lunes, 9 de junio de 2014

PRESENTACION DE "LA PRIMERA SESION" DE GERARD MILLER EN LLEIDA





Quiero darles la bienvenida en nombre de la Comunidad de Catalunya de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis a esta velada de trabajo dedicada al psicoanálisis. Es una velada un poco especial:  veremos una película de psicoanálisis, La primera sesión, de Gerard Miller, celebraremos una mesa redondabajo el título ¿Por qué ir a un psicoanalista? Y seguiremos hablando todos de psicoanálisis durante el debate y, también, después, si lo desean, mientras cenamos algo.
Antes de continuar, quiero agradecer tanto a Gérard Miller, director de La primera sesión y a Fata Morgana, la productora, como a los responsables de Espai Funatic, su generosidad para que este acto sea posible.
También quiero agradecer a Àngela Gallofré, responsable de la organización y a todos los que participan en ella: Josep Farreny, Gemma Gallart, Gemma Ribera y Josep Sanahuja, su disponibilidad y su trabajo.
Es una velada especial también para nosotros porque es el primer acto oficial que la Comunidad de Catalunya de la ELP organiza en Lleida, donde no tenemos ninguna sede –sus  dos sedes están en Barcelona y Tarragona. Aunque sí contamos con un miembro y dos socios de sede, adscritos todos ellos a la Sede de Tarragona.
Ha sido el deseo de una de estas socias, Gemma Gallart, aquí presente en la mesa, las que nos han movilizado a todos. El deseo es contagioso.
Si de algo sabe el psicoanálisis es del deseo. Freud señaló que el deseo era el motor de la vida, lo que nos lleva a no quedarnos en la inercia, a querer salir adelante pese a las dificultades, a veces importantes, como éstas a las que la época nos confronta, no solo por la crisis actual sino porque asistimos a cambios fundamentales en el pensamiento y los modos de vida para los que el saber tradicional ya no sirve y el nuevo está aún por construir. Es un momento de vacío de referencias, caracterizada por angustia por el presente y el porvenir pero es también una época para la invención.
En relación al deseo, deseamos porque nos falta algo. Y, con frecuencia, tendemos a llenar ese vacío con objetos o proyectos varios. Esto es lo que el capitalismo explota poniéndonos delante infinitos objetos de consumo que nos sirven aderezados con promesas de felicidad. Y que nos dejan rápidamente insatisfechos por lo que una y otra vez el circuito de querer  otra cosa vuelve a recomenzar.
La falta constitutiva del deseo es ineliminable. El problema no es entonces tenerla, que algo nos falte, sino querer hacerla desparecer. Imaginar una satisfacción total, completa.
Lo que nos hace sentir bien es tener viva, despierta la capacidad de desear, la dimensión del deseo mismo que tiene sus propios resortes en cada cual.
El deseo es particular. Por eso decimos “sobre gustos no hay nada escrito”, no hay nada escrito para todos podemos añadir, porque para cada uno sí está escrito. Su modo de satisfacción se escribió tempranamente en su historia.
El psicoanálisis enseña que el deseo es un pájaro rebelde, como canta la Carmen de Bizet, y como tal, trasgresor.
No se conforma nunca del todo a las normativas sociales o a los ideales de la civilización, a los discursos dominantes considerados “normales” en cada época.
Resiste, pero no sin vicisitudes que no son solo sus obstáculos, sino que lo conforman.
Por ello, un psicoanálisis aborda las vicisitudes de la relación de cada sujeto con su deseo, y también con su modalidad de satisfacción, que es el núcleo de cada síntoma.
Y, por ello, no hay tratamientos iguales para todo el mundo, tratamientos-tipo. No abordamos los síntomas, como si todos los fóbicos, anoréxicos, deprimidos, hiperactivos, bulímicos, adictos a las drogas, al sexo o al móvil, etc. tuvieran el mismo problema. Buscamos cada vez de que se trata en un síntoma dado para un sujeto determinado, qué función tiene para él, qué es lo que está en juego.
Para eso, hacemos en primer lugar y ante todo una cosa: escuchamos.
Los analistas escuchamos.
Sobre la escucha podemos decir que en general, en la vida social, escuchamos poco. Hablamos más de lo que escuchamos. Y menos aún, nos escuchamos. No es tarea fácil cribar en el ruido continuo de nuestro pensamiento entre lo que pensamos que tendríamos que pensar, lo que querríamos pensar, lo que esperan que pensemos y lo que pensamos. Tampoco entre lo que creemos que queremos decir, entre lo que creemos decir y lo que decimos.
La escucha analítica apunta a ello, para ayudar a  abrir la dimensión inconsciente, que es desde donde el sujeto en realidad habla, sin saberlo. Es la significación original que Freud dio a la palabra Unbewusten, inconsciente en alemán, literalmente "lo no sabido", elegida para nombrar el hecho de que el pensamiento es como un iceberg del que solo percibimos una pequeña parte. La parte fundamental está hundida pero condiciona nuestra navegación, nuestra vida sin que lo sepamos, nos vuelve como dicen en la película que vamos a ver, “actores ciegos de ella”. Esta frase constituye una metáfora teatral creada a partir de una frase de Freud quien nombró el inconsciente como la Otra escena en la que vivimos sin saberlo.
El armazón de esta escena son algunas palabras que nos han marcado, nos han herido, han fijado en nuestra memoria inconsciente nuestra modalidad de satisfacción. Esas palabras tienen para cada uno un sentido totalmente particular que amplía las acepciones posibles que tiene el término para todos en el diccionario de una lengua. Así, una palabra que para uno es insoportable a otro le resulta del todo indiferente o, por el contrario, le fascina.
Son estas palabras particulares de cada uno, que tejen la trama de su experiencia, las que en un análisis se trata de reseguir, de encontrar sus conexiones, de desconectar su lógica para separar al sujeto de su sentido más mortífero, de lo que le hace sufrir y, condicionando sus repeticiones, no le deja decidir libremente.
Por eso, los psicoanalistas no hablamos mucho, escuchamos. Y también intervenimos para romper esa lógica y que el sujeto pueda encontrar esas palabras fundamentales que han determinado su historia. El pasado no puede cambiar pero sí su sentido y la vivencia que tenemos al respecto. Después de todo, sabemos que la historia es una construcción y una construcción interesada, que sirve a los intereses del que la escribe, aunque solo sea para no pensar algo que duele o que no se sepa, como si no hubiera ocurrido.
Si el análisis es una experiencia, la formación del analista, a la que se dedica en intensión la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, es consonante con ello. Un analista, además de formarse epistémica y clínicamente, tiene que estar analizado. Es una formación del orden de la experiencia, de cómo un análisis es para cada uno de nosotros una experiencia de la propia lengua.
Y, para ello, creamos Escuelas. La Comunidad de Catalunya es una de las comunidades de la ELP, esta última de ámbito estatal. Pero la ELP es, a su vez, una de las 7 escuelas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Todas trabajamos juntas a favor de la investigación, la formalización y la actualización del psicoanálisis para poder hacer frente a los cambios de subjetividad en la época y a los retos que ello nos confronta. Seguimos las enseñanzas de Freud desde lo que llamamos la orientación lacaniana, es decir, desde la lectura y reformulación que hizo de ella Jacques Lacan, que consideramos actualizó y renovó de manera fundamental el psicoanálisis.
Pero la ELP, como todas las escuelas de la AMP, se consagra también a la difusión y extensión del psicoanálisis de muchas formas, a través de las tareas que realizan sus bibliotecas o la organización de conferencias y seminarios sobre algunos temas.
El acto de hoy  se enmarca dentro de estas tareas de extensión. Como anunciamos, veremos en primer lugar la película, “La primera sesión” de Gérard Miller, director de cine y de televisión, entrevistador y comentarista televisivo, pero también psicoanalista, es decir, un colega de la escuela francesa de la AMP (École de la Cause freudienne).
El título “La primera sesión” está referido a la primera sesión de un análisis, mejor dicho, técnicamente, a la primera entrevista con un psicoanalista. En ella, distintas personas explican algo de cómo fue para cada una de ellas ese primer encuentro.
“¿Por qué ir al psicoanalista?” se preguntaban antes algunas de ellas, entre las que se cuentan personajes célebres como la cantante Carla Bruni o el cineasta Claude Chabrol pero también otros personajes menos conocidos o, antes de decidir prestar su testimonio, anónimos. Ninguno había pensado nunca en pedir una cita a uno. Le parecía que eso era para otros: para gente con muchos problemas o para "intelectuales", "gente que está siempre dándole vueltas a todo", como Woody Allen, mencionado en distintas ocasiones por algunos.
Sin embargo, en un momento determinado pasó algo que representó una fractura subjetiva o que les enfrentó al interrogante sobre si el hecho de que les pasara siempre lo mismo era algo de lo que tenían que responsabilizarse:  ¿Y si no era mala suerte? ¿Y si, sin darse cuenta, se las arreglaban para que le ocurriera así? En todo caso, en un momento dieron el paso y pidieron una cita con un psicoanalista. Y en la película nos dicen algo de lo que pasó en ese primer encuentro, nos lo dicen sencillamente, sin tecnicismos, como cada uno lo ha vivido. Eso es lo interesante – en general no son psicoanalistas los que hablan, aunque también se entrevista a algunos.
Los analizantes nos hablan de su sorpresa. Esperaban algo y encontraron otra cosa: el psicoanalista no emitía ningún juicio sobre lo que les pasaba, no les decía lo que tenían que hacer ni como tenían que ser, no había ni directrices ni consejos. Pero les escucharon de un modo distinto a como otros les habían escuchado. Y eso tuvo efectos.
No voy a explicarles más. Gérard Miller lo hace mejor que yo, así que es el momento de ver la película. Les pido que estén atentos a los detalles que les llamen la atención, porque luego habrá una mesa redonda, justo bajo el título “¿Por qué ir al analista?”. En ella, tres colegas, Josep Farreny de Lleida y Gemma Ribera y Josep Sanahuja de Tarragona, tomarán de manera concisa algún punto o eje de la película. Luego, abriremos el debate, sobre lo visto y lo dicho y lo que se les haya ocurrido o quieran preguntar.
¡Qué disfruten de la película!