"Irma" (2010), de Jaume Plensa. Instalación en el Yorkshire Sculpture Park, Reino Unido, 2011. |
Voy
a partir de la frase de Jacques-Alain Miller que da título a estas sesiones: “Apostemos por
que analizar al parlêtre es lo
que ya hacemos, y tenemos pendiente el saber decirlo”(1).
Esta
apuesta retoma el término parlêtre
introducido por Jacques Lacan (2), en 1976, como término que sustituiría en un futuro
al inconsciente freudiano. A diferencia del sujeto del inconsciente,
significante, el parlêtre
incluye lo real del cuerpo, su goce, producto del encuentro del organismo con lalengua, es decir, de lo que en
psicoanálisis llamamos “trauma”, donde tenemos:
1)
el encuentro con un goce;
2)
este encuentro es correlativo de otro encuentro: el de la insuficiencia de lo
simbólico para decir lo real, es decir, el del agujero de lo real en lo simbólico,
fuera de sentido;
3)
las coordenadas de dicho encuentro fijarán contingentemente las marcas
pulsionales (S1);
4)
la solución a ambos encuentros, siempre sinthomática,
vendrá a suplir la insuficiencia de lo simbólico a la par que conformará un
funcionamiento de goce.
Es
lo que nos enseñan algunos testimonios de los finales de análisis de la era del
parlêtre o del sinthome
-términos
solidarios-, donde se encuentran aisladas las marcas pulsionales que ciernen el
agujero de lo real en lo simbólico para un sujeto y organizan su goce. Asimismo
ellos nos ilustran sobre cómo en el análisis el sujeto ha inventado un nuevo
modo de relación con ellas, también sinthomático pero
inédito, que pone este funcionamiento de goce del lado de la vida, lo que le
permite arreglárselas mejor con el goce y hacer un lazo social nuevo.
Pero
el parlêtre y su solución sinthomática no hacen su aparición al
final del análisis sino que de algún modo están
de entrada -si bien no del mismo modo. Entonces no tenemos otro remedio que
escucharlos.
Miller
señala tres fórmulas descubiertas a partir de la experiencia analítica y, en
especial –señala- del pensamiento sobre dicha experiencia, que competen
respectivamente al agujero, a la marca y al goce. Son: No hay relación sexual, Haiuno y, correlativamente, lo que llama
el auto-goce del cuerpo, es decir, que un cuerpo es algo que se goza, fórmula que se articula a
los dos primeras. “Las tres fórmulas, señala, tienen que leerse conjuntamente.
Y ellas dan una dirección a la escucha analítica”(3).
La práctica analítica en la era del parlêtre
La
apuesta de Miller interroga al analista de la era del parlêtre, en la misma línea inaugurada por Lacan, quien si bien,
en 1973, reconoció que “una práctica no requiere ser esclarecida para operar”(4),
desde el inicio de su enseñanza se dedicó a esclarecerla. En enero de 1977,
pocos meses después de introducir el término parlêtre, dice: “La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo
en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos
hagan saber lo que su práctica tiene de azaroso que justifica a Freud haber
existido”, proponiendo “apremiar al analista para que declare sus razones” (5).
“Lo
azaroso” de la práctica –entiendo- señala una relación entre ésta última y la
contingencia. Por un lado, la práctica analítica está afectada por la
contingencia en tanto que el acto analítico tiene principios, como introdujo en
2004 Éric Laurent (5), pero no es previsible. Por otro, en tanto ella apunta a
situar el agujero de lo real en lo simbólico, localizable solo por las marcas
de goce que lo ciernen al insu
del sujeto, es decir, fuera de la concatenación significante y, por tanto, del
saber, ha de guiarse más por algo del orden de la contingencia del
acontecimiento de lo real que por la deducción de sentido, necesaria. Esto
requiere algo de lo señalado por Freud (así entiendo el “que justifique a Freud
haber existido”) al decir que la interpretación analítica no debía ser
exhaustiva sino que debía dejar “un lugar en sombras”, ese que, en relación al
sueño, sitúa como su ombligo y que “se asienta en lo no conocido”(6),
no-reconocido, no-encadenado, fuera de historia; ella ha de apuntar a ese lugar
que más tarde llamó “represión primaria”, en su doble dimensión de lugar donde
las representaciones desfallecen y donde tiene lugar la fijación de la pulsión,
es decir, por definición, el lugar del trauma fuera de sentido.
El
psicoanálisis responde “a la idea de una cura estándar ni supone ningún
protocolo general” (quinto principio), válido para todos, fundados en un saber
preestablecido. Esto separa la práctica analítica de toda técnica, que sí
requiere dicho saber y por ello es del orden de la repetición necesaria y no de
lo contingente.
“El
psicoanálisis no es una técnica sino un discurso que anima a cada uno a
producir su singularidad, su excepción” (quinto principio). “Lo que se persigue
no es una norma sino la conformidad del sujeto consigo mismo” (sexto
principio), podríamos añadir “con su norma de goce”, como introdujo Hebe Tizio
recientemente en otro espacio. Entiendo que esta conformidad implica una
variación, una lectura inédita de un funcionamiento de goce que separa al
sujeto del autoerotismo y lo pone en relación al otro y a la vida.
Voy
a finalizar esta primera parte desglosando una definición que Lacan hace de la
clínica en 1976: “La clínica es lo real en tanto imposible de soportar. El
inconsciente es la huella y a la vez el camino por el saber que constituye:
haciéndose un deber para el analista repudiar todo lo que implica la idea de
conocimiento” (7).
“La
clínica es lo real en tanto imposible de soportar”: ella se construye a partir
de la experiencia de lo más éxtimo del sujeto, las marcas de lalengua sobre el cuerpo, el trauma
que está en la raíz del síntoma. Por ello, “el analista debe repudiar todo lo
que implica la idea de conocimiento”: no se alcanza lo insoportable del síntoma
mediante una objetivación del sujeto sino “al precio de una sumisión completa,
aunque sea enterada, a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo” (8).
“El
inconsciente es la huella y a la vez el camino por el saber que constituye”:
ante un caso nuevo, el analista “no debe sumar sus experiencias”(9) y debe
escuchar, como señala Freud, a cada analizante como si fuera el primero.
En
relación a las neurosis, el analista tiene que manejarse con la incertidumbre
sin él mismo cerrar el sentido y, por tanto, sin apuntar a cerrarlo con la
interpretación, “dejando un lugar en sombras” para mantener abierta la dimensión
del inconsciente, que es la huella y a la vez el camino que lleva hacia el
ombligo real del síntoma. Sin embargo, cuando se trata de una psicosis a veces
basta dar la palabra al sujeto para que nos muestre ese camino de “inconsciente
a cielo abierto” con una certeza que forma parte de lo insoportable de su síntoma.
A partir de localizar dicha certeza el analista encuentra sin embargo cierta
certidumbre de lo que no hay que hacer: apuntar al agujero de lo forcluido que
la certeza tapona.
Voy
a tratar ahora de decir lo que he hecho como analista en el trabajo con un
caso diagnosticado como una psicosis ordinaria.
* Texto presentado en el espacio "Analizar al parlêtre" de la Comunidad de Catalunya de la ELP, el 14 de marzo de 2017.
Notas:
1.
Miller J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet El cuerpo hablante, Buenos Aires, Grama, 2016, p. 28.
2.
Lacan J., “Joyce el Síntoma”, Otros
escritos, p. 592.
3.
Miller J.-A., El Ser y el Uno,
clase del 30.3.2011, a publicar en Freudiana nº 79 con el título “Una orientación para la escucha analítica”.
4.
Lacan J., “Televisión”, Otros
Escritos, p. 539.
5.
Lacan J., “Apertura de la Sección Clínica”, 5.1.1977.
6.
Laurent E., “Principios rectores del acto analítico”, 2004:
7.
Freud S., “Sobre la psicología de los procesos oníricos”, La interpretación de los sueños, O.
C., vol. V, p. 519.
8.
Lacan J., “Création de la Section Clinique” (En: “Annonces et informations”), Ornicar? nº 8, Hiver 1976-7. diciembre
1976.
9.
Lacan J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”,
Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1984, p. 516.
10.
Lacan J., “Introducción a la edición alemana de los Escritos”, Otros Escritos, op. cit., p. 583.
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