El
pasado sábado* tuvo lugar el Forum Europeo de Turín bajo el título: Deseos decididos de democracia en Europa. El
desarrollo del foro puso precisamente en interrogación su título planteando si se puede hablar en la actualidad de deseos decididos de democracia en Europa
o si, por el contrario, habría cierta parálisis al respecto, planteándose entonces algunas posibles salidas de ella.
En la
actualidad, la democracia, como la verdad para Erasmo, está en boca de todos, tanto para defender una
cosa como para defender la contraria. Es una palabra inflada, a
la par que vacía, o una palabra-comodín que puede querer decir cualquier cosa.
Mientras
tanto el resurgir de distintos nacionalismos, con la voluntad de fragmentar no
solo los países sino el proyecto europeo mismo, va a la par del auge de
proyectos totalitarios sostenidos por las diversas ultraderechas europeas, partidarias de reforzar los propios países amurallándolos contra los otros (ya sean países o emigrantes), contra todo lo que consideran ajeno o extranjero, debilitándolos paradójicamente en vez de reforzarlos.
No solo
los mensajes vacíos de los neoliberalismos, que convierten a los sujetos en
consumidores de anhelos, o las palabras demasiado llenas de los totalitarismos,
reducidas prácticamente a signos imperiosos, atentan de distintos modo contra
la dimensión de la palabra que habita el psicoanálisis o contra la libertad de palabra necesaria para su ejercicio.
Entonces, las preguntas planteadas eran qué es democracia hoy y qué idea de democracia requiere el
psicoanálisis para existir.
Dada la
intensidad del debate, me limito a exponer aquí algunas de las ideas que pude
recoger (las que más me interesaron, las que pude escribir…) esperando no
equivocarme demasiado en lo que intentaron transmitir sus autores ni respecto a
su atribución a cada uno de ellos.
Una primera
intervención (que justo acababa cuando llegué al foro) se preguntaba si se puede
construir un Uno a partir de lo que Freud llamó el malestar en la cultura, para finalizar poniendo de relieve lo inquietante de que, en el siglo XXI, lo que crece, y arraiga en la fraternidad
del cuerpo es el racismo.
Gabriele Magrin, profesor
de ciencias políticas, partió de la interrelación entre los deseos (de libertad,
de autonomía, de ausencia de amo) y la democracia.
La
democracia es un espacio de igualdad creado artificialmente por el ser humano
para lograr sus aspiraciones. Se trata de un espacio de igualdad donde el otro
es tan libre como yo.
El concepto
ha evolucionado desde los planteamientos que hizo Platón en su República, crítico con la democracia, a
los surgidos en el momento en que el poder deja de considerarse un castigo
divino y se ponen los cimientos del Estado moderno, democrático en os siglos
XVII y XVIII. Así, en su Tratado
político-teológico, defiende el Estado
democrático como el único racional y Rousseau expone en el Contrato social, germen de la Revolución Francesa, como este último es un
acuerdo estipulado artificialmente para proteger y promover bienes comunes.
Pero, en
esta relación entre los deseos y la democracia, surgen dos problemas: Por un
lado, la democracia puede oprimir los deseos, deviniendo impermeable a los
deseos sociales; por otro, en un sistema donde cada uno tiene derecho a sus
deseos (uno circular en auto otro, a que el aire sea respirable, otro a…) la
democracia puede quedar desbordada y agotada, el poder democrático no puede
contener a los poderes sociales.
Habría
entonces “deseo malos” que serían aquellos que dañarían la democracia.
Platón
ya lo había anticipado, en el Libro VIII de su República, al decir que el hombre democrático es libre, puede hacer
lo que quiere, pero no sabe lo que quiere, por lo que ante la anarquía que
introducen los deseos en la vida social buscará un protector que se terminará convirtiendo en un tirano produciéndose así el paso de la democracia a la tiranía.
Aunque
Magrin señala que los argumentos de Platón no tienen interés para nosotros, recomienda leerlo porque allí donde concluye su discurso, sobre el gobierno
de uno mismo y de la ciudad, ha de comenzar el nuestro.
¿Existen
hoy deseos de libertad tan decididos como para incluir la existencia de reglas
sobre nosotros mismos y sobre la sociedad? Los deseos cada vez están más fuera
de control produciéndose un divorcio entre los deseos de cada uno y la necesidad de
gobernar para todos.
Magrin
propone crear “zonas francas”, devueltas a las asociaciones y a las pequeñas
regiones, para movilizar experiencias y zonas de vida. No será el resurgir de
las pequeñas patrias lo que pondrá al ciudadano al resguardo de los poderes
financieros o de los señores de la red. Son necesarios auténticos deseos,
deseos decididos. Y se requieren sujetos políticos capaces de reivindicarlos, así
como instituciones capaces de hacerlas valer.
El
panorama parece “negro” pero se trata de aspirar a un panorama “blanco”.
Éric Laurent: el
psicoanálisis articula el deseo y el goce y el “deseo malo” es el objeto mismo
de la práctica. Podemos deducir del psicoanálisis contemporáneo la posibilidad
de hacer una nueva alianza, un nuevo convenio entre el goce y el deseo.
La
democracia pura es inestable. Hay que buscar una democracia mixta para
contrabalancear la anarquía de los deseos que vemos en una democracia pura,
donde cada uno quiere algo distinto. Ello pasaría por restaurar espacios de
deseo, con lo que Magrin calificó como “zonas francas”. Hemos de
preguntarnos sobre las nuevas formas de poder, mixtas, en Europa.
Joaquín Caretti,
psicoanalista ELP y discutidor en la primera mesa, retomó las palabras de
Magrin sobre el deseo de libertad, de autonomía, de ausencia de amo y se preguntó
si estos deseos existen verdaderamente, haciendo alusión a la tesis que, en el siglo XVI, Étienne La Boetie
planteó en su Discurso de la servidumbre
voluntaria, que podemos traducir hoy diciendo que en la subjetividad
hay un deseo de amo.
Tenemos
que escribir nuevas reglas y limitar poderes que están fuera de control.
Xavier Esqué,
psicoanalista ELP, planteó que el malestar en la cultura siempre fue de interés
para el psicoanálisis. Pero ahora los efectos de la ciencia y del capitalismo
ponen en riesgo a este último.
El
discurso analítico no puede dejar de criticar las identificaciones ideales ni
los S1 porque no ignora el goce que hay en cada discurso. La libertad de
palabra es esencial. Pero los psicoanalistas no podemos sustraernos de lo que
pasa en el mundo: la posición neutral no es acorde con la política del síntoma.
En Análisis terminable e interminable,
Freud se refirió a los saldos de los análisis de los analistas. ¿Cómo ponerlos a
trabajar?
Seguidamente
se refirió a las dificultades actuales de las relaciones entre Catalunya y el
Estado español, introduciendo una breve historia y señalando que hay allí un
real difícil de nombrar.
El
discurso de un analista debería tener siempre abierta la partida entre la
verdad y lo Real, lo Real de la vida.
Éric Laurent: La
experiencia de Catalunya nos enseña un resto que pertenece a la división. En
otros países de Europa se han tratado las contradicciones entre nacionalidades,
pero Catalunya no es un país.
A
continuación tomó otros elementos planteados por Esqué como que los jóvenes
catalanes se sientes ciudadanos del mundo pero no quieren emigrar a otros
lugares para buscar trabajo. Y señaló la contradicción en sentirse ciudadanos
del mundo y no querer vivir en otro sitio. La globalización planteó, va de la mano de la
emigración.
Por
último señaló un goce especial no solo en el independentismo sino también
por parte de la derecha española posfranquista, que no escucha el malestar y lo
quiere bloquear todo con la ley en la mano.
Joaquí Caretti señaló el
problema de tratar en España lo sucedido en la guerra civil que no se resolverá
hasta dignificar a los muertos.
Xavier Esqué añadió
que tratar el tema de Catalunya a partir de la buena división quiere decir
pasarla por la política y no por la confrontación.
Gabriel Magrin señala
que Catalunya es una colectividad rica, ¿pensaba contar con el apoyo de los
bancos? Por otro lado, se preguntó acerca de qué idea de Europa implica ese deseo de independencia? ¿Por
qué no ha asumido una posición fuerte dentro de la Europa de las regiones, en
la que dar un lugar a sus aspiraciones?
Michela Murgia,
escritora, planteó que la tolerancia ilimitada lleva a la desaparición de la
tolerancia.
No
podemos considerar el crecimiento de los populismos en Europa como algo
democrático. El populismo niega la complejidad, es un pre-fascismo que rechaza
la diversidad de las ideas que representa la democracia. Opone a ella la univocidad
de los humores, de los estados de ánimo y de este modo genera un consenso transversal de modo que veinte
personas con una idea distinta cada una, es decir, veinte ideas,tienen sin embargo el mismo
miedo.
La
literatura ofrece un punto de partida para la democracia. Edifica el imaginario
de quien lee dando claves de comprensión para el presente. Ningún ensayo por ejemplo permitió cambiar las relaciones familiares como hizo La metarmofosis de Kafka.
El
objeto “libro” es un instrumento para la democracia. Con su materialismo excluye la pasividad pues requiere del activismo del lector que confronta su experiencia con la que
encuentra en su lectura.
Es por ello que las dictaduras prohíben ciertas obras.
Es importante leer y hacer leer.
Éric Laurent: Las
crisis literarias son crisis de la democracia.
Luciano Violante, juez
instructor de Torino, se refirió a los populismos como solidarios de regímenes
despóticos donde lo importante es ganar, no gobernar.
La democracia
nunca es igual a sí misma porque los objetivos de igualdad nunca se terminan de
alcanzar, por lo que siempre está en transformación.
Las democracias exigen pensamiento crítico y debate, viven de la verdad. Los
regímenes despóticos viven de las mentiras.
Las
democracias pueden colapsar bajo las mentiras y los regímenes despóticos
colapsan bajo la verdad.
Si
consideramos la última campaña presidencial americana, vemos que Hillary
Clinton tomó el discurso de la igualdad, mientras que Trump hizo un discurso
populista contra la pobreza. Eso caló. Es un discurso directo, que todos pueden
entender, que les llega y les toca. Aunque luego lo primero que hiciera fuera reforzar las leyes migratorias, construir un muro en la frontera con México,
echar a los sin papeles, etc.
Violante
diferenció entre simplificar y banalizar. Los populistas dicen simplificar para
ser entendidos cuando en realidad banalizan. La confusión entre ambas acciones
es uno de los problemas con que nos encontramos hoy en día.
Elisabetta Galeotti,
profesora de Filosofía política, planteó no ver en Europa deseos de democracia. Y propuso una lectura de la crisis vinculada a los procesos históricos.
Después
de la caída del Muro de Berlín se pensó que, en adelante la democracia ya no
tendría rivales que habría cada vez un bienestar mayor, mayores derechos e
inclusión.
Con la
crisis de 2008 estas promesas pasaron a ser irrealizables y esto ha
generado falta de esperanza. Hay desconfianza, rabia generalizada hacia la
política, que se expresa bajo la forma de los populismos, de la contrapolítica.
Señaló que, sin embargo, no se había subrayado hasta el momento un problema esencial y es que los políticos no
tienen un proyecto claro no pueden prometer mucho.
Nadie
cree ya que el futuro de las nuevas generaciones vaya a ser mejor que el de sus
padres. Hay un sentimiento difundido de pesimismo, que se articula con una
critica generalizada a las élites, en las que se incluye a los profesores universitarios.
Todos
los que participan de alguna horma en el poder son considerados corruptos. Por el contrario, los excluidos del poder son considerados no-corruptos, como si la
exclusión del poder garantizara la integridad.
Los
culpables son por un lado los corruptos, los políticos, etc. Por otro, los que
nos quitan el trabajo los emigrantes. Señalar
a los culpables funciona.
Hay políticos dicen que no pueden prometer nada porque la culpa es de los bancos, de los emigrantes,
los refugiados, etc.
Ella no
propone apelar a un deseo sino a una virtud de racionalidad. La democracia no
puede vivir sin racionalidad.
La
racionalidad es una virtud que tiene dos caras:
- Una
cara epistémica: hay una falibilidad vinculada a nuestra vulnerabilidad; se
trata de considerar que la persona con la que hablo es también vulnerable y por
ello la respeto.
- Hay un
cara moral: trato al otro diferente como un igual, alguien con quien tengo que
discutir y al que tengo que respetar.
Por un
lado está lo deseable, por otro lo factible. El mundo está lleno de personas
distintas. Están la racionalidad y el compromiso que exige cesión y acuerdo. Sin
embargo, la racionalidad parece una virtud recesiva.
Éric Laurent: Se
trataría del principio de caridad de Davidson, que supone dar por sentado una
racionalidad en aquel con el que se debate para entender lo que se dice.
También
hace referencia a un principio de minimización de la crueldad de otro autor.
Christiane Alberti,
psicoanalista ECF, se preguntó cómo volver a introducir la cuestión de la
verdad en política cuando se trata de defender la democracia del relativismo
cínico.
Éric Laurent. En la conferencia
de Lacan en Louvaine se trata del malestar en la civilización como
consecuencia del discurso de las tecnociencias, que cuestiona todas las
estructuras sociales. Hay un empuje planetario a la segregación. Lacan propone
hacer del discurso analítico un vínculo más amplio que el de la cura, como arma
contra la pulsión de muerte.
Hay una
paradoja de las relaciones entre el derecho que incluye el derecho a
desobedecer, y el significante amo. No hay relación democrática con el amo si
no hay el derecho a desobedecer.
El derecho
a desobedecer, después de la elección de Trump, se ha planteado como una necesidad
frente por ejemplo a su política migratoria.
Estas
zonas de desobediencia son las zonas francas de las que hablamos antes, pero la
cosa no tendría que limitarse a desobedecer. Las zonas francas han de ser zonas
de acción. Hemos de pasar de las pasiones tristes, de la pasiones gozosas a una
política positiva.
Joaquín Caretti retomó
la división entre subversión y oposición introducida por Christiane Alberti y
pregunta cómo puede intervenir el analista por la vía de la subversión.
Elisabetta Galeotti. Se ha
visto que las promesas en que está basado el pacto democrático después de la
Segunda Guerra Mundial, no se pueden realizar.
El
político hábil no tiene que hacer micropromesas, prometer cosas concretas, sino
un futuro donde cada uno pueda sentirse bien.
Macron
ha sido capaz de esbozar un futuro mientras que Merkel se ha centrado en cosas
concretas.
Gabriele Magrin
diferencia entre antipolítica y populismo: la primera es un elemento de la
política democrática; el segundo por el contrario vampiriza a la democracia y
es una amenaza para ella.
Es
necesario volver a redactar el pacto de la ciudadanía.
Éric Laurent plantea
que no se trata de prometer un futuro de mayor bienestar social sino un futuro
que dé esperanza.
Tiene
que haber un pacto más cercano. En relación a Catalunya, se trata de la
búsqueda de los común, encontrar por ejemplo modos distintos de articularse con el Estado en otras
regiones europeas.
Michela
Murgia. La presencia de un relato sin posibilidad de contrarrelato es
propaganda, una de las fórmulas de los fascismo.
Éric Laurent. Estamos
en una época post-trágica. Hay que inventar una fórmula de narración que pueda
construir el futuro.
En la
mesa de la tarde, Ugo Perone,
profesor de Filosofía moral, preguntó cómo percibir las diferencias de una
manera que no se vean solo como un problema para poder juntarnos. Distintos
somos mejores.
Marie-Hélène Brousse,
psicoanalista ECF, habló de “democracias” en plural. Y se refirió a la democracia
como punto de discordia del discurso universal.
Tomó la
fórmula “El inconsciente es la política” para partir del primer término y no
del segundo. La fórmula no nos lleva al padre, como la tesis contraria (“La
política es el inconsciente”) sino a la cuestión de la verdad.
Trajo un
video con un fragmento de la obra de teatro Democracy
in America, de Romeo Castellucci, basada en la obra homónima de Alexis de Tocqueville,
donde el autor plantea un fundamento distinto de la democracia estadounidense
respecto a la europea, heredera esta última de la griega y compatible con la
declaración de los derechos humanos.
La democracia estadounidense sería la
democracia como tiranía de la mayoría de lo cuantitativo.
En la
escena contemporánea la mayoría es el S1 que ha sustituido al Padre. En Una fantasia (2004) Miller planteaba como el S1 es
sustituido por el objeto.
Tendríamos
dos modalidades de enunciación:
1. Una
democracia que procedería de un discurso que desde el lugar del ideal
enunciaría un “nosotros” en oposición a un “ellos”, tal como distingue Miller
en la Teoría de Torino sobre la escuela
sujeto. Esto da lugar la a un aumento de los nacionalismos, a un aumento de las minorías, de los
excluidos.
2. Una
democracia desagregativa, desmasificante que procede de una enunciación
distinta, disociativa, emitida desde el lugar del Ideal.
No
existe un “nosotros” de los cuerpos. Los
parlêtres sufren soledades únicas e irremediables en serie, no en grupo.
Miquel Bassols miembro
de la ELP, presidente de la AMP: Es una democracia para no-todos.
Alfio Mastropaulo,
profesor de Ciencias políticas. La palabra “democracia” en la actualidad es
usada por todo el mundo: el Papa, Berlusconi, Trump, Macron, Rajoy, el
independentismo catalán… Hay una banalización del uso de la palabra: todos la
usan para sus propios intereses.
Tendríamos
que buscar otra palabra. Aparte de la democracia no hay solo la tiranía: hay
más posibilidades que tendríamos que explorar.
Los
límites de la democracia no son fáciles de establecer.
Los
nuevos partidos que se denominan populistas son en realidad fascistas. Toman la voluntad
popular como símbolo. Solo un gobierno democrático permite la diferencia.
Domenico Cosenza,
psicoanalista presidente de la FEEP y discutidor en la segunda mesa: Hay un uso
perverso de la democracia, que utiliza los semblantes de esta última para fines
no democráticos.
Mientras
que la ética tiene un valor absoluto, la política es el arte de la mediación de
lo posible.
En
democracia, las ventajas del “para mí” son contingentes y es mejor que
estén articuladas con un proyecto para todos.
Ugo Perone: tenemos que volver a
pensar Europa juntos, a una manera de pensar común.
Yves Vanderveken, psicoanalista
ECF y NLS, se refirió al libro Le Prince
et la cité moderne, de Blandine
Kriegel donde hay un nudo entre Estado y derecho que debe mantener su
consistencia para cernir lo imposible.
El
analista sabe que el síntoma no se cura mediante el dominio.
Domenico Cosenza se
refirió al síntoma como insurrección.
Hay una politicidad del síntoma que permite introducir algo vital en el juego
democrático.
La
democracia no quiere decir “libertad absoluta”, quiere decir “reglas”.
Miquel Bassols,
psicoanalista, miembro de la ELP y presidente de la AMP, señala que la “luz
interior” de la que hablaba Simone Weil no es una creencia sino una certidumbre
sobre lo real.
La
democracia implica una elección que no es un automaton, como los algoritmos.
No
podemos hablar de una élite tecnodemocrática porque la ciencia no es
democrática.
Marie-Hélène Brousse: La
representatividad es estructural a la democracia. En la actualidad asistimos a
una caída de la representatividad en favor de la presentación, como vemos en
las redes sociales.
Las
minorías son un Uno colectivo que hacen avanzar tanto la democracia como la
segregación a partir de las modalidades de goce.
Éric Laurent: Hemos
llegado a propuestas precisas sobre los malestares en la democracia que hacen
nacer pasiones tristes. Uno de los modos de combatirlas es movilizar una
antipolítica del miedo. El miedo ha llevado a una enfermedad de la democracia, a una
parálisis. Hay en la actualidad un empuje hacia la inseguridad, hacia el miedo; un
miedo que no permite detectar el objeto de peligro, el enemigo. El enemigo es
el objeto de adoración de un amo que pronto va a llegar.
Para no debemos
dejarnos seducir por el miedo, por el contrario hay que potenciar las figuras
del deseo.
La
enseñanza de Lacan subraya que la legitimización del deseo del niño, por parte
del padre, suaviza la angustia. En un mundo en que el Padre ya no organiza el
deseo, hemos de buscar formas nuevas del deseo.
Podemos
apelar a los ideales para despertar nuevos deseos, siempre que sean
sustanciales, concretos. Otros ponentes han hecho referencia a las virtudes.
Muchos
apelan a una razón que une, unificadora, en la línea que
Margaret
Thatcher había dicho: “No hay alternativa”. Es la búsqueda de un pensamiento
único que pone de relieve el cálculo de los mejores resultados. Los algoritmos,
la big data que permite guardar todo
lo que es comportamiento, proporcionan en la actualidad una nueva imagen de la
razón unificadora.
El
psicoanálisis abre otra dimensión.
Marie-Hélène
Brousse actualiza esta perspectiva que trazó Lacan en el Seminario 6 cuando anticipó el desarrollo de esta reivindicación
del goce que marcaría la década de los 60 antes de la contrarrevolución. Fue una rebelión
contra la rutina social, contra el orden patriarcal… Este movimiento de los 60,
se modernizó más tarde como movimiento de las minorías LGBT, que forma parte de
movimientos ciudadanos locales.
El
movimiento LGBT derrota las grandes escenas políticas tradicionales y pone en
evidencia la igualdad de derechos. Hace hincapié en el punto de vista de las
minorías: hay puntos de vista distintos que no se pueden meter en las mismas
casillas.
En su compendio
Rasemblements, Judith Butler, toma
las manifestaciones y sitúa el poder de los cuerpos manifestándose juntos
frente a la vulnerabilidad.
Hay un más allá de la política de las identidades que permite ampliar el espacio público a aquellos que son excluidos de él. Toda estas
categorías no reconocidas tienen que ir juntas en la categoría de los que no
tienen nombre.
En Por una política de los seres hablantes, Milner Jean-Claude Milner toma en
consideración a los que no tienen una identidad reconocida y lo hace desde los
derechos del hombre, que son distintos de los derechos de ciudadanía.
Los que
no tienen derecho a la ciudadanía no tienen el derecho a los derechos humanos
que permiten sostener una política de lo universal.
En el Seminario 23, Lacan nos
remite a esto y nos dice que la historia es la de los cuerpos exiliados,
deportados.
Se trata
de pensar una política más allá de la política de las identificaciones, que
lleva al voto narcisista al que se parece a mi. Milner se refiere a este más allá de las identificaciones en el sentido
de lo real.
* 18 de noviembre de 2017, Palazzo Einaudi, Turín.