendirse frente a estos síntomas, que exigen una interpretación del psicoanálisis.
Lacan dice que lo imaginario es el cuerpo y da  varios motivos para decirlo. Esto le hizo estar a punto de elegir como tema del próximo congreso el tema del cuerpo y sus variaciones, pero cuando iba a hacerlo, pensó en el misterio del cuerpo del parlêtre, en la unión del alma y el cuerpo, tal como lo aborda Descartes en la "Sexta meditación", como tercera sustancia. Distinción entre carne y cuerpo. La carne como unión del alma con el cuerpo. 
Misterio de la unión de la palabra y el cuerpo, que pertenece al registro de lo real.
La última enseñanza de Lacan propone un nuevo nombre para el inconsciente, el de parlêtre (Joyce el síntoma). Esta palabra constituye la brújula para el próximo Congreso. Es un índice de lo que cambia en el psicoanálisis lacaniano. El parlêtre, en tanto sustituye al inconsciente, es lo que nos permite atravesar el muro.
En nuestra época analizamos ya al parlêtre. Por ejemplo, cuando hablamos del sinthome, que es un término de la época del parlêtre. El sinthome es un acontecimiento de cuerpo.
Al lado del sinthome, Miller coloca el término escabel (escabeau), también de la misma época.
El escabel psicoanalítico es adonde sube el parlêtre para hacerse bello, para elevarse a la dignidad de la Cosa. Este término traduce la sublimación freudiana en su cruzamiento con el narcisismo, lo que es propio de la época del parlêtre, del "no pienso" del parlêtre, que se cree un amo bello.
El sinthome es el parlêtre bajo su aspecto del goce de la palabra. Depende del cuerpo del parlêtre, nace de la palabra que marca el cuerpo. 
Lacan se apasionó por Joyce, y por su última obra: Finnegans Wake.
Joyce hizo de su síntoma, el sentido ininteligible, su escabel. Es un fabricante de escabel, como Schömberg o Duchamp, los tres decididos a hacer arte con su síntoma, con el goce opaco del síntoma.
¿No se trata en el pase de hacer del síntoma un escabel? Transformamos el síntoma en un escabel que luego ofrecemos a los aplausos del grupo analítico. El momento en que el público está satisfecho con el testimonio forma parte del pase. En la época de Lacan esto no existía: el testimonio era solo para unos pocos.
Hay dos goces  del parlêtre: el de la palabra, que lleva al sinthome; y el del cuerpo, que lleva al escabel.
La teoría de las pulsiones es una mitología, el goce, no. El cuerpo hablante no es una ficción.
La debilidad mental es la estupidez de lo posible, la única posibilidad que le queda al parlêtre para orientarse.
En la época del parlêtre se analiza a cualquiera.
Ha habido un desplazamiento de la verdad al goce. Cuando se analiza al parlêtre, el sentido es el goce.
El tema del propio congreso será: El inconsciente y el cuerpo que habla o hablante (le corps parlant), hay que precisar la traducción.

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El X Congreso se celebrará del 25 al 28 de abril de 2016 en Río de Janeiro, en el Hotel Sofitel situado en la playa de Copacabana. 
El director será Marcus André Vieira.
Marcus André Vieira. Foto EOL- Santa Fe



ASAMBLEA DE LA AMP
VIERNES 18 DE ABRIL DE 2014

La acción lacaniana en las escuelas de la AMP
Patricia Bosquin-Carod (ECF): Desde hace diez años, la ECF responde a los ataques al psicoanálisis, a lo que Agnès Aflalo llamó, en su libro, el asesinato fallido del psicoanálisis.
Hay una epidemia reglamentaria que quiere regir las conductas humanas, lo que promociona el control social. El síntoma ya no es un enigma, hay que hacerlo hablar.
 Antoni Vicens (ELP): La ELP tiene que nombrar el trozo de real que le ha tocado en este siglo. Ir del trozo de real al escabel. Hay demasiado confort en las comunidades locales y poco dinamismo del cartel, una fuga hacia dentro con el peligro de hacer de la escuela un interior. ¿Dónde está la agalma de la Escuela para la ELP?
Antoni Vicens (ELP). Foto de Emilio Faire
Alicia Arenas (NEL): Hay que hablar la lengua del Otro para hacerles escuchar lo que no quiere pensar.
Alicia Arenas (NEL). Foto EOL-Sección Santa Fe

¡Muchas gracias Leonardo!!!
Alocución del presidente de la AMP saliente, Leonardo Gorostiza. Foto EOL - Santa Fe

Discurso de Miquel Bassols, presidente de la AMP entrante
Miquel Bassols tomando la batuta. Foto EOL-Sección Santa Fe
El presidente saliente, Leonardo Gorostiza, le regaló una batuta de bambú para dirigir la AMP con firmeza y flexibilidad. La AMP como la orquesta de los ejecutantes del síntoma, señaló Bassols.
Hay que apresurarse lentamente como dijo Suetonio -señaló. Cuidarse de los pequeños detalles, de los divinos detalles, tal como dijo Miller, tomando el término de Nabokov.
Hay un nudo inhumano del lenguaje con el goce donde el psicoanálisis encuentra su experiencia.
La política debe orientarse en dos ejes:
1. Hemos de cuidar la especifidad de la experiencia analítica hacia el interior y el exterior de las escuelas de la AMP.
2. La Escuela Una cumple un lugar de anudamiento con las Escuelas de la AMP. Es un concepto "más uno".
La Escuela Una es transnacional, translingüística y transgrupal, aquello que hace presente el grupo analítico para tratar lo imposible en que se funda. Es un tratamiento de lo que no cesa de no disolverse del grupo analítico. Como el tokonoma, el lugar vacío que siempre tiene en cuenta la arquitectura japonesa. 
Hay que seguir una política del crisol, que sabe hacer con lo múltiple en cada lugar.
Promocionar los carteles: como puerta de entrada  a la escuela y como instrumento de trabajo de los miembros.

Gran Conversación de la Escuela Una
Sobre las legislaciones sociales:
Miquel Bassols (ELP): hay que defender ante el Estado que cada experiencia tiene su modo de validación.
Éric Laurent (ECF): Esta cuestión crea división en la IPA. Habría que establecer una política clara de la AMP al respecto.
La posición italiana e inglesa de la IPA era incluirse en la reglamentación de los Estados para dominar. Nosotros debemos preservar a las Escuelas de la AMP de este dispositivo de control sanitario de la burocracia, pero al mismo tiempo estar en todos los dispositivos. Usar el principio de injerencia sobre el uso que puede hacer la burocracia sanitaria, inmiscuirnos en ella.

Sobre la práctica del control:
Hay un silencio sobre el control, que se vuelve un problema de las Escuelas. ¿Cómo mantener vivo un deseo de control?
Hay que distinguir el análisis de control de la supervisión individual o institucional, de la tutorización de un caso u otras prácticas. Tenemos que velar por mantener la especifidad de la experiencia analítica, así como también la del análisis de control.
En "Los principios de la práctica analítica", Éric Laurent se refirió al control como "conversación entre pares". Se trata de encontrar las razones de la experiencia con otro analista
El analista que realiza el control tiene que tener más una relación con el final de análisis que con la garantía.
El control no debe ser inhibidor sino permisivo.
Hay que ir contracorriente de un control especializado.
Jacques-Alain Miller (ECF): Hay que distinguir dos cosas sobre el control:
1. No tenemos una reglamentación sobre la elección de analista, tampoco para la elección del analista de control. Uno elige a alguien que le parece una figura del SsS. Esto no es calculable. La escuela no se mete en eso,
2. La escuela da el título de AME y cuando nombra a uno es para señalar que esa persona testimonia de la formación de la Escuela. Un AME representa lo mejor de la formación de la Escuela. 
¿Cómo lo puede verificar la comisión de la garantía? Por sus ponencias, sus presentaciones y, también, a partir de los analistas de control. Si no lo hace así, la comisión de la garantía entraría en el terreno de las hipótesis, que es lo que ha hecho durante mucho tiempo.
Hay controladores que no son AME. Si la comisión de la garantía se entera de ello, puede ser un buen momento de nombrarlos AME.
La teorización sobre el tema del control hay que avanzar lentamente.

¿Cómo terminan los grupos analíticos?
Jacques-Alain Miller (ECF): Es importante hablar del funcionamiento interno de las Escuelas y de la articulación de estas últimas con la AMP, de las marcas de la AMP en las Escuelas.
La AMP no es una estructura que situamos encima de las Escuelas. Estas últimas están descompletadas por la AMP que se mezcla en la vida institucional. Esto es así históricamente. La creación de las Escuelas se ha hecho desde el Uno. La AMP ha incidido en cada paso de la vida institucional de las escuelas. Pero más allá de la AMP, se trata de la Escuela Una.
¿Cómo acaban los grupos analíticos? Para responder hay que pensar también en cómo se fundan. Las escuelas se fundan sobre la disolución de la EFP. 
Hay que evitar los problemas que hubo.

Y, para finalizar, otros buenos encuentros. Hubo muchos más, pero solo tengo foto de estos.
Senado, Palais de Louxembourg. Cóctel de bienvenida, con Luis Salamone, Emilio Faire y Blanca Fernández.

Cena de argentinos, españoles, guatemaltecos y uruguayos.
Y, ahora, hacia el X Congreso de la AMP, Río 2016. Además de la conferencia de presentación de Jacques-Alain Miller, el texto  de Éric Laurent "El reverso del síntoma histérico" (Freudiana 29), entre otros, da una orientación para empezar a trabajar. En esta última referencia, se trata de una comparación del goce de los cuerpos de la época que Guy Debord calificó como "sociedad del espectáculo" con la imaginería del Barroco. Ahora, siguiendo las orientaciones de J.-A. Miller, se trata de darle una nueva vuelta, una vuelta más pero, también, distinta.