Jardín Histórico de la Concepción. Málaga. 2011 (Foto M. Álvarez)
PIPOL 5 finalizó el pasado domingo en Bruselas,* con una conferencia de Jacques-Alain Miller sobre el ideal de salud mental, que trata de armonizar al hombre con el mundo, y sobre el goce de cada cual que pone resistencia a esa operación universalizadora. Trataré de reseñar aquí brevemente su exposición con la ayuda de algunas anotaciones, aclarando que el título de este texto, si bien toma sus palabras, es mío.
En psicoanálisis, todo caso clínico debería tener la estructura de Las Meninas. Como Velázquez en el cuadro, el analista se retrata en el retrato del analizante. El cuadro nos ofrece lo que ve el amo –la pareja real-, que no está representado sino borrado. Solo queda su reflejo, el lugar puede ocuparlo cualquier espectador.
En la pareja analítica, el amo no está para ocupar su lugar. ¿Qué queda de la salud mental –se preguntó J.-A. Miller- cuando el amo no está?
La salud mental –señaló- presupone dominar nuestra parte irracional. Depende del amo, es asunto de gobierno. Y ahora se realiza con su inclusión en todos los aparatos de dominación. El amo, que es un discurso, a través de su imperio sobre la ciencia, puede difundirla, distribuirla entre las poblaciones.
El ideal de salud mental traduce el inmenso esfuerzo que se realiza hoy para realizar una rectificación subjetiva de masas, destinada a armonizar al hombre con el mundo contemporáneo, a reducir el malestar en la civilización. Lo psi se ha convertido en un factor de la política. El discurso del amo, por primera vez, ha penetrado el campo de lo mental. Por lo que ser escuchado hoy por un analista es un derecho humano.
El discurso analítico, cuando se recurre a él, se moviliza por uno solo. Esto es lo que puede conseguir el sujeto en el análisis: su soledad y su exilio. En el centro del discurso analítico no está el Otro, solo existe el uno solo.
En el análisis, inventamos un Otro a nuestra medida, que sabe lo que molesta al uno solo. Pero al final del análisis, ese Otro se desvanece: no nos dejamos engañar más por el inconsciente, que sigue existiendo pero de manera que no tiene ya sentido. Ésa –señaló Miller- es la única salud mental que podemos adquirir: alcanzar ese punto donde se esfuma lo mental y lo real ocupa su lugar.
Esto requiere eliminar lo imaginario de lo mental, lo imaginario como unidad funda-mental, que Lacan ilustró con el estadio del espejo. También requiere franquear lo simbólico de lo mental, la refracción del significante en lo especular, susceptible de dar lugar a metáforas, a efectos de significación, en resumen, lo que llamamos pensamiento.
La verdad que se alcanza con el descifrado siempre es sentido, es decir, mental. Por eso, Lacan hace equivalentes verdad y mentira. Por eso, el campo último es el campo de la libido, que tiene un sentido: el deseo. Ese sentido anima los síntomas. Pero, en el análisis, el deseo sufre una deflacción. El deseo es una verdad mentirosa, una mentira de lo mental. Una vez atravesada la pantalla fantasmática, se encuentra el goce, aquello de la libido que es real.
El goce es el producto de un encuentro causal entre el cuerpo y el significante; es esa huella inolvidable que llamamos acontecimiento de cuerpo, y que nunca vuelve a cero.
Hablamos con el cuerpo, a partir de un goce que ha quedado fijado de una vez para siempre. Ese cuerpo que habla sin palabras es un cuerpo que goza. Se empareja con la salud mental que no existe.
Cada síntoma, cada acontecimiento corporal traduce ese hablar con el cuerpo. Hay que pensar, planteó para finalizar J.-A. Miller, si éste tema es el que interesa para PIPOL VI. En todo caso, me parece -añado- un tema muy interesante y en línea con el tema de las próximas jornadas de la ELP, “Cuerpos escritos, cuerpos hablados”, a celebrar en Zaragoza en noviembre.
* Conferencia de Jacques-Alain Miller en la clausura de PIPOL 5, en Bruselas, el 3 de julio de 2011.
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