Pero perderá la relación con estas lenguas cuando la segunda guerra mundial irrumpa en su vida e interrumpa su infancia. Este acontecimiento marcará en el futuro su obra.
En su biografía, Historia de una vida (Península, 2005), ganadora del premio Médicis 2004, relata como los nazis asesinaron a su madre delante suyo cuando tenía siete años y le llevaron después, con su padre, a un campo de concentración. Pero el niño Appelfeld conseguirá escapar solo -dejará a su padre en el campo y no lo volverá a ver hasta 30 años más tarde, ya en Israel.
Él explica cómo al poco tiempo de internarse en el bosque, tras su huida, se encontró con un manzano cargado de frutos. Describe el momento como una visión. Después de la miseria, del dolor del campo, quedó extasiado ante aquella explosión de color y de vida. Las ramas del manzano le acogían y le ofrecían sus frutos -es interesante señalar que "appelfeld" en alemán significa "campo de manzanos" por lo que quizás algo importante ocurrió ahí para él, algo le dio fuerzas para entrar en otro "campo". Se quedó unas horas descansando a la sombra del árbol y, luego, temeroso de ser encontrado, siguió internándose en el bosque, donde permaneció el resto de la guerra.
Fue allí, en medio del horror, donde encontró, en los momentos más crudos, a otros habitantes de los bosques -una banda de criminales, una prostituta...- que sucesivamente le acogieron garantizando su supervivencia en los momentos más crudos del invierno. Aunque estos otros, auténticos outsiders, vivían, como él, escondidos, esto no les hacía iguales: el niño Appelfeld tuvo que cuidarse bien, para salvarguardar su vida, de disimular su acento judío ante ellos.
Al finalizar la guerra, un Appelfeld ya entrando en la adolescencia, embarcará con muchos otros niños hacia Israel donde tendrá que hacer frente a las exigencias de una nueva vida, entre otras cosas el aprendizaje del hebreo -él habla del encuentro con cierta exigencia por parte del Otro, con un empuje a empezar de cero, a olvidar, a dejar de lado la lengua propia.
Pero, ¿se puede empezar de cero? ¿Cómo dejar de lado las palabras que tejen la experiencia, la materia del propio pensamiento? Por otro lado, cómo recordar las palabras alemanas de la lengua de los asesinos, las palabras rutenas de la infancia feliz con los abuelos ahora destruida, las palabras del yíddish que las víctimas musitaban rezando cuando caminaban hacia la muerte?
En su autobiografía, describe bien la situación de bloqueo, las dificultades de aprendizaje de una lengua nueva y difícil mientras que las palabras de las lenguas que tenían resonancia en su historia le resultaban durante bastante tiempo imposibles de recordar.
Appelfeld hace entonces la experiencia de la falta de palabras para nombrar las cosas, para nombrarse. ¿Cómo vivir sin ellas?
Necesitará su tiempo para empezar a recuperar las palabras de estas lenguas de su infancia, para organizar y poner nombre a lo vivido. Poco a poco podrá ir recuperando frases, retazos de ellas. El trabajo de algunos escritores israelíes que no escribían solo en hebreo sino que se servían asimismo de otra u otras lenguas, le ayudarán al cabo de unos años a encontrar el camino.
Pero Appelfeld plantea que ese trabajo de elaboración de la experiencia no acaba nunca para aquellos que fueron niños durante la guerra: los adultos tenían ya un pensamiento construido y, por tanto contaban con un mundo simbólico para inscribir lo que ocurría, para construir una memoria que luego les permitiera recordar, elaborar la experiencia. Sin embargo, los niños no disponían de esa herramienta. Por insuficiente que fuera por otro lado para los adultos, ellos no contaban con ella. Tuvieron que construir su mundo simbólico al mismo tiempo que luchaban por sobrevivir en un mundo que no entendían, no solo para el que no había palabras, sino respecto al que faltaban las palabras para darse cuenta de que no las había.
Es así que Appelfeld se explica por qué muchas experiencias no le vienen como pensamientos elaborados sino como sensaciones, movimientos, gestos... algo más del orden de la reminiscencia, que de lo historizado, que se puede entonces rememorar. Las impresiones vividas quedaron -dice- "grabadas en las células de su cuerpo".
El psicoanálisis nos ayuda a pensar que lo que el sujeto no ha podido inscribir, articular como una memoria, no puede volver a través de la rememoración, como recuerdos encadenados en la propia historia. Retornan como fuera de la historia, como fenómenos desarticulados entre sí, por ejemplo impresiones corporales, fenómenos de cuerpo.
Aunque Appelfeld no se considera un escritor de la Shoáh -él habla de sí mismo, se inspira, en el niño que fue, en sus experiencias, en lo que vio, escuchó, sintió, en el mundo que le tocó vivir-, su escritura no solo la tiene como telón de fondo sino que está inexorablemente atravesada por ella.
La densidad de lo vivido de lo que no se puede llegar a olvidar, le lleva a afirmar que a los 11 años ya era viejo. Pero, a continuación, afirma no haber dejado nunca de confiar en el género humano porque, en medio del horror y la desesperación, cuando se dirigió al otro pidiendo ayuda siempre encontró a alguien que le respondió y eso le permitió sobrevivir. En medio de la Hilflosigkeit humana, del desamparo radical, siempre encontró alguien que in extremis le echó una mano. Y eso fue esencial -afirma- para no perder la inocencia. Un artista -dice-, no puede perderla.
Además de su autobiografía, Aharon Appelfeld tiene otros libros traducidos al castellano y al catalán. Se puede ver la entrevista que le hicieron en Televisión de Catalunya (TV3) clickeando en el siguiente link:
La entrevista está en inglés subtitulada en catalán.
Sobre el tema de la relación con la lengua se pueden ver asimismo dos DVD muy interesantes de la directora israelí, residente en Francia, Nurith Aviv: "D'une langue à une autre" y "Langue sacrée, langue prophane". Están en hebreo con subtitulos en francés. En el primero, la autora entrevista a distintos poetas, escritores y artistas israelíes, que hablan del su relación con la lengua, con su poder de evocación y resonancia, y de cómo fue para ellos el aprendizaje del hebreo, el paso de una lengua a otra. Entre ellas, hay una realizada a Aharon Appelfeld.