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domingo, 3 de febrero de 2013

LECTURA DE LA CONVERSACION DE BORDEAUX: LOS EMBROLLOS DEL CUERPO




Al final de los noventa, las Secciones Clínicas francesas celebraron varias conversaciones que introdujeron una actualización de la clínica psicoanalítica tan precisa y rigurosa como necesaria. Aún recuerdo con emoción el momento que encontré en la librería de las Jornadas de la ECF de 1997 los volúmenes, recién salidos de imprenta, que publicaban las dos primeras. Se trataba del Conciliábulo de Angers, de 1996, sobre los efectos de sorpresa en la psicosis, y de la Conversación de Arcachón, de 1997, acerca de los inclasificables –compilados ambos en la edición castellana de 1999 con el título de la última: Los inclasificables de la clínica analítica.
A estas dos joyas clínicas les siguieron pronto otras dos: en 1998, la Convención de Antibes, que introdujo la categoría de psicosis ordinaria y, en 1999, la Conversación de Bordeaux sobre el cuerpo (1), de la que hoy presentamos una nueva edición en castellano (2). Tenemos que agradecer a Jacques-Alain Miller y a las Secciones Clínicas francesas estos trabajos. Hay un antes y un después de ellos. La serie que constituyeron introdujo lo serio y precipitó la entrada de la clínica psicoanalítica en el siglo XXI.
Les embrouilles du corps fue el título de la cuarta conversación que hemos mencionado. En francés, un embrouille es un embrollo, es decir, un enredo, una maraña, pero también una situación embarazosa, hasta un embuste. De hecho, “embrollo” en castellano tiene su etimología directa en el francés “embrouille”.
Éste es el término que Lacan utiliza al final de su enseñanza para referirse a la relación con lo real, a cómo lo real resiste a ser dominado por lo simbólico y por lo imaginario. “Lo real se encuentra en los embrollos de lo verdadero”, señala en el Seminario XXIII (Paidós: Buenos Aires, 2005, p. 83).
Hay que leer el título Les embrouilles du corps poniendo atención en el equívoco del genitivo: se trata de los embrollos producidos por el cuerpo, del cuerpo que embrolla, pero también de los embrollos del propio cuerpo que se embrolla. Es el “cuerpo que sufre”, como señalan Carole Dewambrechies-La Sagna y Jean-Pierre Deffieux en la página 7 del volumen en castellano. Al recorrerlo, encontramos el dolor del síntoma histérico, de la hipocondría, el dolor psíquico de la melancolía… Pero también encontramos “el cuerpo del ser vivo que lucha con la enfermedad orgánica (…), la muerte, lo real que no se deja metaforizar, transformar por el significante hasta tornarse soportable, aceptable por un sujeto”.
En esta Conversación, se debatió en torno a trece textos de otros tantos colegas. J.-A. Miller pone de relieve, en la página 95, la unidad de estilo de su conjunto y alaba el uso ponderado que cada autor hace de los matemas de Lacan, los cuales dan su armadura al texto con discreción.
En cuanto al contenido, todos ellos testimonian de la inserción de la perspectiva psicoanalítica en la práctica médica. Recordemos que, en 1966, Lacan situó dicha inserción como necesaria para que la posición propiamente médica, subvertida por la ciencia, pudiera sobrevivir. En su intervención Psicoanálisis y medicina, señaló asimismo dos cuestiones a tener en cuenta como puntos de referencia para dicha tarea: la modalidad de respuesta a la demanda y el goce del cuerpo excluido por la ciencia, el cual introduce la dimensión ética.
La última definición de síntoma que Freud plantea en su artículo Inhibición, síntoma y angustia, de 1925, acentúa su vertiente pulsional en lugar de la vertiente de significación puesta de relieve en las primeras. La idea de que el síntoma esconde una excitación corporal, será retomada por J. Lacan en su última enseñanza para situarlo como un acontecimiento de cuerpo -lo que no niega el elemento significante de todo síntoma, su envoltorio formal, sino que subraya su núcleo de goce.
En la página 104 del volumen, J.-A. Miller hace hincapié en la diferencia existente entre el “acontecimiento de cuerpo”, que como vemos remite a una definición general del síntoma, y los llamados “fenómenos de cuerpo”, que encontramos en los casos de esta Conversación. Estos últimos desbordan la dimensión significante, no están subjetivados.
Los fenómenos pueden ser transitorios, como eclipses, o instalarse permanentemente, a modo de sinthomes que ordenan la vida del sujeto. En la Conversación, encontramos ejemplos de unos y de otros. Se trata en todos los casos de sujetos embrollados por su cuerpo, al punto de que para muchos se plantea la pregunta por su analizabilidad. No se puede estar excesivamente embrollado por el cuerpo para hacer un análisis propiamente dicho –señala J.-A. Miller en la página 97-, al menos hace falta que el sujeto pueda desembrollarse, que el embrollo pase a la simbolización, para lo cual es necesario un trabajo preliminar orientado por el psicoanálisis. Para decirlo en términos más actuales -trece años después de esta Conversación-, se necesita siempre, en unos casos u otros, que “haya analista en el clínico”, tal como nos enseña el trabajo preparatorio de PIPOL 6.
Así, el hecho de que un fenómeno de cuerpo desborde la dimensión significante –responde J.-A. Miller en la página 108- no quiere decir que no se inscriba en una lógica. La lección que nos enseñó Lacan es que “no debemos omitir referir el fenómeno al proceso simbólico anterior”.
El volumen recoge sus frutos: una conversación magnífica, de lectura imperdible. 
Medicina y psicoanálisis, lo real y su amo, el instrumento simbólico, la muerte y la demanda, las rupturas de equilibrio, el rechazo del cuerpo y el retorno en lo real son algunos de los temas sobre los que se pudo conversar a partir de los casos propuestos.
Para finalizar, solo me queda agradecer a todos aquellos que la han hecho posible, con una mención especial para la Sección Clínica de Bordeaux que lleva ya algunas décadas desarrollando una investigación rigurosa en el campo del psicoanálisis y la medicina. Eso, señala Miller en la página 102, constituye su excepcionalidad en el Campo freudiano.
(*) Reseña publicada originalmente en Colofón 33, boletín de la Federación Internacional de Bibliotecas de la Orientación Lacaniana, 2013.



Nota:

1. Section Clinique de Bordeaux: "Les embrouilles du corps". En: Ornicar? Revue du Champ Freudien nº 50. Paris: Navarin Éditeur, diffusion Seuil, 2002.
2. J.-A. Miller - Sección Clínica de Bordeaux: Los enredos del cuerpo. Caracas: Pomaire, col. "Mundo psicoanalítico", 2012. 
Hay otra edición de Paidós-Argentina, y el título se ha traducido como: Los embrollos del cuerpo.



domingo, 29 de noviembre de 2009

AHARON APPELFELD: UN ARTISTA NO PUEDE PERDER LA INOCENCIA


Nacido en 1932, en Czernowitz -entonces Ucrania, actualmente Rumania-, el escritor israelí Aharon Appelfeld es hijo de una pareja de judíos asimilada. De niño, hablaba con sus padres en  alemán, que estaba considerada la lengua de la cultura. Sin embargo, cuando iba a ver a sus abuelos al campo, en vacaciones, hablaba con ellos en ruteno mientras que el  yíddish fluía a su alrededor en boca de la generación de la que estos últimos formaban parte. 
Pero perderá la relación con estas lenguas cuando la segunda guerra mundial irrumpa en su vida e interrumpa su infancia. Este acontecimiento marcará en el futuro su obra. 
En su biografía, Historia de una vida (Península, 2005), ganadora del premio Médicis 2004, relata como los nazis asesinaron a su madre delante suyo cuando tenía siete años y le llevaron después, con su padre, a un campo de concentración. Pero el niño Appelfeld  conseguirá escapar solo -dejará a su padre en el campo y no lo volverá a ver hasta 30 años más tarde, ya en Israel.


Él explica cómo al poco tiempo de internarse en el bosque, tras su huida, se encontró con un manzano cargado de frutos. Describe el momento como una visión. Después de la miseria, del dolor del campo, quedó extasiado ante aquella explosión de color y de vida. Las ramas del manzano le acogían y le ofrecían sus frutos -es interesante señalar que "appelfeld" en alemán significa "campo de manzanos" por lo que quizás algo importante ocurrió ahí para él, algo le dio fuerzas para entrar en otro "campo". Se quedó unas horas descansando a la sombra del árbol  y, luego, temeroso de ser encontrado, siguió internándose en el bosque, donde permaneció el resto de la guerra.
Fue allí, en medio del horror, donde encontró, en los momentos más crudos, a otros habitantes de los bosques -una banda de criminales, una prostituta...- que sucesivamente le acogieron garantizando su supervivencia en los momentos más crudos del invierno. Aunque estos otros, auténticos outsiders, vivían, como él, escondidos,  esto no les hacía iguales: el niño Appelfeld tuvo que cuidarse bien, para salvarguardar su vida,  de  disimular su acento judío ante ellos. 
Al finalizar la guerra, un Appelfeld ya entrando en la adolescencia, embarcará con muchos otros niños  hacia Israel donde tendrá que hacer frente a las exigencias de una nueva vida, entre otras cosas el aprendizaje del hebreo -él habla del encuentro con cierta exigencia por parte del Otro, con un empuje a empezar de cero, a olvidar, a dejar de lado  la lengua propia. 
Pero, ¿se puede empezar de cero? ¿Cómo dejar de lado las palabras que tejen la experiencia, la materia del propio pensamiento? Por otro lado, cómo recordar las palabras alemanas de la lengua de los asesinos, las palabras rutenas de la infancia feliz con los abuelos ahora destruida, las palabras del yíddish que las víctimas musitaban rezando cuando caminaban hacia la muerte? 
En su autobiografía,  describe bien la situación de bloqueo, las dificultades de aprendizaje de una lengua nueva y difícil mientras que las palabras de las lenguas que tenían resonancia en su historia le resultaban durante bastante tiempo imposibles de recordar.
Appelfeld hace entonces la experiencia de la falta de palabras para nombrar las cosas, para nombrarse. ¿Cómo vivir sin ellas? 
Necesitará su tiempo para empezar a  recuperar las palabras de estas lenguas de su infancia, para organizar y poner nombre a lo vivido. Poco a poco podrá ir recuperando frases, retazos de ellas. El trabajo de algunos escritores israelíes que no escribían solo en hebreo sino que se servían asimismo de  otra u otras lenguas, le ayudarán al cabo de unos años a encontrar  el camino. 
Pero Appelfeld plantea que ese trabajo de elaboración de la experiencia no acaba nunca para aquellos que fueron niños durante la guerra: los adultos tenían ya un pensamiento construido y, por tanto contaban con un mundo simbólico para inscribir lo que ocurría, para construir una memoria que luego les permitiera  recordar, elaborar la experiencia.  Sin embargo, los niños no disponían de esa herramienta. Por insuficiente que fuera por otro lado para los adultos, ellos no contaban con ella. Tuvieron que construir su mundo simbólico al mismo tiempo que luchaban por sobrevivir en un mundo que no entendían, no solo para el que no había palabras, sino respecto al que faltaban las palabras para darse cuenta de que no las había. 
Es así que Appelfeld se explica por qué  muchas experiencias no le vienen como pensamientos elaborados sino como sensaciones, movimientos, gestos... algo más del orden de la reminiscencia, que de lo historizado, que se puede entonces rememorar. Las impresiones vividas quedaron -dice- "grabadas en las células de su cuerpo".
El psicoanálisis nos ayuda a pensar que lo que el sujeto no ha podido inscribir, articular como una memoria, no puede volver a través de la rememoración, como recuerdos encadenados en la propia historia. Retornan como fuera de la historia, como fenómenos desarticulados entre sí, por ejemplo impresiones corporales, fenómenos de cuerpo.
Aunque Appelfeld no se considera un escritor de la Shoáh -él habla de sí mismo, se inspira, en el niño que fue, en sus experiencias, en lo que vio, escuchó, sintió, en el mundo que le tocó vivir-, su escritura no solo la tiene como telón de fondo sino que está inexorablemente atravesada por ella. 
La densidad de lo vivido de lo que no se puede llegar a olvidar, le lleva a afirmar que a los 11 años ya era viejo. Pero, a continuación, afirma no haber dejado nunca de confiar en el género humano porque, en medio del horror y la desesperación, cuando se dirigió al otro pidiendo ayuda siempre encontró a alguien que le respondió y eso le permitió sobrevivir. En medio de la Hilflosigkeit humana, del desamparo radical, siempre encontró alguien que in extremis le echó una mano. Y eso fue esencial -afirma- para no perder la inocencia. Un artista -dice-, no puede perderla.
Además de su autobiografía, Aharon Appelfeld tiene otros libros traducidos al castellano y al catalán. Se puede ver la entrevista que le hicieron en Televisión de Catalunya (TV3) clickeando en el siguiente link:
La entrevista está en inglés subtitulada en catalán.
Sobre el tema de la relación con la lengua se pueden ver asimismo dos DVD muy interesantes de la directora israelí, residente en Francia, Nurith Aviv: "D'une langue à une autre" y "Langue sacrée, langue prophane". Están en hebreo con subtitulos en francés. En el primero, la autora entrevista a distintos poetas, escritores y artistas israelíes, que hablan del su relación con la lengua, con su poder de evocación y resonancia, y de cómo fue para ellos el aprendizaje del hebreo, el paso de una lengua a otra. Entre ellas, hay una realizada a Aharon Appelfeld.