sábado, 13 de abril de 2024

"Paraules de amor" de Núria Güell

"Paraules d’amor", el título de la célebre canción de Joan Manel Serrat, es el título que la artista Núria Güell ha elegido para el espectáculo que presenta hoy sábado 13 de abril y mañana domingo 14 en la Sala Tallers del Teatre Nacional de Catalunya. En él participan nueve personas que leen, nos ceden, comparten con el público sus singulares historias de amor. 

Pero que nadie espere encontrar allí palabras “sencillas y tiernas” como dice la canción. No es un espectáculo almibarado o conciliador. Es un espectáculo serio sobre lo más mortífero del amor. Y si bien  los testimonios refieren casos extremos, todos y cada uno de ellos pueden ayudar a reflexionar, en mayor o menor grado, si uno se lo permite, sobre las partes más oscuras de aquél, allí donde habitan sentimientos y pasiones que contrarían toda imagen bella y unitaria suya como son el deseo de posesión, los celos, el odio o la venganza. 

En “Paraules d’amor” podemos escuchar testimonios distintos sobre lo que cada uno de los participantes ha entendido o entiende por amor, lo que ha hecho en nombre suyo, ya se tratase del amor a una pareja, a un familiar o a una causa, por ejemplo al Pueblo o a la Patria… 

 Algunos testimonios permiten ver el momento de ilusión de plenitud en el momento del encuentro y el momento de viraje, de ceguera, hasta de catástrofe subjetiva que se produjo cuando se perdió  dicha ilusión. Esa pérdida es un duelo, y no siempre puede hacerse sin que el sujeto mismo se rompa. 
Otros testimonios  ilustran cómo se repiten las marcas de lo vivido en la infancia. Tomo prestadas aquí las palabras de un testimonio que expresa cómo en la vida uno es un árbol que cambia de hojas y de aspecto en las distintas épocas pero conserva las mismas raíces. 


En el amor entonces no siempre se trata de "palabras sencillas y tiernas" como nos gustaría -y cada vez se trata menos de ello con el individualismo hipertrófico actual  y sus consecuencias manifiestas en la dificultad creciente de sostener los vínculos amorosos. 
A veces, no se ha tratado  nunca de ellas; otras, sí, pero en algún momento se ha traspasado un límite, ha habido una ruptura que enfrentó al sujeto a un abismo desconocido, vértigo que  le empujó a caer por la pendiente de la violencia cuando no del crimen. 

 No voy a hacer una reflexión aquí sobre el amor y la violencia, tema que me ocupa en otros lugares y textos. Solo voy a referirme brevemente al espectáculo de Núria Güell señalando algunos puntos: 

Las personas que participan en él ofrecen un testimonio duro y honesto de su experiencia amorosa y de lo que fue su fracaso con los efectos subjetivos que comportaron unas acciones cuya gravedad tuvo consecuencias importantes en su vida, en ocasiones, también penales.

Pero hay algo que va más allá del testimonio singular y valiente de cada uno -se necesita coraje para exponer ese fragmento de la propia vida ante desconocidos,  coraje y humildad, ambas cosas de agradecer  en esta época en que no hay muchos verdaderos testimonios y lo que se dice se desliza con frecuencia a la morbosidad o al blablablá.  Estos testimonios sobre distintos casos de fracaso del amor ilustran bien “in extremis” cómo el sentimiento de unidad, tan caro al amor, y tan anhelado en la cultura occidental (desde el discurso de Aristófanes sobre el amor en "El Banquete" de Platón), puede sostenernos. 

Nos sentimos felices, plenos, cuando creemos haber encontrado en alguien o en algo aquello que nos falta. Pero, ¿qué pasa, qué nos pasa, cuando lo perdemos? ¿Cómo cada uno soporta el vacío de la pérdida? No es fácil, incluso no todo el mundo puede perder eso que creía haber encontrado y que creía que le completaba. No todos tenemos los mismos recursos ante la falta, o no los tenemos en determinado momento. A veces la catástrofe que puede representar esa pérdida  empuja al sujeto a acciones tremendas de consecuencias  mortíferas.

Pero esa acción que desde un punto de vista ampliamente compartido en nuestra cultura fue como mínimo un grave error, a veces fue lo único que el sujeto pudo hacer en su ceguera (lo cual no le desresponsabiliza), toma un estatuto de  acción de algún modo necesaria, en el sentido lógico, que se le impuso, aunque contraríase no solo el sentido común sino la moral y la ley, aunque los demás la rechazasen  por no estar bien. 

 Si esa elección conllevó un delito, el sujeto hubo de  enfrentar sus consecuencias. No somos nosotros, los espectadores, quienes debamos volver a juzgar a quienes ya han sido juzgados y cumplen o han cumplido sus condenas. La necesidad de redoblar el juicio es una  necesidad de mantener apartado el horror que ciertos actos pueden causarnos. 

El espectáculo de Núria Güell no es un espectáculo confortable. Pero permite ver las complejidades que pone en juego la pasión amorosa en sus límites más mortíferos. Y, también, constatar, si uno se lo permite, cómo con frecuencia miramos a aquellos cuyas acciones o creencias no compartimos o entendemos como si fueran radicalmente otros, como si encarnaran al Otro radical de la Diferencia, no personas con las que podemos compartir algunos aspectos o cuestiones, aunque nos separemos en otros.

En este sentido, nos da la oportunidad de cuestionar esa lógica de la identificación en la que tan confortablemente nos movemos y que, en la ignorancia de la alteridad que nos habita -eso que nos hace contradictoriamente humanos-, nos precipita en ocasiones por la pendiente de la segregación y el conflicto con los otros, cuando no de la guerra.