Las migraciones han sido frecuentes y
necesarias para la humanidad desde la antigüedad, sin embargo las que se
registran desde principios del siglo XXI no tienen precedentes. Las migraciones
internacionales se han globalizado. Mientras que entre 1750 y 1950 unos setenta
millones de personas abandonaron Europa hacia América en busca de una vida
mejor, en la actualidad cerca de doscientos cincuenta y ocho millones de
personas viven fuera de su país, un cincuenta por ciento más que en el año
2000.
En el reciente Foro Europeo de
Psicoanálisis (1), organizado por la Eurofederación de Psicoanálisis y
celebrado en Roma, Lo
straniero, el psicoanalista Antonio
Di Ciaccia empezó leyendo una carta del Presidente del
Parlamento Europeo que situaba la emigración como un fenómeno global muy
complejo, y un tema fundamental del trabajo parlamentario.
Varios ponentes, entre ellos Linda Lanzillotta, vicepresidenta del Senado italiano, coincidieron
en la idea de no situar el fenómeno de la emigración como una emergencia: es un
fenómeno estructural consecuencia de la globalización y de las desigualdades
que esta última ha creado, o acentuado, tanto en Occidente como en otras partes
del mundo.
Por otro lado, estos grandes
movimientos migratorios escriben la historia, según Jacques Lacan. Antonio Di Ciaccia recordó que para este último la historia no la
escriben los vencedores, como se suele decir, sino que “es una fuga en la que
solo cuentan los éxodos” (2), los desplazados, los deportados.
El periodista Marco Damiliano, señaló el éxodo como un topos del que nace la revolución democrática, desde que
los judíos huyeron de Egipto con Moisés.
Sin embargo, en la actualidad los
fenómenos migratorios se han entrelazado con otros dos fenómenos complejos lo
que produce una mayor fragilización de la situación: 1. La crisis económica y
financiera; 2. La no-integración en muchos casos de las segundas y terceras
generaciones de los emigrantes. Esto ha acentuado la visión de los
emigrantes como personas que pueden complicar aún más la situación, ya sea
ahora o en el futuro.
El psicoanalista Miquel Bassols hizo referencia al libro Extraños llamando a
la puerta (2015), de Zygmunt Bauman y citó que
los extranjeros no están fuera sino dentro del barco que llamamos “humanidad”.
El extranjero es solo aquel que habla una lengua que no entiendo, el bárbaro,
palabra que deriva del griego: bar bar era cómo le sonaba al griego ático la manera de
hablar de los extranjeros. Así, “bárbaro” se refiere a lo que no entiendo de la
lengua del otro. Y cuando no se entiende al otro, señaló, hace falta una
conversación decidida.
¿Qué mayor aliento para ello, me
parece, que recordar como hizo la psicoanalista Lilia Mahjoub, presidenta de la NLS, que al
nacer somos acogidos como extranjeros por un Otro cuya lengua no hablamos? ¿Qué
seria de nosotros sin esa acogida?
Miquel
Bassols se preguntó sobre cómo conversar con
el otro. Si Kant decía que había que ponerse en su lugar, lo que sería una
solución identificatoria, él recordó que Jacques-Alain
Miller plantea que no se trata de eso sino de poner al otro en su lugar de
sujeto lo que es distinto que identificarse con el otro.
Antonio
Di Ciaccia señaló que el/lo extranjero introduce
una desestabilización en la comunidad, en tanto causa su angustia, la divide.
Del mismo modo, lo hace lo extranjero que vive en nosotros, el inconsciente, el
síntoma y sus manifestaciones.
Entonces no solo hace falta hablar al
extranjero que llega de fuera, como señaló Miquel Bassols, sino también, como él mismo señaló, a ese
extranjero, ese bárbaro que habita en cada uno de nosotros. Pero, ¿cómo hacer
que el otro converse con el Otro que hay en él?
Antonio
Cohen, parlamentario europeo, contrapuso el
par hospitalidad- hostilidad en relación a los extranjeros.
Podríamos quizás, se me ocurre, pensarlo desde el par inclusión-exclusión. La hospitalidad incluye al otro pero no le obliga a integrarse. A veces, pensamos “incluir” como “integrar” y si el otro no se integra, consideramos que se auto-excluye. Pero no es lo mismo: el otro puede decidir no integrarse o, incluso, auto-excluirse, pero nosotros somos responsables de no incluirlo. Y no es lo mismo incluir que obligar a integrarse. En todo caso, es una diferenciación en la que no había reparado antes y me parece ahora algo interesante.
Me resultó muy orientadora a este respecto la idea del psicoanalista Éric Laurent de que los extranjeros vienen a participar de nuestro modo de vida, no de nuestra identidad.
Entonces, se trata para nosotros de cómo incluir en nuestra vida a quienes no se integran en nuestro “nosotros” sino que tienen un “nosotros” propio.
Podríamos quizás, se me ocurre, pensarlo desde el par inclusión-exclusión. La hospitalidad incluye al otro pero no le obliga a integrarse. A veces, pensamos “incluir” como “integrar” y si el otro no se integra, consideramos que se auto-excluye. Pero no es lo mismo: el otro puede decidir no integrarse o, incluso, auto-excluirse, pero nosotros somos responsables de no incluirlo. Y no es lo mismo incluir que obligar a integrarse. En todo caso, es una diferenciación en la que no había reparado antes y me parece ahora algo interesante.
Me resultó muy orientadora a este respecto la idea del psicoanalista Éric Laurent de que los extranjeros vienen a participar de nuestro modo de vida, no de nuestra identidad.
Entonces, se trata para nosotros de cómo incluir en nuestra vida a quienes no se integran en nuestro “nosotros” sino que tienen un “nosotros” propio.
Por otro lado, Éric Laurent también señaló la necesidad de escuchar a estos otros que ya están con nosotros. Ellos quieren ser
escuchados.
Mientras que la plaza pública era
antes un lugar de encuentro e intercambio, en la actualidad las plazas quedan
desiertas por la presencia de emigrantes que viven o pasan su tiempo en ellas.
Esto acrecienta la soledad, que es un signo de nuestra época.
Francesco
Lorenzoni, profesor, promotor de Ius Soli
(Derecho al suelo) señaló que cuando no conocemos la historia del otro tenemos
miedo. Estamos en un mundo con cada vez menos relatos. El arte de narrar es el
arte de convivir.
Los problemas empiezan cuando nos
negamos al encuentro, cuando renunciamos a relacionarnos con los otros, cuando
solo podemos percibirlos como un problema, en lugar de cómo una novedad y una
riqueza.
Excluir al que viene de afuera crea
delincuencia como testimonia el nacimiento del gansterismo en EE. UU en los
años 20 del siglo pasado. Es la necesidad de sobrevivir lo que empuja a la
persona a la marginalidad, convirtiéndola en enemiga.
Los fenómenos migratorios no van a
parar. Y hemos de poder pensar al extranjero no como un enemigo sino como un
huésped que viene a hacer algo positivo, con el que hay que construir algo
nuevo, porque vamos hacia una sociedad distinta caracterizada por un mestizaje
global.
El jurista Luigi Ferrajoli señaló que no son
los extranjeros los que dañan nuestra democracia sino las ideologías y partidos
xenófobos. Durante cuatro siglos Occidente ha invadido el mundo en nombre de la
“libertad de emigrar” o el “derecho a emigrar”, pero cuando esto ha dado un
vuelco y hemos pasado de emigrar a recibir la inmigración la cuestión ha
devenido un delito. No se puede penalizar a una persona por lo que es, solo por
lo que hace. Penalizar por la identidad es una ley racista.
Estábamos acostumbrados a pensar que,
después de los totalitarismos del siglo XX la democracia no tenía vuelta atrás.
Por primera vez había una Europa sin fronteras sin muros ni alambradas. Pero
eso ha vuelto. En Europa ya hay al menos cinco muros construidos o en
construcción. En el siglo XXI no hay que dar por sentada la democracia.
Por otro lado que los fascismos hayan
muerto no quiere decir que los genocidios no sigan su curso, señaló Éric Laurent.
Monseñor
Guerino di Tora, presidente Fondazione Migrantes e
Commisione episcopale Cei per le migrazioni, testimonió de que habían
preguntado a la madre de un emigrante muerto en el Mediterráneo cómo era para
una madre enviar a su hijo a las olas del mar. Ella respondió: “Las olas del
mar son más seguras que esta tierra de muerte”.
Varios países de África están
asolados no solo por conflictos y matanzas sino también por la sequía, la
expansión del desierto del Sahara.
Los emigrantes africanos atraviesan
su continente a veces durante más de diez años para llegar a Europa sufriendo
no solo todo tipo de calamidades, sino todo tipo de violencias y torturas en
especial cuando llegan a Libia, de lo que hubo en el foro testimonios gráficos
y orales aterradores.
Éric
Laurent recordó las palabras del papa
Francisco en más de una ocasión denunciando que África sea para muchos un
objeto de goce. Los escándalos que de tanto saltan a la luz pública, por parte
incluso en ocasiones de personal de los organismos humanitarios, no
deja la menor duda.
Decenas de miles de emigrantes han perecido en el
Mediterráneo tratando de alcanzar Europa. El Dr. Pietro Bartolo, médico en
Lampedusa desde hace más de veinte años, nos explicó cómo poner nombre a cada cadáver es un intento de devolverle su humanidad. Se trata de que no queden reducidos a un número.
El nombre da un lugar en el mundo.
Cuanto más se reduce la política a la contabilidad, más se espera un mundo de
segregación y violencia.
Sin embargo, aquellos que sobreviven
a la travesía marítima llegan a Lampedusa sin saber que, como la llamó el
periodista Marco
Damilano, es una “isla de no-llegada” y que
muchos no podrán avanzar más.
El psicoanalista Enric Berenguer, presidente de la ELP, habló de cómo las olas emigratorias
basadas en la libertad de emigración llevaron a los españoles, y también a
otros europeos, a América, no solo en el momento del llamado Descubrimiento
(que es solo, aclaro, el descubrimiento para los europeos) sino después, a lo
largo de más de cuatro siglos, como algo natural. Sin embargo, ahora el vuelco, como ya había señalado Luigi Ferrajoli, no se considera igual.
También señaló que el término
extranjero no se refiere solo a los que vienen de otro país o no hablan la
misma lengua. Así, el 7 de abril en Barcelona celebraremos un foro dedicado
esta vez a otro tipo de extranjero absolutamente contemporáneo, como es el
autista. Será el Foro Internacional “Después de la infancia, autismo y
política” (3).
No quiero finalizar sin referir
algunas de las palabras que Éric
Laurent dijo al inicio del Foro en homenaje a Judith
Miller. Empezó señalando también su lugar de un cierto afuera en relación a los analistas en tanto no-analista. Pero Lacan había
dado a la figura de no-analista un lugar explícito en el momento de la fundación de su Escuela en 1964, en
cuanto que de lo que se trata en esta última es del discurso analítico
mismo. De ahí el lugar que él dio al grupo de jóvenes que se acercaban,
entre los que se contaba Judith, por aquel entonces joven filósofa comprometida
en política.
La figura del no-analista ha
evolucionado desde entonces.
Judith Miller, presidenta del Campo
freudiano, se consagró a la fundación de redes que permitían extender el
discurso analítico para poder ir más allá del discurso imperante.
Así, recordó que en cuando Judith
inauguró la Red del Forum Cereda, leyó el poema de Louis Aragon, de1943, “La
rose et la séréda” (4) -palabra homófona en francés con “cereda”-, que a través
de una alegoría de flores y pájaros llama a aunar todas las resistencias (“el
que cree en el cielo y el que no cree”) para crear un más allá.
Un más allá distinto, del lado de la
vida, diré tan solo para concluir.
Notas:
1. Foro Europeo de Roma, Lo straniero. Inquietudine soggettiva e disagio sociale nel fenomeno dell'immigrazione in Europa, Biblioteca Nazionale Centrale, Roma, 24 de febrero de 2018.
2. Lacan, J., "Joyce el síntoma", Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 595.
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