miércoles, 29 de noviembre de 2023

SOSTENER LA ESCUELA: Trabajo en la Escuela / trabajo de Escuela

A veces se oye hablar del trabajo en una escuela de psicoanálisis con cierta indiferencia, o incluso desprecio, como un trabajo de gestión que no tiene nada que ver con aquél. Otras, con entusiasmo, a veces con mucho entusiasmo, ¿demasiado?, por los logros, las tareas realizadas. Trabajar para sostener la Escuela, sea en sus instancias o de otros modos, nunca es un trabajo de gestión -aunque pueda incluirlo, en tanto una escuela es una entidad jurídica que implica deberes con el Estado y, también, tareas organizativas-. Pero una cosa es el trabajo en la Escuela y, otra, el trabajo de Escuela. Y el interés o la importancia del trabajo de Escuela no se puede medir por el primero, por las actividades realizadas en ella, por los logros conseguidos (aunque sean muy valiosos). Reducir el trabajo de Escuela al trabajo en ella puede desorientar respecto a lo que está en juego, a por qué Jacques Lacan planteó que no hay psicoanalista sin Escuela, a que no hay formación del analista por fuera de ella. Por otro lado, sostener la escuela no es algo cuyo objeto sea movilizar los afectos o el entusiasmo (aunque los haya o puedan producirse), cosa que ocurre en el seno de cualquier grupo. La escuela no se rige por la lógica de los grupos: los veteranos, los jóvenes, los que trabajan en instituciones o en la privada, los que tienen determinados gustos o la misma orientación política, los amigos, las parejas…). Aunque que se produzca algo del funcionamiento del grupo sea inevitable, porque es la tendencia humana, el psicoanálisis advierte de que la lógica del grupo en tanto se rige por la identificación/segregación tienden a obstaculizar el uno por uno de la vida de la escuela y a taponar el agujero de lo real en torno al cual gira la escuela. Entonces, cuidado con el amor y el exceso de entusiasmo, porque cuando las cosas vienen mal, sus respectivos reversos pueden causar estragos. El affecto societatis, que Lacan propone como lo que rige la vida de la Escuela, no es lo afectivo, como comúnmente se entiende. Es dar un lugar al imposible propio y al imposible del otro sin caer en el goce maldicente o en la segregación. Dar su lugar y mantener el lazo con el que no nos cae bien, o no tan bien, o nos disgusta o no estamos de acuerdo. Es preservar el lugar del sujeto y el lazo asociativo con él en lugar de convertirlo en nuestro objeto de rechazo/goce. Es dar su dignidad al síntoma. Entonces, una Escuela de psicoanálisis, como la propia práctica analítica, no responde a ningún ideal; más bien es un invento lacaniano para arreglarse con lo fallido del encuentro con lo real en la sociedad analítica, entendido este real como lo imposible de soportar. Y para hacer de ello algo productivo. Más que entusiasmo, produce un efecto vivo, un estado alegre cada vez que se consigue, del orden del deseo. Entrar como miembro de una escuela de psicoanálisis no asegura la relación con el psicoanálisis, que en adelante el sujeto sepa hacer allí con eso cada vez. Así que más que poner todos las esperanzas en querer ser miembro (o las desesperanzas cuando no son admitidos), sería importante que los candidatos a serlo se enfocaran a hacer la experiencia de la Escuela, a construir su relación con ella como vía de formación permanente. La membresía vendrá por añadidura. Ni hacer la experiencia de la Escuela está reservada a los miembros ni los miembros podemos tranquilizarnos por el hecho de serlo: para todos, la Escuela no es una plaza en propiedad sino un lugar a menudo incómodo, como lo es siempre todo lo que compete a lo real. Entender la escuela tal como Lacan la pensó, como un modo de vida, algo a construir siempre, como se construye permanentemente la formación, permite aproximar por qué Jacques-Alain Miller la situó como la cuarta pata de la formación del analista. Desde esta perspectiva, sostener la Escuela de la manera que sea cada vez y para cada uno, es una necesidad para mantener viva la relación con el psicoanálisis. Las tareas de Escuela exigen un esfuerzo, un deseo distinto, que el esfuerzo y el deseo que siempre conlleva realizar las tareas en la escuela. No es lo uno o lo otro. Pero es importante que las tareas en la Escuela estén pensadas como tarea de Escuela. Se trata de situar el lugar de la causa.