"La Mañana" (1929), de G. Kolbe. Pabellón Mies Van der Rohe. Barcelona. Foto de Margarita Álvarez |
Después
de haber hablado del transexualismo en la clínica psiquiátrica (*), vamos a ver
ahora el abordaje que, de él, hace el psicoanálisis. Nos centraremos en dos autores:
Robert Stoller y Jacques Lacan, que desarrollaron lo fundamental de su teoría
sobre este tema en los años 60.
II. El
transexualismo en la clínica psicoanalítica
1. La
diferenciación entre sexo y género de Robert Stoller
En los
años 60, el psicoanalista americano Stoller se esfuerza en perfilar la clínica
diferencial entre el transexual, el travesti y el “homosexual afeminado”: el
transexual se siente mujer, no goza de su pene ni soporta que su compañero se
interese por él, mientras que los dos últimos se sienten hombres y gozan de su
órgano (1).
La
definición de transexualismo es importante porque de ella depende la prescripción
terapéutica, es decir, si se acepta la transformación hormonal y quirúrgica del
sexo. Un error en este terreno podría dar lugar a una descompensación psicótica
o a un suicido, como ocurría en muchos casos.
Stoller
considera que lo que define al transexual es el tipo de relación que ha tenido
con su madre, una relación “privilegiada” caracterizada por un contacto
corporal casi permanente. Se trata de una madre siempre presente, una mujer
vacía, melancólica, poco femenina, hija a su vez una mujer vacía y distante. Su
hijo la colma. El padre nunca ha perturbado esa relación. La masculinidad de su
hijo conlleva una dimensión separadora que hay que anular, por eso el
transexual odia su órgano genital. “El problema –añadirá más adelante- es que
este niño nunca ha conocido el conflicto edípico” (2).
Es
llamativo que, al plantear esta definición, Stoller no hable de psicosis, sobre
todo cuando se basa en las investigaciones de la psicoanalista americana Margaret Mahler sobre la
simbiosis primitiva madre-hijo durante el primer año de vida, así como en el
proceso posterior de separación e individuación (3). Para esta autora, este
último comienza con la autonomía y permite salir de ese estado simbiótico
primero, por otro lado necesario para que el niño pueda alcanzar una identidad
estable. La teoría sobre la “identidad de género” que Stoller construye, a
partir del estudio de casos de transexuales, se basa en la teoría sobre la
identidad con la que Mahler da cuenta de la psicosis infantil: el problema para
ella consiste en un fallo en el proceso de separación, que no permite la
maduración del yo. Eso da lugar a un problema de identidad.
En Sex
and gender, Stoller distingue entre “sexo”, el sexo biológico, y “género”, que
es la cantidad de masculinidad o feminidad que se puede encontrar en una
persona. La identidad de género comienza con el conocimiento y la percepción
conscientes o inconscientes de que se pertenece a un sexo y no a otro. Pero, en
el curso del desarrollo la identidad de género se complica porque un individuo
puede pensar que es un hombre (varón), pero un hombre masculino o femenino. El
rol de género es el comportamiento manifiesto que se tiene socialmente. El
género puede superponerse y confundirse con el sexo o contraponerse y
diferenciarse. Stoller considera que, en una persona normal, el género, la identidad de
género y el rol de género coinciden; sin embargo hay casos en los que esto no
ocurre.
Aunque
no lo dice explícitamente, Stoller parece plantear una posible diferenciación
sexual del cerebro. Explica que en la adquisición del género intervienen
directamente factores biológicos y cita el caso de un niño cromosómicamente
normal cuyos órganos genitales en el momento del nacimiento presentaban un
aspecto femenino. La madre –comenta- había observado cómo el niño presentaba
desde que era muy pequeño comportamientos que ella consideraba masculinos tales
como “glotonería, impetuosidad o violencia”. Cuando en la pubertad se descubrió
que era de sexo masculino, el chico reaccionó sin asombro ante esta nueva
asignación.
Para
Stoller, este caso demuestra que existe una fuerza biológica irresistible que
permitió al niño conocer una verdad ignorada y rechazada por su entorno -no se plantea el peso de la mirada de la madre sobre él, que nombra su comportamiento como masculino.
Él
plantea la identidad de género se construye en tres etapas:
1. Hay una
feminidad primordial, que se formaría por el imprinting que tiene lugar durante
la unión simbiótica durante los primeros meses de vida.
2. El fin
de esta primera fase se da cuando se constituye el núcleo de la identidad de
género, core gender identity, que resulta de la conducta del medio respecto al
niño y que variará según se asigne como niña o como varón. Independientemente
de cual sea el sexo del niño, la primera etapa supone una identidad femenina de
base. La masculinidad se constituye en el segundo momento, una vez concluida la
fusión con la madre propia de la primera etapa. El núcleo de la identidad de
género es inalterable y perdura a través de todos los avatares de las
identificaciones posteriores. El neurótico o el perverso que hagan
identificaciones cruzadas con el otro sexo, conservarán ese núcleo por lo que
podrán situarse sin problemas como hombre o como mujer.
3. El
nivel edípico perturba y complica el núcleo de la identidad de género, que
Stoller considera el más decisivo.
El
transexual no superaría el nivel de confusión identificatoria con la madre por
lo que quedaría detenido en la primera etapa. Por ello, se siente mujer.
Con su
teoría sobre la feminidad primordial, Stoller se sitúa justamente en el polo
opuesto a Freud, quien plantea que la sexualidad infantil es fálica, es decir,
masculina. Se trata, para este último, de saber cómo la niña deviene mujer (4).
2. El
transexualismo en la enseñanza de Jacques Lacan
Para
Freud, la única inscripción posible de la sexualidad en el inconsciente es
fálico o castrado (5). Con la ayuda de la lingüística estructural (6), Lacan
leerá esta antinomia de la inscripción en el inconsciente de la presencia o
ausencia de órgano, en términos de lenguaje y separará de este modo, el
concepto de falo del órgano masculino. No es la presencia del órgano masculino
la que simboliza el falo. Es la ausencia de ese mismo órgano, la que permite
simbolizarlo (7).
Pero si
en 1957 Lacan hace en su seminario del falo un objeto simbólico, poco después
lo convertirá en un significado vinculado al significante Nombre-del-Padre (8).
Y, pocos meses después, lo conceptualizará como significante, primero del
deseo, después de la libido (9), en un esfuerzo de significantización que
desata al falo del órgano y lo sitúa en relación con el lenguaje. Si la
sexualidad humana está organizada por este último, es una construcción y no un
producto del desarrollo. No es una sexualidad natural, sino simbólica.
Tanto el
niño como la niña habrán de situarse en relación al significante fálico, que
organiza de este modo las relaciones entre los sexos. Si para el hombre, en
principio, la asunción de la virilidad y la identificación al significante
fálico, puede ser mediatizada por la presencia del órgano en su propio cuerpo
–con la dificultad de creer que tiene el falo-, la mujer por el contrario habrá
de asumir el propio sexo en base a la identificación con una negatividad, a la
ausencia de un significante que la represente por sí misma, lo que creará otro
tipo de dificultades. En los años 70, toda esta teoría dará una vuelta más y
Lacan conceptualizará esta problemática diciendo que no hay un significante de
La mujer (10). Esta cuestión no afecta solo a las mujeres. Ambos
sexos tendrán que aprender a hacer con ello.
En su
última enseñanza, Lacan no solo abordará la cuestión a partir de la relación
que cada sexo mantiene con el significante fálico, es decir, no solo la conceptualizará
en términos significantes. Asimismo, extraerá las consecuencias que la
disimetría de los sexos en relación al falo conlleva al nivel del goce,
proveyendo de distintas modalidades de goce en uno y otro. La disparidad de los
goces de hombres y mujeres le llevará a plantear que no hay relación sexual (11).
No es mi
intención hacer un resumen aquí de la teoría sexual freudiana, ni de la llamada
querella del falo habida entre Freud y sus discípulos sobre la necesidad de que
la niña pasara por una fase fálica para devenir mujer; tampoco de la resolución
que dio Lacan a los callejones sin salida de la teoría freudiana y del
mencionado debate. Mi intención es situar mínimamente las herramientas teóricas
con las que Lacan leerá la problemática del transexualismo.
Él
aborda el problema del transexualismo en dos momentos de su enseñanza: 1958 y
1971. Son dos momentos clave de su teoría en relación a la formalización de la
relación entre el significante y del goce.
También
podemos decir que él analiza la cuestión transexual cuando investiga y elabora
la clínica de la psicosis y la clínica de la feminidad.
En cada
una de las fechas citadas hará dos referencias, cuatro en total.
Voy a
situarlas brevemente:
La
primera referencia se encuentra en “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”, donde Lacan habla de la
práctica transexual de Schreber (12) y plantea que al llamado que este último hace al
Nombre-del-Padre responde un agujero en lo simbólico en el lugar que había de
advenir la significación fálica.
Schreber
encontrará una solución al desencadenamiento a partir de una solución: ser la
mujer de Dios. Se trata de una significación imaginaria que recubre el agujero
en lo simbólico. “A falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda
la solución de ser la mujer que le falta a los hombres” (13). En
esta solución, Lacan ve una función restauradora de la estructura imaginaria de
la psicosis. Y tras alabar la “notable tesis de Alby”, quien como hemos dicho en la primera parte afirmaba que el transexual masculino era un psicótico, agrega: “Debemos señalar
lo que la estructura que destacamos aquí puede tener de esclarecedor acerca de
la insistencia tan singular que muestran los sujetos de estas observaciones en
obtener para sus exigencias más radicalmente rectificantes la autorización, y
aún si puede decirse, las manos en la masa [manos a la obra] de su padre” (14).
La
estructura imaginaria del transexual masculino, según este párrafo y este momento
de la teoría lacaniana, constituye un llamado al Padre, que toma la forma de
una exigencia para que regule el goce del sujeto. En ausencia de la función
simbólica que representa el Nombre-del-Padre, el médico es llamado a intervenir
en lo real del cuerpo.
Unos
meses más tarde, Lacan vuelve a poner en relación el transexualismo y la
psicosis al referirse brevemente al “estilo delirante del transexual masculino”
(15).
De estas
dos citas de sus escritos, podemos concluir que, en la llamada primera parte de
su enseñanza, Lacan vincula el transexualismo y la psicosis.
2. En
1971, Lacan vuelve a hacer dos referencias al transexualismo. La primera la
hace en su Seminario XVIII donde insiste en separar la sexualidad
humana de la biología (16). Lo que está en juego en ella son las relaciones
entre hombre y mujer que son categorías fálicas del lenguaje. Estas categorías
no pueden pensarse como algo natural o de manera independiente sino como
construcciones del lenguaje interrelacionadas.
En ese momento, Lacan hace referencia a los casos de transexuales estudiados por Stoller en su libro Sex and Gender y critica que este último “elude por completo la cara psicótica de estos casos por crecer de toda orientación, por no haber escuchado nunca hablar de la forclusión lacaniana”.
En ese momento, Lacan hace referencia a los casos de transexuales estudiados por Stoller en su libro Sex and Gender y critica que este último “elude por completo la cara psicótica de estos casos por crecer de toda orientación, por no haber escuchado nunca hablar de la forclusión lacaniana”.
La
segunda referencia la hace en la apertura de su Seminario XIX Lacan vuelve a
insistir en que la sexualidad humana está marcada inexorablemente por el hecho
de que no esté predeterminada (17). No hay un saber instintivo sobre ella. No
es algo natural –afirma- pero tampoco viene determinada fundamentalmente por
las identificaciones que provee la cultura. Lacan subraya el papel de las
identificaciones de goce respecto a las identificaciones simbólicas y toma
distancia así con el concepto de género. Contrapone el término de sexuación a
este último. Para poder asumir, lo que llama una “posición sexuada” son
necesarios tres pasos, que no implican una cronología.
El primer paso consiste en que el niño nace con una anatomía determinada y los padres (el Otro) constatan la
diferencia anatómica, lo que Lacan llama “la pequeña diferencia”. Esto suele
ser bastante fácil de discernir, aunque puede haber incertidumbre por ejemplo
en el caso de los individuos intersexuados con diversos grados de
hermafroditismo, que nacen con contradicciones hormonales, cromosómicas y/o
genitales. Estos casos son poco frecuentes. Por lo general la “pequeña
diferencia” es fácilmente observable, incluso antes del nacimiento, en las
ecografías.
Como se
basa en un dato de la percepción, en una diferencia anatómica real, se tiende a
considerar que el dictamen del adulto sobre si es un niño o una niña es un
juicio “natural”. Sin embargo, Lacan objeta aquí que si bien se basa en una
diferencia natural, el juicio no lo es: no es una diferencia que el niño establece
naturalmente. Los niños no se distinguen a sí mismos solos, sino que son
distinguidos de entrada por el Otro, que por otro lado lo hace sin darse cuenta
de que al hacerlo está utilizando criterios, categorías formados bajo la
dependencia del lenguaje, es decir en relación al falo.
Se trata
de lo que Lacan llama “el error común”, el segundo paso a tener en cuenta en la
sexuación, que concierne a todo el mundo y consiste en que cuando se dice “es
un niño” o “es una niña”, se dice siempre algo más. En esa afirmación se
desliza siempre algo más que la alusión a la diferencia anatómica. Si se trata
por ejemplo de un niño, se está diciendo también que se está esperando de él la
virilidad, que se comporte como un hombre, lo cual puede tomar significaciones
diversas según los padres, el entorno, la época, etc. El comportamiento del
niño quedará significado desde las categorías fálicas del adulto.
El
tercer paso alude a la elección del sujeto, que debe decidir si acepta o no
esta categorización. Es “un niño” o es “una niña” solo será verdad si
experimenta el goce correspondiente, un goce todo fálico, es decir, de órgano,
o un goce no todo fálico (goce fálico y no fálico), y acepta inscribirse él
mismo en la función fálica.
Sea cual
sea su anatomía, el sujeto ha de consentir inscribirse en la función fálica, lo
cual implica aceptar la castración, aceptar experimentar un goce y poder
soportarlo. No basta con que se le inscriba desde afuera. Este paso es el más
importante.
Un sujeto puede rechazar
inscribir su goce en las categorías fálicas tal como pasa en la psicosis. Dijimos antes que allí hay forclusión del Nombre-del-Padre luego no se puede construir el falo simbólico. En la psicosis, hay alguna idea sobre el sexo pero esta idea no se inscribe en el universal fálico.
Después de haber descrito
estos tres pasos, Lacan hace referencia al transexualismo. Al igual que Stoller, él parte también de la clínica del transexual y de sus dichos y hace una construcción teórica a partir de ellos. Pero en lugar de referirse al género como el verdadero sexo, como hace aquél, Lacan toma el término "error" que los transexuales utilizan con frecuencia cuando refieren que
ellos son de
otro sexo y su anatomía es resultado de un error del Otro de la naturaleza -y como han sido víctimas de una injusticia piden que el error
se subsane a
través de la intervención
de un Otro, que no es esta vez el otro de la naturaleza sino el Otro de la Medicina y el Otro
del Estado: se pide al primero que extirpe ese órgano equivocado e implante uno correcto, y al segundo
que ratifique
la rectificación
del error asignando esta vez el estado civil adecuado.
Pero Lacan señala en el
seminario citado que “un órgano solo es instrumento en tanto significante”. Al no poder hacer del falo un significante, el transexual queda pegado a la anatomía y rechaza el órgano. Las evidencias del sexo biológico propio (genitales
en el hombre y senos en la mujer) son entonces objeto de repulsión.
El transexual no puede asumir la discordancia. Por ello, no puede inscribirse en ninguna de las dos categorías (hombre, mujer). Necesita
eliminar esa discordancia para poder sentir
que no es un hombre o una mujer, sino El Hombre o La Mujer. Con ello, no trata de ser por ejemplo la mujer
de un
hombre: en
su ser mismo, el transexual busca devenir La mujer.
Las concepciones de lo que sería La Mujer difieren
un poco:
para uno es la belleza, para otro, la excepción, etc. Así, para Robert Covell (18), devenir mujer consistía en “una nueva repartición
de las grasas del cuerpo, un desarrollo de la intuición y la sensibilidad, la pérdida de la fuerza física la aptitud para enrojecer cuando se está emocionado, una suavización de su naturaleza, un vocabulario más pulido”. En su biografía, puede apreciarse que si experimentaba la necesidad de desarrollar contactos con el otro sexo era para encontrar una confirmación de la cualidad de su imagen. Podemos pensar entonces que
en la llamada reasignación de sexo hay en juego una construcción imaginaria
que puede tener efectos de estabilización o suplencia.
Para poder acceder al Otro sexo, para poder situarse en la diferencia sexual, explica Lacan, es preciso pagar el precio de la castración, de que
la pequeña
diferencia pase engañosamente a lo real por intermediación del órgano, que deja de ser considerado como tal, a la vez que revela que un órgano solo puede convertirse en un instrumento por mediación
del significante.
Si el transexual rechaza el órgano, dice, no es en tanto órgano sino en tanto significante. Por eso, padece un error, que es justamente un error común. “La pasión del transexual es la locura de querer librarse de este error: el error común que no ve que el significante es el goce y que el falo
solo es el significado” (19).
Podemos apreciar aquí un cambio en la enseñanza de Lacan relativa a la relación del significante y el goce. Si
en la primera época de su enseñanza ambos están disjuntos, en 1971, el significante es causa de goce. Hay goce por el hecho mismo de hablar.
Al no haber la regulación del Nombre-del-Padre, el significante, el Otro del lenguaje deviene el lugar mismo donde se aloja el goce del Otro. El goce persecutorio del Otro estaría localizado en el significante mismo, siendo el falo su significado imaginario.
El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real del cuerpo, el juicio de reconocimiento del Otro no puede pasar por la lengua fálica. Al rechazar ser significado como falo por el discurso sexual trata de forzar el discurso sexual mediante la cirugía.
Al no haber la regulación del Nombre-del-Padre, el significante, el Otro del lenguaje deviene el lugar mismo donde se aloja el goce del Otro. El goce persecutorio del Otro estaría localizado en el significante mismo, siendo el falo su significado imaginario.
El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real del cuerpo, el juicio de reconocimiento del Otro no puede pasar por la lengua fálica. Al rechazar ser significado como falo por el discurso sexual trata de forzar el discurso sexual mediante la cirugía.
Un caso presentado por
Hervé Hubert permite ilustrarlo. Él refiere algunos ejemplos, que nos recuerdan los casos, mencionados en la primera parte de este trabajo, que describía Esquirol en 1838: en concreto al de una paciente que en el curso
de un episodio de agitación decía que
era un hombre y no una
mujer. La única manera de calmarla fue llamarla “señor"”.
Hubert sitúa como una característica de los transexuales que se sienten perseguidos por el significante
“hombre” o “mujer” o apaciguados por él, dependiendo de que el significante que el Otro les asigna no coincida o coincida con la certeza de su sexo. El goce transexual en el hombre –señala- tendría
como función aliviar del
goce del Otro, no balizado por el ser significado falo, no ordenado por el Nombre-del-Padre (20).
Como el transexual toma el significante por el órgano, por lo real, quiere extirpar lo real del órgano, aunque es el significante el que le persigue. No quiere ser significado “señor” o “señora” por el Otro. El
obstáculo al goce es el órgano confundido con el
significante.
Esta confusión del significante –simbólico-, con el órgano –real-,
podría darnos una definición
mínima de la psicosis. Esto permite pensar que, en 1971, Lacan mantendría la hipótesis de la posible vinculación
establecida en 1958 entre psicosis y
transexualismo.
Sin embargo, la clínica psicoanalítica clásica es una clínica estructural (neurosis, psicosis, perversión). Y el transexualismo no es ninguna estructura. Para Lacan, ninguna formación imaginaria puede considerarse exclusiva de una estructura. Esto abre la necesidad de abrir una clínica diferencial. Dedicaremos una próxima entrada a trabajar este punto.
* Segunda parte de la clase “Transexualismo y
transgénero”, impartida dentro del curso “Elecciones sexuales. Versiones de la
sexualidad” organizado entre la Sección Clínica de Barcelona y la Universidad
de Barcelona en el curso 2003-2004. La primera parte, titulada "Y la ciencia creó el transexual", puede consultarse en este
mismo blog: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/10/y-la-ciencia-creo-al-transexuali.html
Ambas partes están reunidas en Freudiana 70.
Notas:
1. Stoller, Robert: Sex and gender. The
Development of Masculinity and Femininity. London: Carnac, 1968.
2. Stoller, Robert: L’excitation sexuelle, dynamique de la vie érotique. Paris: Payot,
1984, pp. 72-74.
3. Mahler, Margaret (en colaboración con Manuel
Furer): Simbiosis humana, las vicisitudes
de la individuación: I. Psicosis infantil. México: Joaquín Mortiz, 1972.
4.
Freud, Sigmund: “La organización genital infantil” (1923). En: Obras Completas, vol XIX. Buenos Aires:
Amorrortu Editores, 1984.
5.
Freud, Sigmund: “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogo con u juez
imparcial” (1926). En: Obras Completas,
vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1976, p. 199.
6.
Saussure, Ferdinand de: Curso de
lingüística estructural (1906-1911). Madrid: Akal, 1981.
7.
Lacan, Jacques: El Seminario, libro IV:
Las relaciones de objeto (1956-1957). Barcelona: Paidós, 1994, cap. II.
8.
Lacan, Jacques: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis” (1957/1958). En: Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 1979.
9.
Lacan, Jacques: “La significación del falo” (1958). En: Escritos 2, op. cit.
10.
Lacan, Jacques: El Seminario, libro XVIII: De un discurso que no fuera del
semblante (1970-1971). Buenos Aires: Paidós, 2009.
11.
Ibidem.
12.
Lacan, Jacques: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis” (1957/1958). En: Escritos 2, op. cit., p.
550.
13. Op.
cit., p. 547.
14. Op.
cit., p. 550.
15.
Lacan, Jacques: “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”
(1958/1960). En: Escritos 2, op. cit., p. 714.
16.
Lacan, Jacques: El Seminario, libro XVIII: De un discurso que no fuera del
semblante, op. cit..
17.
Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX: … o peor (1971-1972). Buenos Aires:
Paidós, 2012. Clase del 8.12.1971, pp. 16-17.
18. Covell, Robert: Comment je suis devenu(e) femme? Paris: Plon, 1955, p. 9.
19.
Lacan, Jacques: El Seminario, libro XIX: … o peor, op. cit., p. 17.
20. Hubert, Hervé: “L’énigme
transexuelle”. En: Divisions subjectives et personnalités multiples (bajo la dirección de François Sauvagnat). Rennes: Presses Universitaires, 2001.
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