miércoles, 23 de junio de 2010

RESEÑA FORUM "LO QUE LA EVALUACION SILENCIA. UN CASO URGENTE: EL AUTISMO"



El pasado sábado 19 de junio tuvo lugar en el auditorium del World Trade Center de Barcelona este foro promovido por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis que contó con los auspicios de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, el Instituto del Campo freudiano en España, el Campo freudiano en Bélgica, Francia e Italia y el apoyo de otras instituciones públicas y privadas. La particular ubicación del WTC entre la ciudad y el mar, en los extramuros de la antigua ciudad romana, lugar de celebración de  los primeros foros –la palabra deriva de “fuera” de las murallas-, puede servirnos como metáfora para situar este acto de salir de nuestras sedes, de movernos de nuestros asentamientos para construir un espacio nuevo, un espacio para la palabra en la ciudad.
Hay solidaridad entre la construcción misma de este espacio y el tema de este forum: “Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el autismo”. Es necesario proveer las condiciones para producir, garantizar la dimensión subjetiva, para que el sujeto pueda tomar la palabra.
La convocatoria tuvo una amplia resonancia que se materializó en cerca de 550 inscripciones y casi 50 intervenciones. Hay que agradecer especialmente la cuidadosa labor de la comisión de organización tanto en la difusión realizada como en la selección de las intervenciones y el ordenamiento de las secuencias de presentación. Estuvo formada por Begoña Ansorena, Neus Carbonell, José Castillo, Elizabeth Escayola (coordinadora), Pilar Foz, Gradiva Reiter, Iván Ruiz y José Ramón Ubieto.
Hilvanadas en siete secuencias, estas intervenciones fueron a la vez diversas y únicas. Cada una de ellas fue abordando algún aspecto de la ideología de la evaluación, de sus significantes-amo, su voluntad de borramiento de la causa y de dominio y adiestramiento del sujeto, en nombre de principios y teorías falsamente científicas. Todas, además, llevaban la marca de la particularidad subjetiva de quien hablaba y demostraron que tomar la palabra implica movilizar la dimensión del deseo, jugarse algo, y cuando eso sucede tiene efectos, para uno mismo y para los otros. Estos efectos hicieron que este foro pasara de ser un claro éxito a ser todo un acontecimiento. Durante más de nueve horas apenas nadie se movió, todos los participantes permanecimos absolutamente atentos a lo que se decía.
Trataré seguidamente de reseñar brevemente aquellos puntos que me resultaron más interesantes:
Lucía D’Angelo, presidenta de la ELP, inauguró el foro dando la bienvenida a todos los participantes y dando las gracias a todas aquellas instituciones que apoyaron públicamente su celebración.
A continuación, Judith Miller, presidenta de la Fundación del Campo Freudiano situó el foro como una apuesta de poder escapar a la barbarie cuyo régimen de evaluación nos amenaza. Frente a la barbarie de una civilización que quiere cerrar las puertas a cualquier manifestación de la singularidad de los seres hablantes, hay una elección de civilización. No tenemos otra posibilidad  que apostar –concluyó citando a Pascual-, esto no es voluntario, ¡estamos embarcados!
Tras el acto de apertura se sucedieron las distintas intervenciones, breves,  concisas y variadas. Como señalé antes, cerca de cincuenta personas –sin contar las que intervinieron en el debate- tomaron la palabra para decir algo de sí mismas o de un hijo, de una viñeta clínica, para señalar un punto, hacer una observación; para hablar de lo que no marcha en la psicología, la medicina, la universidad, la sociedad; para situar lo que no responde al amo; para decir algo de las dificultades de hacer frente a esta ideología de la evaluación que, bajo una supuesta neutralidad, ataca, elimina con ferocidad la dimensión subjetiva; también para dar cuenta de respuestas particulares o colectivas, como ha sido, entre otras, este mismo foro. Brillaron los contenidos pero sobre todo brilló la enunciación.

I. "El riesgo de la civilización: negar la dimensión subjetiva"
José Ramón Ubieto, psicoanalista, abrió esta primera secuencia planteando que la psicología ha tratado de encontrar la cifra del sujeto, pero el sujeto no es evaluable, incluye siempre una opacidad –incluso para sí mismo. El cientificismo actual niega esa opacidad y vela, tras el sintagma “evidencia científica”, su voluntad de dominio y adiestramiento del sujeto. Para el psicoanálisis, por el contrario, se trata siempre de obtener su consentimiento.
José Andrés Torres Mora, diputado al Congreso por Málaga (grupo parlamentario socialista) y profesor de Sociología en la UCM, planteó que tanto el campo psi como el campo político se hallan ahora ante el desafío de una ideología que quiere sustituir las palabras por los números. Creen que los números no mienten, pero eso solo es verdad –añadió- en tanto no dicen nada. Los números no mienten pero sí aquellos que los usan y se sirven de ellos para construir burdas interpretaciones.
La crisis actual causa incertidumbre, inseguridad y da sensación de desprotección por lo que hay quienes piensan que los políticos deberían callarse para que la élite económica tomara el poder político. Pero hay que aprender a vivir en la contingencia y soportar la decepción. Se trata de hablar, dialogar, plantear estrategias. Los problemas políticos no tienen soluciones tecnocráticas sino políticas. Y esto implica más algo del orden de una apuesta que de una solución matemática.
La escritora Lolita Bosch habló de la necesidad y la dificultad de construir la subjetividad del personaje literario. No puede recurrirse a generalidades o arquetipos para ello: es su unicidad la que nos permite contactar con él, la que nos dice algo de la nuestra.
El psicoanalista Jorge Alemán planteó tres puntos:
1. La evaluación no guarda relación con la ciencia sino con la técnica –en el sentido heideggeriano. La ciencia mantiene una relación con la dimensión de lo imposible, mientras que la técnica la rechaza.
2. La técnica es correlativa de la evaluación pero también de la subjetividad,  que no rechaza sino que convierte en espectáculo. Es necesario entonces distinguir entre el sujeto y la subjetividad: evaluación y subjetividad pertenecen al mismo mundo en tanto equivalencia de las mercancías; por el contrario el sujeto es singular, no se puede sustituir.
3) También es necesario distinguir entre la política y lo político. La política tiene que ver con la circulación infinita de la mercancía donde todo se vuelve equivalente. Lo político es lo que surge de la dislocación de la causa. Solo hay instante de lo político cuando la contabilidad de la política no entra en juego. La política debería mirar al psicoanálisis, terminó diciendo, como la última perspectiva del siglo XXI que mantiene con el saber y la causa una relación no técnica.

II. "Un claro ejemplo de la subjetividad en juego: el autismo"
Elizabeth Escayola señaló que el sujeto autista se defiende de lo más propio del Otro: la voz y la mirada. En relación a la primera, que constituyó un punto común a todas las intervenciones de esta secuencia, añadió que la voz implica soltar algo y no recuperarlo.
Mercè Managuerra, actriz y profesora de interpretación del Institut del Teatre de Barcelona, leyó su propia traducción al castellano de un conocido poema de Lluís Solà: “Cuando ya no tengas más palabras, / habla, comienza el sonido / no pares, inventa la palabra / excava dentro de las sílabas (…) excava, comienza de nuevo /la lengua comenzada, no vaciles /no te pares, escribe la letra nueva…” (L. Solà, “Poema nº 1”. En: Entre bellesa i dolor).
Josep Mària Panés planteó que en el autismo encontraríamos una modalidad particular de la forclusión y del retorno de goce, donde la defensa fuerza la exclusión de la voz en una doble dimensión: en tanto soporte de la enunciación  y en tanto experiencia de goce.
Gracia Viscasillas presentó una interesante viñeta clínica que ilustró cómo una intervención con un sujeto autista permitió que éste pasara del ruido al grito y, unos meses después, comenzara a usar las palabras. Al respecto, Elizabeth Escayola apuntó que antes de la palabra no hay el silencio sino el rasgo, el grito.
Ermel Morales, profesor de interpretación textual de la Escuela Superior de Arte Dramático de Galicia, explicó una experiencia teatral con adultos diagnosticados de trastorno del espectro autista en la que los guiones se reescriben en la medida que los participantes pueden ponerles sus propias palabras. “Los cuentos se escriben pero si al contarlos se reescriben –precisó- se cuentan mejor”.

III. "La ciencia, el método científico y sus límites"
Manuel Fernández Blanco señaló que la evaluación, la cifra, el conductismo se han convertido en el discurso común. Cuando hablamos de eficacia, de eficiencia, de autoestima -significantes amo de nuestra época-  hablamos conductismo sin saberlo. Este discurso contamina todas las practicas –sociales, políticas, educativas, sanitarias y nos vuelve un poco más tontos de lo real.
A continuación, Javier Peteiro, Jefe de la Sección de Bioquímica y Laboratorio de Alergia del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña partió en su intervención de que no todo es accesible a la ciencia ni todo lo que se llama ciencia lo es. Seguidamente clasificó las distintas teorías existentes del autismo como científicas, pseudocientíficas o cientificistas.
Si bien la ciencia puede aportar datos interesantes sobre los correlatos genéticos y neuropatológicos del autismo –señaló-, hay escasas teorías científicas por lo que, en ausencia  de un conocimiento básico, no es posible desarrollar un tratamiento científico eficaz. Respecto a las teorías pseudocientíficas, advirtió de su peligrosidad. Y en relación a las corrientes del cientificismo, donde se incluyen el cognitivismo y la llamada medicina basada en la evidencia, coincidió con el psicoanálisis en que anulan al sujeto. Por último señaló que la ciencia no es suficiente ni para comprender el autismo ni, en general, al ser humano. Además –afirmó-, una teoría sobre este último puede ser verdad sin que sea científica.
Manuel Fernández Blanco informó de que el próximo otoño Miguel Gómez editores publicará un libro de Peteiro cuyo título será: El autoritarismo científico.
Laia Torrent, bióloga molecular y estudiante de doctorado en neurociencias, explicó cómo se aplica el método científico en investigaciones genéticas. La competencia feroz que hay entre los investigadores, los distintos equipos, hace que solo se publiquen los resultados positivos y no los negativos.
Cristian Stephanoto, investigador en neurociencias mostró su preocupación porque los sistemas de validación científicos padezcan de cierta falta de rigor. E insistió en que la producción de conocimiento científico no está en absoluto exenta de arbitrariedad y parcialidad.
El psicoanalista Juan Pundik subrayó que la medicalización de la infancia es un problema político de primer orden que requiere una respuesta política. El poder está en manos del neoliberalismo, una concepción ideológica económica para la que no hay naciones, ni sociedades, ni culturas, ni sujetos. Solo existe el mercado.
 El psicoanalista Guy Briole planteó la no adecuación entre los progresos de la ciencia y de la humanidad. En el ritmo acelerado actual, y sin que exista un debate ciudadano, “es la ciencia la que dirige el baile”. Se pretende remodelar la sociedad, y a los hombres que forman parte de ella,  a partir de progresos científicos considerados a partir de criterios de rentabilidad. Se hace creer que el goce de los objetos de consumo vale como proyecto de vida de un hombre deseante. El médico actual, al acentuar la vertiente científica en detrimento de su dimensión humanista está atrapado en dicho movimiento.
La psiquiatría –señaló-, arrastra consigo dos significantes de los que le cuesta separarse: el poder y la disciplina. Por eso frecuentemente la encontramos aliada con el poder político, interesado en el orden y la disciplina. La ética del psiquiatra moderno es bio-disciplinar.

IV.  "Las palabras de los padres"
En esta secuencia intervinieron Miguel Gallardo, Mar Calado, Ana Laura Castro, Sagrario Rojas, Menchu Ruiz. Si bien todos los testimonios tuvieron un valor especial, citaré aquí solo algunos de ellos. Miguel Gallardo, dibujante e ilustrador, habló de su experiencia con las particularidades de su hija a lo largo de los años y nos habló de su libro “María y yo”, producto de ella, que ha sido trasladado recientemente al cine por Félix Fernández de Castro y estará pronto en las pantallas.
Mar Calado nos presentó la nueva asociación TEAdir, de la que es vicepresidenta y que agrupa a padres y familias de pacientes con trastorno del espectro autista, que creen que el tratamiento ha de tener en cuenta la subjetividad del niño y reclaman su derecho a elegir el que consideren más conveniente para abordar las diferencias de sus hijos.
Ana Laura Castro testimonió de cómo un significante-amo le había impedido durante un tiempo conectar con su hija. Finalmente comprendió que tenía que acallar sus exigencias, silenciar su interior para poder percibirla.

V y VI. “El tratamiento del autismo” y “El tratamiento del autismo entre varios profesionales”
A lo largo de estas dos secuencias, pudimos escuchar algunas viñetas y reflexiones clínicas muy interesantes de los psicoanalistas Begoña Ansorena, Martín Egge y Gradiva Reiter.
Begoña Ansorena presentó una viñeta clínica que situaba claramente cómo el establecimiento de un diálogo con el autista requiere previamente la extracción de un objeto. Gradiva Reiter, por su parte, presentó otra viñeta que ilustraba cómo la inclusión de la diferencia, homogeneizándola con el resto, es decir, anulando lo que hay de más propio, el rasgo único, puede ser desolador.
También pudimos escuchar las intervenciones de distintos profesionales que trabajan en distintos dispositivos y desde distintas prácticas: las psicomotricistas Estrella Masaveu y Yolanda Vives, el pedagogo Daniel de León, y los psicoanalistas Giusseppe Salzillo, Vilma Coccoz y Llúcia Viloca.
Los psicoanalistas Pilar Foz y Félix Rueda testimoniaron de su primer encuentro con la clínica del autismo a partir de sendos casos. Pilar Foz señaló que la primera lección que aprendió es que el niño autista se defiende  de los otros y vive en su propio cuerpo aquello que le viene de fuera sintiéndolo como intrusivo, por lo que hay que dejarse guiar por él. Félix Rueda afirmó que querer borrar la dimensión de la trasferencia y su articulación con la subjetividad aplasta a los niños, a sus familias y a los que trabajan con ellos.
Vilma Coccoz denunció cómo la ideología de la evaluación trata de someter a los “anormales” –fuera de la norma- a sus dictados ciegos. Y recordó  que Lacan hablaba de que existen infinitas formas de adaptación.
Por su parte, la psicoanalista de la IPA Llúcia Viloca nos hizo conocer una entrevista que realizó a Ajuariguerra, en Suiza, el año 1971, donde este psiquiatra subraya la importancia esencial de la palabra, del diálogo con el paciente, en los tratamientos.
En relación a las distintas prácticas y dispositivos, Vicente Palomera señaló que el partenaire en todos los casos sigue siendo la palabra. Es importante estar atento a todo lo que puede hacer metáfora en esta clínica.

VII. El efecto de la evaluación en nuestra cultura”
Constantino Bertolo, editor de Caballo de Troya, advirtió de la importancia de dialogar con los textos, de escucharlos.
Mar Vila habló de su experiencia como residente de psiquiatría infanto-juvenil en el SLAM (South London and Maudsley Hospital) donde la labor administrativa deja cada vez menos tiempo a la clínica.
Nora Catelli, profesora de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la UB, se refirió al problema de la evaluación y el control social en la universidad y situó dos problemas: por un lado, la minorización de los estudios universitarios y la reducción de la universidad al mundo de la empresa.
Sonia Arribas, profesora de la Universitat Pompeu i Fabra señaló que si la práctica de la evaluación en Humanidades es reciente sin embargo es una tendencia preponderante sobre todo por parte de las ciencias cognitivas. Se ataca la trasmisión de saber basada en la trasferencia. La relación alumno profesor queda sustituida por la de cliente-manager. La burbuja del conocimiento en la universidad será la próxima en estallar, vaticinó.
La psicoanalista Delia Steinmann, supervisora de equipo en el Hospital Regional de Rhône-Alpes (Francia), recordó que un ser humano nace del encuentro del viviente con la lengua y, por tanto, es único en su especie. Cada uno encarna su propia norma. Desde esta perspectiva una ciencia digna de ese nombre no colabora con ningún control de calidad de los seres humanos. El cálculo matemático tiene su límite en la subjetividad. La cifra no es un argumento para forjar un destino.
Por último, Luisa Casas, profesora de literatura en un instituto situado en un barrio poco privilegiado de Barcelona, explicó cómo ante las dificultades que encontró cuando llegó al centro decidió empezar una experiencia teatral con los alumnos que logró movilizarlos y que empezaran a interesarse asimismo por otras cosas. Esta experiencia prosigue en forma de una compañía de teatro estable que ha pasado del circuito amateur al profesional y ha obtenido numerosos premios.

Ideas perspectivas, conclusiones
Miquel Bassols se refirió al foro como un poliedro con muchas caras, que nos han permitido ver distintos rasgos y un vacío necesario. Lo que la evaluación no puede evaluar –señaló- es que somos un error y que solo en el mejor de los casos conseguimos hacer un buen síntoma.
En su conferencia final, “Los futuros del espectro de los autismos”, Éric Laurent señaló que dar la palabra a los sujetos autistas produce una “desmasificación” de las identidades que se sitúan bajo la barra de dicho espectro. Vemos surgir entonces una heterogeneidad de sujetos.
Esta diversidad convoca, fascina como se pudo comprobar en el gran éxito de audiencia que tuvo la serie “Jóvenes, autistas y locos por la escena” (Young, Autistic and Stagestruck”), que Canal 4 del Reino Unido emitió entre abril y mayo de este año. En ella, nueve jóvenes autistas trataban de producir una obra teatral.
La paradoja es que la remedicalización de la psiquiatría que se produjo durante los años setenta del pasado siglo sacó el autismo de la escena de la relación y lo convirtió en objetivo de las investigaciones que buscaban posibles alteraciones genéticas.
Sin embargo, el espectro de los autismos reúne una clínica tan variada que no puede resumirse en las categorías del DSM. En uno de los polos del espectro se puede situar el autismo, con trastorno de la comunicación, y en el otro, los trastornos bipolares, que presentan trastornos relacionales y afectivos. Varones y mujeres se reparten de manera distinta en relación a cada uno de estos polos: los primeros son diagnosticados de autismo cuatro veces más que las mujeres y estas últimas son diagnosticadas de trastorno bipolar tres veces más que los primeros.
El aumento espectacular de los casos de autismo es el resultado del aplastamiento de la clínica que implica la categorización de los DSM. Dentro de diez años, uno de cada cincuenta individuos será diagnosticado como autista.
Pero hay una resistencia a ser incluido bajo estas etiquetas. De hecho, el DSM V, cuya publicación está prevista para el año 2012, eliminará el trastorno de Asperger como categoría individual y conservará la categoría de trastorno del espectro autista.
El futuro del espectro de los autismos, difícil de mantener –señaló-, son los autistas mismos, la particularidad específica de cada uno de ellos en tanto sujetos. Hemos podido ver su diversidad en las viñetas clínicas que hemos escuchado y, asimismo, cómo los distintos terapeutas se dirigían a cada sujeto autista para producir efectos terapéuticos.
 Si en la paranoia el sujeto sitúa el goce en un Otro de mala fe que lo persigue, y en la esquizofrenia, lo sitúa en el cuerpo y sus órganos, Éric Laurent propone situar el goce, en el autismo, en un borde.
El encapsulamiento autista permite tener un cuerpo: en lugar de la imagen, hay una cápsula que define el espacio de seguridad del autista, le da un límite protector frente a un Otro amenazante. En terapia, ese borde puede desplazarse, aflojarse constituyendo un espacio que no es ni del uno ni del otro, y donde puede producirse cierto intercambio con un Otro, que no es el Otro amenazador situado fuera del borde. Es un espacio de cierto juego.
El psicoanálisis es un espacio de juego: juego de la palabra en la neurosis, juego en la clínica con niños, juego de construcción de una lengua personal en la psicosis, juego de construcción de un borde en el autismo.
Todo vale para producir este borde, para obtener un efecto de resonancia, una satisfacción en el intercambio. Esto es distinto respecto a lo que vemos en las teorías del aprendizaje donde el objetivo está predefinido y, al cumplirlo, se obtiene una recompensa.
En la perspectiva del psicoanálisis no hay separación entre el saber y el placer que se obtiene en ese intercambio. Estamos en un juego tal que cualquier cognición constituye una satisfacción. Se trata de una práctica entre varios, pero no solo entre varios terapeutas, sino entre varios cuerpos. El cuerpo del terapeuta es utilizado como objeto. Él se hace causa de que pueda construirse un borde, ocupa ese lugar, incluso con su cuerpo.
Para construir este espacio es necesario, como ilustraron algunas viñetas, extraer un objeto. Entonces el ruido puede transformarse en grito. Hay que tener tacto. No hay que tener prisa porque la producción del sujeto requiere un tiempo que no puede medirse de manera lineal. Hay que respetar el silencio del niño y mantener el silencio del lado del terapeuta.
Seguidamente, Laurent retomó la cuestión de la mayor frecuencia de diagnósticos de autismo en los varones. ¿Cuál es la causa?, se preguntó. Respondió que Freud explicó a través de la distinta relación con el falo, la mayor frecuencia de la depresión en la mujer, relacionándola con la necesidad de amor y la respuesta ante la pérdida. Los sujetos autistas, por su parte, testimonian de la intolerancia a la falta. Si hay una mayor vulnerabilidad de los varones es porque son portadores del pene y la falta está forcluida.
Para finalizar, Laurent señaló que la experiencia de este foro ha sido excepcional para ver cómo salir de cierta tiranía populista del silencio. Pero hay que seguir, lo que hizo resonar el poema de Lluís Solà leído por Mercè Managuerra, cuyo últimos versos leyó a continuación: “Por las escaleras del silencio, no pares (…) habla, no pares, anuncia la palabra”. Esto es lo que intentamos hacer con el espectro de los sujetos autistas, concluyó.
En la clausura del foro, Carmen Cuñat subrayó que hacer un foro implica subvertir las inercias institucionales de los otros, pero también las nuestras. Elizabeth Escayola, por su parte, agradeció las intervenciones, la participación de todos y tuvo, asimismo, unas palabras de reconocimiento también para los niños autistas que nos permitieron reunirnos y trabajar juntos. Haciendo lazo así, habrá otros foros, concluyó.

sábado, 5 de junio de 2010

AMORES QUE MATAN: PSICOANALISIS, MUJER Y VIOLENCIA

Nefertiti. Museo Egipcio de Berlín, 2007. Foto M. Álvarez
Antes que nada, quiero decirles que me parece interesante la decisión de la comisión de organización de dedicar estas jornadas al tema “Mujer y violencia”,* que permite pensar a la mujer no solo como posible objeto de maltrato sino también como posible agente de él. Sin embargo, ceñiré mis reflexiones a los dos cortometrajes que me han encargado comentar: "Amores que matan", de Itziar Bollaín,  y "El puzzle", de Belén Macías.
Como saben, ya que han tenido oportunidad de verlos, ambos abordan el maltrato en una relación donde la mujer es objeto de él por parte de su pareja, un hombre en los dos casos.  Los dos dan cuenta, además, del título de esta plenaria, “En nombre del amor”, en tanto  ilustran como los partenaires "enganchados" en la relación de maltrato justifican con estas palabras sus acciones o su posición: en nombre del amor maltratan, en nombre del amor se dejan maltratar. En una de las parejas, solo la muerte hace de límite y pone fin a la relación.

Pero, ¿eso es amor?
Esta pregunta surge habitualmente en la calle no solo en estos casos sino en todos aquellos otros en los que alguien hace daño a otro en nombre del amor.
Para responder a ella habría que ver cada caso, pero podríamos decir de entrada que sí, que eso puede ser amor. El amor tiene muchos registros y algunos son totalmente mortíferos. Esto es lo que encontramos en el Banquete de Platón, donde algunos personajes ilustres de la época dialogan después de comer, durante el simposio, sobre su origen y su naturaleza. Aristófanes, el mayor representante de la Comedia Antigua, hace entonces su discurso e introduce en él un mito: al principio de los tiempos no habían existido hombres y mujeres sino unos seres hermafroditas, mucho más perfectos que los primeros. Estos seres habían intentado escalar al cielo para retar a los dioses y, como castigo, estos les partieron por la mitad dando así lugar a los dos sexos. Los nuevos seres, hombres y mujeres, deambulaban entonces por la tierra tratando de reencontrar su otra mitad sintiéndose totalmente desgraciados sin ella.
Podemos reconocer aquí la conocida ilusión de la media naranja, de la complementariedad con el otro, que tantas decepciones, incluso estragos, produce frecuentemente.
Sin embargo, el mito no acaba aquí. Hay una segunda parte: Aristófanes cuenta que si bien estos hombres y mujeres recorrían el mundo invadidos por la nostalgia de aquella unidad primitiva perdida, si por casualidad encontraban su otra mitad, la situación solo mejoraba en apariencia porque era tal la alegría del reencuentro, que se abrazaban intentando fundirse en uno para que no volvieran a separarlos, desinteresándose de todo lo demás hasta dejar incluso de comer, por lo que terminaban muriendo de inanición.
En fin, ¡podemos decir que es mejor cierta nostalgia! En otras palabras, el deseo requiere que falte algo para ponerse en marcha. Y si dejamos de desear...
El mito nos habla del lado mortífero del amor, que se presenta cuando en nombre de su aspiración unitaria, renunciamos a todo deseo propio. Podemos interpretar esta parte del mito como una advertencia de lo que es un amor sin deseo. Es interesante que la ilusión de la pareja complementaria, planteada en términos de media naranja, que podemos considerar una versión de este mito, excluye la última parte del discurso de Aristófanes.
El amor une a las personas y el deseo las separa. Es bueno que las relaciones de pareja -de hecho, cualquier relación- combinen amor y deseo. Si solo hay deseo, no se hace vínculo. Se necesita el amor para mantener un vínculo con cualquier otro. En realidad, el psicoanálisis pone en juego tres términos: amor, deseo y goce. "Solo el amor permite al goce condescender al deseo" (J. Lacan, Seminario X). Si solo hay amor o solo hay deseo, puede ocurrir que lo que llamamos así, sea en realidad un nombre del goce del sujeto: un deseo que no pasa por el otro, deja al sujeto a solas con su goce. Un amor sin deseo es  un amor tan íntimamente entrelazado al goce, que cuesta distinguirlos.
Esta modalidad del amor es más propia de la posición femenina.
Sabemos que los problemas amorosos llevan con frecuencia a las mujeres a la consulta: la decepción, la imposibilidad de separarse, el enamorarse del amor, en fin… El tema es clásico y no parece haberlo cambiado la llamada “emancipación femenina”, las mujeres seguimos "sufriendo", dependiendo en un grado importante del amor, lo reconozcamos o no. Desde hace tiempo, como efecto del discurso de la igualdad, las mujeres tendemos a ocultar esta relación con el amor, sobre todo, las más jóvenes.
Encontramos con bastante frecuencia, en esta relación, una pendiente a la falta de límites que pone a las mujeres del lado del sacrificio, vivido como victimismo, pero que también sirve de justificación  para la exigencia extrema por su parte: a cambio de "darlo todo", una mujer puede autorizarse a pedirlo todo a la pareja, a la madre, a los hijos… En algunos casos, esa dependencia, esa falta de límites o de condiciones en el amor deviene mortífera, un auténtico estrago, haciendo presente el registro del goce, que el amor por lo general vela.
Los dos cortos que hemos visto permiten ilustrarlo.
Vemos dos relaciones de pareja en que la mujer no pone ningún límite durante mucho tiempo a ser objeto de maltrato por parte de su marido. A pesar del infierno en que viven, las dos mujeres callan, no denuncian, no hacen nada por pedir ayuda, por irse. Se quedan silenciosamente junto a quien las maltrata. Y dicen hacerlo en nombre del amor.
Pero, ¿es por amor al otro como dicen o por el amor del otro? Sabemos que si bien los hombres tienden a extraer consistencia de los signos de potencia, las mujeres tienden a extraerla del amor, del hecho de ser únicas para el otro, de devenir ese otro imprescindible, sin el cual no puede vivir, que enmascara el lugar del objeto.
Esto puede llevar a algunas mujeres a aferrarse a una relación mortífera aunque paguen un alto precio por ello. Dicen que lo hacen por él, porque las necesita, pero no es cierto: ellas necesitan esa relación para no ir a la deriva, aunque les cueste la vida. Necesitan ser únicas para el otro: "Nadie me va a querer nunca así", escuchamos a veces. Otras pueden reconocer una satisfacción íntima en que ellos -sus parejas- no puedan vivir sin ellas. Eso las hace sentirse especiales de manera absoluta.No hay riesgo de que las dejen. Precisamente, el riesgo es que no las dejan, que el otro no se puede separar y ellas tampoco.

¿Cuestión de machismo?
La dos historias que hemos visto describen relaciones de maltrato muy tipificadas. No encontramos apenas elementos particulares de los personajes, por ejemplo, cuáles fueron las circunstancias de la elección de pareja para cada uno de ellos, en qué coyuntura de la persona o de la relación de pareja comenzaron los malos tratos... Es decir, los cortos no proporcionan datos sobre aquellas particularidades subjetivas que hacen que aunque muchos casos de maltrato puedan ponerse en serie, en realidad nunca hay dos casos iguales.
Con frecuencia puede aislarse que el desencadenamiento del maltrato coincide con una modificación en las relaciones de pareja: por ejemplo, el matrimonio o el nacimiento del primer hijo. Todo parecía ir bien como novios pero cuando se casaron... O cuando ella quedó embarazada... O cuando nació el primer hijo... Hubo un momento en que los términos de la relación en la pareja cambiaron.
En relación a esto, algunos profesionales plantean que es una cuestión de machismo -y los medios corren a hacerse eco de ello: al casarse, él ya se sentiría como su propietario y no podría soportar compartirla con otros, por ejemplo los hijos. Pero es bastante sencillo objetar que hay hombres muy machistas que nunca pondrían la mano encima a una mujer… ¿La diferencia entre unos y otros sería una cuestión meramente cuantitativa? ¿Un grado mayor de machismo puede llevar a matar a alguien?
Seamos serios: el machismo no es un criterio clínico. Como profesionales tenemos que encontrar criterios claros que nos ayuden a establecer las coordenadas de cada uno de estos casos, que de entrada se presentan tan complejos y tan graves. No podemos trabajar pensando que alguien puede, por ejemplo, machacar, destrozar, quemar a un semejante solo por machismo.
Las modificaciones en las relaciones de pareja que hemos señalado afectan a la manera que tiene el sujeto de inscribirse en el Otro: no es lo mismo, por ejemplo, ser novio que ser marido, ni ser marido que ser padre.
Ser hombre/mujer, esposo/esposa, padre/madre, hijo/hija, etc., son categorías simbólicas del sistema de parentesco que funciona y regula una sociedad dada. Los roles atribuidos a estas categorías, por ejemplo qué quiere decir ser “mujer o marido de” o “padre”, “madre” o “hijo”, van variando a lo largo de la historia, e incluso, pueden coexistir distintas representaciones de ello en una misma época, pero el lugar en tanto simbólico no cambia y, por ello, suele proveer de cierta estabilidad al sujeto. Esto ocurre más en el régimen de filiación que en el de alianza: uno no deja de ser  “hijo de” o “padre de”, pero puede dejar de ser “marido de”.
La estabilidad se ve conmovida cuando una modificación conlleva que el sujeto tenga que reorganizar su lugar en el mundo simbólico por ejemplo, como dijimos, por una separación (deja de ser "marido de"), pero también por un matrimonio o por su acceso a la paternidad: el sujeto sin dejar de ser “hijo de” pasa a ser “marido de” o “padre de” y eso implica una modificación. El sujeto tiene que encontrar su manera de ocupar este nuevo lugar simbólico y de desempeñar las funciones, asimismo simbólicas, que conlleva. Este proceso no por habitual deja de ser harto complejo al requerir reorganizar el lugar del sujeto en el mundo, lo que le permite ordenar y regular su goce.
En algunos casos, el sujeto extrae de su lugar en el sistema de parentesco una estabilidad que no obtiene por otro medio y, al perderla, se desestabiliza. En otros, la precariedad subjetiva no permite modificar la estabilidad anterior: el sujeto no puede asumir, por ejemplo, ser marido o ser padre más que a través de una identificación extremadamente rígida. 
El hecho de que se trate de construcciones simbólicas y no de algo que viene dado, determinado, por la biología explica que la relación que tenemos con la identidad sexual, con los roles... por lo general nos plantee preguntas: ¿Soy suficientemente hombre/mujer? ¿Soy un buen padre o una buena madre? ¿Soy un buen marido o una buena mujer?
Encontramos casos en los que hay una falla importante en lo simbólico; en ellos no hay pregunta sino certeza: el individuo “sabe” –cree saber- plenamente qué es ser un hombre o una mujer, qué es ser un marido o cómo ha de relacionarse con su mujer o ella con él, o “sabe” qué es ser padre o madre. No hay ningún cuestionamiento. La certeza tapona el encuentro con al forclusión.
No encontramos en tales casos identificaciones simbólicas sino identificaciones imaginarias masivas: el individuo funciona alienado a la imagen que pudo construir de qué es ser hombre o mujer, marido/mujer, padre/madre con elementos seleccionados de su propia historia. Este tipo de identificaciones son bastante comunes en las psicosis: el sujeto obtiene una identificación estabilizadora a través de una identificación imaginaria que no puede "tocarse", cuestionarse, dialectizarse.
Cuando es cuestionada no puede dialectizar su identificación, no puede introducir modificaciones. Las respuestas entonces son variadas: desde el desencadenamiento psicótico a  la evitación de dicho desencadenamiento a través del consumo masivo de alcohol u otras drogas o los actos violentos -que por otro lado a veces son maneras de evitarlo.
Los dos protagonistas masculinos de los cortos –los dos maridos- aunque se comportan de manera similar -es decir ante el cuestionamiento de su mujer responden apaleándola, anulándola, reduciéndola al silencio del objeto-, presentan alguna diferencia.
 A uno, el hombre de "El puzzle", nada le impide seguir maltratándola hasta la muerte -la suya propia-, es decir, el miedo a que ella le mate como venganza no es un límite, siquiera transitorio, que detenga el maltrato.
Para el otro, el marido de "Amores que matan", parece abrirse una ligera reflexión, un esbozo de pregunta respecto a sus actos. Como se trata de un corto, es decir de una obra de ficción, y no de un caso clínico, no podemos saber cómo continúa la cosa. Pero el hecho de que el individuo pueda cuestionarse sus actos, comience a pensar que le pasa algo, podría representar un primer paso para que algo pudiera comenzar a subjetivarse, a sintomatizarse, y a poder tratarse.

El silencio
Voy a referirme ahora a las dos protagonistas femeninas, que también son presentadas de manera similar en el sentido de que ambas permanecen suspendidas durante un tiempo en esa posición de objeto sufriente y mudo.
Escuchamos las mismas justificaciones de su posición que en otras mujeres: "Ser única para él", "necesitar ser la mujer de", "amarle demasiado", "él la necesita, sin ella acabaría en la calle", "nadie la querrá nunca así"... El amor vela aquí en muchos casos una relación mortífera con el goce difícil, cuando no imposible, de sintomatizar. Aunque hay que aislar lo que ocurre caso por caso -es decir no hay que quedarse con que parece lo mismo: las manifestaciones pueden ser idénticas, pero la función que desempeña en la economía subjetiva -y la economía de goce- puede ser muy distinta .
Es importante estar advertidos de las dificultades. No sirve de nada que queramos que esto no suceda o pensar las cosas desde los propios ideales o desde los ideales sociales. Si negamos ciertas realidades clínicas corremos el riesgo o bien de querer salvar a estas mujeres -del otro y de sí mismas- a todo trance, sin que ellas verdaderamente lo demanden –cuestión imposible-  o bien dejarlas caer cuando nos damos cuenta de que no responden a la ayuda porque en realidad no se quieren separar. 
Quizás separarse requiera para ellas un proceso muy largo y quizás, al final, no sea posible.

El silencio de María
En relación a esta cuestión del silencio de las mujeres sobre el maltrato que aparece en ambos cortos, y que es bastante habitual, tomaré para acabar unos elementos que aparecen en el corto de Belén Macías.
La silenciosa protagonista de "El puzzle" es paradójicamente una gran amante de la ópera. Se pasa el día escuchando a María Callas, también conocida por “la Voz”. Voy a jugar ahora con el nombre de esta soprano para nombrar el silencio mortífero de la protagonista con un “María, callas”.
Sabemos que la voz nunca se escucha más que en el silencio de un cuerpo mudo y sufriente, como ilustra el cuadro "El grito" de Munch.
Después de dejar morir a su marido -herido en un atraco-, María sigue varios años encerrada y a solas con su goce: apenas sale de casa y se pasa el día haciendo solitarios y escuchando la voz sublime de esta mujer admirada. En determinado momento cuenta cómo una vez que la soprano vino a España, se privó, renunció al concierto por esperar a su marido, que nunca se preocupó de complacerla.
En el corto, aparece un hombre nuevo, distinto, que muestra interés y preocupación por ella. Este hombre le dice que quiere oír su voz. Y, por primera vez, parece que el sujeto consiente en salir de su posición de objeto mudo, de su soledad fantasmática, y en poner en juego su deseo. Algo parece haber cambiado en ella cuando se pregunta, al final del corto,  si le será posible compartir algo nuevo con este hombre distinto, si a él le gustará la ópera. Parece salir de esa posición de goce mortífero, separarse de él, no sabemos cuánto pero quizás lo suficiente para que se abra un deseo, es decir, parece que ella se abra una nueva posibilidad y se ponga del lado de la vida.
* "Amores que matan. El silencio de María". Intervención en la mesa redonda “En nombre del amor”, dentro de las Jornadas nacionales sobre "Mujer y violencia", organizadas por el Colegio Oficial de Psicólogos de España, en Tarragona, mayo de 2003.