lunes, 25 de noviembre de 2013

SOBRE LOS TESTIMONIOS DE FINAL DE ANALISIS


Lisboa, litoral. Foto de Margarita Álvarez

El acto que nos convoca hoy es la presentación de un testimonio de final de análisis (…). Se trata, en este caso, de un testimonio fuera del ámbito preciso de las escuelas de la AMP, pensado para la ciudad, abierto a ella y dirigido, por tanto, a un auditorio distinto del habitual.
Esta circunstancia me lleva a hacer algunas precisiones en relación a los términos “testimonio” y “final de análisis”.
Empezaré por el segundo de ellos. Es cierto, los análisis contra lo que a veces se diga o se pueda pensar, pueden terminar, en el sentido de alcanzar su final.
Hay muchas otras maneras de acabar un análisis. Hay análisis que terminan antes de empezar, o mejor dicho, que no empiezan nunca. Y, por tanto, no pueden acabar, por mucho que el sujeto se eternice yendo a la consulta del analista. O, empiezan, y quedan detenidos… Entonces, en unos casos u otros, el sujeto puede ponerles fin por aburrimiento o, a veces, con un acting out.
Hay análisis, por el contrario, que acaban porque el sujeto ha solucionado sus síntomas y ha alcanzado cierto grado de satisfacción en la vida. Es una salida más o menos habitual y, aceptable. Es lo que en psicoanálisis llamamos una salida del análisis terapéutica.
Entonces, muchas veces decimos que el análisis ha acabado cuando, por un motivo u otro, el analizante deja de ir al analista, con el consentimiento o no de este último. Pero, cuando hablamos de un final de análisis nos referimos a una salida distinta a las citadas, una salida, también, más allá de lo terapéutico.
Para poder hablar de un final de análisis, primero, por supuesto, el análisis tiene que haber empezado. La transferencia tiene que haberse instalado en el dispositivo pero, también, tiene que haberlo hecho el discurso analítico para que aquélla sea operativa. Esto último requiere que desde el principio opere asimismo la función “deseo del analista”.
Una vez puesto en marcha el análisis, el sujeto trabajará para encontrar la ley de la cadena significante cuyos efectos han sido determinantes para él. Esto producirá efectos de sentido y de verdad. Pero, en la medida que el proceso avance, irán desvelándose otros efectos, no tan fáciles de movilizar, los del goce fijado en el fantasma.
La reducción de la cadena significante llevará a aislar los S1, las marcas sobre las que el sujeto ha construido su historia, allí donde lo simbólico encuentra un tope, limita con lo real del goce. Ahí, el sujeto encuentra el agujero en lo simbólico, solidario de un real mudo. Dicho real verifica que ha habido análisis.
Este real mudo, resto de la operación analítica, permite situar de otro modo el síntoma y el fantasma subyacente. El síntoma podrá ser atenuado y más o menos agotado. Pero ese real es ineliminable. Siempre queda un resto porque hay en su núcleo un real mudo que, como señala Lacan (2), no responde a lo simbólico. Tampoco engaña –añade- como hace lo simbólico.
Aunque decimos que este real habita el corazón mismo de lo simbólico, en la experiencia no se trata del encuentro con un único agujero, al modo de un agujero central. Tras su encuentro en el análisis con el significante de la falta en el Otro, que escribimos con el matema S(A/), el sujeto va situando el agujero en lo simbólico en distintas experiencias y eso le permite ir dibujando un borde, el litoral que sitúa en su caso el límite entre lo simbólico y lo real.
El sinthome que deviene el resto sintomático en el final de análisis implica en sí mismo una solución, una manera de hacer con ese resto. Viene a nombrar el modo en que para un sujeto el goce puede ser a la vez contrariado y utilizado, lo que  hace de él una solución singular. Ello implica que no podamos hablar de final sino de finales de análisis. Se trata de soluciones singulares. Cada testimonio constituye entonces un material inédito e irrepetible.
Voy a tomar ahora el segundo término anunciado. En un momento de la civilización como el actual, en que el empuje  hablar de todo, a todos, todo el tiempo, invade la escena social, quiero precisar  algunos puntos del término "testimonio" para aquellos que nunca hayan escuchado uno.
Hablamos de testimonio, en tanto que el sujeto refiere una experiencia  que ha vivido, que ha llevado hasta el final del recorrido y, en tanto que la ha pasado, y la ha pasado ante otros –el cartel, jurado, comisión del pase- da testimonio público de ello. Trata de seguir pasándola ante otros, de pasárnosla, en esta ocasión, de pasárnosla a nosotros, los que estamos aquí hoy.
Un testimonio da cuenta, en primer lugar, del caso que el sujeto fue y, también, del que es. Simplificando: de cómo, cuándo se enredó con la pulsión, y cómo se desenredó, que pasó en medio, es decir, qué consecuencias tuvo ello sobre sus síntomas y su vida, y qué queda después. No se trata tanto de referir una fenomenología como de transmitir una lógica.
El testimonio da cuenta, en segundo lugar, de una posición ética, la de un sujeto que no ha retrocedido ante el horror a saber.
Por último, podemos decir que, en y con su testimonio el sujeto da prueba del efecto que ha tenido el psicoanálisis sobre un ser hablante (parlêtre), que ha ido lo más lejos que ha podido en su elucidación sobre lo que hablar quiere decir.
Un testimonio constituye entonces un material inédito y precioso para los psicoanalistas en tanto nos hace avanzar, es decir, nos ayuda a hacer avanzar el psicoanálisis. Estoy segura de que su escucha también lo será para ustedes.

Notas:
1. Presentación del acto celebrado con ocasión del testimonio de Anna Aromí (T'estimoni), AE de la Escuela Una, que tuvo lugar en el salón de actos del Palau Macaya (Fundación La Caixa) el 22 de noviembre de 2013.
http://www.cdcelp.org/ensenyanzas/ensenyanzas_ficha.asp?idactividad=223
2. Jacques Lacan: Les noms dupes errent, clase del 12.2.1974. Inédito.