lunes, 30 de enero de 2017

DE IDENTIDADES Y MUROS, ES DECIR, DE IDEALES Y SEGREGACIONES

Obra dl artista polaco  Igor Morski (Poznan, 1960)

La reacción primera frente al sinsentido, frente a aquello que resulta inadmisible para nuestro pensamiento, es el rechazo: tendemos a apartar, cuando no a eliminar, aquello que perturba nuestro mundo para evitar que éste cambie y, con ello, nos obligue asimismo a cambiar, pasando a ser otros distintos de los que sentimos que somos, lo que fantaseamos por lo general como una gran amenaza, y no como un alivio.
Pensar que sabemos quienes somos y que los miembros de nuestro grupo de pertenencia son iguales o muy parecidos nos da tranquilidad. Sin embargo, el sentimiento de identidad nos trae muchos problemas y más que responder a ninguna esencia y, menos aún, a ninguna realidad, es la consecuencia de nuestras identificaciones, siempre parciales. Así, cuando decimos “yo” o “nosotros” entramos en el terreno de la ilusión de creer que nos conocemos y, por tanto, nos equivocamos.
La identificación es un proceso fundante del psiquismo: la primera identificación en que el niño, aún balbuceante, dice “yo” es necesaria para su estructuración mental. Pero es tan necesaria y fundamental como ilusoria, porque cuando cualquiera dice “yo” solo se está identificando con aquellos aspectos de sí mismo que más le gustan, que más responden a sus ideales. Y, a la par, está dejando fuera, sin considerar, es decir, desconociendo, todos aquellos aspectos que no le gustan y que con facilidad proyecta sobre los otros dando voz y verdad al refrán de que “Más vemos  la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”.
¡Cuántas veces decimos, por ejemplo, “porque yo soy muy sincera” -o muy lo que sea- y, a continuación, hacemos algo que lo contradice flagrantemente! ¡Cuántas veces reprochamos a los otros algo que hacemos constantemente sin darnos cuenta! ¡Y cuántas veces nos toleramos o toleramos en los más próximos algo que no soportamos que otro de fuera de nuestro círculo haga, o nos negamos a valorarlo igual!
Así, cuando decimos que el otro es un cretino se nos olvida las veces que nosotros también lo somos, cuando gritamos ¡cómo es que nadie hace nada para solucionar este desaguisado! no tenemos en cuenta la de veces que nosotros montamos un pollo porque se nos han cruzado los cables o no hacemos nada para arreglar las situaciones en las que estamos inmersos. O dejamos de lado cuántas veces criticamos la corrupción ajena pero vamos de listos tratando de escaquearnos de pagar las multas o de cumplir con el fisco.
Y, yendo a una situación más cotidiana, nos quejamos de que las naciones o las distintas organizaciones de las naciones no paren la guerra, pero no estamos dispuestos a dar el brazo a torcer en el menor conflicto abierto que mantenemos con vecinos u otros semejantes por cualquier tontería.
¡No es lo mismo, pensamos! Con razón, partimos de la ilusión primera, fundante, de que “yo” o “nosotros” somos siempre estupendos.
Entonces, el “nosotros”, que incluye a los que considero que son como yo, crea directamente el “ellos” y los separa del grupo. Los mecanismos actuantes son el Ideal y la segregación: el primero es brillante, la segunda, oscura, y  se propaga como la hiedra salvaje allí donde aquel nos ciega.
Cuando decimos “nosotros”, ya nos refiramos a nuestra familia a los dentistas, a los psicoanalistas, a los hombres o las mujeres, a los músicos, o los catalanes o  los de Málaga, a los demócratas o a los … nos creemos siempre mejores, y, en consecuencia, consideramos a los otros distintos, y –seamos sinceros- peores.
Y el sentimiento de seguridad y de placer que nos genera es correlativo de la distancia o de la falta de empatía o la antipatía, incluso del odio, contra el "tú", el "vosotros" o el "ellos", todos aquellos que no son como yo o como nosotros.
El amor y el odio son los sentimientos que brotan del “yo” y el “nosotros” contra el “tú, vosotros o ellos”.
El punto ciego de cada ideal es que segregamos todo aquello que no entra en él, ya sea propio o ajeno.
Se necesita un esfuerzo civilizatorio tenaz para que las relaciones sociales no queden reducidas a este “yo/tú”, “nosotros/ellos” fundante. Nada asegura que sea posible ir más allá. Ni nada asegura, cuando lo hacemos, que no podamos retornar a quedar reducidos a ello en cualquier momento: a ese "tú o yo", "nosotros o los otros", tan potente como arcaico. El esfuerzo ético en el plano individual y colectivo ha de ser constante.
Siglos de civilizaciones, todas ellas necesariamente imperfectas y mejorables al igual que los que las sostenemos, nos ilustran de las imposibilidades en juego.
Y nos ilustran sobre cómo la mayoría de las guerras han empezado con las mejores intenciones… de imponer un "nosotros" a los otros, a ellos, de hacer pasar por la guillotina de nuestros ideales los ideales de los otros, cuando no a estos últimos directamente.
La Historia, cada proyecto civilizatorio, sus éxitos y sus fracasos, nos enseña sobre esta barbarie de las mejores intenciones, así como que las identificaciones y los ideales son a tratar siempre sin demasiado entusiasmo, con distante advertencia, sin creérnoslos nunca del todo, por buenos que nos parezcan en sí mismos, porque llevan siempre en su seno la semilla de la destrucción, propia y ajena, sin que lo parezca. La paz es un ideal, un proyecto frágil siempre por lograr o mantener.
Nunca muros, murallas, ni administrativas ni físicas, han logrado que la civilización avance hacia algo mejor.
En un mundo tan fragmentado como atroz donde todo se convierte en un pequeño ideal y una bandera, es decir, en una causa contra el otro, contra el distinto, es decir, contra el lazo social, contra los pactos necesarios  para que haya civilización, el reto es fascinante.
¿Lo conseguiremos? Y si fuera así, ¿cómo? ¿Cómo lo haremos? Lo que está claro es que no podemos renunciar a intentarlo porque, en caso de hacerlo,  conocemos sobradamente los resultados.
* Un extracto de este artículo ha sido publicado en La Vanguardia digital el 13 de julio de 2017:
http://www.lavanguardia.com/vida/20170713/423894895122/levantar-muros-no-protege-nuestra-identidad.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social 


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