martes, 25 de septiembre de 2012

UN AMOR SIN LÍMITES. HACIA UNA NUEVA CONCEPCIÓN LACANIANA DEL AMOR


Parque del Laberinto de Horta (Barcelona). Foto de Margarita Álvarez

En relación al tercer eje de las jornadas –la transformación del amor que produce la experiencia analítica-, encontramos en el Seminario XI de Jacques Lacan, la idea de que al final del análisis puede emerger la significación de un amor sin límites. Voy a hacer seguidamente un pequeño recorrido por el último capítulo del seminario, para tratar de situarla.*

Un amor sin límites
En el Seminario XI, Lacan establece las operaciones de causación subjetiva para dar cuenta en esos momentos de la constitución del sujeto y la producción del objeto. Recordaré tan solo que en la primera operación, el viviente se aliena al Otro del significante, desaparece bajo los significantes del Otro, que pasan a representarle. En la segunda, se separa del Otro del significante, que pasa a ser un Otro deseante, es decir, a estar barrado. La pregunta del sujeto respecto a este Otro pasa de un “¿qué quiere decir?” a un ¿qué me quiere? ¿qué objeto soy para él? El sujeto responderá a dicha pregunta en términos fantasmáticos quejándose, denunciando, etc., el goce del Otro. El Otro le quiere chupar, devorar, dañar, destruir… En otras palabras, quiere gozar de él, o lo que es lo mismo, quiere su castración.
El sujeto, en el análisis tendrá que separarse de ambas figuras del Otro: el Otro del significante y el Otro planteado aquí todavía en términos de deseo, pero que más adelante Lacan situará en términos de goce.
Respecto al primero, el sujeto tendrá que confrontarse a los significantes primordiales a los que está sujeto, los cuales desconoce. Una vez caídas en el análisis estas identificaciones ideales que le determinan (S1), se trata de extraer el objeto a, que la escena fantasmática vela.
El atravesamiento de la pantalla del fantasma permite desvelar el objeto con el que el sujeto juega su partida. No se trata del goce del Otro sino del propio. En esos párrafos, Lacan introduce que “la experiencia del fantasma fundamental deviene la pulsión” (2). A continuación, se pregunta por ella: “¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión? O lo que es lo mismo, ¿qué estatuto tiene la pulsión una vez atravesado el fantasma?
Esto –dice-, solo puede abordarse en esos momentos al nivel del analista, “en la medida que se le exige haber recorrido en su totalidad el ciclo de la experiencia analítica” (3). Es este recorrido lo que permite operar el deseo del analista, que Lacan define en este seminario como el deseo de mantener lo mas separado posible el plano del Ideal y el del objeto. “Se trata [para el analista], de llevar la experiencia del sujeto al plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión” (4). Allí ya no es más cuestión del “Otro me hace” sino de un “hacerse uno mismo”.
En la siguiente página, Lacan plantea que “el amor solo puede postularse en ese más allá (la cursiva es mía) donde, para empezar, renuncia a su objeto” (5).
De entrada, el amor requiere de la ley y la castración, es decir, de la operación de la metáfora paterna, sin la cual no puede “instituirse una relación vivible, temperada, de un sexo con el otro”. La operación del padre da una versión del objeto de amor y, de este modo, el amor tiene límites, es limitado.
Pero el amor –señala Lacan- solo puede postularse más allá de ello: más allá del padre, del Edipo y de la ley, es decir de lo imaginario y lo simbólico –donde lo había situado hasta la fecha. Solo después de haberse separado del Otro, “puede surgir allí la significación de un amor sin límites, por estar fuera de la ley, único lugar donde puede vivir” (6).
Entiendo que al final del análisis se puede imaginar, pensar una significación del amor por fuera de la versión del padre, más allá del inconsciente. Sería un amor que implicaría otra relación con lo real. En este sentido, la noción de un “amor sin límites”, del que habla Lacan en 1964, podría pensarse ya en la línea de la noción de "un nuevo amor" que planteará en los años 70.
(*) Texto publicado en La carta de aLmor nº 3, boletín electrónico preparatorio de las XI Jornadas de la ELP, que se celebrarán en La Coruña los días 9,10 y 11 de noviembre de 2012, con el título: “Un nuevo amor… Destinos del amor en la experiencia analítica”.

Notas
1. J. Lacan: El Seminario, libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, 1987.
2. Ibídem, p. 281.
3. Ibídem.
4. Op. cit., p. 282.
5. Op. cit., p. 283.
6. Op. cit., p. 284.

viernes, 14 de septiembre de 2012

LA PASION TRANSEXUAL: ¿CONVICCION O CERTEZA? (II)


"La Mañana" (1929), de G. Kolbe. Pabellón Mies Van der Rohe. Barcelona. Foto de Margarita Álvarez

Después de haber hablado del transexualismo en la clínica psiquiátrica (*), vamos a ver ahora el abordaje que, de él, hace el psicoanálisis. Nos centraremos en dos autores: Robert Stoller y Jacques Lacan, que desarrollaron lo fundamental de su teoría sobre este tema en los años 60.

II. El transexualismo en la clínica psicoanalítica
1. La diferenciación entre sexo y género de Robert Stoller
En los años 60, el psicoanalista americano Stoller se esfuerza en perfilar la clínica diferencial entre el transexual, el travesti y el “homosexual afeminado”: el transexual se siente mujer, no goza de su pene ni soporta que su compañero se interese por él, mientras que los dos últimos se sienten hombres y gozan de su órgano (1).
La definición de transexualismo es importante porque de ella depende la prescripción terapéutica, es decir, si se acepta la transformación hormonal y quirúrgica del sexo. Un error en este terreno podría dar lugar a una descompensación psicótica o a un suicido, como ocurría en muchos casos.
Stoller considera que lo que define al transexual es el tipo de relación que ha tenido con su madre, una relación “privilegiada” caracterizada por un contacto corporal casi permanente. Se trata de una madre siempre presente, una mujer vacía, melancólica, poco femenina, hija a su vez una mujer vacía y distante. Su hijo la colma. El padre nunca ha perturbado esa relación. La masculinidad de su hijo conlleva una dimensión separadora que hay que anular, por eso el transexual odia su órgano genital. “El problema –añadirá más adelante- es que este niño nunca ha conocido el conflicto edípico” (2).
Es llamativo que, al plantear esta definición, Stoller no hable de psicosis, sobre todo cuando se basa en las investigaciones de la psicoanalista americana Margaret Mahler sobre la simbiosis primitiva madre-hijo durante el primer año de vida, así como en el proceso posterior de separación e individuación (3). Para esta autora, este último comienza con la autonomía y permite salir de ese estado simbiótico primero, por otro lado necesario para que el niño pueda alcanzar una identidad estable. La teoría sobre la “identidad de género” que Stoller construye, a partir del estudio de casos de transexuales, se basa en la teoría sobre la identidad con la que Mahler da cuenta de la psicosis infantil: el problema para ella consiste en un fallo en el proceso de separación, que no permite la maduración del yo. Eso da lugar a un problema de identidad.
En Sex and gender, Stoller distingue entre “sexo”, el sexo biológico, y “género”, que es la cantidad de masculinidad o feminidad que se puede encontrar en una persona. La identidad de género comienza con el conocimiento y la percepción conscientes o inconscientes de que se pertenece a un sexo y no a otro. Pero, en el curso del desarrollo la identidad de género se complica porque un individuo puede pensar que es un hombre (varón), pero un hombre masculino o femenino. El rol de género es el comportamiento manifiesto que se tiene socialmente. El género puede superponerse y confundirse con el sexo o contraponerse y diferenciarse. Stoller considera que, en una persona normal, el género, la identidad de género y el rol de género coinciden; sin embargo hay casos en los que esto no ocurre.
Aunque no lo dice explícitamente, Stoller parece plantear una posible diferenciación sexual del cerebro. Explica que en la adquisición del género intervienen directamente factores biológicos y cita el caso de un niño cromosómicamente normal cuyos órganos genitales en el momento del nacimiento presentaban un aspecto femenino. La madre –comenta- había observado cómo el niño presentaba desde que era muy pequeño comportamientos que ella consideraba masculinos tales como “glotonería, impetuosidad o violencia”. Cuando en la pubertad se descubrió que era de sexo masculino, el chico reaccionó sin asombro ante esta nueva asignación.
Para Stoller, este caso demuestra que existe una fuerza biológica irresistible que permitió al niño conocer una verdad ignorada y rechazada por su entorno -no se plantea el peso de la mirada de la madre sobre él, que nombra su comportamiento como masculino.
Él plantea la identidad de género se construye en tres etapas:
1. Hay una feminidad primordial, que se formaría por el imprinting que tiene lugar durante la unión simbiótica durante los primeros meses de vida.
2. El fin de esta primera fase se da cuando se constituye el núcleo de la identidad de género, core gender identity, que resulta de la conducta del medio respecto al niño y que variará según se asigne como niña o como varón. Independientemente de cual sea el sexo del niño, la primera etapa supone una identidad femenina de base. La masculinidad se constituye en el segundo momento, una vez concluida la fusión con la madre propia de la primera etapa. El núcleo de la identidad de género es inalterable y perdura a través de todos los avatares de las identificaciones posteriores. El neurótico o el perverso que hagan identificaciones cruzadas con el otro sexo, conservarán ese núcleo por lo que podrán situarse sin problemas como hombre o como mujer.
3. El nivel edípico perturba y complica el núcleo de la identidad de género, que Stoller considera el más decisivo.
El transexual no superaría el nivel de confusión identificatoria con la madre por lo que quedaría detenido en la primera etapa. Por ello, se siente mujer.
Con su teoría sobre la feminidad primordial, Stoller se sitúa justamente en el polo opuesto a Freud, quien plantea que la sexualidad infantil es fálica, es decir, masculina. Se trata, para este último, de saber cómo la niña deviene mujer (4).

2. El transexualismo en la enseñanza de Jacques Lacan
Para Freud, la única inscripción posible de la sexualidad en el inconsciente es fálico o castrado (5). Con la ayuda de la lingüística estructural (6), Lacan leerá esta antinomia de la inscripción en el inconsciente de la presencia o ausencia de órgano, en términos de lenguaje y separará de este modo, el concepto de falo del órgano masculino. No es la presencia del órgano masculino la que simboliza el falo. Es la ausencia de ese mismo órgano, la que permite simbolizarlo (7).
Pero si en 1957 Lacan hace en su seminario del falo un objeto simbólico, poco después lo convertirá en un significado vinculado al significante Nombre-del-Padre (8). Y, pocos meses después, lo conceptualizará como significante, primero del deseo, después de la libido (9), en un esfuerzo de significantización que desata al falo del órgano y lo sitúa en relación con el lenguaje. Si la sexualidad humana está organizada por este último, es una construcción y no un producto del desarrollo. No es una sexualidad natural, sino simbólica.
Tanto el niño como la niña habrán de situarse en relación al significante fálico, que organiza de este modo las relaciones entre los sexos. Si para el hombre, en principio, la asunción de la virilidad y la identificación al significante fálico, puede ser mediatizada por la presencia del órgano en su propio cuerpo –con la dificultad de creer que tiene el falo-, la mujer por el contrario habrá de asumir el propio sexo en base a la identificación con una negatividad, a la ausencia de un significante que la represente por sí misma, lo que creará otro tipo de dificultades. En los años 70, toda esta teoría dará una vuelta más y Lacan conceptualizará esta problemática diciendo que no hay un significante de La mujer (10). Esta cuestión no afecta solo a las mujeres. Ambos sexos tendrán que aprender a hacer con ello.
En su última enseñanza, Lacan no solo abordará la cuestión a partir de la relación que cada sexo mantiene con el significante fálico, es decir, no solo la conceptualizará en términos significantes. Asimismo, extraerá las consecuencias que la disimetría de los sexos en relación al falo conlleva al nivel del goce, proveyendo de distintas modalidades de goce en uno y otro. La disparidad de los goces de hombres y mujeres le llevará a plantear que no hay relación sexual (11).
No es mi intención hacer un resumen aquí de la teoría sexual freudiana, ni de la llamada querella del falo habida entre Freud y sus discípulos sobre la necesidad de que la niña pasara por una fase fálica para devenir mujer; tampoco de la resolución que dio Lacan a los callejones sin salida de la teoría freudiana y del mencionado debate. Mi intención es situar mínimamente las herramientas teóricas con las que Lacan leerá la problemática del transexualismo.
Él aborda el problema del transexualismo en dos momentos de su enseñanza: 1958 y 1971. Son dos momentos clave de su teoría en relación a la formalización de la relación entre el significante y del goce.
También podemos decir que él analiza la cuestión transexual cuando investiga y elabora la clínica de la psicosis y la clínica de la feminidad.
En cada una de las fechas citadas hará dos referencias, cuatro en total.
Voy a situarlas brevemente:
La primera referencia se encuentra en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, donde Lacan habla de  la práctica transexual de Schreber (12) y plantea que al llamado que este último hace al Nombre-del-Padre responde un agujero en lo simbólico en el lugar que había de advenir la significación fálica.
Schreber encontrará una solución al desencadenamiento a partir de una solución: ser la mujer de Dios. Se trata de una significación imaginaria que recubre el agujero en lo simbólico. “A falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que le falta a los hombres” (13). En esta solución, Lacan ve una función restauradora de la estructura imaginaria de la psicosis. Y tras alabar la “notable tesis de Alby”, quien como hemos dicho en la primera parte afirmaba que el transexual masculino era un psicótico, agrega: “Debemos señalar lo que la estructura que destacamos aquí puede tener de esclarecedor acerca de la insistencia tan singular que muestran los sujetos de estas observaciones en obtener para sus exigencias más radicalmente rectificantes la autorización, y aún si puede decirse, las manos en la masa [manos a la obra] de su padre” (14).
La estructura imaginaria del transexual masculino, según este párrafo y este momento de la teoría lacaniana, constituye un llamado al Padre, que toma la forma de una exigencia para que regule el goce del sujeto. En ausencia de la función simbólica que representa el Nombre-del-Padre, el médico es llamado a intervenir en lo real del cuerpo.
Unos meses más tarde, Lacan vuelve a poner en relación el transexualismo y la psicosis al referirse brevemente al “estilo delirante del transexual masculino” (15).
De estas dos citas de sus escritos, podemos concluir que, en la llamada primera parte de su enseñanza, Lacan vincula el transexualismo y la psicosis.
2. En 1971, Lacan vuelve a hacer dos referencias al transexualismo. La primera la hace en su Seminario XVIII donde insiste en separar la sexualidad humana de la biología (16). Lo que está en juego en ella son las relaciones entre hombre y mujer que son categorías fálicas del lenguaje. Estas categorías no pueden pensarse como algo natural o de manera independiente sino como construcciones del lenguaje interrelacionadas. 
En ese momento, Lacan hace referencia a los casos de transexuales estudiados por Stoller en su libro Sex and Gender y critica que este último “elude por completo la cara psicótica de estos casos por crecer de toda orientación, por no haber escuchado nunca hablar de la forclusión lacaniana”.
La segunda referencia la hace en la apertura de su Seminario XIX Lacan vuelve a insistir en que la sexualidad humana está marcada inexorablemente por el hecho de que no esté predeterminada (17). No hay un saber instintivo sobre ella. No es algo natural –afirma- pero tampoco viene determinada fundamentalmente por las identificaciones que provee la cultura. Lacan subraya el papel de las identificaciones de goce respecto a las identificaciones simbólicas y toma distancia así con el concepto de género. Contrapone el término de sexuación a este último. Para poder asumir, lo que llama una “posición sexuada” son necesarios tres pasos, que no implican una cronología.
El primer paso consiste en que el niño nace con una anatomía determinada y los padres (el Otro) constatan la diferencia anatómica, lo que Lacan llama “la pequeña diferencia”. Esto suele ser bastante fácil de discernir, aunque puede haber incertidumbre por ejemplo en el caso de los individuos intersexuados con diversos grados de hermafroditismo, que nacen con contradicciones hormonales, cromosómicas y/o genitales. Estos casos son poco frecuentes. Por lo general la “pequeña diferencia” es fácilmente observable, incluso antes del nacimiento, en las ecografías.
Como se basa en un dato de la percepción, en una diferencia anatómica real, se tiende a considerar que el dictamen del adulto sobre si es un niño o una niña es un juicio “natural”. Sin embargo, Lacan objeta aquí que si bien se basa en una diferencia natural, el juicio no lo es: no es una diferencia que el niño establece naturalmente. Los niños no se distinguen a sí mismos solos, sino que son distinguidos de entrada por el Otro, que por otro lado lo hace sin darse cuenta de que al hacerlo está utilizando criterios, categorías formados bajo la dependencia del lenguaje, es decir en relación al falo.
Se trata de lo que Lacan llama “el error común”, el segundo paso a tener en cuenta en la sexuación, que concierne a todo el mundo y consiste en que cuando se dice “es un niño” o “es una niña”, se dice siempre algo más. En esa afirmación se desliza siempre algo más que la alusión a la diferencia anatómica. Si se trata por ejemplo de un niño, se está diciendo también que se está esperando de él la virilidad, que se comporte como un hombre, lo cual puede tomar significaciones diversas según los padres, el entorno, la época, etc. El comportamiento del niño quedará significado desde las categorías fálicas del adulto.
El tercer paso alude a la elección del sujeto, que debe decidir si acepta o no esta categorización. Es “un niño” o es “una niña” solo será verdad si experimenta el goce correspondiente, un goce todo fálico, es decir, de órgano, o un goce no todo fálico (goce fálico y no fálico), y acepta inscribirse él mismo en la función fálica.
Sea cual sea su anatomía, el sujeto ha de consentir inscribirse en la función fálica, lo cual implica aceptar la castración, aceptar experimentar un goce y poder soportarlo. No basta con que se le inscriba desde afuera. Este paso es el más importante.
Un sujeto puede rechazar inscribir su goce en las categorías fálicas tal como pasa en la psicosis. Dijimos antes que allí hay forclusión del Nombre-del-Padre luego no se puede construir el falo simbólico. En la psicosis, hay  alguna idea sobre el  sexo pero esta idea no se inscribe en el universal fálico.
Después de haber descrito estos tres pasos, Lacan hace referencia al transexualismo. Al igual que Stoller, él parte también de la clínica del transexual y de sus dichos y hace una construcción teórica a partir de ellos. Pero en lugar de referirse al género como el verdadero sexo, como hace aquél, Lacan toma el término "error" que los transexuales utilizan con frecuencia cuando refieren que ellos son de otro sexo y su anatomía es resultado de un error del Otro de la naturaleza -y como han sido víctimas de una injusticia piden que el error se  subsane a través de la intervención de un Otro, que no es esta vez el otro de la naturaleza sino el Otro de la Medicina y el Otro del Estado: se pide al primero que extirpe ese órgano equivocado e implante uno correcto, y al segundo que ratifique la rectificación del error asignando esta vez el estado civil adecuado.
Pero Lacan señala en el seminario citado que “un órgano solo es instrumento en tanto significante”. Al no poder hacer del falo un significante, el transexual queda pegado a la anatomía y rechaza el órgano. Las evidencias del sexo biológico propio (genitales en el hombre y senos en la mujer) son entonces objeto de repulsión.
El transexual no puede asumir la discordancia. Por ello, no puede inscribirse en ninguna de las dos categorías (hombre, mujer). Necesita eliminar esa discordancia para poder sentir que no es un hombre o una mujer, sino El Hombre o La Mujer. Con ello, no trata de ser por ejemplo la mujer de un hombre: en su ser mismo, el transexual  busca devenir La mujer.
Las concepciones de lo que sería La Mujer difieren un poco: para uno es la belleza, para otro, la excepción, etc. Así, para Robert Covell (18), devenir mujer consistía en “una nueva repartición  de las grasas del cuerpo, un desarrollo de la intuición y la sensibilidad, la pérdida de la fuerza física la aptitud para enrojecer cuando se está emocionado, una suavización de su naturaleza, un vocabulario más pulido”. En su biografía, puede apreciarse que si experimentaba la necesidad de desarrollar contactos con el otro sexo era para encontrar una confirmación de la cualidad de su imagen. Podemos pensar entonces que en la llamada reasignación de sexo hay en juego una construcción imaginaria que puede tener efectos de estabilización o suplencia.
Para poder acceder al Otro sexo, para poder situarse en la diferencia  sexual, explica Lacan, es preciso pagar el precio de la castración, de que la pequeña diferencia pase engañosamente a lo real por intermediación del órgano, que deja de ser considerado como tal, a la vez que revela que un órgano solo puede convertirse en un instrumento por mediación del significante. Si el transexual rechaza el órgano, dice, no es en tanto órgano sino en tanto significante. Por eso, padece un error, que es justamente un error común. “La pasión del transexual es la locura de querer librarse de este error: el error común que no ve que el significante es el goce y que el falo solo es el significado” (19).
Podemos apreciar aquí un cambio en la enseñanza de Lacan relativa a la relación del significante y el goce. Si en la primera época de su enseñanza ambos están disjuntos, en 1971, el significante es causa de goce. Hay goce por el hecho mismo de hablar. 
Al no haber la regulación del Nombre-del-Padre, el significante, el Otro del lenguaje deviene el lugar mismo donde se aloja el goce del Otro. El goce persecutorio del Otro estaría localizado en el significante mismo, siendo el falo su significado imaginario. 
El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real del cuerpo, el juicio de reconocimiento del Otro no puede pasar por la lengua fálica. Al rechazar ser significado como falo por el discurso sexual trata de forzar el discurso  sexual mediante la cirugía.
Un caso presentado por Hervé Hubert permite ilustrarlo. Él refiere algunos ejemplos, que nos recuerdan los casos, mencionados en la primera parte de este trabajo, que describía Esquirol en 1838: en concreto al de una paciente que en el curso de un episodio de agitación  decía que era un hombre y no una mujer. La única manera de calmarla fue llamarla “señor"”.
Hubert sitúa como una característica de los transexuales que se  sienten perseguidos por el significante “hombre” o “mujer” o apaciguados por él, dependiendo de que el significante que el Otro les asigna no coincida o coincida con la certeza de su sexo. El goce transexual en el hombre –señala- tendría como función aliviar del goce del Otro, no balizado por el ser significado falo, no ordenado por el Nombre-del-Padre (20).
Como el transexual toma el significante por el órgano, por lo real, quiere extirpar lo real del órgano, aunque es el significante el que le persigue. No quiere ser significadoseñor” o “señora” por el Otro. El obstáculo al goce es el órgano confundido con el significante.
Esta confusión del significante –simbólico-, con el órgano –real-, podría darnos una definición mínima de la psicosis. Esto permite pensar que, en 1971, Lacan mantendría la hipótesis de la posible vinculación establecida en 1958 entre psicosis y transexualismo.
Sin embargo, la clínica psicoanalítica clásica es una clínica estructural (neurosis, psicosis, perversión). Y el transexualismo no es ninguna estructura. Para Lacan, ninguna formación imaginaria puede considerarse exclusiva de una estructura. Esto abre la necesidad de abrir una clínica diferencial. Dedicaremos una próxima entrada a trabajar este punto. 
* Segunda parte de la clase “Transexualismo y transgénero”, impartida dentro del curso “Elecciones sexuales. Versiones de la sexualidad” organizado entre la Sección Clínica de Barcelona y la Universidad de Barcelona en el curso 2003-2004. La primera parte, titulada "Y la ciencia creó el transexual", puede consultarse en este mismo blog: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/10/y-la-ciencia-creo-al-transexuali.html
Ambas partes están reunidas en Freudiana 70.

Notas:
1. Stoller, Robert: Sex and gender. The Development of Masculinity and Femininity. London: Carnac, 1968.

2. Stoller, Robert: L’excitation sexuelle, dynamique de la vie érotique. Paris: Payot, 1984, pp. 72-74.
3. Mahler, Margaret (en colaboración con Manuel Furer): Simbiosis humana, las vicisitudes de la individuación: I. Psicosis infantil. México: Joaquín Mortiz, 1972.
4. Freud, Sigmund: “La organización genital infantil” (1923). En: Obras Completas, vol XIX. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1984.
5. Freud, Sigmund: “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogo con u juez imparcial” (1926). En: Obras Completas, vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1976, p. 199.
6. Saussure, Ferdinand de: Curso de lingüística estructural (1906-1911). Madrid: Akal, 1981.
7. Lacan, Jacques: El Seminario, libro IV: Las relaciones de objeto (1956-1957). Barcelona: Paidós, 1994, cap. II.
8. Lacan, Jacques: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1957/1958). En: Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 1979.
9. Lacan, Jacques: “La significación del falo” (1958). En: Escritos 2, op. cit.
10. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XVIII: De un discurso que no fuera del semblante (1970-1971). Buenos Aires: Paidós, 2009.
11. Ibidem.
12. Lacan, Jacques: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1957/1958). En: Escritos 2, op. cit., p. 550.
13. Op. cit., p. 547.
14. Op. cit., p. 550.
15. Lacan, Jacques: “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina” (1958/1960). En: Escritos 2, op. cit., p. 714.
16. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XVIII: De un discurso que no fuera del semblante, op. cit..
17. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX: … o peor (1971-1972). Buenos Aires: Paidós, 2012. Clase del 8.12.1971, pp. 16-17.
18. Covell, Robert: Comment je  suis devenu(e) femme? Paris: Plon, 1955, p. 9.
19. Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX: … o peor, op. cit., p. 17.
20. Hubert, Hervé: “L’énigme transexuelle”. En: Divisions subjectives et personnalités multiples (bajo la dirección de François Sauvagnat). Rennes: Presses Universitaires, 2001.