I. El transexualismo en la clínica psiquiátrica
1. El síndrome transexual
En
1953, el endocrino Harry Benjamin aísla por primera vez el transexualismo como síndrome.1
Veinte años después, en la década de los setenta, este síndrome pasa a formar
parte de las categorías nosográficas de la OMS y, en 1980, de las del DSM-III.
El
síndrome descrito tiene tres características:
1.
Su característica principal es que un individuo, que desde un punto de vista
biológico es sexualmente normal, tiene la convicción permanente de que su
cuerpo y sus genitales no se corresponden con lo que considera su sexo real y
desea de manera intensa y obsesiva cambiar su conformación anatómica sexual
según la imagen que él tiene de sí mismo. Esta convicción se instala
generalmente durante la pubertad y, conduce:
2. En
primer lugar a travestirse.
3. Y,
luego, a la demanda imperiosa de someterse a tratamientos hormonales y
quirúrgicos adecuados para dar a su cuerpo la apariencia del sexo reivindicado,
lo que se conoce como operación de “cambio de sexo” o de “transformación de
sexo” o, también, de “reasignación de sexo” ya que suele culminar en un cambio
de estado civil.
El
síndrome sexual se considera completo cuando comporta la totalidad de los
síntomas precedentes. Se dice entonces que se trata de un transexualismo
primario. Cuando no es así, se habla de transexualismo secundario.
En
los casos diagnosticados de “transexualismo verdadero o primario”, la medicina
no se refiere a las intervenciones de extirpación de los órganos sexuales
en términos de “castración” sino de “ablación terapéutica” o de “transformación
sexual”, basándose en que los que hacen la demanda de que les mutilen los
órganos sexuales, no sienten esta intervención como una castración.2
En
relación a esta definición de síndrome transexual, señalaré algunos puntos:
Primero,
la convicción transexual sólo puede ser reivindicada por un individuo en la
medida en que los discursos médico y social admiten la convicción como creíble
y, por tanto, legítima. Igualmente la demanda de cambio de sexo sólo puede
formularse en la medida en que los médicos y juristas creen que es posible
cambiar de sexo, es decir, que desde el punto de vista médico, social y
jurídico existe la posibilidad de hacerlo.
Pero
¿a qué se llama cambiar de sexo? La medicina se refiere con ello a un conjunto
de transformaciones morfológicas -ablaciones,
injertos, reconstrucciones plásticas, tratamientos hormonales- que rectifican fundamentalmente la
apariencia. Sin embargo, estas transformaciones producen en el sujeto la
ilusión de que ha habido un corte, una discontinuidad radical, un antes y un después en su historia. Esta ilusión va unida al hecho de pensar el cuerpo como pura envoltura, que ser hombre o mujer es una cuestión de pura apariencia, sin tener en cuenta los límites del organismo ni los que impone
la modalidad de goce sexual en juego.
2. Breve historia del concepto
Aunque
el transexualismo en tanto “realidad clínica” preexiste a su definición, el
síndrome transexual ha tenido que esperar a los progresos científicos para ser
aislado. A partir del siglo XVIII hay anotaciones realizadas en las antiguas
casas de alienados sobre ciertos pacientes que tenían la convicción de
pertenecer a un sexo contrario a su sexo biológico, es decir hombres que decían
ser mujeres y mujeres que decían ser hombres. A mediados del siglo XIX, los
registros de Esquirol3 o de Leuret4
testimonian de que tales pacientes adoptaban tanto como podían la manera de
vestir, el estilo y las costumbres del sexo que han elegido. En algunos casos,
tal como recoge Hubert,5 se observa que tales individuos
reaccionaban agitadamente cuando alguien se dirigía a ellos nombrándoles de
acuerdo con su sexo anatómico, es decir llamándoles por ejemplo “señor” en el
caso de un hombre o “señora” en el caso de una mujer. Retomaré más adelante esta
cuestión (en la segunda parte del trabajo*).
Durante
la primera mitad del siglo XIX se clasifica a estos pacientes en el registro de
las monomanías o delirios parciales, afecciones mentales que perturban
solamente una parte de la mente, dejando intactas las facultades (Esquirol). A
lo largo de ese siglo surgirá un discurso médico nuevo sobre las perversiones en
el seno del cual comienza a construirse el concepto de “inversión”.
Entre
1850 y 1950 aproximadamente se desarrolla la clínica de las perversiones
sexuales gracias al trabajo de Krafft-Ebing, Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld
entre otros.6 En esos momentos se entiende por perversión toda
manifestación sexual que no sirve a lo que se consideran los fines de la
naturaleza, es decir, a la procreación. La convicción de ser de un sexo contrario
al anatómico es considerada como una perversión más y los individuos que la
tienen tienden a ser confundidos con homosexuales “afeminados”, como se dice en
la época, o con travestíes.
Sin
embargo, a finales del siglo XIX los descubrimientos y avances técnicos
permiten las primeras intervenciones, realizadas sobre animales. El biólogo
Eugen Steinach realiza experimentos con diversos tipos de mamíferos que
consistían en castrar a algunos individuos e implantarles glándulas germinales
(testículos y ovarios) del otro sexo, para conseguir cambiar un macho en una
hembra y viceversa.7
Más
adelante, intentará “curar” la homosexualidad masculina a través de la
castración quirúrgica de los testículos –aún no se había descubierto el papel
de las hormonas-, tras lo que se transplantaba al paciente los testículos de
otros hombres considerados más viriles. Estas tentativas constituyen el caldo
de cultivo del que surgirá algunos años más tarde la idea de cambiar
quirúrgicamente el sexo, pensada también con fines terapéuticos.
En
1919, Hirschfeld crea en Berlín el Instituto de Ciencias Sexuales -que fue destruido en 1933 por los nazis.
Allí atienden a numerosos travestíes y transexuales y surgen las primeras
demandas de cambio de sexo. Se realizan las primeras intervenciones quirúrgicas
para transformar anatómicamente algunos hombres en mujeres. Tales intervenciones consisten en una
ablación primero de los testículos y, luego, del pene, para posteriormente
implantar ovarios.
En
1931, Felix Abraham, un sexólogo que trabaja como asistente de Hirschfeld,
relata así uno de los primeros casos: “Rudolf (más tarde, Dora) ha hecho un
primer paso en el sentido de una feminización de su sexo sometiéndose en 1921 a
una castración. Aunque su instinto sexual masculino se debilitó, el sentimiento
que tenía de sí no varío por lo que buscó una feminización mayor a través de
una modificación más acentuada de sus partes sexuales”.8
Señalemos
dos cuestiones en este relato:
1)
Por un lado, se asocia la castración con la feminidad: un hombre castrado no es
un hombre.
2)
Se busca cambiar el sentimiento que la persona tiene de sí a través de una
intervención sobre el cuerpo y no a través de un tratamiento psicológico.
Podemos pensar que tanto para Abraham como para su paciente “ser mujer” era algo vinculado a la anatomía
y a la imagen del cuerpo. Por eso las intervenciones se suceden una tras otra,
buscando que el paciente se sienta una verdadera mujer. En 1930, este paciente
se someterá a una intervención que él mismo había intentado hacerse a la edad
de 6 años: la ablación del pene. Seis meses después se le implantará una vagina
artificial.
El
más conocido entre los primeros operados fue el pintor danés Einar Wegener
(Lili Elbe),9 que se sometió a diversas operaciones en Dresde,
incluida una implantación de ovarios, a consecuencia de la cual murió por
gangrena seis meses más tarde.
En
1949, el norteamericano D.O. Cauldwell usa el término “psicopatía transexual”
para describir “a los individuos que pertenecen físicamente a un sexo y,
aparentemente, psicológicamente, a otro y que desean modificar quirúrgicamente
sus características físicas para que se parezcan a las del otro sexo”.10
Un
año después, el fotógrafo danés Georges Jorgenson retorna a EEUU con el nombre
de Christine Jorgenson,11 tras haberse sometido a una operación de
“cambio de sexo” en Copenhague, a manos del endocrinólogo Christian Hamburger.
Es la primera vez que se asocia el tratamiento hormonal con las intervenciones
quirúrgicas. El caso salta a los medios de comunicación y el tema cobra gran
actualidad. Para Hamburger, el problema de su paciente se debía a un error
hormonal. Planteó por primera vez la hipótesis de que durante la época
prenatal se hubiera producido una inundación cerebral de hormonas del sexo
contrario. Esperaba que la ciencia lo demostraría algún día -cosa que no ha
sucedido.
En
1953, Harry Benjamin retoma el término de Caldwell en el Trasvestism and
Transexualism Symposium que tuvo lugar en Estados Unidos y sitúa, como
señalamos al principio,12 el síndrome transexual como una entidad
nosológica autónoma. También toma la explicación de Cauldwell: se trata de un
problema constitucional (genético u hormonal), cuyas modalidades aún no han sido
descubiertas, por lo que se han de prescribir hormonas del otro sexo.
Como
podemos ver, desde que se aísla el síndrome se considera que su etiología es de
orden fisiológico y, por tanto, su abordaje debe ser médico, por vía endocrina
y quirúrgica, y no psicológica. Se trata de un síndrome operable. Al principio,
se desaconseja el abordaje psicoterapéutico de manera explícita.
Benjamin
aplica los criterios de lo normal y lo patológico al síndrome: existe el
verdadero transexual, aquel que no presenta evidencias clínicas de psicosis -se refiere a signos positivos como delirio
o alucinaciones, es decir a signos propios de una psicosis desencadenada- y el falso, aquel que sí las presenta.
Él
se esforzará por diferenciar el síndrome transexual del travestismo y de la
homosexualidad. Planteará que el transexual no extrae satisfacción erótica
manifiesta del hecho de travestirse como ocurre en el travesti y que si
mantiene relaciones sexuales con alguien del mismo sexo esto no implica
homosexualidad porque él se siente de otro sexo. Para él, el verdadero
transexual es el que responde a la definición de transexualismo primario. Sólo
éste era operable.
En
1955, el sexólogo americano John Money utiliza por primera vez el término “rol
de género” para designar el hecho psicológico por el que alguien se siente y se
comporta como una mujer o como un hombre.13 Los estudios sobre los
individuos nacidos con ambigüedad genital ponen en evidencia el
carácter determinante de la asignación de sexo por parte de los adultos en la
constitución de su identidad sexual, es decir, el género que les han atribuido.
La fijeza de la identidad de género justifica la decisión de modificar el
cuerpo de los transexuales, ya que éste parece más maleable que su psiquismo.
Aunque, a diferencia de los intersexuales, los transexuales no han sufrido
ningún error de asignación de sexo.
En
1956, el psiquiatra Jean-Marc Alby subraya en su tesis doctoral, Contribution
à l’étude du transsexualisme,14
la existencia de una idea prevalente en los transexuales mediante la cual se autodefinen: “Yo tengo un alma de mujer encerrada en un cuerpo de hombre (o
viceversa), debido a un error de la naturaleza”.
Para Alby, se trata de una construcción
delirante, una solución psicótica por lo que no se muestra favorable a la
operación de cambio de sexo como tratamiento del transexual porque puede
significar el inicio de una descompensación.
Esta
idea encierra dos convicciones: la convicción de ser de otro sexo, que aparece
precozmente en la infancia, y la convicción de que la naturaleza ha cometido un
error, que aparece más tarde. Respecto a los transexuales masculinos, Alby
refiere que hay momentos en que la feminización que experimentan aparece como
enigmática y el individuo puede hacer distintas interpretaciones: la
feminización se debe a una falta inconfesable, una perversión incomprensible,
etc. Luego aparece la solución, la convicción del error de la naturaleza. A
partir de ahí el sujeto reinterpreta su historia y distorsiona el recuerdo:
ellos han sido femeninos desde siempre.
En los años 60, el Robert Stoller intenta también
perfilar la clínica diferencial entre el transexual, el travesti y el llamado,
en la época, “homosexual afeminado” a través del concepto de género, que él inventa. Sin embargo,
Lacan le responderá con el concepto de sexuación. Reseñaremos este debate en un
próximo post (*).
* Primera parte de la clase “Transexualismo y
transgénero”, impartida dentro del curso “Elecciones sexuales. Versiones de la
sexualidad” organizado entre la Sección Clínica de Barcelona y la universidad
de Barcelona en el curso 2003-2004. La segunda parte está publicada en este mismo blog: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2012/09/la-pasion-transexual-conviccion-o.html
Ambas partes están publicadas reunidas en Freudiana 70. Barcelona: CdC-ELP, 2014.
Notas
1.
Benjamin, Harry: “Travestism and Transsexualism”. En: International Journal
Sexology, 1953, vol. 7, pp. 12-14.
2.
Mercader, Patricia: L’illusion
transexuelle. Paris: L’Harmattan, 1994, p. 17.
3.
Esquirol, Jean-Étienne-Dominique: Des maladies mentales, t. I. Paris:
Baillière, 1938.
4.
Leuret, François: Fragments psychologiques sur la folie. Paris: Crochard, 1934,
p. 114.
5.
Hubert, Hervé: “L’énigme transexuelle”. En: Divisions subjectives et personnalités multiples (bajo la
dirección de François Sauvagnat). Rennes: Presses Universitaires, 2001, p. 204.
6.
Von Krafft-Ebing, Richard: Las psicopatías sexuales (1886). Barcelona:
Sagitario, 1970.
7. Freud,
Sigmund: “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). En: Obras Completas, vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu Editores,
1984, p. 133 n. 7 y p. 194.
8.
Abraham, François: Perversions sexuelles. Paris: François Aldor, 1931, pp.
241-243.
9.
Maleval, Jean-Claude: “El síndrome transexual”. En: Cuadernos de psicoanálisis 26. Bilbao: ICF, 2002, pp. 83-84. De
E. Wegener se puede consultar una biografía en inglés de Niels Hoyer: Man into
Woman. New York: Duton, 1933. También existe una biografía novelada de David
Ebershoff. La chica danesa. Barcelona:
Anagrama, 2001.
10.
Cauldwell,
David: “Psychopathia transexualis”.
En: Sexology 16, 1949, pp. 274–280.
11.
Jorgensen, Christine: A personal
autobiographie. New York: Bantam Book' 1968.
12. Benjamin, Harry:
“Travestism and Transsexualism”, op. cit.
13.
Money, John: “Hermaphoditism: recommendations concerning assignment of sex,
change of sex, and psychologic management”. En: Bulletin of the John Hopkins
Hospital, Baltimore, 1955, 97, p. 284-300.
14. Alby, Jean-Marc: Contribution à
l’étude du transsexualisme. Thèse.
Faculté de Médecine de Paris, juin 1956, Paris.