La elección del sexo
La película que voy a presentar, en el marco del
trabajo preparatorio de las XIII Jornadas de la ELP “Elecciones del sexo. De la
norma a la invención”, es XXY, de la cineasta argentina Lucía Puenzo,
responsable también del guión que está basado en un cuento de Sergio Bizzio. Estrenada en el año 2007, ganó el
premio Semana de la Crítica del Festival de Cannes y el Goya a la mejor
película extranjera de habla hispana del mismo año. Es una película
inteligente, sensible, intensa e inquietante que ya había visto en el momento
de su estreno en España y que me ha gustado mucho volver a ver para hacer este
comentario (1).
De entrada, quiero resaltar algo que parecería
obvio: no es un caso real, es una ficción. Pero, lo subrayo, porque hay una
confusión entre el título y el contenido de la película: confunde un individuo
afectado por una alteración cromosómica XXY, también conocida como síndrome de
Klinefelter, con un caso de intersexualidad. No es lo mismo y voy a explicarlo
brevemente.
El sexo anatómico está determinado por la
presencia de los cromosomas sexuales XY en el varón, y los cromosomas sexuales
XX en la mujer.
Un individuo XXY es alguien que ha nacido
anatómicamente varón pero que presenta un hipogonadismo, es decir un
disfuncionamiento de las gónadas sexuales masculinas, lo que produce una
producción menor de testosterona que puede reflejarse, según el individuo, y
según el grado, en cierta feminización de los rasgos o del aspecto: por
ejemplo, crecimiento de las mamas, poca presencia de vello corporal -el cual
sigue además un patrón de distribución femenino-, una mayor cantidad de grasa
corporal, por ejemplo en las caderas, y en algunos casos problemas de
fertilidad en la vida adulta. Así, la cuestión afecta a los llamados caracteres
sexuales secundarios, no a los caracteres sexuales primarios u órganos
genitales propiamente dichos.
Un intersexual, sin embargo, es un individuo que
nace con caracteres sexuales primarios de los dos sexos, más o menos definidos
según el caso, lo cual no quiere decir que, en ningún caso, ambos sean
funcionales. En muchos de ellos, esta presencia de los dos órganos no es
visible en el momento del nacimiento, ya que los testículos por ejemplo están
retraídos y no se hacen evidentes hasta la pubertad o la vida adulta –
conocemos el célebre caso de Herculine Barbin del siglo XIX, cuyas memorias
publicó Michel Foucault (2), considerado anatómicamente mujer y llamado
por el nombre de Alexine hasta la edad adulta -nombre que hace resonar el de
Alex la protagonista de nuestra película.
Una vez aclarada esta confusión entre los
individuos XXY y los intersexuales a la que induce el título, quiero señalar
que eso no resta ningún valor a la película: en ella la ficción se va tejiendo
con sensibilidad e inteligencia cerniendo el real del que se trata, el real del
sexo, como nos da la pista el libro El origen del sexo que la
protagonista va leyendo a lo largo de la película. Luego, nos enteramos de que
se lo ha dado su padre, biólogo, con la esperanza de que ella pueda extraer de
allí un saber sobre lo que le pasa. Por supuesto, el saber biológico no dice
nada sobre el goce, que es el real del sexo en juego para el psicoanálisis. Y
que, más allá de la cuestión de la intersexualidad, es la cuestión que está en
juego en la historia.
Esa es mi lectura.
Seguidamente, voy a hacer un resumen rápido de la
película a la vez que trataré de ir señalando algunos puntos que me parecen
interesantes para nuestras Jornadas -una de las lecturas posibles de su título
“Elecciones del sexo” puede ser “la elección del sexo”.
Aunque el secreto recorre el film, poco a poco se
va develando que Alex, la adolescente de quince años en torno a la cual gira el
nudo del drama, está afectada por su condición de intersexualidad.
Al nacer -explican- se le diagnosticó una
hiperplasia suprarrenal, la cual genera una producción mayor de andrógenos, una
hormona sexual que da características masculinas. Ella es la causa común de uno
de los tipos de intersexualidad conocida como la 46 XX, en la que tanto el
nivel de hormonas femeninas como la constitución de los órganos reproductores
femeninos son correctos pero los órganos sexuales suelen experimentar un
crecimiento inusual, lo que les hace parecer un pene –sin llegar a serlo. Por
lo que dicen, el caso de Alex podría ser así, aunque la ficción la presenta
“con las dos cosas”.
Al nacer, los médicos recomendaron operar a Alex
pero el padre se negó a hacerlo. Para él, Alex era “una niña perfecta”.
Él y su mujer, se habían ideo de Buenos Aires a
un pueblecito tranquilo de la costa uruguaya para que Alex pudiera crecer libre
de los prejuicios y presiones sociales y médicas hasta que algún día, con
ellos, pudiera elegir el sexo con el que quería vivir.
Voy a detenerme un momento en esta cuestión.
Desde que los avances de la medicina han
permitido una cirugía sexual más o menos “fina” de los intersexuales, muchos de
ellos son sometidos de entrada a operaciones, a veces desde su detección en la
época fetal mediante intervenciones intrauterinas (3).
En muchos casos, son los propios médicos los que
han elegido el sexo del niño después de hacerle estudios cromosómicos,
hormonales y anatómicos para determinar qué genitales pueden ser menos ambiguos
o más funcionales. En otros casos, han sido, o son, los padres. El hecho de
querer avanzar la operación lo más posible se defiende con el argumento de
“normalizar” lo antes posible al niño para que no tenga "problemas".
Sin embargo, esta cuestión ha levantado,
con razón, numerosos debates éticos, poniendo en cuestión el hecho de que otros
decidan el sexo propio. La tendencia actual es que sean los propios
intersexuales los que decidan operarse, o no, por lo que se intenta retrasar lo
más posible la toma de decisión, hasta que el sujeto tenga elementos o
criterios suficientes para ello.
Esto sería más consonante con la teoría
psicoanalítica de la seducción (4). Para el psicoanálisis, el sexo siempre nos
viene asignado por el Otro. Tal y como señala Lacan en el Seminario XIX, cuando
introduce los tres pasos de la sexuación, es el Otro quien nos reconoce primero
como niños o niñas incluso desde la primeras ecografías, en base a una “pequeña
diferencia”, la presencia o ausencia de pene. Pero esa observación nunca es un
dato primero aunque lo parezca: la presencia-ausencia de un rasgo convierten
esa observación en una lectura significante.
El segundo paso es que esa lectura nunca va a ser
meramente objetiva sino que va estar contaminada, de forma explícita o entre
líneas, por la ideología de lo que quiere decir ser hombre o ser mujer para el
Otro en cuestión –sean los padres o el Otro social, el Otro de la época-, o lo
que es lo mismo, por el fantasma. Es una interpretación fantasmática que el
niño recibe junto con esta primera asignación del sexo por parte del adulto.
Lacan formula un tercer paso: la decisión última
de situarse del lado femenino o masculino no va a ser del Otro sino del niño,
en base a una identificación de su goce, es decir, más allá de la anatomía, de
la asignación de sexo del Otro registrada por el Estado, de las
identificaciones simbólico-imaginarias o del género. Un sujeto no necesita
pensarse como mujer o estar inscrito en el registro civil para gozar de un modo
masculino o femenino: todo fálico o no-todo fálico.
Lo habitual es que haya cierta discordancia entre
la anatomía, las identificaciones, el goce, que no todo encaje perfectamente,
que haya contradicciones, porque la sexualidad humana no es natural, es decir,
instintiva: está adulterada porque el niño se ve inmerso al nacer en un mundo
simbólico, es decir, en el lenguaje. El Otro que recibe al niño es otro que
habla.
Sin embargo, en algunos casos, por ejemplo en la
transexualidad, el sujeto quiere eliminar esa discordancia (5).
En el intersexual, podemos decir que la tendencia
es que sea el Otro quien de entrada quiera eliminarla: quiera determinar el
sexo más adecuado pensando que ello resolverá la cuestión de la sexuación.
Si se deja elegir al sujeto, no es seguro, pero
hay la posibilidad de que él haga una elección que conlleva un elemento
distinto de los criterios anatómicos o médicos, de las identificaciones
simbólico-imaginarias. El sujeto entonces puede confrontarse no solo a su
anatomía y a sus identificaciones sino, también, a su goce real. Esto último es
muy claro en la película.
El proceso de virilización de los caracteres
sexuales que padece Alex, consecuencia de su hiperplaxia, se está acentuando
con la pubertad y debe de tomar corticoides para evitar por ejemplo la
aparición de la barba. Sin embargo, ella ha decidido dejar de tomarlos hace
quince días, lo que inquieta a sus padres, a cada uno de manera distinta.
La madre quiere someterla a una operación para
que le “quiten lo que le sobra para que siga siendo una mujer”. Por esa razón
ha llamado a un cirujano conocido de Buenos Aires, interesado en el caso, que
ha venido aparentemente de visita con su mujer y su hijo Álvaro, un adolescente
un poco mayor que Alex. No ha contado ni a su marido ni a Alex, el motivo real
de la visita pero ellos, poco a poco, lo descubren. Y, el padre, entonces, se
opone a la operación: “Sabíamos que iba a pasar –dice a la madre- no iba a
poder ser mujer toda la vida”.
Ambos, padre y madre, coinciden en querer decidir
rápidamente: que sea mujer o que sea hombre, es decir, eliminar las dudas o la
discordancia. La madre quiere que Alex evite la virilización de los caracteres
sexuales secundarios con medicación y se deje extirpar lo que “le sobra” para
que siga siendo una mujer –ella solo quería tener hijas por lo que la
virilización aparente de Alex la pone delante de un duelo -; el padre
reconociendo que Alex ya no es la "niña perfecta" por esa misma
virilización, y aceptándolo.
Pero los dos se equivocan en los criterios que
consideran importantes para tomar una decisión. Ser hombre o mujer no tiene que
ver con la anatomía, ni con las identificaciones a los roles sexuales
tipificados en cada cultura, ni con la conducta. Feminidad o masculinidad son
elecciones de goce, inconscientes.
Encontrarse con el goce propio y situarse en
relación a ello siempre es traumático, siempre faltan las palabras para
decirlo.
El drama de la pubertad no es otra cosa. Es el
mismo drama que escribe Wedekind hace casi ciento veinte años en El
Despertar de la primavera (6): el acceso a la sexualidad para cualquier
adolescente, en tanto exige confrontarse a un goce y posicionarse respecto a
él, nunca es algo tranquilo, ni rápido, ni sin consecuencias. Requiere un
tiempo para ver, un tiempo para comprender y un tiempo para concluir.
Para Alex, también. Ni para ella ni para los
otros dos adolescentes de la película, Álvaro y Wando, será fácil. Como en la
obra de Wedekind, vemos tres adolescentes divididos respecto a su goce, no
compartido ni compartible, singular en cada uno.
Alex necesita tiempo. Los padres quieren que todo
se solucione rápido, concluir de una vez, es decir, cerrar la cuestión de si
tienen un hijo o si tienen una hija, evitar la angustia. Pero Alex aún no ha
concluido al respecto. Porque la cuestión fundamental que ha de resolver no es
cómo situarse respecto al propio cuerpo ni ante el Otro, sino cómo situarse
respecto al propio goce.
La metamorfosis de su cuerpo en el sentido de una
virilización sin duda añade una complicación especial, en el caso de Alex, a lo
que Freud llamó la metamorfosis de la pubertad, que es la metamorfosis que
introduce en la relación del sujeto con el cuerpo la irrupción, no de las
hormonas, sino del goce propio, siempre Otro. La intersexualidad complejiza el
drama de la adolescencia donde se juegan esta partida.
Alex hace un pasaje al acto: penetra a Álvaro, el
hijo del cirujano de manera agresiva e imprevista cuando éste piensa que está
teniendo relaciones con una mujer -por lo que este último queda consternado por
lo ocurrido, dividido por la irrupción de un goce nuevo.
Por otro lado, Alex se enamora de Wando, con el
que según parece había antes una intimidad especial pero que la ha rechazado,
según parece, al darse cuenta de su intersexualidad. “Nunca pensé que me fuera
a enamorar de alguien” –dice Alex .
Alex no solo está dividida en relación a lo que
el otro espera de él, su madre, su padre, los médicos, el pueblo.
Fundamentalmente aparece dividida entre la niña que siempre ha sido y lo que
presentifica de pregunta el goce de su órgano. Aparece dividida entre su goce
fálico y el amor por un hombre, que la rechaza.
Pero ¿no es en general ese, la división entre el
amor y el goce, el drama del amor en el que todos debemos iniciarnos? Ese drama
no se resuelve en la película. No es una película tranquilizadora o “rosa”.
Toca lo real. Es inquietante.
Sin embargo, Alex puede dar finalmente una
respuesta a sus padres: “No quiero operaciones, ni pastillas ni cambios de
colegio”. Esto quiere decir que no va a operarse, que no va a ir contra la
virilización de su cuerpo sino que acepta las modificaciones de su cuerpo y
asume que tendrá que hacer con lo que eso suponga para el Otro y para ella. ¿O
tendríamos que decir “para él”?
El Otro demanda a Alex que decida si es hombre o
mujer, y ella, se niega a dicha categorización. ¿Por qué tendría que decidirse
por una cosa o por otra? –pregunta. Soy las dos cosas. Y, ahí, se
equivoca.
Es cierto que Lacan sitúa que la categorización
hombre - mujer se nos escapa a cada instante (7). Nadie podría rellenar todos
los ítems que pretenden definir lo que esas categorías representan
idealmente. En eso, el psicoanálisis está de acuerdo con Alex, y también
con los transgeneristas o los teóricos queer.
Sin embargo, el psicoanálisis no considera que el
entrar o no en las categorías sexuales de hombre y mujer, sea un obstáculo para
que el sujeto entre en la categorización fálica, femenino y masculino, es
decir, que haga una elección de goce todo fálico o no todo fálico.
Y, desde ese punto de vista, parece que Alex ya ha elegido.
* Comentario publicado en RadioLacan en las
Jornadas de la ELP: el 4 de diciembre de 2014.http://www.radiolacan.com/es/topic/366/3
Notas:
1. La película puede verse en
el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=4RxpXDqhivc
2. Foucault, Michel: Herculine
Barbin llamada Alexina B.
Madrid: Talasa, 2007.
3. Ansermet, François: “El psicoanalista
frente a la prevención perinatal”. Revista El Niño nº 10. Barcelona:
ICF, 2002.
4. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX:
... ou pire. Buenos Aires: Paidós, 2012, cap. 1.
5. Álvarez, Margarita. “La pasión transexual:
convicción o certeza”. Revista Freudiana 71. Barcelona: Comunidad de Catalunya
ELP, 2014. El artículo puede leerse también en El blog de Margarita Álvarez
(www.elblogdemargaritaalvarez.com), dividido en dos entradas:
“Y la ciencia creó al transexual”
y “La pasión transexual: ¿convicción o certeza”.
http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2012/09/la-pasion-transexual-conviccion-o.html
6. Wedekind, Frank: El despertar de la
primavera. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.
7. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX:
... ou pire, op. cit., p. 176.