lunes, 21 de noviembre de 2016

DISCURSO DE PRESENTACION DE CANDIDATURA AL CONSEJO DE LA ELP

Presentación de la candidatura al Consejo de la ELP, Madrid, 19 de noviembre de 2016



Palabras de presentación de mi candidatura al Consejo de Administración de la ELP para el periodo 2016-2020

En  el momento de fundar su escuela, Lacan se refirió a ella como un refugio contra el malestar en la civilización. No dijo de la civilización, como si esta última fuera algo ajeno a los analistas. Él se refirió a nuestro malestar en esa civilización de la que formamos parte, que eyecta su propio real desconocido, fuente de malestar. Ese malestar al que cada uno contribuimos, por otra parte, en tanto el empuje de la pulsión es constante.
Entonces, entiendo que el término “refugio” no se refiere aquí a un amparo frente a ningún peligro externo, sino frente a lo más éxtimo: al real que cada época de la civilización, cada sociedad, cada grupo produce, también el analítico, en tanto no hay el Analista.
La escuela sería un refugio  en tanto constituiría un instrumento posible para hacer algo con dichos malestares, para subvertirlos y volverlos productivos. 
La escuela como instrumento de formación no está referida solo a su dimensión epistémico-clínica, sino fundamentalmente a su dimensión operativa para mantener abierta la relación con la causa -si consentimos a servirnos de ella, pues exige de nosotros una toma de posición activa. Mantener abierta dicha relación es la única manera de hacer existir el discurso analítico que nos sostiene y, también, nos da su marco, es decir, unos límites o condiciones para que una acción pueda ser llamada analítica.
Esta acción, estas acciones posibles son a inventar, cada vez. Pues en relación a la causa, la experiencia encuentra sus limitaciones. Ningún recorrido, ninguna experiencia previa sirve de garantía. La dimensión de lo ya sabido tiene un valor pero es insuficiente por sí sola para afrontar los nuevos retos producidos por los cambios en la civilización. Esa dimensión de la experiencia como elaboración del pasado queda reducida a saber muerto, pura inercia, si cerramos, si no mantenemos abierta la dimensión de la experiencia misma, que siempre nos confronta con algo nuevo, con lo no-sabido. Ella nos da la oportunidad de poder elaborar un nuevo saber más apropiado al momento, saber o saberes siempre a venir.
Apostar por lo nuevo, consentir a ello, es necesario para hallar soluciones inéditas a los nuevos problemas y no caer en la pura y dura repetición, o en la tendencia estructural al grupo o al aislamiento fantasmático, o para no dejarse ir a la salida cínica de saber de qué va la cosa y dejar de ser incautos de lo real… Maneras todas ellas de ceder en relación a dicha causa.
Para mí, la escuela, pensada así, es una dimensión importante y necesaria. Formar parte de ella, implicarme en sus distintas tareas, responsabilizarme de ella es responsabilizarme de mi formación. Pensar en la política del psicoanálisis, tomar decisiones, aunque sean pequeñas, pensar yo sola pero también con otros, dejarme ayudar por lo que a veces yo no he pensado pero otros sí, o por lo que puedo pensar junto a los otros, poniendo a producir los acuerdos, pero también los desacuerdos, las ideas pero también el malestar, todo ello me ayuda a trabajar mejor en psicoanálisis y por el psicoanálisis. Incluso me ayuda a vivir mejor.
Por eso tiendo a implicarme de distintos modos en las tareas de la escuela: ello me ayuda a mantener abierta la relación con la causa y aunque dichas tareas puedan puntualmente cansarme, fundamentalmente lo que para mi se juega en ellas me vivifica, me da ligereza.
Si bien, no es una tarea exclusiva del Consejo, en tanto considero que la política del psicoanálisis tiene que estar presentes en toda decisión tomada en el seno de esta última, por mínima que sea, considero que el Consejo de la Escuela es uno de los lugares donde pensar lo que conviene al psicoanálisis y a la escuela, la mejor política en cada momento en relación a ellos, está más presente.
Por ello, desde este deseo de mantener abierta esta relación con la causa necesaria para sostener el discurso analítico, en la consulta y en el mundo, que presento mi candidatura ahora al Consejo de la ELP ante ustedes, mis colegas, ante la asamblea de miembros.
Y desde ahí, pido a cada uno su confianza y su voto. Gracias.
* Presentación de candidatura al Consejo durante la asamblea de la ELP, celebrada en Madrid el 19 de noviembre de 2016. 

No es la primera vez que participo del Consejo de la ELP, pero es la primera vez que lo hago por votación de la asamblea. 
 Había formado parte de él por cargo, como secretaria de la ELP, es decir, por estar en el Directorio de la Escuela, bajo la presidencia de Xavier Esqué, durante el periodo 2006-2008, es decir, hace justo diez años.
 Ello constituyó una experiencia muy importante en mi formación.
 Ahora, entro como consejera por cuatro años, y lo hago de otra manera y en otra función, como consejera en sentido estricto. También con otra experiencia. Pero con con las mismas ganas.
Me tocará trabajar con otras presidencias, en primer lugar la de Enric Berenguer, nuevo presidente electo en esta última asamblea para los dos próximos años. 
También empiezo a trabajar con nuevos colegas, lo que me interesa especialmente. Aunque lamento también que algunos colegas excelentes dejen ya el Consejo, si bien ello es necesario para mantener la lógica del deseo de la escuela, sostenida en la permutación necesaria de las instancias.

Estoy contenta ante esta oportunidad nueva de hacer una nueva experiencia de la escuela, que espero sea fructífera para la escuela, para mis colegas y para mí. 


SOBRE LA ESCUELA COMO INSTRUMENTO DE FORMACION

Presentación de la candidatura al Consejo de la ELP, Madrid, 19 de noviembre de 2016



Palabras de presentación de mi candidatura al Consejo de Administración de la ELP para el periodo 2016-2020

En  el momento de fundar su escuela, Lacan se refirió a ella como un refugio contra el malestar en la civilización. No dijo de la civilización, como si esta última fuera algo ajeno a los analistas. Él se refirió a nuestro malestar en esa civilización de la que formamos parte, que eyecta su propio real desconocido, fuente de malestar. Ese malestar al que cada uno contribuimos, por otra parte, en tanto el empuje de la pulsión es constante.
Entonces, entiendo que el término “refugio” no se refiere aquí a un amparo frente a ningún peligro externo, sino frente a lo más éxtimo: al real que cada época de la civilización, cada sociedad, cada grupo produce, también el analítico, en tanto no hay el Analista.
La escuela sería un refugio  en tanto constituiría un instrumento posible para hacer algo con dichos malestares, para subvertirlos y volverlos productivos. 
La escuela como instrumento de formación no está referida solo a su dimensión epistémico-clínica, sino fundamentalmente a su dimensión operativa para mantener abierta la relación con la causa -si consentimos a servirnos de ella, pues exige de nosotros una toma de posición activa. Mantener abierta dicha relación es la única manera de hacer existir el discurso analítico que nos sostiene y, también, nos da su marco, es decir, unos límites o condiciones para que una acción pueda ser llamada analítica.
Esta acción, estas acciones posibles son a inventar, cada vez. Pues en relación a la causa, la experiencia encuentra sus limitaciones. Ningún recorrido, ninguna experiencia previa sirve de garantía. La dimensión de lo ya sabido tiene un valor pero es insuficiente por sí sola para afrontar los nuevos retos producidos por los cambios en la civilización. Esa dimensión de la experiencia como elaboración del pasado queda reducida a saber muerto, pura inercia, si cerramos, si no mantenemos abierta la dimensión de la experiencia misma, que siempre nos confronta con algo nuevo, con lo no-sabido. Ella nos da la oportunidad de poder elaborar un nuevo saber más apropiado al momento, saber o saberes siempre a venir.
Apostar por lo nuevo, consentir a ello, es necesario para hallar soluciones inéditas a los nuevos problemas y no caer en la pura y dura repetición, o en la tendencia estructural al grupo o al aislamiento fantasmático, o para no dejarse ir a la salida cínica de saber de qué va la cosa y dejar de ser incautos de lo real… Maneras todas ellas de ceder en relación a dicha causa.
Para mí, la escuela, pensada así, es una dimensión importante y necesaria. Formar parte de ella, implicarme en sus distintas tareas, responsabilizarme de ella es responsabilizarme de mi formación. Pensar en la política del psicoanálisis, tomar decisiones, aunque sean pequeñas, pensar yo sola pero también con otros, dejarme ayudar por lo que a veces yo no he pensado pero otros sí, o por lo que puedo pensar junto a los otros, poniendo a producir los acuerdos, pero también los desacuerdos, las ideas pero también el malestar, todo ello me ayuda a trabajar mejor en psicoanálisis y por el psicoanálisis. Incluso me ayuda a vivir mejor.
Por eso tiendo a implicarme de distintos modos en las tareas de la escuela: ello me ayuda a mantener abierta la relación con la causa y aunque dichas tareas puedan puntualmente cansarme, fundamentalmente lo que para mi se juega en ellas me vivifica, me da ligereza.
Si bien, no es una tarea exclusiva del Consejo, en tanto considero que la política del psicoanálisis tiene que estar presentes en toda decisión tomada en el seno de esta última, por mínima que sea, considero que el Consejo de la Escuela es uno de los lugares donde pensar lo que conviene al psicoanálisis y a la escuela, la mejor política en cada momento en relación a ellos, está más presente.
Por ello, desde este deseo de mantener abierta esta relación con la causa necesaria para sostener el discurso analítico, en la consulta y en el mundo, que presento mi candidatura ahora al Consejo de la ELP ante ustedes, mis colegas, ante la asamblea de miembros.
Y desde ahí, pido a cada uno su confianza y su voto. Gracias.
* Presentación de candidatura al Consejo durante la asamblea de la ELP, celebrada en Madrid el 19 de noviembre de 2016. No es la primera vez que entro a formar parte del Consejo de la ELP, pero es la primera vez que lo hago por votación de la asamblea. 

Había formado parte de él por cargo, como secretaria de la ELP, es decir, por estar en el Directorio de la escuela, bajo la presidencia de Xavier Esqué, durante el periodo 2006-2008, es decir, justo hace diez años.
Ello constituyó una experiencia muy importante en mi formación.
Ahora, entro como consejera por cuatro años, y lo hago de otra manera y en otro lugar, con otra experiencia pero con las mismas ganas.
Me tocará trabajar con otras presidencias, en primer lugar la de Enric Berenguer, nuevo presidente electo en esta última asamblea para los dos próximos años. 
También empiezo a trabajar con nuevos colegas, lo que me interesa especialmente. Aunque lamento también que algunos colegas excelentes dejen ya el Consejo, si bien ello es necesario para mantener la lógica del deseo de la escuela, sostenida en la permutación necesaria de las instancias.
Estoy contenta ante esta oportunidad nueva de hacer una nueva experiencia de la escuela, que espero sea fructífera para la escuela, para mis colegas y para mí.
No es la primera vez que entro a formar parte del Consejo de la ELP, pero es la primera vez que lo hago por votación de la asamblea. 
Había formado parte de él por cargo, como secretaria de la ELP, es decir, por estar en el Directorio de la escuela, bajo la presidencia de Xavier Esqué, durante el periodo 2006-2008, es decir, justo hace diez años. 
Ello constituyó una experiencia muy importante en mi formación.
Ahora, entro como consejera por cuatro años, y lo hago de otra manera y en otro lugar, con otra experiencia pero con las mismas ganas.
Me tocará trabajar con otras presidencias, en primer lugar la de Enric Berenguer, nuevo presidente electo en esta última asamblea para los dos próximos años. 
También empiezo a trabajar con nuevos colegas, lo que me interesa especialmente. Aunque lamento también que algunos colegas excelentes dejen ya el Consejo, si bien ello es necesario para mantener la lógica del deseo de la escuela, sostenida en la permutación necesaria de las instancias.
Estoy contenta ante esta oportunidad nueva de hacer una nueva experiencia de la escuela, que espero sea fructífera para la escuela, para mis colegas y para mí. 

No es la primera vez que entro a formar parte del Consejo de la ELP, pero es la primera vez que lo hago por votación de la asamblea. 
Había formado parte de él por cargo, como secretaria de la ELP, es decir, por estar en el Directorio de la escuela, bajo la presidencia de Xavier Esqué, durante el periodo 2006-2008, es decir, justo hace diez años. 
Ello constituyó una experiencia muy importante en mi formación.
Ahora, entro como consejera por cuatro años, y lo hago de otra manera y en otro lugar, con otra experiencia pero con las mismas ganas.
Me tocará trabajar con otras presidencias, en primer lugar la de Enric Berenguer, nuevo presidente electo en esta última asamblea para los dos próximos años. 
También empiezo a trabajar con nuevos colegas, lo que me interesa especialmente. Aunque lamento también que algunos colegas excelentes dejen ya el Consejo, si bien ello es necesario para mantener la lógica del deseo de la escuela, sostenida en la permutación necesaria de las instancias.
Estoy contenta ante esta oportunidad nueva de hacer una nueva experiencia de la escuela, que espero sea fructífera para la escuela, para mis colegas y para mí. 


No es la primera vez que entro a formar parte del Consejo de la ELP, pero es la primera vez que lo hago por votación de la asamblea. 
Había formado parte de él por cargo, como secretaria de la ELP, es decir, por estar en el Directorio de la Escuela, bajo la presidencia de Xavier Esqué, durante el periodo 2006-2008, es decir, justo hace diez años.
Ello constituyó una experiencia muy importante en mi formación.
Ahora, entro como consejera por cuatro años, y lo hago de otra manera y en otro lugar, con otra experiencia pero con las mismas ganas.
Me tocará trabajar con otras presidencias, en primer lugar la de Enric Berenguer, nuevo presidente electo en esta última asamblea para los dos próximos años. 
También empiezo a trabajar con nuevos colegas, lo que me interesa especialmente. Aunque lamento también que algunos colegas excelentes dejen ya el Consejo, si bien ello es necesario para mantener la lógica del deseo de la escuela, sostenida en la permutación necesaria de las instancias.
Estoy contenta ante esta oportunidad nueva de hacer una nueva experiencia de la escuela, que espero sea fructífera para la escuela, para mis colegas y para mí. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

EL GOCE FEMENINO: DEL SILENCIO A LA ESCRITURA

"Éxtasis de Santa Teresa" (detalle), de G.L. Bernini. Iglesia de Sta María de la Victoria, Roma.

Freud dejó establecido que la sexualidad humana pasa por el inconsciente, donde se inscribe en términos fálicos para los dos sexos (1). Si bien, solo un término simbólico puede inscribirse, él no separó el falo del órgano masculino. Esto dejaba a la niña en una posición particularmente espinosa, teniendo que asumir su sexo a partir de una negatividad. La vida erótica de las mujeres quedaba condenada a oscilar entre una sexualidad infantil fálica, a abandonar, y una sexualidad femenina que, por las dificultades inherentes a su separación con la madre (2), nunca alcanzaría por completo por lo que restaría “inacabada”(3).
Me propongo situar brevemente aquí algunos aspectos de las vueltas teóricas que Lacan dará de esta división freudiana de la vida erótica femenina en dos momentos clave de su enseñanza en relación a la feminidad: a finales de los años cincuenta y a principios de los setenta.
Entre estas dos articulaciones, pasará de considerarse que la sexualidad femenina está envuelta en un silencio por la reticencia de las  mujeres a hablar de ella a considerarse que ese silencio es estructural al goce. Y si Freud había señalado, para las mujeres, un estar “entre” la sexualidad fálica y la sexualidad femenina como dificultad, para Lacan, este “entre” caracterizará a la posición femenina misma.

Entre una pura ausencia y una pura sensibilidad
Una vez separado el falo del órgano masculino, en 1958, Lacan establece el falo simbólico como el significante del deseo que organiza la sexualidad para ambos sexos, mediando entre ellos (4). Con ello, reabre el debate sobre sexualidad femenina cerrado en psicoanálisis desde 1935 y plantea la necesidad de establecer unas directrices para pensarla (5).
Freud había señalado una relación especial de la mujer con la vida pulsional (6). En esos momentos, Lacan se pregunta si la mediación fálica drena todo lo que es sexual en la mujer y responde que no, lo que introduce una dificultad: “Si bien lo que es sexual y entra en la mediación fálica es accesible al análisis” –en tanto la sexualidad fálica es significante-, “hay una parte sexual en la mujer que no entra en la mediación fálica” y por tanto no lo es (7).
Esto no deja de ser una problemática para el psicoanálisis pues, en tanto opera mediante la palabra, solo aquello que pertenece al registro significante sería en principio accesible a él. Sin embargo, Lacan no retrocede ante dicha dificultad y se propone esclarecer las vías por los que la mujer obtiene esta satisfacción que el falo no regula y que él califica ya en esos momentos como “goce femenino” (8). De éste, “nada se sabe hasta la fecha”, señala. Freud se escabulló en sus inmediaciones” (9), dejando sin responder la pregunta Was will das Weib?, ¿Qué quiere una mujer? Las mujeres analistas, por su parte, las cuales podrían aportar la experiencia de sus análisis al respecto, tampoco dicen nada, por lo que la teoría no avanza sino que permanece, podemos decir, respondiendo a Freud, “inacabada”: hay un goce femenino que no drena el significante fálico, luego, al ser no-significante, es silencioso; hay también una falta, un silencio de la teoría al respecto. Ambos silencios, planteo, son solidarios.
La vida erótica femenina aparece dividida, para Lacan en estos años, entre lo que describe como “una pura ausencia y una pura sensibilidad” (10).
Una pura ausencia. En su Seminario IV (11), el año anterior, Lacan ya había establecido que la mujer solo tiene una relación con la castración como sujeto sin que esté determinada por ella: en tanto mujer, está afectada por la privación, por la falta de un significante en el Otro que la defina como mujer, lo que se escribe con el matema del Otro barrado (A/), significante de una falta en el Otro simbólico para definir la feminidad por sí misma en tanto, como vimos, la sexualidad se inscribe en términos fálicos. En relación a ella, podemos decir, el Otro guarda silencio, no responde a la pregunta por el ser de la mujer.
La mujer se dirige estructuralmente a este Otro del significante esperando unas palabras que la nombren. Y, en tanto toda demanda es demanda de amor, podemos entender la relación de la mujer con este último: el Otro del amor, privado de lo que da, no es más que una figura del Otro barrado. Las demandas incesantes de la mujer para hacer hablar a este Otro ya sea en la madre o en el partenaire, son demandas de recibir de él un signo de amor que le proporcione el ser que le falta, en un intento de hacerse un ser por fuera del registro del tener –el cual como hemos visto no la compete. Este tratamiento de la privación de un significante que diga el ser de la mujer por el amor puede ser de consecuencias estragantes para ella, como Lacan precisará más adelante (12), en tanto abren una ilimitación en la demanda, o en las concesiones al partenaire para obtener una respuesta, la cual nunca podrá ser satisfactoria pues la falta en el Otro es estructural.
En 1958, Lacan plantea que la irrealización de la castración hace que ella se dirija al Otro del inconsciente, lugar de enunciación de la ley, imaginarizándolo bajo las figuras del padre muerto o del amante castrado. Podemos pensar que es un llamado, en nombre del amor, a que un hombre sea su Otro, como “relevo”, precisa Lacan, para devenir Otra para sí misma, es decir, para alcanzar ese goce femenino que Lacan plantea aquí como no dividido por el significante sino “envuelto en su propia contigüidad”, sin ruptura (13).
Una pura sensibilidad. Sin embargo, a esta modalidad de satisfacción hay que añadir otra, fálica, que la mujer obtiene en el coito. Lacan habla de ella en términos de “sensibilidad de funda sobre el pene” (14).
La vida amorosa femenina, para Lacan, se sitúa en estos momentos entre la satisfacción que obtiene en el abrazo al amante castrado o al padre muerto, es decir, del amor al Otro barrado, y la satisfacción que obtiene con el amante vivo. Oscila entre ambos polos, lo que revela una duplicidad singular entre el amor y el deseo, incluso cuando ambos se juegan con el mismo partenaire: no es lo mismo, señala Lacan, aquello por lo que ella le ama que aquello por lo que le desea.
Sin embargo, Lacan subraya en este escrito la importancia de que ambos se conecten, para contravenir la pendiente a la mortificación que puede implicar situarse solo en el primero.
Poco después, en 1960, Lacan escribirá la fórmula del deseo femenino como: Fi (A/), claro antecedente de las fórmulas de la sexuación, que Lacan comenzará a desarrollar una década más tarde (15).

Entre centro y ausencia
Este goce femenino silencioso, fuera de la palabra, que no se puede decir, ¿cómo sabemos que lo hay? En su Seminario XX, Lacan recurre a la lógica en tanto ésta ilustra, con sus retorsiones y vericuetos, cómo algo que no puede decirse, porque no tiene ninguna existencia real, puede sin embargo escribirse y tener así existencia lógica. En esta línea, Lacan se sirve de la implicación material, utilizada por la lógica moderna pero en cierto modo heredada de los estoicos, para escribir el goce femenino (16).
Allí, utiliza la fórmula “si… entonces…”, propia del condicional, que consta de dos partes: la prótasis o antecedente y la apódosis o consecuente. Voy a detenerme un poco en ello.
La prótasis es un supuesto, una hipótesis que introduce, mediante una conjunción que en nuestra lengua comúnmente es un “si”, una consecuencia o resultado de la condición, que es la apódosis. Aunque esta fórmula se utiliza con frecuencia para referirse a relaciones causales, en la implicación material no está en juego una relación causal sino lógica: el valor del condicional se rige, en el lenguaje lógico, por estructuras lógicas que no se relacionan necesariamente con la realidad, sino que parten de lo que podría pasar en el mundo al cual se refiere la proposición. Entonces, son verdades lógicas, aunque golpeen al sentido común como cuestionables, o incluso absurdas.
En este caso, el antecedente o hipótesis sería la existencia de otro goce que el fálico, lo cual es falso, o no se puede decir porque está fuera de la palabra, pero eso no impide que en lógica proposicional el consecuente sea verdad.
En dicha lógica, vale que lo verdadero se deduzca de lo falso, en tanto que se trata de que el antecedente sea condición suficiente del consecuente pero no condición necesaria suya, es decir, su única condición. Y si la falsedad de un antecedente no hace falsa una proposición  condicional, por ello mismo la hace verdadera (17).
La implicación material sirve entonces a Lacan para sostener que “si hubiera un goce distinto que el fálico” (prótasis), “haría falta que no fuese ese” (apódosis) sino que fuese otro -Otro podríamos decir. Esto si hubiese otro goce, porque él precisa que no lo hay, aunque inmediatamente añade, “salvo el que la mujer calla, tal vez porque no lo conoce, el que la hace no-toda” (19). Lacan refiere aquí “el goce que haría falta que no fuese” fálico a ese goce del que la mujer no habla.
En el Seminario XX, las mujeres quedan vinculadas a lo que el significante no alcanza a decir. La diferencia sexual que para Freud se inscribía en el inconsciente en términos fálicos, como fálico o no fálico, es decir, castrado, puede leerse ahora como disimetría de los goces masculinos y femeninos en relación al significante, en tanto “hay” o “no hay” un significante que los defina.
Hay un significante que define el goce fálico en el inconsciente, no hay un significante que defina el goce femenino, el goce de La mujer. “La mujer no existe” abre un agujero en el lenguaje y en el inconsciente, un agujero en el saber, que escribe el matema  S(A/), respecto al cual tanto los hombres como las mujeres tendrán que situarse. Y el psicoanálisis también.
“Solo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas que es la de las palabras” (20), señala Lacan, lo que la hace no-toda fálica. Las fórmulas de la sexuación ilustran que ella tiene un goce adicional, suplementario respecto a la función fálica: un goce del cuerpo que está más allá del falo y, por tanto no se le puede castrar, negativizar sino que permanece positivo.
En los años setenta, “la mujer se sitúa entonces entre centro y ausencia”(21) –Lacan retoma aquí el título de un poema de Henri Michaux (22): entre el centro del goce fálico y la ausencia del goce fuera de la palabra.
Pero, este goce silencioso, ¿qué relación puede tener con el saber? ¿Qué saben ellas de su goce? (23). Lacan reformula así la pregunta freudiana, “¿Qué quiere una mujer?”, que ponía el acento en el deseo de la mujer, para ponerlo en la relación entre el saber y el goce.

¿Qué sabe una mujer?
La mujer no sabe nada de ese goce más allá del falo –señala-, salvo que lo experimenta, cuando eso ocurre, aunque no les ocurre a todas (24). Ese no-saber no es reserva o reticencia, no es un no-querer-decir sino algo vinculado a la estructura misma de este goce silencioso, a su relación con el saber. Por eso, no hay otra vía para abordar el silencio del goce femenino que el aparato de saber que constituye la lógica (25). Ésta permite escribir este goce femenino silencioso que no se puede decir y formalizar un cierto saber sobre él: el goce femenino no compete a la relación del sujeto con el objeto, sino a la relación de una mujer, ya que no hay La mujer, con S(A/), matema asimismo de la inexistencia del Otro.
Para concluir, me pregunto si esta estructura que se desprende de la relación del goce femenino con el saber no ilustra asimismo la relación en general del goce con el saber, por lo que Miller señala en su último curso que el goce femenino es el principio del régimen general del goce (26). Y, así, en un análisis, podemos decir, que el goce ha de ser cernido y dilucidado lo más posible y ello implica pasar del silencio, de su funcionamiento silencioso, a una escritura, una fórmula sinthomatica.
* Texto escrito en el marco de un cartel express sobre el goce femenino inscrito en la sede de Barcelona de la ELP, como trabajo preparatorio de las XV Jornadas de la Escuela: “Mujeres. Un interrogante para el psicoanálisis”, Madrid 2016. Publicado en Freudiana 77, Comunidad de Catalunya ELP, Barcelona, 2016.


Notas
1. Freud S., “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” (1926), Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, vol. XX, 1984, p. 199.
2. Freud S., “Sobre la sexualidad femenina” (1931), O. C., op. cit., vol. XXI.
3. Freud S., “El tabú de la virginidad” (1917), O. C., op. cit., vol. XI, p. 201.
4. Lacan J., “La significación del falo” (1958), Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1984.
5. Lacan J., “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina” (1958/60), Escritos 2, México, 1989.
6. Freud S., “Conferencia 33ª: La feminidad” (Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis), O. C., op. cit., vol. XXII, p. 107.
7. Lacan J., “Ideas directivas…”, op. cit., p. 707.
8. Op. cit., p. 706.
9. Lacan J., El Seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis (1969-70), Paidós, Barcelona, 1992, p. 75.
10. Lacan J., “Ideas directivas…”, op. cit., p. 712.
11. Lacan J., El Seminario, libro IV: La relación de objeto (1956-7), Buenos Aires piados, 1994.
12. Ver: Lacan J., “El atolondradicho” (1972) y “Televisión” (1973), ambos en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp. 489 y 566.
13. Lacan J., “Ideas directivas…”, op. cit., p. 714.
14. Op. cit., p. 712.
15. Lacan J., “Observación sobre el informe de D. Lagache” (1960), Escritos 2, op. cit., p. 662.
16. Lacan J., El Seminario, libro XX: Aún (1972-3), Buenos Aires, Paidós, 1989, p. 74.
17. Deaño A., Introducción a la lógica formal, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 68-69.
18. Lacan J., El Seminario XX, op. cit., p. 74.
19. Op. cit., p. 75.
20. Op. cit., p. 103.
21. Lacan J., El Seminario, libro IXX: …ou pire (1971-2), Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 118.
22. Michaux H., “Entre centre et absence”.
23. Lacan J., El Seminario XX, op. cit., p. 106.
24. Op. cit., p. 90.
25. Op. cit., p. 91.

26. Miller, J.-A., L’être et l’Un, curso de la orientación lacaniana 2010-2011, inédito. La clase citada es la del 2.3.2011, y está establecida, traducida y publicada en Freudiana, revista de la CdC-ELP, nº 61, Barcelona, 2011.

lunes, 24 de octubre de 2016

LA MUJER Y LA MADRE EN LAS FORMULAS DE LA SEXUACION



Las cuatro fórmulas de la sexuación, que Lacan escribe en la parte superior de su cuadro del Seminario XX, articuladas de a dos, permiten repartir a los seres hablantes en relación a su goce en dos lados según el goce sea “todo fálico” -es decir, “sólo fálico”-, o sea “no-todo fálico” (1). 
Efectivamente, Lacan plantea aquí que, en la sexuación lo determinante no son la anatomía o las identificaciones de género sino las identificaciones de goce, es decir, el hecho de que el sujeto identifique inconscientemente su goce del lado del todo fálico o del no-todo fálico.
En este sentido, Lacan modifica aquí el término “posiciones subjetivas del ser”, enunciado años antes (2) para referirse a la posición subjetiva frente al ser del sujeto -en el sentido del sujeto cartesiano del “Pienso luego soy”- así como frente al ser de saber y el ser del sexo.
En el Seminario XX, habla de “posiciones subjetivas del goce”: no se trata ya de la relación del sujeto con el ser, teorizado ahora como semblante, es decir, simbólico-imaginario, sino de su relación con el goce. 
Incluso, podría decirse, pues se deduce de las fórmulas, que se trata en ambas posiciones de la relación del sujeto con lo real del goce. Ese real que cierne la inexistencia de la relación sexual o de la inexistencia de La mujer y que escribe el matema de la falta de un significante en el Otro para decirlo: S(A barrado). Digo que se deduce porque solo encontramos esa escritura de un real imposible de decir en el lado femenino de las fórmulas.
En el lado izquierdo, se sitúan aquellos -hombres y mujeres-, cuyo goce es sólo fálico, es decir, relativo, según podemos ver en el cuadro de la p. 95 del Seminario XX arriba expuesto, a la relación del sujeto con el objeto a, teorizado en estos momentos asimismo como semblante. Este goce está regulado por el fantasma el cual se rige por la lógica fálica de la existencia del Otro.
En ese lado inscriben entonces su goce los hombres y las mujeres en posición sexuada masculina, en posición histérica y en posición materna. En estas tres posiciones, el agujero real de S(A/) está obturado, no se quiere saber de él. Podemos pensar que cada una de estas posiciones implican un rechazo, una defensa frente a dicho agujero real que habita el cuerpo de lo simbólico.
En relación a la madre, ningún matema presente en el otro lado de las fórmulas, el derecho, regido por el no-todo fálico, autoriza a pensar que ella pueda situarse de otro modo que excluida de él. No encontramos en el lado femenino matema alguno que remita a la existencia, lógica, de La mujer, sino que encontramos el matema de La barrado, que señala su inexistencia, asimismo lógica: las mujeres no forman una clase como la madre, deben tomarse una a una.
En este sentido, Miller señala que “si Lacan dijo La mujer no existe fue para hacer entender que la madre sí existe. Hay la madre” (3). Esta última se rige por la lógica fálica de la existencia del Otro, que plantea un “para todos”, una ley universal para todos los elementos del conjunto. Por tanto, solo puede inscribir su goce en el lado izquierdo de las fórmulas.
De ahí, la oposición para Lacan entre la mujer y la madre, que hemos de entender entre la mujer en posición femenina, no-toda fálica, y la mujer-madre, toda-fálica. Ambas obedecen como hemos visto a lógicas distintas y, por tanto, cada una se inscribe en un lado distinto del repartitorio sexual. 
Esto no quiere decir que una mujer no pueda tener una relación con S(A/) y con el objeto-hijo, es decir, estar en posición femenina y ser madre, sino que no pueden tener a la vez esa doble relación, pues es estructuralmente antitética: la mujer no puede taponar el agujero de S(A/) con el objeto y, a la par, mantenerlo abierto.
Por otro lado, Lacan señala la dificultad de que la madre, que una mujer puede decidir ser, tapone siempre con el objeto-hijo la relación con S(A/): dificultad para el niño y para ella. Desde su logificación del Edipo, en el Seminario V, Lacan sostiene la necesidad de que el deseo femenino se sitúe más allá, por fuera del deseo de hijo, que la maternidad  no tapone la feminidad, que la mujer encuentre el signo de su deseo en el cuerpo del partenaire.

Para concluir
El goce femenino, como goce más allá del falo, no se puede pensar sin la mediación de este último si bien escapa a su regulación. Las fórmulas de la sexuación dan cuenta de la sexualidad humana que está regulada por el falo como función, aunque haya un goce más allá suyo del lado femenino. Por tanto, no escriben todos los goces sino solo el goce fálico o sexual y el goce femenino. 
La función fálica deriva del lenguaje mismo, de la relación del significante con el goce, y permite el acceso al goce sexual, que es limitado pero, según  Lacan, “abre para el ser hablante la puerta al goce”(4). Sin embargo, es el goce femenino, como goce no significantizado, el que constituye, para Miller, el principio del régimen general del goce como tal (5).




Notas:
1. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XX: Aún (1972-3). Buenos Aires: Paidós, 1981, cap. 7.
2. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XII: Problemas cruciales del psicoanálisis (1964-5), clase del 16.6.1965. Inédito.
3. Miller, Jacques-Alain. Donc, curso de la orientación lacaniana 1993-4. Buenos Aires: Paidós, 2011, p. 270.
4. Lacan, Jacques: El Seminario, libro IXX: ...o peor (1971-2). Buenos Aires: Paidós, 2012.

5. Miller, Jacques-Alain. L'être et l'Un. Curso de la orientación lacaniana 2011. Inédito.

martes, 11 de octubre de 2016

EL INSTANTE DEL FANTASMA. TEORIA Y CLINICA

"Pulsión de muerte", 2015, de Carolina Alba
El “instante del fantasma” es un sintagma que Lacan utiliza en su escrito “Posición del inconsciente” (1964), contemporáneo del Seminario XI, pero reescritura a su vez de una intervención hecha en 1960, en el VI Congreso de Bonneval, que tuvo como tema  el inconsciente.
En este escrito, Lacan trata de situar el inconsciente más allá de su conocida tesis de los años 50, “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, aún de inspiración freudiana. Se trata de pensar el inconsciente lacaniano.
En esos momentos, eso quiere decir, que se debe situar no solo la relación del sujeto del inconsciente con el significante, cuyo efecto es, sino también  su relación con aquello que, si bien resiste al significante, es su producto: el objeto. Ambos términos, sujeto y objeto, están articulados en el fantasma.
Para abordarlos, Lacan reformula las operaciones de división subjetiva, que había planteado en el Seminario X, en términos de operaciones de causación subjetiva. Y sitúa dos operaciones lógicas: la alienación y la separación.
La alienación sitúa al sujeto como un efecto del lenguaje con lo que su causalidad sería, por tanto, significante. El sujeto, pre-sujeto diríamos, sujeto aún no dividido, entra al nacer en el campo del lenguaje y ha de decidir si se aliena o no a él. Es una elección forzada, del tipo “O la bolsa o la vida”, donde el sujeto o se aliena al sentido o queda en el sinsentido.
Si se aliena, el sujeto hace fading, desaparece bajo el significante, el S1 que viene del Otro y pasa a representarle en una primera identificación. El sujeto queda así exiliado de su ser primero, mítico, en el significante (S1) y deviene tributario de otro significante (S2) que le da sentido en esta sincronía primera. Pero esa identificación vacila en tanto el sujeto no está identificado a ningún ser sino tan solo representado por un significante para otro significante. El sujeto está afectado de falta-en-ser por la misma operación de alienación.
Lacan introduce entonces una segunda operación, la de separación, para explicar la relación del sujeto no con el significante, y su variabilidad o dialéctica, sino con la fijeza del objeto, con su estasis, de donde extrae el ser perdido en la primera operación.
Una vez alienado al lenguaje, plantea, el sujeto localiza en los intervalos, en las fallas del discurso del Otro que algo en él no responde al significante. Esto abre la pregunta por el deseo del Otro, por lo que le falta: “¿Qué quiere el Otro?”. La primera respuesta que dará a la falta del Otro es “Me quiere a mí”, por lo que ofrece su propia desaparición para completarla. Pero ofreciéndose como el objeto que vendría a tapar la falta en el Otro, lo que colma no es dicha falta, sino su propia falta-en-ser solidaria de su división. Lacan plantea que el “Podría perderme” es el recurso del sujeto contra la opacidad del deseo del Otro y remite al sujeto a la opacidad de su propio ser, que le ha vuelto en esta segunda operación.
El sujeto encuentra en el deseo del Otro, en ese lugar de la falta, el equivalente a lo que es como sujeto del inconsciente. La respuesta que da al deseo del Otro es también una respuesta a la pregunta por su ser. Ahí se inscriben los objetos a como razón del deseo del Otro y como equivalencia del sujeto.
El sujeto, por la función del objeto a, se separa de la vacilación de la alienación. En dicha separación encuentra una ganancia de ser que es la contrapartida a la falta-en-ser que resulta de la pérdida de goce de la primera operación. Hay una torsión, dice Lacan: la falta del sujeto del inconsciente no tiene que ver con la falta del Otro, pero es por esa falta que el sujeto la positiva.
En “Posición del inconsciente”, p. 815, Lacan plantea que “la diacronía, llamada historia, que se ha inscrito en el fading del sujeto retorna a la especie de fijeza que Freud discierne al final de la Traumdeutung”, es decir cuando afirma que “en la medida en que el sueño nos presenta un deseo como cumplido, nos traslada indudablemente al futuro; pero este sueño que al soñante le parece presente es creado a imagen y semejanza del pasado por el deseo indestructible”, podemos traducir, considero, por la invariabilidad pulsional.
"En la separación -señala Lacan-, no solo no se cierra el efecto de la alienación proyectando la topología del sujeto en el instante del fantasma; sino que lo sella, rehusando al sujeto del deseo que se sepa efecto de la palabra, o sea lo que es por no ser otra cosa en el deseo del Otro”.

De lo constitutivo a la clínica del final del análisis. Un testimonio
En uno de sus testimonios como AE, Leonardo Gorostiza sitúa muy claramente cómo llega a cernir esta cuestión  en su análisis. No se trata ya, por supuesto, de la constitución del sujeto y la producción del objeto sino de ese momento en que el sujeto se descubre en su equivalencia con el objeto.
Primero, Gorostiza sitúa el objeto que se localizaba para él en el Otro transferencial, taponando su falta, por lo que éste aparecía completo, sin barrar. El objeto escópico, bajo la forma de una mirada voraz, se escondía sin que él lo supiera en la fantasía de estar a merced del enojo desmesurado de su analista.  La asociación en-ojo, estar en el ojo del Otro, revela la presencia del objeto mirada en la situación analítica, que él situaba en el Otro.
Esta revelación permitirá leer de otro modo una escena infantil a donde iban a parar siempre las asociaciones del análisis. Dice así:
Es una lluviosa mañana de otoño. Tengo apenas seis años. Un ruido me despierta. Son gritos que provienen de la calle. Salgo de la cama y me abalanzo hacia la ventana. Los gritos son más fuertes. Corro los dos paños del pesado cortinado de color rojo intenso –como el del sueño transferencial del primer análisis- que visten a la ventana. La persiana está baja pero por sus hendijas entra la luz. Calzo mi ojo en una hendija y asisto a una escena inolvidable. Sobre la vereda de enfrente una mujer, una vagabunda apodada “la loca del barrio”, levanta sus improvisadas faldas hechas de tela arpillera al tiempo que vocifera insultos. Sólo alcanzo a ver una mancha. A su lado, un lechero –repartidor de leche a domicilio-, enfundado en su capa de lluvia, apenas atina a no responder mientras intenta levantar una botella de leche rota que descansa sobre el piso mojado. En ese momento, mi madre entra a la habitación y me aleja de la ventana.
Entonces, puede situar lo que sostenía la escena: el ojo calza la hendidura, la mirada voraz viene a tapar la hendidura de la castración, el “no hay relación sexual”, podríamos decir -esto es mío-, entre el goce ilimitado de la mujer y el goce fálico del lechero que no sabe qué responder ante ella.
Esto permite leer de otro modo un sueño antiguo:
Estoy en el consultorio. Una mujer con extrema delicadeza deja entrever su intimidad. Esa hendidura es –asociaré́ luego- la división misma del sujeto. Participo de la escena solo contemplándola. La figura es de un llamativo color sepia, como si se tratara de una antigua fotografía. Una sencilla aliteración me hará ver luego de despertar que, en español, “sepia” es un anagrama de “espía”. La escena es de una gran placidez. Parece estar fuera del tiempo, como eternizada. De pronto, súbitamente y de manera abrupta, el techo de la habitación se abre -como lo hacen ciertas cúpulas de los cines o los teatros- dejando ver el exterior. Constato con horror que un helicóptero se sostiene en el aire y que han fotografiado la escena. He sido sorprendido in fraganti por el ojo de la cámara.
Ya en el dispositivo del pase, al relatar dicho sueño ante uno de los pasadores, en vez de decir “la cúpula se abre”, Leonardo dice: “La cópula se abre”. Se abre, añade, y deja ver su estructura: la “cópula del ojo con la hendidura”. Por un lado, en el acto contemplativo es el ojo, el objeto que calza en la hendidura, en la división del sujeto para colmarla, en el momento de ser sorprendido se revela que es su propia mirada trasladada al campo del Otro y alojada en su falta radical. Los dos términos del fantasma se desarticulan.
Gorostiza se refiere a ese momento como el instante del fantasma. El interrogante que le produce un rasgo presente en la primera escena de ese sueño le lleva a ello: se trata de la sensación de estar como por fuera del tiempo, como eternizado. Al comenzar la elaboración de los testimonios conceptuales, señala, encontró una respuesta.
En el instante del fantasma vemos en el primer plano de la escena el objeto a en relación el sujeto dividido. Gorostiza afirma que ese instante, fuera de la temporalidad de la cadena significante aunque no por eso no articulado a ella, fue subvertido a partir de este sueño y su elaboración. La placidez, la homeostasis de la escena señalaba la ilusión de una cópula posible, de un calce posible entre el ojo y la división del sujeto, fue conmovida. Instante del fantasma, instante de ver prolongado en un dilatado tiempo para comprender y donde se articulaban el síntoma con el fantasma: al mismo tiempo que el ojo calzaba en la hendidura, el síntoma no cesaba de calzar un pensamiento con otro. 

Bibliografía
Freud, S., “La interpretación de los sueños”, Obras Completas, vol. V, Buenos Aires, Amorrotu editores, p. 608.
Lacan, J., El Seminario, libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Barcelona, Paidós, 1987.
Lacan, J., “Posición del inconsciente”, en Escritos II, México, Siglo XXI Editores, 1984.
Miller, J.-A., Cause et consentement. Curso de la Orientación lacaniana 1987-88. Inédito.

Gorostiza, L., “Cuando la cópula se abre”, en Letras lacanianas 5, Madrid,  CdM-ELP, 2012: