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martes, 2 de julio de 2019

ULTIMI BARBARORUM



Cada vez recibimos a más personas a las que previamente han diagnosticado un trastorno, que se considera vinculado con un fallo en el funcionamiento de algún neurotransmisor, y por el que se les ha prescrito un tratamiento farmacológico. A veces estas personas no vienen a análisis para rebatir dicho diagnóstico sino para tratar el impacto que ha tenido sobre ellas tales palabras, que les reducen a ser objetos pasivos de una enfermedad y de un tratamiento.
Éste fue el caso de Mario quien consultó después de que un psiquiatra remitiera su angustia a un exceso de producción de noradrenalina. También le prescribió ansiolíticos, advirtiéndole que eran para toda la vida, y que si en algún momento se creía curado y los dejaba, recaería. Él tenía un problema de regulación de las emociones por un problema hereditario -le explicó-, pues ya su propio padre lo había tenido en tanto había sido un maltratador. Mario no puso en cuestión tales palabras pero me pidió una cita porque se sentía muy desanimado y triste desde entonces: siempre había intentado no parecerse a su padre. El hecho de ser puesto en relación con él acrecentó su angustia.
El despliegue de las asociaciones permitirá situar pronto el fantasma de ser maltratado en la coyuntura de irrupción de la angustia. El partenaireinfernal se presentaba para él bajo la forma del padre maltratador o de la mujer caprichosa. 
Su frase “Prefiero dejarme maltratar a ser un maltratador” situará la cuestión de ser maltratado en el eje de las preferencias. De hecho, recordará que se había enamorado de su novia cuando ésta le había dicho que la vida con ella era un infierno. Ello despejará la modalidad pulsional de hacerse maltratar en el punto de irrupción de la angustia, según la interpretación fijada en el encuentro con el goce. Ante la imposibilidad de la relación sexual, una condición erótica vinculada a la discusión con el partenaire,asegurará el goce.
Mario dejó de tomar los ansiolíticos por su propia decisión cuando el recorrido analítico le hizo estar seguro de que la causa de su angustia no se situaba en la materialidad de su organismo sino en la materialidad de las marcas del cuerpo pulsional. Saber del objeto en juego hizo cesar las crisis de angustia que señalaban su proximidad. Eso le permitió asimismo separarse de las palabras del psiquiatra que, en nombre de su supuesto bien, borraban su decir y sus elecciones, impidiendo hacer del malestar síntoma analizable.
Un psicoanálisis ayuda a separarse del deseo del Otro, el de la ciencia incluido, y a conocer algo del propio para ponerlo del lado de la vida. Pero separarse no quiere decir despreocuparse de él. Es necesario iluminar bien esa tierra oscura por donde, con la bandera de los ideales de la época, también los de la ciencia, llegan (tomando prestada la expresión de Spinoza) los Ultimi barbarorum,los últimos bárbaros, los nuevos, los que atentan contra la dimensión del sujeto y su dignidad: aquellos que ya están aquí y los que vendrán.
* Texto publicado el 26 de febrero de 2019 en a-kephalos, boletín de PIPOL 9,  congreso organizado por la Eurofederación de Psicoanálisis, a celebrar en Bruselas los días 13 y 14 de julio de 2019, bajo el título "El inconsciente y el cerebro nada en común". 

sábado, 18 de marzo de 2017

ANALIZAR AL PARLÊTRE, UNA ESCUCHA SINGULAR

"Irma" (2010), de Jaume Plensa. Instalación en el Yorkshire Sculpture Park, Reino Unido, 2011.

Voy a partir de la frase de Jacques-Alain Miller que da título a estas sesiones: “Apostemos por que analizar al parlêtre es lo que ya hacemos, y tenemos pendiente el saber decirlo”(1).
Esta apuesta retoma el término parlêtre introducido por Jacques Lacan (2), en 1976, como término que sustituiría en un futuro al inconsciente freudiano. A diferencia del sujeto del inconsciente, significante, el parlêtre incluye lo real del cuerpo, su goce, producto del encuentro del organismo con lalengua, es decir, de lo que en psicoanálisis llamamos “trauma”, donde tenemos:
1) el encuentro con un goce;
2) este encuentro es correlativo de otro encuentro: el de la insuficiencia de lo simbólico para decir lo real, es decir, el del agujero de lo real en lo simbólico, fuera de sentido;
3) las coordenadas de dicho encuentro fijarán contingentemente las marcas pulsionales (S1);
4) la solución a ambos encuentros, siempre sinthomática, vendrá a suplir la insuficiencia de lo simbólico a la par que conformará un funcionamiento de goce.
Es lo que nos enseñan algunos testimonios de los finales de análisis de la era del parlêtre o del sinthome -términos solidarios-, donde se encuentran aisladas las marcas pulsionales que ciernen el agujero de lo real en lo simbólico para un sujeto y organizan su goce. Asimismo ellos nos ilustran sobre cómo en el análisis el sujeto ha inventado un nuevo modo de relación con ellas, también sinthomático pero inédito, que pone este funcionamiento de goce del lado de la vida, lo que le permite arreglárselas mejor con el goce y hacer un lazo social nuevo.
Pero el parlêtre y su solución sinthomática no hacen su aparición al final del análisis sino que de algún modo están de entrada -si bien no del mismo modo. Entonces no tenemos otro remedio que escucharlos.
Miller señala tres fórmulas descubiertas a partir de la experiencia analítica y, en especial –señala- del pensamiento sobre dicha experiencia, que competen respectivamente al agujero, a la marca y al goce. Son: No hay relación sexual, Haiuno y, correlativamente, lo que llama el auto-goce del cuerpo, es decir, que un cuerpo es algo que se goza, fórmula que se articula a los dos primeras. “Las tres fórmulas, señala, tienen que leerse conjuntamente. Y ellas dan una dirección a la escucha analítica”(3).

La práctica analítica en la era del parlêtre
La apuesta de Miller interroga al analista de la era del parlêtre, en la misma línea inaugurada por Lacan, quien si bien, en 1973, reconoció que “una práctica no requiere ser esclarecida para operar”(4), desde el inicio de su enseñanza se dedicó a esclarecerla. En enero de 1977, pocos meses después de introducir el término parlêtre, dice: “La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica tiene de azaroso que justifica a Freud haber existido”, proponiendo “apremiar al analista para que declare sus razones” (5).
“Lo azaroso” de la práctica –entiendo- señala una relación entre ésta última y la contingencia. Por un lado, la práctica analítica está afectada por la contingencia en tanto que el acto analítico tiene principios, como introdujo en 2004 Éric Laurent (5), pero no es previsible. Por otro, en tanto ella apunta a situar el agujero de lo real en lo simbólico, localizable solo por las marcas de goce que lo ciernen al insu del sujeto, es decir, fuera de la concatenación significante y, por tanto, del saber, ha de guiarse más por algo del orden de la contingencia del acontecimiento de lo real que por la deducción de sentido, necesaria. Esto requiere algo de lo señalado por Freud (así entiendo el “que justifique a Freud haber existido”) al decir que la interpretación analítica no debía ser exhaustiva sino que debía dejar “un lugar en sombras”, ese que, en relación al sueño, sitúa como su ombligo y que “se asienta en lo no conocido”(6), no-reconocido, no-encadenado, fuera de historia; ella ha de apuntar a ese lugar que más tarde llamó “represión primaria”, en su doble dimensión de lugar donde las representaciones desfallecen y donde tiene lugar la fijación de la pulsión, es decir, por definición, el lugar del trauma fuera de sentido.
El psicoanálisis responde “a la idea de una cura estándar ni supone ningún protocolo general” (quinto principio), válido para todos, fundados en un saber preestablecido. Esto separa la práctica analítica de toda técnica, que sí requiere dicho saber y por ello es del orden de la repetición necesaria y no de lo contingente.
“El psicoanálisis no es una técnica sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción” (quinto principio). “Lo que se persigue no es una norma sino la conformidad del sujeto consigo mismo” (sexto principio), podríamos añadir “con su norma de goce”, como introdujo Hebe Tizio recientemente en otro espacio. Entiendo que esta conformidad implica una variación, una lectura inédita de un funcionamiento de goce que separa al sujeto del autoerotismo y lo pone en relación al otro y a la vida.
Voy a finalizar esta primera parte desglosando una definición que Lacan hace de la clínica en 1976: “La clínica es lo real en tanto imposible de soportar. El inconsciente es la huella y a la vez el camino por el saber que constituye: haciéndose un deber para el analista repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento” (7).
“La clínica es lo real en tanto imposible de soportar”: ella se construye a partir de la experiencia de lo más éxtimo del sujeto, las marcas de lalengua sobre el cuerpo, el trauma que está en la raíz del síntoma. Por ello, “el analista debe repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento”: no se alcanza lo insoportable del síntoma mediante una objetivación del sujeto sino “al precio de una sumisión completa, aunque sea enterada, a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo” (8).
“El inconsciente es la huella y a la vez el camino por el saber que constituye”: ante un caso nuevo, el analista “no debe sumar sus experiencias”(9) y debe escuchar, como señala Freud, a cada analizante como si fuera el primero. 
En relación a las neurosis, el analista tiene que manejarse con la incertidumbre sin él mismo cerrar el sentido y, por tanto, sin apuntar a cerrarlo con la interpretación, “dejando un lugar en sombras” para mantener abierta la dimensión del inconsciente, que es la huella y a la vez el camino que lleva hacia el ombligo real del síntoma. Sin embargo, cuando se trata de una psicosis a veces basta dar la palabra al sujeto para que nos muestre ese camino de “inconsciente a cielo abierto” con una certeza que forma parte de lo insoportable de su síntoma. A partir de localizar dicha certeza el analista encuentra sin embargo cierta certidumbre de lo que no hay que hacer: apuntar al agujero de lo forcluido que la certeza tapona.
Voy a tratar ahora de decir lo que he hecho como analista en el trabajo con un caso diagnosticado como una psicosis ordinaria.
* Texto presentado en el espacio "Analizar al parlêtre" de la Comunidad de Catalunya de la ELP, el 14 de marzo de 2017.

Notas:
1. Miller J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet El cuerpo hablante, Buenos Aires, Grama, 2016, p. 28.
2. Lacan J., “Joyce el Síntoma”, Otros escritos, p. 592.
3. Miller J.-A., El Ser y el Uno, clase del 30.3.2011, a publicar en Freudiana nº 79 con el título “Una orientación para la escucha analítica”.
4. Lacan J., “Televisión”, Otros Escritos, p. 539.
5. Lacan J., “Apertura de la Sección Clínica”, 5.1.1977.
6. Laurent E., “Principios rectores del acto analítico”, 2004:
7. Freud S., “Sobre la psicología de los procesos oníricos”, La interpretación de los sueños, O. C., vol. V, p. 519.
8. Lacan J., “Création de la Section Clinique” (En: “Annonces et informations”), Ornicar? nº 8, Hiver 1976-7. diciembre 1976.
9. Lacan J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1984, p. 516.

10. Lacan J., “Introducción a la edición alemana de los Escritos”, Otros Escritos, op. cit., p. 583.