lunes, 20 de noviembre de 2017

DESEOS DECIDIDOS DE DEMOCRACIA EN EUROPA. ALGUNAS IDEAS DEL FORO EUROPEO DE TURIN


El pasado sábado* tuvo lugar el Forum Europeo de Turín bajo el título: Deseos decididos de democracia en Europa. El desarrollo del foro puso precisamente en interrogación su título planteando si se puede hablar en la actualidad de deseos decididos de democracia en Europa o si, por el contrario, habría cierta parálisis al respecto, planteándose entonces algunas posibles salidas de ella.
En la actualidad, la democracia, como la verdad para Erasmo, está en boca de todos, tanto para defender una cosa como para defender la contraria. Es una palabra inflada, a la par que vacía, o una palabra-comodín que puede querer decir cualquier cosa.
Mientras tanto el resurgir de distintos nacionalismos, con la voluntad de fragmentar no solo los países sino el proyecto europeo mismo, va a la par del auge de proyectos totalitarios sostenidos por las diversas ultraderechas europeas, partidarias de reforzar los propios países amurallándolos contra los otros (ya sean países o emigrantes), contra todo lo que consideran ajeno o extranjero, debilitándolos paradójicamente en vez de reforzarlos.
No solo los mensajes vacíos de los neoliberalismos, que convierten a los sujetos en consumidores de anhelos, o las palabras demasiado llenas de los totalitarismos, reducidas prácticamente a signos imperiosos, atentan de distintos modo contra la dimensión de la palabra que habita el psicoanálisis o contra la libertad de palabra necesaria para su ejercicio. Entonces, las preguntas planteadas eran qué es democracia hoy y qué idea de democracia requiere el psicoanálisis para existir.
Dada la intensidad del debate, me limito a exponer aquí algunas de las ideas que pude recoger (las que más me interesaron, las que pude escribir…) esperando no equivocarme demasiado en lo que intentaron transmitir sus autores ni respecto a su atribución a cada uno de ellos.

Una primera intervención (que justo acababa cuando llegué al foro) se preguntaba si se puede construir un Uno a partir de lo que Freud llamó el malestar en la cultura, para finalizar poniendo de relieve lo inquietante de que, en el siglo XXI, lo que crece, y arraiga en la fraternidad del cuerpo es el racismo.

Gabriele Magrin, profesor de ciencias políticas, partió de la interrelación entre los deseos (de libertad, de autonomía, de ausencia de amo) y la democracia.
La democracia es un espacio de igualdad creado artificialmente por el ser humano para lograr sus aspiraciones. Se trata de un espacio de igualdad donde el otro es tan libre como yo.
El concepto ha evolucionado desde los planteamientos que hizo Platón en su República, crítico con la democracia, a los surgidos en el momento en que el poder deja de considerarse un castigo divino y se ponen los cimientos del Estado moderno, democrático en os siglos XVII y XVIII. Así, en su Tratado político-teológico, defiende el Estado democrático como el único racional y Rousseau expone en el Contrato social, germen de la Revolución Francesa, como este último es un acuerdo estipulado artificialmente para proteger y promover bienes comunes.
Pero, en esta relación entre los deseos y la democracia, surgen dos problemas: Por un lado, la democracia puede oprimir los deseos, deviniendo impermeable a los deseos sociales; por otro, en un sistema donde cada uno tiene derecho a sus deseos (uno circular en auto otro, a que el aire sea respirable, otro a…) la democracia puede quedar desbordada y agotada, el poder democrático no puede contener a los poderes sociales.
Habría entonces “deseo malos” que serían aquellos que dañarían la democracia.
Platón ya lo había anticipado, en el Libro VIII de su República, al decir que el hombre democrático es libre, puede hacer lo que quiere, pero no sabe lo que quiere, por lo que ante la anarquía que introducen los deseos en la vida social buscará un protector que se terminará convirtiendo en un tirano produciéndose así el paso de la democracia a la tiranía.
Aunque Magrin señala que los argumentos de Platón no tienen interés para nosotros, recomienda leerlo porque allí donde concluye su discurso, sobre el gobierno de uno mismo y de la ciudad, ha de comenzar el nuestro.
¿Existen hoy deseos de libertad tan decididos como para incluir la existencia de reglas sobre nosotros mismos y sobre la sociedad? Los deseos cada vez están más fuera de control produciéndose un divorcio entre los deseos de cada uno y la necesidad de gobernar para todos.
Magrin propone crear “zonas francas”, devueltas a las asociaciones y a las pequeñas regiones, para movilizar experiencias y zonas de vida. No será el resurgir de las pequeñas patrias lo que pondrá al ciudadano al resguardo de los poderes financieros o de los señores de la red. Son necesarios auténticos deseos, deseos decididos. Y se requieren sujetos políticos capaces de reivindicarlos, así como instituciones capaces de hacerlas valer.
El panorama parece “negro” pero se trata de aspirar a un panorama “blanco”.

Éric Laurent: el psicoanálisis articula el deseo y el goce y el “deseo malo” es el objeto mismo de la práctica. Podemos deducir del psicoanálisis contemporáneo la posibilidad de hacer una nueva alianza, un nuevo convenio entre el goce y el deseo.
La democracia pura es inestable. Hay que buscar una democracia mixta para contrabalancear la anarquía de los deseos que vemos en una democracia pura, donde cada uno quiere algo distinto. Ello pasaría por restaurar espacios de deseo, con lo que Magrin calificó como “zonas francas”. Hemos de preguntarnos sobre las nuevas formas de poder, mixtas, en Europa.

Joaquín Caretti, psicoanalista ELP y discutidor en la primera mesa, retomó las palabras de Magrin sobre el deseo de libertad, de autonomía, de ausencia de amo y se preguntó si estos deseos existen verdaderamente, haciendo alusión a la tesis que, en el siglo XVI, Étienne La Boetie planteó en su Discurso de la servidumbre voluntaria, que podemos traducir hoy diciendo que en la subjetividad hay un deseo de amo.
Tenemos que escribir nuevas reglas y limitar poderes que están fuera de control.

Xavier Esqué, psicoanalista ELP, planteó que el malestar en la cultura siempre fue de interés para el psicoanálisis. Pero ahora los efectos de la ciencia y del capitalismo ponen en riesgo a este último.
El discurso analítico no puede dejar de criticar las identificaciones ideales ni los S1 porque no ignora el goce que hay en cada discurso. La libertad de palabra es esencial. Pero los psicoanalistas no podemos sustraernos de lo que pasa en el mundo: la posición neutral no es acorde con la política del síntoma.
En Análisis terminable e interminable, Freud se refirió a los saldos de los análisis de los analistas. ¿Cómo ponerlos a trabajar?
Seguidamente se refirió a las dificultades actuales de las relaciones entre Catalunya y el Estado español, introduciendo una breve historia y señalando que hay allí un real difícil de nombrar.
El discurso de un analista debería tener siempre abierta la partida entre la verdad y lo Real, lo Real de la vida.

Éric Laurent: La experiencia de Catalunya nos enseña un resto que pertenece a la división. En otros países de Europa se han tratado las contradicciones entre nacionalidades, pero Catalunya no es un país.
A continuación tomó otros elementos planteados por Esqué como que los jóvenes catalanes se sientes ciudadanos del mundo pero no quieren emigrar a otros lugares para buscar trabajo. Y señaló la contradicción en sentirse ciudadanos del mundo y no querer vivir en otro sitio. La globalización planteó, va de la mano de la emigración.
Por último señaló un goce especial no solo en el independentismo sino también por parte de la derecha española posfranquista, que no escucha el malestar y lo quiere bloquear todo con la ley en la mano.

Joaquí Caretti señaló el problema de tratar en España lo sucedido en la guerra civil que no se resolverá hasta dignificar a los muertos.

Xavier Esqué añadió que tratar el tema de Catalunya a partir de la buena división quiere decir pasarla por la política y no por la confrontación.

Gabriel Magrin señala que Catalunya es una colectividad rica, ¿pensaba contar con el apoyo de los bancos? Por otro lado, se preguntó acerca de  qué idea de Europa implica ese deseo de independencia? ¿Por qué no ha asumido una posición fuerte dentro de la Europa de las regiones, en la que dar un lugar a sus aspiraciones?

Michela Murgia, escritora, planteó que la tolerancia ilimitada lleva a la desaparición de la tolerancia.
No podemos considerar el crecimiento de los populismos en Europa como algo democrático. El populismo niega la complejidad, es un pre-fascismo que rechaza la diversidad de las ideas que representa la democracia. Opone a ella la univocidad de los humores, de los estados de ánimo y de este modo genera un consenso transversal de modo que veinte personas con una idea distinta cada una, es decir, veinte ideas,tienen sin embargo el mismo miedo.
La literatura ofrece un punto de partida para la democracia. Edifica el imaginario de quien lee dando claves de comprensión para el presente. Ningún ensayo por ejemplo permitió cambiar las relaciones familiares como hizo La metarmofosis de Kafka.
El objeto “libro” es un instrumento para la democracia. Con su materialismo excluye la pasividad pues requiere del activismo del lector que confronta su experiencia con la que encuentra en su lectura. 
Es por ello que las dictaduras prohíben ciertas obras. Es importante leer y hacer leer.

Éric Laurent: Las crisis literarias son crisis de la democracia.

Luciano Violante, juez instructor de Torino, se refirió a los populismos como solidarios de regímenes despóticos donde lo importante es ganar, no gobernar.
La democracia nunca es igual a sí misma porque los objetivos de igualdad nunca se terminan de alcanzar, por lo que siempre está en transformación.
Las democracias exigen pensamiento crítico y debate, viven de la verdad. Los regímenes despóticos viven de las mentiras.
Las democracias pueden colapsar bajo las mentiras y los regímenes despóticos colapsan bajo la verdad.
Si consideramos la última campaña presidencial americana, vemos que Hillary Clinton tomó el discurso de la igualdad, mientras que Trump hizo un discurso populista contra la pobreza. Eso caló. Es un discurso directo, que todos pueden entender, que les llega y les toca. Aunque luego lo primero que hiciera fuera  reforzar las leyes migratorias, construir un muro en la frontera con México, echar a los sin papeles, etc.
Violante diferenció entre simplificar y banalizar. Los populistas dicen simplificar para ser entendidos cuando en realidad banalizan. La confusión entre ambas acciones es uno de los problemas con que nos encontramos hoy en día.

Elisabetta Galeotti, profesora de Filosofía política, planteó no ver en Europa deseos de democracia. Y propuso una lectura de la crisis vinculada a los procesos históricos.
Después de la caída del Muro de Berlín se pensó que, en adelante la democracia ya no tendría rivales que habría cada vez un bienestar mayor, mayores derechos e inclusión.
Con la crisis de 2008 estas promesas pasaron a ser irrealizables y esto ha generado falta de esperanza. Hay desconfianza, rabia generalizada hacia la política, que se expresa bajo la forma de los populismos, de la contrapolítica.
Señaló que, sin embargo, no se había subrayado hasta el momento un problema esencial y es que los políticos no tienen un proyecto claro no pueden prometer mucho.
Nadie cree ya que el futuro de las nuevas generaciones vaya a ser mejor que el de sus padres. Hay un sentimiento difundido de pesimismo, que se articula con una critica generalizada a las élites, en las que se incluye  a los profesores universitarios.
Todos los que participan de alguna horma en el poder son considerados corruptos. Por el contrario, los excluidos del poder son considerados no-corruptos, como si la exclusión del poder garantizara la integridad.
Los culpables son por un lado los corruptos, los políticos, etc. Por otro, los que nos quitan el trabajo los emigrantes. Señalar a los culpables funciona.
Hay  políticos dicen que no pueden prometer nada porque la culpa es de los bancos, de los emigrantes, los refugiados, etc.
Ella no propone apelar a un deseo sino a una virtud de racionalidad. La democracia no puede vivir sin racionalidad.
La racionalidad es una virtud que tiene dos caras:
- Una cara epistémica: hay una falibilidad vinculada a nuestra vulnerabilidad; se trata de considerar que la persona con la que hablo es también vulnerable y por ello la respeto.
- Hay un cara moral: trato al otro diferente como un igual, alguien con quien tengo que discutir y al que tengo que respetar.
Por un lado está lo deseable, por otro lo factible. El mundo está lleno de personas distintas. Están la racionalidad y el compromiso que exige cesión y acuerdo. Sin embargo, la racionalidad parece una virtud recesiva.

Éric Laurent: Se trataría del principio de caridad de Davidson, que supone dar por sentado una racionalidad en aquel con el que se debate para entender lo que se dice.
También hace referencia a un principio de minimización de la crueldad de otro autor.

Christiane Alberti, psicoanalista ECF, se preguntó cómo volver a introducir la cuestión de la verdad en política cuando se trata de defender la democracia del relativismo cínico.

Éric Laurent. En la conferencia de Lacan en Louvaine se trata del malestar en la civilización como consecuencia del discurso de las tecnociencias, que cuestiona todas las estructuras sociales. Hay un empuje planetario a la segregación. Lacan propone hacer del discurso analítico un vínculo más amplio que el de la cura, como arma contra la pulsión de muerte.
Hay una paradoja de las relaciones entre el derecho que incluye el derecho a desobedecer, y el significante amo. No hay relación democrática con el amo si no hay el derecho a desobedecer.
El derecho a desobedecer, después de la elección de Trump, se ha planteado como una necesidad frente por ejemplo a su política migratoria.
Estas zonas de desobediencia son las zonas francas de las que hablamos antes, pero la cosa no tendría que limitarse a desobedecer. Las zonas francas han de ser zonas de acción. Hemos de pasar de las pasiones tristes, de la pasiones gozosas a una política positiva.

Joaquín Caretti retomó la división entre subversión y oposición introducida por Christiane Alberti y pregunta cómo puede intervenir el analista por la vía de la subversión.

Elisabetta Galeotti. Se ha visto que las promesas en que está basado el pacto democrático después de la Segunda Guerra Mundial, no se pueden realizar.
El político hábil no tiene que hacer micropromesas, prometer cosas concretas, sino un futuro donde cada uno pueda sentirse bien.
Macron ha sido capaz de esbozar un futuro mientras que Merkel se ha centrado en cosas concretas.

Gabriele Magrin diferencia entre antipolítica y populismo: la primera es un elemento de la política democrática; el segundo por el contrario vampiriza a la democracia y es una amenaza para ella.
Es necesario volver a redactar el pacto de la ciudadanía.

Éric Laurent plantea que no se trata de prometer un futuro de mayor bienestar social sino un futuro que dé esperanza.
Tiene que haber un pacto más cercano. En relación a Catalunya, se trata de la búsqueda de los común, encontrar por ejemplo modos distintos de articularse con el Estado en otras regiones europeas.

Michela Murgia. La presencia de un relato sin posibilidad de contrarrelato es propaganda, una de las fórmulas de los fascismo.

Éric Laurent. Estamos en una época post-trágica. Hay que inventar una fórmula de narración que pueda construir el futuro.

En la mesa de la tarde, Ugo Perone, profesor de Filosofía moral, preguntó cómo percibir las diferencias de una manera que no se vean solo como un problema para poder juntarnos. Distintos somos mejores.

Marie-Hélène Brousse, psicoanalista ECF, habló de “democracias” en plural. Y se refirió a la democracia como punto de discordia del discurso universal.
Tomó la fórmula “El inconsciente es la política” para partir del primer término y no del segundo. La fórmula no nos lleva al padre, como la tesis contraria (“La política es el inconsciente”) sino a la cuestión de la verdad.
Trajo un video con un fragmento de la obra de teatro Democracy in America, de Romeo Castellucci, basada en la obra homónima de Alexis de Tocqueville, donde el autor plantea un fundamento distinto de la democracia estadounidense respecto a la europea, heredera esta última de la griega y compatible con la declaración de los derechos humanos.
La democracia estadounidense sería la democracia como tiranía de la mayoría de lo cuantitativo.
En la escena contemporánea la mayoría es el S1 que ha sustituido al Padre. En Una fantasia (2004)  Miller planteaba como el S1 es sustituido por el objeto.
Tendríamos dos modalidades de enunciación:
1. Una democracia que procedería de un discurso que desde el lugar del ideal enunciaría un “nosotros” en oposición a un “ellos”, tal como distingue Miller en la Teoría de Torino sobre la escuela sujeto. Esto da lugar la a un aumento de los nacionalismos,  a un aumento de las minorías, de los excluidos.
2. Una democracia desagregativa, desmasificante que procede de una enunciación distinta, disociativa, emitida desde el lugar del Ideal.
No existe un “nosotros” de los cuerpos. Los parlêtres sufren soledades únicas e irremediables en serie, no en grupo.

Miquel Bassols miembro de la ELP, presidente de la AMP: Es una democracia para no-todos.

Alfio Mastropaulo, profesor de Ciencias políticas. La palabra “democracia” en la actualidad es usada por todo el mundo: el Papa, Berlusconi, Trump, Macron, Rajoy, el independentismo catalán… Hay una banalización del uso de la palabra: todos la usan para sus propios intereses.
Tendríamos que buscar otra palabra. Aparte de la democracia no hay solo la tiranía: hay más posibilidades que tendríamos que explorar.
Los límites de la democracia no son fáciles de establecer.
Los nuevos partidos que se denominan populistas son en realidad fascistas. Toman la voluntad popular como símbolo. Solo un gobierno democrático permite la diferencia.

Domenico Cosenza, psicoanalista presidente de la FEEP y discutidor en la segunda mesa: Hay un uso perverso de la democracia, que utiliza los semblantes de esta última para fines no democráticos.
Mientras que la ética tiene un valor absoluto, la política es el arte de la mediación de lo posible.
En democracia, las ventajas del “para mí” son contingentes y es mejor que estén articuladas con un proyecto para todos.

Ugo Perone: tenemos que volver a pensar Europa juntos, a una manera de pensar común.

Yves Vanderveken, psicoanalista ECF y NLS, se refirió al libro Le Prince et la cité moderne, de Blandine Kriegel donde hay un nudo entre Estado y derecho que debe mantener su consistencia para cernir lo imposible.
El analista sabe que el síntoma no se cura mediante el dominio.

Domenico Cosenza se refirió al síntoma como insurrección. Hay una politicidad del síntoma que permite introducir algo vital en el juego democrático.
La democracia no quiere decir “libertad absoluta”, quiere decir “reglas”.

Miquel Bassols, psicoanalista, miembro de la ELP y presidente de la AMP, señala que la “luz interior” de la que hablaba Simone Weil no es una creencia sino una certidumbre sobre lo real.
La democracia implica una elección que no es un automaton, como los algoritmos.
No podemos hablar de una élite tecnodemocrática porque la ciencia no es democrática.

Marie-Hélène Brousse: La representatividad es estructural a la democracia. En la actualidad asistimos a una caída de la representatividad en favor de la presentación, como vemos en las redes sociales.
Las minorías son un Uno colectivo que hacen avanzar tanto la democracia como la segregación a partir de las modalidades de goce.

Éric Laurent: Hemos llegado a propuestas precisas sobre los malestares en la democracia que hacen nacer pasiones tristes. Uno de los modos de combatirlas es movilizar una antipolítica del miedo. El miedo ha llevado a una enfermedad de la democracia, a una parálisis. Hay en la actualidad un empuje hacia la inseguridad, hacia el miedo; un miedo que no permite detectar el objeto de peligro, el enemigo. El enemigo es el objeto de adoración de un amo que pronto va a llegar.
Para no debemos dejarnos seducir por el miedo, por el contrario hay que potenciar las figuras del deseo.
La enseñanza de Lacan subraya que la legitimización del deseo del niño, por parte del padre, suaviza la angustia. En un mundo en que el Padre ya no organiza el deseo, hemos de buscar formas nuevas del deseo.
Podemos apelar a los ideales para despertar nuevos deseos, siempre que sean sustanciales, concretos. Otros ponentes han hecho referencia a las virtudes.
Muchos apelan a una razón que une, unificadora, en la línea que
Margaret Thatcher había dicho: “No hay alternativa”. Es la búsqueda de un pensamiento único que pone de relieve el cálculo de los mejores resultados. Los algoritmos, la big data que permite guardar todo lo que es comportamiento, proporcionan en la actualidad una nueva imagen de la razón unificadora.
El psicoanálisis abre otra dimensión.
Marie-Hélène Brousse actualiza esta perspectiva que trazó Lacan en el Seminario 6 cuando anticipó el desarrollo de esta reivindicación del goce que marcaría la década de los 60 antes de la contrarrevolución. Fue una rebelión contra la rutina social, contra el orden patriarcal… Este movimiento de los 60, se modernizó más tarde como movimiento de las minorías LGBT, que forma parte de movimientos ciudadanos locales.
El movimiento LGBT derrota las grandes escenas políticas tradicionales y pone en evidencia la igualdad de derechos. Hace hincapié en el punto de vista de las minorías: hay puntos de vista distintos que no se pueden meter en las mismas casillas.
En su compendio Rasemblements, Judith Butler, toma las manifestaciones y sitúa el poder de los cuerpos manifestándose juntos frente a la vulnerabilidad. 
Hay un más allá de la política de las identidades que permite ampliar el espacio público a aquellos que son excluidos de él. Toda estas categorías no reconocidas tienen que ir juntas en la categoría de los que no tienen nombre.
En Por una política de los seres hablantes, Milner Jean-Claude Milner toma en consideración a los que no tienen una identidad reconocida y lo hace desde los derechos del hombre, que son distintos de los derechos de ciudadanía.
Los que no tienen derecho a la ciudadanía no tienen el derecho a los derechos humanos que permiten sostener una política de lo universal.
En el Seminario 23, Lacan nos remite a esto y nos dice que la historia es la de los cuerpos exiliados, deportados.

Se trata de pensar una política más allá de la política de las identificaciones, que lleva al voto narcisista al que se parece a mi. Milner se refiere a este más allá de las identificaciones en el sentido de lo real.
* 18 de noviembre de 2017, Palazzo Einaudi, Turín.

lunes, 13 de noviembre de 2017

DIEZ PUNTOS SOBRE LOS NACIONALISMOS

“Son sólo palabras, ruidos momentáneos en el aire”( Fernando Aramburu, Patria). Foto de Emilio Faire.



Se define   por nacionalismo cualquier doctrina, movimiento o filosofía que atribuye entidad propia, diferenciada, a un territorio y a sus ciudadanos, y que propugna como valores la preservación de los rasgos identitarios, la independencia, la libertad, la emancipación, la lealtad a la considerada como nación propia.
Hay muchos nacionalismos, declarados o encubiertos, pero todos derivan del término “nación”, surgido en el siglo XVIII, y conllevan una aspiración a la soberanía política vivida como legítima.
Los rasgos identitarios a defender en cada nacionalismo son variables. Pueden ser la raza, la etnia, la sangre, la tierra, la lengua, la religión, etc., es decir rasgos simbólicos que remiten a la biología, o la supuesta  biología (pues todo rasgo por definición es simbólico), o a la cultura, pudiendo apreciarse cada vez más en los nacionalismos una tendencia a la elección de rasgos explícitamente culturales.
En el punto extremo de esta tendencia podemos situar el nacionalismo civil o liberal, cuya idea de identidad nacional puede incluir por ejemplo etnias, religiones y lenguas distintas, por lo que se pretende no identitario y en consecuencia no-xenófobo. Es el nacionalismo que encontramos con frecuencia en los procesos de independencia de las llamadas colonias en, y para, su constitución como países libres.
Sin embargo, me parece que por definición y por estructura, no encontramos ninguna aspiración nacional que no sea en mayor o menor grado identitaria y xenófoba. 
Así vemos como la independencia de India respecto al Imperio británico, por ejemplo, se acompañó de un trabajo de construcción, de invención –porque la identidad siempre es una invención-  de una identidad nacional proceso  que no fue internamente, ente los propios habitantes, sin segregación. La división inmediata en dos países -India y Pakistan- lo confirma. La violencia, incluso matanzas, producida durante ese proceso, también.
En todo caso, la idea de que no hay nacionalismo que no sea identitario y que no implique segregación, es una hipótesis que traigo al debate. Y que, de entrada, orienta esta presentación, en la que no me referiré a ningún nacionalismo concreto, dentro de todos los posibles ejemplos pasado o presentes por lo que  tampoco voy a resaltar o a obviar las diferencias que mantienen entre sí.
Me limitaré entonces a tratar de situar una lógica de funcionamiento común que, considero, podemos encontrar, en mayor o menor grado, en cualquiera de ellos, independientemente de sus coyunturas y discursos.
Trataré de situar seguidamente esta lógica mediante diez puntos que propongo para el debate.*

1. Los nacionalismos crean identidades colectivas en base a rasgos (como los citados más arriba), es decir, elementos identificatorios, que situados en el lugar del Ideal, cobran el estatuto de un todo diferenciador respecto a aquellos que no los comparten, según la lógica nosotros-ellos de todo nacionalismo. Estos últimos aparecen entonces como extraños o amenazantes para la propia identidad y para las ambiciones o proyectos asociados, es decir enemigos de la causa, por lo que es necesario rechazarlos o excluirlos para separarse de ellos.

2. Hay un vínculo entre nacionalismo y lenguaje, que compete en primer lugar a la identificación con el S1 en juego, que adquiere un estatuto de verdad en la que se cree. No hay nacionalismo sin creencia, la cual compete siempre al régimen de la existencia del Otro.
Esa identificación y la consecuente creencia pueden formularse de una manera más consistente como un rasgo común que todos los elementos del grupo compartirían dando una ilusión de igualdad dentro de la unidad. Esto podría expresarse, por ejemplo en el caso del nacionalsocialismo alemán, como: “Nosotros los arios somos una raza pura, distintos de los no-arios que son impuros”.
Pero también puede formularse de un modo menos compacto por ejemplo como un “Nosotros no somos como ellos”. Tenemos en común que no compartimos el mismo rasgo que ellos, pero eso es lo único que nos iguala, entre nosotros somos diferentes. La unidad de estas organizaciones grupales o de masas podría ser, al menos en teoría, menos compactas o más fragmentabas.

3. Pero la identificación al S1 que conforman las identidades no es solo una operación significante sino que comporta un goce, que sería el lado no-significante, la vertiente objeto del S1.
Tal como señala Éric Laurent, no basta con un ideal para constituir una masa sino que siempre se necesita un pegamento pulsional para soldarla (1).
Hay un vínculo entonces entre nacionalismo y goce. El S1 identificatorio vehicula un goce que, por su propia extimidad, el sujeto  no reconoce como tal e intenta imponer al otro como verdad. A la par, el sujeto rechaza el goce del otro mediante el mecanismo de segregación que acompaña a cualquier identificación que se toma para dar consistencia a un identidad. Es el fundamento de la xenofobia, definida como rechazo a lo extraño, a lo extranjero.

4. La segregación también afecta a lo Otro en uno mismo, es decir,  a lo que no entra en la identidad. Hay un descarte del propio inconsciente según el funcionamiento mismo del Yo que se pretende puro, es decir, ajeno a todo goce.
Así, los nacionalistas tienden a considerarse víctimas inocentes de los otros, cuyos supuestos agravios, justifican sus acciones, las cuales no son de agresión sino de defensa y “limpias” de todo goce. “El victimismo es así el combustible del nacionalismo”, según las palabras del filósofo francés Pascual Bruckner en su obra, de 1996, La tentación de la inocencia (2).

5. La operación del nacionalismo, desplaza la división subjetiva a una división objetiva entre el yo y el otro, entre nosotros y ellos. Ello sitúa al sujeto en una ilusoria unidad consigo mismo y con los otros del mismo grupo.

6. Las posiciones nacionalistas plantean que las cosas “son lo que son”, es decir, verdades evidentes e incuestionables. Las preguntas, las precisiones, las contradicciones, la multivocidad inherente al propio significante, el relieve de las cosas se aplasta, se descarta porque pondrían en peligro la homogenidad del Uno unitario en que se sostiene su discurso. El uno de goce del rasgo, el uno solo, se transforma en el Uno unitario, con su ilusión de ser. En este cambio del régimen unario al régimen uniano, el sujeto alcanza un sentimiento de unidad, la identidad imposible.

7. El nacionalismo requiere el apoyo de un relato potente. La construcción de un mito sobre el origen, un relato fundacional, proporciona una idea de antigüedad que viene a legitimar el proyecto. Por ello los nacionalismos dedicarán importantes esfuerzos a una reconstrucción del pasado que dé soporte a la idea de nación, de pueblo uno e indivisible, donde la acumulación de los agravios históricos sufridos intentará persuadir de la necesidad ineludible de un proyecto que venga finalmente a hacer justicia y a redimir a los individuos para poder ser finalmente quienes son, libres y sin opresiones.

8. Por un lado, esto no puede hacerse sin “acomodar” los hechos de la historia a conveniencia, ni tampoco sin manipular el presente. Para ello, se pone en marcha una maquinaria propagandística que, a través de los recursos de la retórica, va transformando el lenguaje y, con las palabras, las “cosas”, tal como investiga el filólogo alemán Victor Klemperer en su brillante estudio sobre la transformación del lenguaje cotidiano en el Tercer Reich (3).
En relación a este trabajo de, y sobre, el recuerdo, en su obra Los abusos de la memoria (4), Tzvetan Todorov distingue dos tipos de memoria: por un lado, la memoria “literal” que busca recuperar la memoria exacta de los hechos con el fin de hacer justicia en el presente; por otro la memoria “ejemplar”, que se sirve de la experiencia pasada para la construcción de un futuro mejor.
Más allá de las declaraciones conciliatorias que puedan hacerse a veces por parte de los Gobiernos, para reparar las injusticias del pasado, este ultimo fue  lo que fue y, por tanto, no se puede reparar. Nadie puede hacer el duelo por lo que vivieron sus antepasados. En tanto un duelo compete siempre a un sujeto, cada uno tiene la responsabilidad y la oportunidad de afrontar los propios duelos, pero nunca los del otro y menos aún, los de los que ya no están.
Solo tenemos el presente y quizás un futuro. Así que anclarse en este discurso de la reparación de los supuestos agravios sufridos no sirve ni para reparar la historia ahora ni para construir un futuro mejor. Como dice Todorov, es importante recordar, mantener viva la memoria, pero sin sacralizarla, para que el presente, con sus posibilidades de cimentar el futuro, no se nos escape de las manos.

9. Los nacionalismos surgen o se reavivan siempre en momentos de crisis y de profundo malestar social. Y constituyen una respuesta a ello, un intento de solución por el que los sujetos trata de cambiar su posición de objeto pasivo, incluso de objeto de desecho del sistema, para devenir un sujeto, es decir, alguien que elige y decide. Sin embargo, los nacionalismos, parecen quedar en el plano del yo, que es siempre el principal nacionalista: del yo es un nacionalista de sí mismo y, por ello, la segregación no es algo extraordinario sino ordinario: la segregación nuestra de cada día, respecto a la cual todos nos tenemos que cuidar.
Cada nacionalismo defiende así una solución que se presenta como la única factible, desautorizando la posibilidad de cualquier otra existente o por venir.
Entonces, con los nacionalismos, no estamos en el plano del sujeto dividido sino en el plano del individuo, constituido como sabemos por el yo y el cuerpo, con todas sus pasiones.

10. Más allá de los ideales novedosos, y muy legítimos a veces, que puedan defender, los nacionalismos se rigen siempre por el discurso del amo donde el S1 en lugar de agente sostiene la impostura de la verdad.
Lacan contrapuso al discurso del amo, el discurso analítico que, al contrario que los otros tres discursos, “no se cree la verdad” (5), sino que se sale del universal de la verdad (verité) para restituir la variedad (varité) de las distintas verdades subjetivas (6).
Entonces, en tanto analistas hemos de poder escuchar siempre los distintos malestares de los sujetos de la civilización, también aquellos que cualquier nacionalismo haya logrado canalizar y desplazar, para que la verdad de cada sujeto tenga alguna suerte de posibilidad de mediodecirse.
Sabemos que ni el fantasma ni las identificaciones ni los ideales desaparecen nunca del todo, por lo que no se trata de esperar que lo hagan. Pero, en tanto analistas, no podemos entrar en una lógica identificatorio pues estamos advertidos  al respecto. Por el contrario, tenemos que apuntar  a rebajar el nivel de las identificaciones en juego que conforman esas falsas identidades que hacen desaparecer la dimensión del sujeto.
Tal como señala Jacques-Alain Miller en Torino (7), no es lo mismo el lugar de un Ideal que apunta  a unir una masa a través de la sugestión, que un lugar de ideal desde donde se hace una interpretación disociativa y demasificante que  apunta a agujerear la masa y analizar la sugestión.
* Intervención en la Conversación Comunidad y segregación: Nacionalismo y Yihadismo, celebrada con ocasión de las XVI Jornadas ELP, en Madrid, el 11 de noviembre de 2017.

Notas
1. Laurent, É., “Afectos y pasiones del cuerpo social”, El Psicoanálisis,  revista de la ELP, nº 30/31, Barcelona, ELP, octubre 2017.
2. Bruckner, P., La tentación de la inocencia, Barcelona, Anagrama 2002.
3. Klemperer, V., LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, Barcelona, Minúscula 2001.
4. Todorov T., Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós Ibérica, 2013.
5. Lacan, J., “Pour Vicennes”, Ornicar? 17/18, Paris, 1979.
6. Miller, J.-A, Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 323-6.
7. Miller, J.-A., “Teoría de Torino acerca de la Escuela sujeto”, El psicoanálisis, revista de la ELP, nº 1, Madrid, ELP, 2001.

EDITORIAL PUNTO DE CAPITON 3

Querido Lector

Punto de capitón, es un buen nombre para este boletín preparatorio de esta nueva jornada de Elucidación de la Escuela dedicada al tema de las enseñanzas: de la enseñanza de la escuela y de las enseñanzas en la escuela. La elección por parte del Consejo de la ELP de este tema para abordar en esta ocasión la tarea de elucidar la Escuela ha confluido después con la propuesta de Jacques-Alain Miller de una “refonte”, que traduzco aquí como una “reforma”, de las enseñanzas en el Campo freudiano, lo que requiere volver a pensarlas. En este momento de cambio marcado por el no-saber se trata de poner este último a trabajar para poder encontrar algunos puntos de capitón al respecto.
Podemos partir de que el término de enseñanza procede del latín insignare, que a su vez está formado por in (en) y signare (señalar), por lo que remite a “indicar la dirección a seguir”, es decir, a la transmisión de un conocimiento o de un saber. ¿Cómo situar la enseñanza del psicoanálisis a partir de esta referencia etimológica? ¿Cómo podemos entender esta "indicación"?
Jacques Lacan siempre advirtió sobre los peligros de reducir la enseñanza del psicoanálisis a la transmisión de una doxa, al saber establecido, a lo ya sabido. En 1953 ya insistía en la urgencia de “desbrozar nociones que se amortiguan en un uso de rutina”,1 a favor de la transmisión de lo vivo de la experiencia, situando ahí la tarea misma del docente, es decir, del que tiene que como función enseñar.
Poco después advertía que “en todo saber hay, una vez constituido, una dimensión de error, la de olvidar la función creadora de la verdad en su función naciente”,2 dimensión en la que trabajamos los analistas, más allá del saber de la experiencia acumulado: “Lo que opera en el campo de la acción analítica es anterior a la constitución de un saber”.3 Así el saber aparecerá años después en el matema del discurso analítico como una articulación que es un resultado, una ganancia de la experiencia analítica y, en tanto tal, es un saber particular que viene al lugar de la verdad. Esto quiere decir que esa deducción siempre será una interpretación lo más ajustada posible a un real propio solidario en tanto tal de un agujero en el saber.
Eso no impide que los analistas consolidemos un saber pero hemos de estar advertidos sabemos que no es en esa dimensión en la que opera el psicoanálisis. Así, Lacan advierte veinte años después que “no hay formación del analista sino formaciones del inconsciente”,4 es decir, que el analista se forma en la experiencia propia del análisis, personal y de control. La formación analítica gira en torno a lo real de la causa o, en otras palabras, al agujero de saber que nos habita que es solidario asimismo de aquel en que se funda la escuela: el de la inexistencia del analista.
Entonces, podemos deducir que la función de la escuela no es dispensar contenidos por importantes o interesantes que ellos sean sino mantener abierto y vivo ese agujero en el saber, hacerlo productivo, velar porque el tratamiento que le damos en su seno no lo borre, para asegurar la posibilidad de que haya analistas a la altura de su función.
Esta concepción de la enseñanza promueve y requiere, como nos ilustra Lacan mismo con su enseñanza, una enunciación propia, una posición de enseñar que no es la del analista sino la del analizante, que no se sostiene en su bagaje ni en la experiencia acumulada sino en la experiencia de bordear una y otra vez el propio agujero del saber, también el de la teoría, para hacerlo operativo. Es una enseñanza que enseña cómo uno ha sido enseñado por el psicoanálisis, de qué manera pudo entender algo de la teoría, articular un saber propio. Ello permite sostener una enunciación singular, es decir que ningún otro podría formular de ese modo.
No es entonces casualidad que en la escuela reservemos el término de enseñanza a los analistas de la escuela, a “aquellos que pueden testimoniar de los problemas cruciales en los puntos vivos en que se encuentran para el psicoanálisis, en tanto ellos mismos están en la tarea o la brecha de resolverlos”. Estos “dispersos descabalados”,6 siguiendo la orientación por lo real emprendida por Lacan, nos enseñan que no hay enseñanza posible en psicoanálisis sin cierta herejía, siempre a defender, es decir, a formalizar.
En este número presentamos en primer lugar un texto de Araceli Fuentes que nos muestra bien la tensión en la formación del analista entre lo que se enseña y aquello más fundamental de ella, lo que no se enseña, y nos ilustra de la manera en que ella enseña lo que el psicoanálisis le ha enseñado. Pero también nos dice cómo esa enseñanza modificó su propia enseñanza como analista de la escuela ordenándola “entre lo que se escribe y lo que no”, lo que no puede dejar de no escribirse.
En segundo y último lugar, presentamos una pequeña bibliografía sobre el tema que nos convoca a todos. Esperamos que sea útil y que crezca con sus aportaciones.
* Editorial de “Punto de capitón” nº 3, julio de 2017, boletín preparatorio de la III Jornada de Elucidación de la Escuela, celebrada en Bilbao en septiembre de 2017. Publicado asimismo en el volumen Las enseñanzas de/en la Escuela. La Colección de la ELP nº 12, Barcelona, ELP, 2017.


Margarita Álvarez

Notas:
1. J. Lacan, Escritos, México, Siglo XXI Editores, 1984, p. 240.
2. J. Lacan, El Seminario, libro II: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires Paidós, 1984, p. 36.
3. Idem.
4. J. Lacan, “Sobre la experiencia del pase” (1973), Ornicar?, 1, Petrel, Barcelona, 1981.
5. J. Lacan, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 262

6. Ibidem, p. 601.

domingo, 5 de noviembre de 2017

EDITORIAL DE LA REVISTA EL PSICOANALISIS 30/31

 

El inconsciente es como Baltimore al amanecer.
En el primer apartado de este nuevo número de la revista de la Escuela que presentamos hoy tenemos el gusto y el honor de publicar la conocida como “Conferencia en Baltimore”, impartida por Jacques Lacan en el coloquio John Hopkins sobre estructuralismo, celebrado en dicha ciudad en 1966 ¾es decir, de manera contemporánea a su seminario sobre La lógica del fantasma.
Jacques Lacan intenta allí repensar el inconsciente e introducir de otro modo el objeto a. Esto le lleva a una reflexión sobre el sujeto del psicoanálisis ¾es uno de los raros textos donde emplea el término “sujeto del goce”, siendo los otros tres de esa misma época. Ello concluye con una definición poética del inconsciente: “La mejor imagen para resumir el inconsciente es Baltimore al amanecer”. ¿Dónde está el sujeto en esa visión que ha tenido en la madrugada de la ciudad? “Es necesario ¾concluye¾ plantear el sujeto como el objeto perdido”.
Esta definición del inconsciente, contemporánea de aquella otra “El inconsciente es la política”, no será, según sabemos, la última. El X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, celebrado hace año y medio en Río, tomó como tema de trabajo el concepto de parlêtre, del que Lacan vaticinó que un día sustituiría a aquel.
Sin embargo, es importante hacer el recorrido por todos estos esfuerzos de elucidación del inconsciente para entender la apuesta de Lacan, en la que nos orientamos con la ayuda de Jacques-Alain Miller.
En la actualidad, la AMP se prepara para celebrar en Barcelona, en abril de 2018, su XI Congreso, Y lo hará veinte años después de aquel primero que reunió por primera vez, en julio de 1998, al conjunto de sus miembros en esta misma ciudad.
Desde entonces, los distintos congresos han funcionado como instrumentos para pensar la clínica y los problemas cruciales del psicoanálisis en nuestro tiempo, constituyendo la celebración de cada uno de ellos más que una oportunidad, un verdadero hito de elaboración colectiva al respecto.
El título del próximo, Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia, nos compromete a todos durante este tiempo en la investigación sobre las psicosis. El tema, por otra parte, merece volverse a poner sobre el tapete asimismo veinte años después de que Jacques-Alain Miller propusiera el sintagma “psicosis ordinaria” en la Conversación Clínica de las Secciones Clínicas francesas en Antibes. Su introducción permitió, desde entonces, elucidar algunos casos que no responden a la concepción clásica de psicosis y que muestran otros modos de reparación del agujero forclusivo que la metáfora delirante, aislada por Jacques Lacan en el Presidente Schreber. ¿Qué podemos decir hoy de la incidencia de la introducción de la psicosis ordinaria en la clínica analítica? ¿Qué nos ha enseñado sobre la categoría misma de psicosis en la que se incluye?
En el segundo apartado, dedicado al XI Congreso AMP y de idéntico título que este último, publicamos el texto de presentación escrito por los directores del Congreso, Anna Aromí y Xavier Esqué, así como un texto de Manuel Fernández Blanco, responsable de la jornada clínica del mismo. Ambos constituyen excelentes herramientas para situar la apuesta en juego y orientar la investigación.
También publicamos en dicho capítulo, y por primera vez en castellano, una conferencia de Jacques-Alain Miller que, a pesar de haber sido dictada hace treinta años, revela su interés y actualidad para la investigación en curso. En La lección de las psicosis, él aborda la tesis lacaniana de 1946 del psicótico como hombre libre y nos enseña de qué libertad se trata. Entender la forclusión como “un rechazo del atractivo de las identificaciones” pone el acento en la elección del sujeto, esa “decisión insondable del ser” que, según Jacques Lacan, se impone a toda aproximación de la locura en términos de dificultad, de subjetivación o de déficit. La locura así se separa de toda concepción psicopatológica para situarse entre libertad y lógica.
Pero la incidencia de las psicosis ordinarias no solo debe examinarse en relación al campo propio de las psicosis sino, también, al campo de las neurosis. Vemos cómo estas últimas han dejado de ser consideradas lo más ordinario ¾en la acepción que todos conocemos de este término por ser la primera que encontramos en el Diccionario de la RAE, es decir, equivalente a “habitual”, “corriente”, eso que se confunde en ocasiones con lo “normal”. Si las psicosis dejan de ser consideradas lo no-normal, lo extra-ordinario, un fallo, un defecto, un accidente, las neurosis también quedan afectadas por dicho cambio de perspectiva. Ya no podemos trabajar con la hipótesis de que todo el mundo sería neurótico hasta que se demostrara lo contrario. Tanto las neurosis como las psicosis, siguiendo la tesis de Jacques-Alain Miller, requieren ahora ser demostradas.
En una época donde impera la lógica de la inexistencia del Otro, se hace más y más patente la forclusión generalizada que la no-existencia de la relación sexual introduce en el ser hablante, y cuya consecuencia sintetiza la fórmula lacaniana: “Todo el mundo es loco, es decir delirante” ¾lo que no quiere decir la psicosis generalizada. Cada uno se presenta con su modalidad de goce, su “delirio”, su solución ante una norma simbólica universal que no puede más que faltar a todo parlêtre. La norma de goce singular, viene a suplir en cada uno dicha falta.
Esto obliga a reordenar la clínica de otro modo, más allá de Freud y del Padre del Edipo, en un doble registro marcado por la pluralización operada por Jacques Lacan de los nombres del padre y por el sinthome como cuarto elemento que viene a reparar el fallo del nudo para cada cual.
El título del tercer apartado presenta el dossier “¿Neurosis del siglo XXI?”, y que da título a este número y nos remite a este “Todos locos” de los sujetos contemporáneos. Podría parecer que ya no hubiera los “buenos neuróticos” de antaño, incluso que ya no habría más neuróticos. No es cierto: el declive del padre no es el final de las neurosis. Pero hay que estar atentos a las nuevas modalidades de presentación sintomáticas que cada vez velan menos el real en juego. De hecho, el término “velo”, solidario de la “represión”, parecería en cuestión en muchos casos actualmente.
La locura de los diagnósticos basados en las “evidencias” no es de ningún modo una ayuda para pensar la clínica y, por tanto para encontrar la brújula con la que orientarse en ella. Solo tres fórmulas, “No hay relación sexual”, “Hay el Uno”, y “un cuerpo es algo que se goza”, leídas conjuntamente pueden darnos la dirección para la escucha analítica del parlêtre, tal como señala Jacques-Alain Miller en su curso L’Un tout seul. Es lo que encontramos en el cuarto apartado, “Una escucha singular”, donde publicamos cinco casos de otros tantos colegas que evidencian la singularidad de la escucha analítica.
El quinto apartado, “Sobre los psicoanalistas de la Escuela”, dedicado a la tarea de elucidar lo que es un analista, presenta cinco testimonios ¾tres de ellos primeros¾, cada uno de los cuales nos ofrece sus propias enseñanzas al  respecto. También incluye un trabajo sobre lo que podemos y no podemos leer en ellos. Y por último, un comentario de la Proposición del 9 de octubre del 67 sobre el analista de la escuela, texto que justo este mes cumple cincuenta años.
En el sexto apartado, recordamos la figura de Freud, pocos días después del aniversario de su fallecimiento, acaecido el 23 de septiembre de 1939. Y tenemos el gusto de hacerlo a través del emotivo discurso escrito y leído por Stefan Zweig ante su féretro, en Londres, el 26 de septiembre, es decir, tres días después. Sin la existencia de Freud, escribe Zweig, “cada uno de nosotros, los hombres del siglo XX, sería distinto, sería otro, sin él en su pensamiento y su comprensión”. El mundo, me atrevo a añadir en el XXI, también.
Del mundo actual, de nuestra época, trata el séptimo apartado, que hemos titulado “Política del psicoanálisis”. Entre otras cuestiones, todas ellas complejas y acuciantes de abordar y resolver, el yihadismo, los nuevos retornos de lo religioso, el resurgimiento de las identidades nacionales y de otros modos de identidad, unidas todas de ellas de modo indisoluble, por estructura, a discursos y a prácticas segregativas de distinta índole, nos plantean retos difíciles en la actualidad, que no tenemos otra solución que afrontar. Por ello, El psicoanálisis, dedicará de aquí en adelante un apartado de cada número a trabajos de investigación y elucidación sobre ellos.
En esta ocasión, publicamos cuatro trabajos de distintos colegas que se ordenan según el eje de la segregación, uno de los ejes de estudio del tema de las XVI Jornadas de la ELP, de próxima celebración. El texto de Éric Laurent profundiza el análisis del yihadismo en el que, desde los atentados de Charlie Hebdo, en París 2015, viene trabajando.
En este mismo apartado, publicamos de nuevo unas clases del curso de la orientación lacaniana de Jacques-Alain Miller, que siguieron a su conferencia en Milán de mayo de 2002. Agradecemos tanto a Jacques-Alain Miller, como a Myriam Chorne, actual directora de Cuadernos de psicoanálisis del ICF, que las había publicado en su número 29 (agotado hace años), y al traductor, Enric Berenguer, la oportunidad de hacerlo.
En el octavo apartado, “Recorridos”, tenemos el gusto de publicar tres estudios bien distintos que tres colegas han hecho por el arte, la filosofía y la ciencia, en su relación al psicoanálisis.
El noveno apartado, “Querida Marta”, dedicado  a nuestra colega Marta Davidovich a quien hemos perdido en julio de este año, no podía tener mejor nombre. El Consejo de la ELP fue unánime en su elección. ¿Cómo homenajear aquí a la colega, a la persona, a la amiga sin quedarnos cortos? La empresa es fallida de antemano. Sin embargo, hemos pedido a Gustavo Dessal y a Rosa María López, que nos ayuden con su hábil prosa tejida de amor y de excelencia. El resultado nos conmueve y nos ayuda a enfrentar la pérdida.
El Consejo tuvo la idea de hacerle aquí en la revista de la Escuela, un pequeño homenaje. Elegimos entre los múltiples textos que Marta publicó, algunos referidos a su relación con el psicoanálisis y con la Escuela, podríamos precisar diciendo que escogimos aquellos que tomaban algún punto explícito al respecto. Pues Marta siempre supo ser clara y lúcida en su relación con ambos. Esa es una de las cosas en que nos enseñó, es algo que yo aprendí de ella.
Este número que aquí les presento fue comenzado por Andrés Borderías, el anterior director, y su comité de redacción. Desde aquí quiero agradecerles su esmerada dedicación que nos ha permitido disfrutar de una revista ágil y renovada. Esperamos poder sostener ese espíritu innovador en esta nueva singladura que recién iniciamos.
Ella comienza a la par que se abre un nuevo periodo en la comunidad analítica con la reciente puesta en marcha por parte de Jacques-Alain Miller de la Movida Zadig (Zero Abjection Democratic Internacional Group) en lo que él mismo situó como el Año Cero del Campo freudiano. Estaremos especialmente atentos a los desafíos y los logros de los nuevos tiempos.

Un nuevo comienzo entonces. El Psicoanálisis no podría emprender esta nueva singladura con mejores vientos.

Margarita Álvarez