lunes, 11 de mayo de 2020

UN PSICOANALISIS, UN ESFUERZO DE POESIA


  
Joan Brossa, Poema visual o poema objeto.


Como respuesta inicial a esta pregunta que me hacen sobre la relación entre poesía y psicoanálisis, se me ocurre que encontramos muchas referencias a la poesía en la teoría analítica desde sus comienzos. Por citar algunas, Freud encontró no encontró la pulsión en la biología sino en la poesía, en concreto en poema “Los sabios del mundo” de Schiller: “Mientras la poesía procede a reconstruir el mundo, ella lo mantiene en marcha por medio del hambre y del amor” (1). Y, no hay duda de que la influencia de Goethe, el poeta en lengua alemana más importante de su época, es reconocible en muchos locus de la obra freudiana como cuando analiza (2) un recuerdo de infancia que aquél describe en su gran trabajo autobiográfico Poesía y verdad (3).
Del mismo modo encontramos innumerables referencias a lo largo de la enseñanza de Lacan: a la poesía surrealista, a la del Fino Amor provenzal, a la poesía  mística, a la poesía china…
Podemos afirmar que cada una de estas  poéticas es una manera de aproximar y tratar el agujero de lo real en lo simbólico que habita al partlêtre, y que le obliga, tal como señaló Heidegger a habitar poéticamente el lenguaje (4), para hacer algo con él, añado.
Voy a diferenciar, con cierta simpleza sin duda -pero la relación con el psicoanálisis me apremia a ser precisa y a tratar de decir lo mejor posible la cosa, sin demorarme den exceso en el camino del sentido-, que hay una poesía que cubre ese agujero con la búsqueda de la belleza, mientras que otra, u otras, se esfuerzan por hacerlo surgir para dar alguna representación a lo que no la tiene. 
Si bien Lacan hizo muchas referencias a la poética en general, en la medida que avanza su enseñanza, y con ella la orientación del psicoanálisis por lo real, toma más bien aquellas donde encontramos un esfuerzo de decir; aquellas poesía que no se detienen en lo inefable sino que tratan de ir más allá… más allá del sentido.
Es una poesía posterior a la revolución mallarmiana, más propia entonces de la búsqueda de  las vanguardias artísticas del siglo XX y sus sucesores, aunque no en exclusiva. Entre ellas encontramos intentos interesantes de la investigación con la letra, de la ruptura de la cadena, en otras palabras, del sentido, para hacer surgir el puro significante, en un esfuerzo encarnizado de contrariar el lenguaje y llevarlo a sus límites de sinsentido. 
Surrealistas, futuristas rusos, Oulipo, poetas letristas, etc., confluyen ahí con la operación que Jakobson estudió en los poetas chinos clásicos (5). La condensación de los múltiples sentidos de esta escritura ideogramática, en una lengua plena de homófonos, posibilita que el poeta al recitar un poema, juegue con las entonaciones y el ritmo en su canturreo ambiguo recreando cada vez un poema distinto (6). No se vuelve a leer dos veces el mismo poema. Hay que ser poeta para lograrlo, y no cualquiera.
Es esta referencia la que Lacan va a tomar en uno de sus últimos seminarios, el 24, cuando trata de pensar la interpretación analítica al final del análisis (7), es decir cuando se trata del inconsciente real de los Unos solos y no del inconsciente de la cadena significante y el sentido. 
¿Qué salida en el análisis para la iteración de goce? 
Lacan plantea la introducción de un significante nuevo en el análisis que venga a poner un límite al goce mortífero y a poner el resto del lado del deseo y, por tanto de  la vida. Esta introducción opera un anudamiento sintomático distinto, que permite resolver al análisis.
La interpretación entonces, afirma, será poética o no será. El psicoanálisis añado, también. Y esta afirmación es poética pero no es mera poesía. De ahí el esfuerzo de poesía que pone en juego la formación del analista.


Notas:
(1) Schiller, F., Poesía filosófica, Madrid, Hiperión, 1994, pág.111.
(2) Freud, S., "Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad", Obras Completas, vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1984.
(3) Goethe, J.W., Poesía y verdad, Barcelona, Alba Editorial 1999.
(4) Heidegger, M., "... Poéticamente habita el hombre en el lenguaje...", Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994.
(5) Jakobson, R., Six leçons sur le son et le sens, Paris, Les Editions de minuit, 1973.
(6) Cheng, F., La escritura poética china, Valencia, Pre-Textos, 2007.
(7) Lacan, J., "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre. Séminaire 76-77), Ornicar ? nº 17-18, Paris, Lyse, 1979, clases 15 de marzo, 19 de abril, 19 y 17 de mayo de 1977. Estas clases fueron traducidas en castellano como "Hacia un significante nuevo", en Colofón, Boletín  de la FIBOL, nº 25,  Madrid, enero de 2005.




jueves, 16 de abril de 2020

EL TIEMPO NECESARIO

Dunas de Tottori, Japón.

Cuando se va a toda velocidad en coche y se para en seco el cuerpo puede experimentar una sacudida que le afecte durante días. Ésta es la manera en que se me ocurre ahora  nombrar los efectos del parón que ha introducido el confinamiento derivado del estado de alarma decretado por  la pandemia en nuestras vidas. Una sacudida, no solo en el cuerpo, también en el pensamiento.
Una reacción lógica puede ser volver a correr, querer restaurar el ritmo, la aceleración en la que vivimos, para restaurar a nuestra "normalidad" de funcionamiento, la dosis de excitación necesaria. Sería quizás una manera de intentar recuperar algo de lo perdido, o de tratar de asegurarnos que algún día lo recuperaremos, que volveremos a un sitio o a un estado parecido.
Eso puede llevarnos a precipitarnos, a querer elaborar demasiado rápidamente, lo cual puede ser una manera de impedirlo. Elaborar, escribir, decir, necesita un tiempo.
Elaborar implica comprender, subjetivar. Pero aún no sabemos bien lo que nos está pasando, ni lo que nos pasará. Saldremos de ésta, desde luego, pero no sabemos ni cuándo ni cómo.
De momento seguimos ante un agujero, aunque no igual que el de hace un mes. Poco a poco hemos podido empezar a ver eso que nos ha sobrevenido, de golpe, sin tiempo para prepararnos. Ha sido así en todas partes, no sólo cuando solo ocurría en el otro extremo del mundo, también cuando ya ocurría en lugares próximos. Hemos de dar un lugar y un peso a esa dificultad repetida en todas partes: a ese no "darse cuenta", a ese no poder o no querer pensar.
Cada uno de nosotros necesita ahora su propio tiempo: para comprender lo que ha pasado, lo que pasa en general, y lo que le pasa en particular.
Es un tiempo de consentir a la situación, a variar el ritmo, a darse el tiempo que necesita. Por supuesto que hay que pensar en el trabajo y en otras cosas que puedan haberse visto afectadas y en cómo reorganizarlas en la medida de lo posible.
Pero me parece que sería mejor no lanzarse a querer "aprovechar" el tiempo, ahora "libre", haciendo muchas cosas. No tenemos "tiempo libre", tenemos un vacío. Y no nos sobra tiempo, nos falta, necesitamos tiempo: tiempo para tratarlo, tiempo para situar la pérdida, tiempo para el trabajo del duelo. Y energías, libido, para ello.
Entonces, sería mejor parar la exigencia de hacer cosas, de hacer, de decir, de querer comprender demasiado rápido: no ceder a ella.
Es el tiempo más bien para que cada uno piense en las pequeñas cosas que le apetecen, para relibidinizarse un poco, respetando el vacío, dando un lugar a la pérdida. Tal vez así podamos ayudar a crear las condiciones para que la elaboración necesaria, que no es voluntaria pero requiere nuestra aquiescencia, tenga su oportunidad.

sábado, 21 de marzo de 2020

TIEMPO DE INCERTIDUMBRE

Coser la tierra. Fotografía de Lucía Loren
Una cuestión que me llamó la atención estos días fue escuchar cómo algunas personas que habitualmente tenían problemas para dormir, lo hacían mucho mejor desde que iniciaron la cuarentena decretada por la pandemia causada por el COVID-19, a pesar sin duda de los niveles variables de preocupación y angustia que, por otro lado, cada uno de ellos tenía. Otros colegas, me confirmaron haber escuchado declaraciones parecidas.
¿Será, me pregunté, que el parón forzoso ha producido un corte con la aceleración habitual propia del capitalismo avanzado en que vivimos inmersos, y eso puede producir por ejemplo que algunos puedan conciliar mejor el sueño? ¿O puede ser que haya aumentado el deseo de dormir entendido como deseo de no estar despierto ante las expectativas sombrías que se nos presentan?
No hay duda de que la pandemia sacude abruptamente todas nuestras seguridades, lo que afecta a nuestra idea misma de realidad, y pone a cada uno de nosotros frente a un real, con el sentimiento de desamparo concomitante. 
La situación de pandemia es calificada por la OMS de emergencia, término que comparte con el de urgencia un matiz al menos: el de la necesidad de un tratamiento inmediato. Pero el término de emergencia introduce cuando menos otro matiz: la existencia de un riesgo inminente para la vida. 
Esta pandemia incluye ese riesgo con el consecuente temor para cada uno, pero también implica el del miedo a perder nuestro mundo. Así hace patente el término “transitoriedad”, con el que Freud tituló un breve artículo en 1915 (1), y en el que introduce ya su teoría del duelo que desarrollará poco después. Hablo de la transitoriedad de la vida misma, pero también de las sociedades, de los sistemas de vida, de nuestras logros y de nuestras relaciones, de nuestras ilusiones, es decir, de nuestra castración. 
El mundo está cambiando, avanzamos hacia escenarios inciertos. No es que no lo sepamos desde hace tiempo, pero la situación actual, de características inéditas en nuestra vida y nuestra experiencia, posibilita pensar que ese cambio podía ser más rápido y brutal de lo que esperamos. 
Esa simple idea constituye ya una pérdida, lo que moviliza nuestra relación con la castración.  Se ha iniciado un duelo sin que probablemente aún nos hayamos dado cuenta del todo, sumidos aún en la perplejidad ante el agujero que se nos abre en nuestra representación del mundo, que parecería poder correr el riesgo de disolverse.
Tiempo de ver, tiempo de comprender... Todo ha sido demasiado rápido, tal como señala Marie-Hélène Brousse en un texto reciente (2), creando una especie de cortocircuito en los tiempos de ver, comprender y concluir (3).  Como arrastrados por un tsunami imprevisto, pasamos en poco tiempo de que las cosas ocurrieran en una provincia alejada del interior de China a la vecina  Italia, y de repente aquí, como si nosotros, el mundo entero, fuera arrollado por un tsunami. 
Aún estamos ahí, lejos del momento de concluir, inmersos en la incertidumbre. Aún pueden abrirse escenarios distintos. 
Pero de momento hemos entrevisto algo: nuestra transitoriedad y la del mundo en que vivimos.
Quizás de ahí el silencio excesivo que se escucha en estos primeros días de cuarentena -y que permite por otra parte  escuchar  a los pájaros en las ciudades o escuchar mejor los aplausos emocionados cada noche a las 20h al personal sanitario. 
Quizás de ahí también la hiperactividad en general que se aprecia estos días  en el mundo virtual (reuniones, nuevos carteles, proyectos nuevos, etc.), que nos hace tener un horizonte de normalidad. También  la que se manifiesta estos días en muchos grupos de whatsapp, rebosantes de videos humorísticos sobre la situación: ¿defensa? ¿huida? En cualquier caso, todo ello, tratamiento, respuesta a la angustia. 
Quizás también esto permite situar las palabras que aparecen por todas partes en las redes sociales y fuera de ellas: no estar solos, cuidarse, estar en contacto, mantenerse juntos.
Si Lacan plantea que el capitalismo forcluye la castración (4), y por ende, las cosas del amor; en cuanto reaparece la soledad de la castración para cada uno, con ocurre ahora, también aparece la necesidad del vínculo como tratamiento urgente de la soledad.
Se trata de leer el momento pero, también, de estar atento y poder escuchar las respuestas nuevas que vendrán.


Notas:
(1) Freud, Sigmund, “La transitoriedad”, Obras Completas, vol. XIV, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1984.
(2) Brousse, M.-H., "Les temps du virus", publicado originalmente en francés en Lacan Quotidien nº 876, el 20.3.2020. He colgado una traducción en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/notes/margarita-álvarez-villanueva/los-tiempos-del-virus-por-marie-hélène-brousse/2788095831226881/
(3) Lacan, J., "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada", Escritos 1, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013.
(4) Lacan, Jacques, Hablo a la paredes, Buenos Aires, Paidós, col. “Paradojas de Lacan”, pág.106.