viernes, 8 de abril de 2016

UNA ESPERANZA CON UN FUNDAMENTO MENOS NEUROTICO, MAS ETICO. ENTREVISTA PARA RADIO LACAN





Carmen Conca: ¿Qué destacarías de la última enseñanza de Lacan, en relación a la formalización del inconsciente real, el parlêtre y el sinthome?

Margarita Álvarez: Querría recordar en primer lugar que, en relación a esta ultimísima enseñanza, que Miller sitúa en los dos últimos cursos de su seminario, él señala que ella hace temblar el edificio del psicoanálisis, ese mismo edificio que el mismo Lacan  había construido con tanta solidez durante las décadas previas. Esto no puede dejar de conmover, de sacudir directamente a los psicoanalistas.
Sin embargo, me parece que hace unos años estábamos un poco más sacudidos, más consternados que ahora, que quizás podamos pensar, en particular después de los últimos congresos de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que hemos empezado a salir a nivel colectivo del sentimiento de consternación y de pérdida  y, no voy a decir que no estemos sacudidos, pero como mínimo hemos puesto ese sacudimiento a trabajar con ganas, para tratar de abordar, incluso de situar primero, lo nuevo que se nos presenta.
Ello exige de nosotros no solo una renovación del saber sino fundamentalmente asumir de entrada que, en relación a lo real, el saber, lo simbólico siempre estarán en falta. Lo que nos compele a bordear el agujero de saber, al igual que en un análisis, a cernir los mojones del agujero: esas marcas de lo que no ha visto la luz, la luz del símbolo.
La llamada ultimísima enseñanza de Lacan, que tiene ya 40 años aunque estemos tratando de situarnos en ella –yo al menos-, no solo sigue siendo una novedad en sí misma porque antes no estaba, sino fundamentalmente porque nos enfrenta a lo nuevo para siempre, en tanto ese agujero de saber pone y pondrá en juego la necesidad de una invención para abordarlo. No hay un saber construido y no va a haber uno  que lo elimine, en el sentido de dar cuenta por completo de ello. 
En este sentido, no podemos quedarnos con el desencanto del psicoanálisis, el desencanto ante la pérdida de los poderes de lo simbólico, que nos habían encantado –como señala Miller-, sino que ello nos estimula, es más, nos empuja a encontrar una manera de seguir haciendo con él mediante lo que Miller llamó hace unos años “un esfuerzo de poesía”.
El inconsciente tal como lo entendíamos hasta entonces, el inconsciente freudiano, el inconsciente como saber, es en esta ultimísima enseñanza secundario. El dato primario es el acontecimiento de cuerpo, núcleo de goce del sinthome; un sinsentido sobre el que se levanta en un segundo momento el inconsciente, al modo se me ocurre de lo que puede pasar en la psicosis con el fenómeno elemental –es una comparación plausible, considero-, sobre el que se construye un delirio que trata de darle un sentido y saque al sujeto de la perplejidad, del agujero de sentido abierto.
Volviendo al acontecimiento de cuerpo, lo que se alza es, entre comillas, el “delirio” del inconsciente, si lo puedo llamar así: el inconsciente como un intento de explicación, léase de articulación, de encadenamiento, de hacer entrar en el sentido esto que en el encuentro con el goce ha marcado el cuerpo del parlêtre, es más, lo ha hecho cuerpo.
Si hasta ahora era el fantasma el que daba la explicación de la relación que un sujeto tenía con el goce a partir de su relación privilegiada con algún objeto pulsional, lo que encontramos ahora en los análisis es que una vez se ha cernido este o estos objetos privilegiados para cada uno, el análisis no se acaba sino que más allá de la repetición, en su seno, encontramos la iteración de goce, la iteración del Uno del cuerpo. Esto para mi constituye un punto muy importante que señala lo que Miller ha señalado como el paso de la axiomática del Otro a la de Un-cuerpo.
Esta primaridad del goce no en el sentido de lo innato, sino como el efecto del encuentro entre el lenguaje y el organismo y las marcas de goce que quedan de ello, para mí es algo novedoso: no se trata ya de la clínica del conflicto, de la represión, del sufrimiento del fantasma… No se trata ya del Otro... sino del Un-cuerpo, algo menos localizado, más primero, más consonante con el parlêtre que el objeto: No es lo mismo el “yo soy eso” referido al objeto que al funcionamiento de goce; ahora el “yo soy eso” es el reconocimiento de esta iteración del Uno que marca el cuerpo propio.
Podemos decir que una vez liberado de la sujeción del fantasma, del sufrimiento y el conflicto que entraña la relación del sujeto con el fantasma, hay una ganancia de satisfacción y de saber, como dice Lacan en la Proposición. Se trata de cernir el Uno que se repite en esa satisfacción ya sin conflicto: la satisfacción del parlêtre, muda, que siempre ha estado ahí, pero que el sujeto nunca había pensado, que no aparece necesariamente en las asociaciones de las escenas traumáticas y que a menudo revela el vaciamiento de una escena aparentemente inocua: donde aparece ya esa satisfacción sin conflicto.Es el goce opaco del síntoma.
Lo que destacaría entonces en la articulación que me propones es que esa satisfacción permanente, sin conflicto, es una definición de un goce, distinto del goce del objeto, que es fuera de cuerpo, es la dimensión del goce del cuerpo. Y un análisis no puede acabar ahí, cerniendo eso. Hay que poner la satisfacción del lado del deseo, de la vida, que no nos duerma, al menos siempre ya que Lacan dice que no hay despertar total, que no nos idiotice.
Por eso, una vez cernido ese funcionamiento de goce de cada cual, una vez cernido el agujero del saber, lo que para un sujeto es un real, más allá del cual no se puede ir, eso no quiere decir que no pueda hacer algo más con ello: ese nuevo anudamiento es el sinthome del final de análisis. Es ahí donde el sujeto inventa, hace algo nuevo con algo antiguo,
Esta nueva articulación a mí al menos me ha permitido descubrir un psicoanálisis que me interesa aún más: ante lo real de cada uno no hay respuesta que sirva, que funcione siempre. Cada vez que el sujeto se encuentre con lo que para él se ha presentado como un real,  lo interesante es que hay un aligeramiento del peso de la repetición. Eso produce un viraje: ya no es ¡otra vez!, el ¡otra vez! de la repetición, sino ¡una nueva vez! entendido como una oportunidad nueva de  hacer algo con ello. Es decir que esa cuestión  de que no hay solución para siempre no es una desgracia sino una oportunidad de hacer algo con ello, más allá de lo que se ha hecho en el pasado. Cada vez se presenta como si fuera nueva. Da igual lo que se haya hecho las otras veces, esa nueva vez hay la oportunidad de que sea distinto.
Esa dimensión experiencial, de aventura de la vida que te posibilita haber llegado hasta allí, me gusta. Es lo que querría destacar de lo que me has preguntado, porque hace de lo que puede ser más difícil para uno, de lo que puede haber sido más pesado en su historia, una oportunidad, lo cual produce un sentimiento de ligereza interesante.

Y, en este sentido, podemos decir que esta ultimísima enseñanza que nos presenta esta teoría del psicoanálisis y de los finales de análisis, nos da un lugar nuevo para la esperanza, para una esperanza nueva que quizás, voy a decirlo así, sería una esperanza con un fundamento menos neurótico, un fundamento más ético.
* Entrevista publicada en Radio Lacan el 7 de abril de 2016, en el apartado "Hacia Río", dedicado al X Congreso de la AMP:  "El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI" (Río de Janeiro, 25-29 de abril de 2016). Se puede escuchar el audio en el siguiente enlace: http://radiolacan.com/en/topic/740/3

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