"Elogio del horizonte" (1990), de Eduardo Chillida. Santa Catalina, Gijón |
La
presentación realizada por Miquel Bassols el pasado 8 de octubre* sobre el segundo eje de las XII Jornadas de la ELP, “La institución como comunidad de
goce” me resultó muy interesante por su particular modo de aproximar a partir de dos
textos de Lacan, el escrito del “Tiempo lógico” y el seminario “Aún”, la lógica
segregativa que opera en cualquier identificación, y sobre la que se levanta
toda institución, así como la problemática que ello introduce en la Escuela de
psicoanálisis.
Voy a
tratar de precisar aquí algunos puntos de ese recorrido, así como del debate que
tuvo lugar a continuación.
Bassols
comenzó situando una paradoja en el título mismo del eje ya que en la
perspectiva de la última enseñanza de Lacan, el goce se caracteriza por no
hacer comunidad. ¿Qué quiere decir entonces la institución como comunidad de
goce?
Podemos
hablar de la institución en tanto comunidad de placer en tanto limita el goce:
el placer hace comunidad.
El deseo
también la hace. La frase “El deseo del Otro es el deseo del sujeto” introduce
cierta intersubjetividad, cierto reconocimiento entre el sujeto y el Otro.
Sin
embargo, en el campo del goce, el goce del Uno no es el goce del Otro. El goce
no es recíproco. El goce queda como algo irreductible a la tarea civilizadora.
Ninguna empresa humana logra asimilar la barbarie del goce, siempre queda un
resto irreductible al grupo.
Bassols se
planteó considerar la naturaleza del vínculo social en la institución y, para
ello, tomó en primer lugar “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre
anticipada. Un nuevo sofisma” (1945), donde Lacan aborda el tema a partir de lo
que sería una sociedad ideal y con la problemática de los tres prisioneros. Examinará
la solución que aporta Lacan sirviéndose de la distinción entre el eje de las
identificaciones y el eje pulsional.
Recordemos
que se trata de tres prisioneros a los que el director de la cárcel comunica que
pondrá en libertad a uno de ellos. Para optar a su libertad, cada uno ha de resolver un problema lógico.
Después
de enseñarles cinco discos -tres blancos y dos negros-, el director les comunica que
colocará un disco en la espalda de cada uno, de manera que ninguno de ellos pueda
ver el color del disco propio pero sí el de sus compañeros. Quedará libre el
que acierte primero el color del disco que lleva en la espalda. Cada prisionero
tiene que solucionar el problema planteado mirando lo que llevan los otros dos
y haciendo un cálculo, a partir de su conducta, sobre el disco que ven en él. Lo
que los prisioneros no saben es que el director ha dejado fuera del juego los
dos discos negros.
Cada prisionero podrá concluir, a partir de la intersubjetividad, sobre el
color del disco que lleva a la espalda, es decir, sobre lo que es como ser de
goce. Así, el texto permite ver –señaló Bassols- la trampa de la identificación
como intento de resolución del vínculo social.
Después de un tiempo –hay un tiempo de creación de la institución, del vínculo social-, los tres sujetos dan juntos algunos pasos que los llevan a cruzar la puerta a la vez. Cada uno da una respuesta semejante: “Soy un blanco”. “Lo sé porque dado que mis compañeros eran blancos, si yo fuera negro, cada uno de ellos podría haber inferido lo siguiente: Si yo también fuera negro, el otro como tendría que reconocer de inmediato que si el fuera también negro, el tercero habría salido de inmediato, luego yo no soy negro. Si no lo han hecho es porque yo también soy blanco”.
Después de un tiempo –hay un tiempo de creación de la institución, del vínculo social-, los tres sujetos dan juntos algunos pasos que los llevan a cruzar la puerta a la vez. Cada uno da una respuesta semejante: “Soy un blanco”. “Lo sé porque dado que mis compañeros eran blancos, si yo fuera negro, cada uno de ellos podría haber inferido lo siguiente: Si yo también fuera negro, el otro como tendría que reconocer de inmediato que si el fuera también negro, el tercero habría salido de inmediato, luego yo no soy negro. Si no lo han hecho es porque yo también soy blanco”.
En esta respuesta, subrayó Bassols, los tres se
creen amos de su ser a partir de un proceso intersubjetivo de reconocimiento
entre el sujeto y el Otro.
Vemos operar un efecto de identificación que se
funda en una segregación: la sociedad de “blancos” se funda en que algo ha
quedado rechazado, separado de entrada, los dos discos “negros”, que el
director ha dejado aparte.
Bassols recordó que el ser de identificación de
los blancos es una segregación, una exclusión de su ser de “negros”, pues cada
uno es también negro para el otro. Lo negro encarna aquí el goce que
necesariamente ha tenido que excluirse para que se reconozcan todos como
blancos y hagan comunidad. Pero la lógica psicoanalítica nos dice que lo que ha
sido excluido del vínculo social retorna en su seno mismo.
En lugar de “soy blanco” puedo decir “soy un hombre”
–termina diciendo Lacan. La lógica de las identificaciones en el vínculo social
funciona así:
1. Un hombre sabe lo que no es un hombre (un
blanco sabe lo que no es un blanco).
2. Los hombres (o los blancos), se reconocen
entre ellos por ser hombres (o blancos).
3. Lo que es fundamental para entender el
vínculo social, señaló Bassols, es que yo me precipito a afirmar que soy un
hombre (o blanco) por temor a que los hombres me convenzan de no serlo (de ser
negro).
Esta precipitación está presente en toda
identificación. Incluso, en la de “soy psicoanalista”. Es el problema de la
escuela de psicoanálisis, el problema del reconocimiento imposible de qué es un
analista. Bassols recordó que tratamos de ello en la Conversación
de la ELP sobre la garantía, celebrada en septiembre en Madrid, en relación a
los AME y el pedido de reconocimiento por parte del psicoanalista que es
paradójico con su propia lógica en la experiencia.
El “no hombre” (o negro) es el verdadero objeto
del grupo de los blancos, el objeto de goce, a.
A continuación, Bassols tomó la relectura del
texto que Lacan hará casi treinta años después en su seminario Aún (1973),
donde critica la intersubjetividad y desmonta su lógica. Aunque sean tres, cada
uno interviene solo como ese objeto a que es bajo la mirada del los otros. Son
tres pero en realidad son 2+a, siendo a aquello que queda fuera del
reconocimiento mutuo, mi ser de goce (negro) en la medida que no es
simbolizable ni para mí mismo. Para este a, estos dos otros se reducen también
a 1+a. Con lo que finalmente la ecuación que nos da la estructura de los tres
prisioneros es que hay un solo sujeto en el sentido lacaniano: puede haber tres
individuos pero un solo proceso subjetivo. Por eso, podemos tomar a la Escuela
como un sujeto, porque es transindividual. Lo que tenemos es un sujeto contado
como Uno frente a su objeto de goce, a, rechazado y fuera de toda
simbolización posible.
Cuando tenemos el problema de los tres
prisioneros, el proceso subjetivo implicará que hay un sujeto confrontado a su
ser de goce. Para Lacan, toda institución se funda en un ser de goce, este “ser
negro”, y el grupo, incluido el analítico, se fundaría en este no querer saber
nada de este real. No hay grupo sin segregación, aunque sea lo más íntimo del
goce de cada sujeto.
Pero hay que limpiar a la institución de los
efectos de grupo, poner en suspenso todos los efectos del reconocimiento de los "blancos", poner en suspenso todas las identificaciones y operar con el real en
juego en el grupo analítico.
En los años 70, señala Bassols, Lacan tenía muy
presente este problema de los tres prisioneros. El problema, dirá este último,
es que desean identificarse con el grupo. ¿Cómo puede decir Lacan que lo que
desea para su Escuela es la identificación con el grupo? –interroga Bassols. Lacan
plantea que los seres humanos se identifican con un grupo y que es un problema
cuando eso no ocurre porque eso quiere decir que están fuera de discurso. No se
trata entonces de que no haya identificaciones con el grupo, la cuestión es precisar
con qué punto del grupo se produce la identificación.
El psicoanálisis enseña que cualquier salida al
estilo de los tres prisioneros es una alienación, no es una identificación al
grupo sino que es una identificación recíproca que hace grupo. En la práctica,
no hay manera de salir juntos, se sale uno por uno. Se trata de cómo cada
sujeto va a identificarse con un real del grupo, con aquello que descompleta al
grupo (como el objeto que es el "negro" en el grupo de los "blancos"), aquello que
en el juego de la combinatoria ha quedado fuera de reconocimiento, fuera de
identificación.
Una institución donde cada uno se identificara
con lo que descompleta la grupo –concluyó Bassols- no sería una institución
donde habría comunidad de goce pero sí donde el goce sería más soportable.
En el debate se profundizó en algunos de los puntos
trabajados y salieron otros nuevos. Retomo aquí solo algunos de ellos.
Miquel Bassols: El disco negro es el que no
cesa de no escribirse, está siempre en su lugar pero no aparece nunca en la
partida de dados, siempre sale blanco. Es lo real como lo que no cesa de no
escribirse en las identificaciones, un real con ley.
En su “Presentación del IX Congreso de la AMP”,
Miller plantea que “el deseo del analista es el deseo de reducir al Otro a su
real”, a aquello que en ese Otro no cesa de no escribirse.
Importancia de lo real como brújula de la
experiencia porque es lo que no cesa de no escribirse en el discurso, las
identificaciones, la experiencia, etc., en todo lo que es la vida asociativa, en todo lo que hace
comunidad.
Hebe Tizio: “Lo negro” no hace comunidad pero
se necesita una para dibujar eso que solo puede ser cernido. Por eso, en la
construcción que hace Lacan, la Escuela alberga un real que provoca su propio
desconocimiento. Desde esa perspectiva, él inventa el dispositivo del pase para
poder dar cuenta, uno por uno, de qué manera ese real singular se ha podido
cernir. La comunidad que se necesita para eso que no hace comunidad es el lado
institución, que permite sostener ese agujero central del no hay definición del
analista.
Estela Paskvan: ¿Podemos diferenciar lo que
hace masa de esto que llamamos comunidad? Lacan habla de la escuela como de una
comunidad de experiencia. El problema es que las identificaciones se sostienen
en la lógica del todo. ¿Cómo se descompleta? ¿Cómo puede esa comunidad albergar
algo del goce no todo, como puede alojar la cuestión femenina?
Miquel Bassols: Cuando Lacan habla de la
comunidad analítica está pensando en la comunidad de una experiencia sobre
aquello que no hace comunidad. La paradoja se mantiene hasta el final.
El dispositivo del pase no funciona con la
lógica de los tres prisioneros. Lacan lo evocaba en algún lugar a partir de los
impasses de los tres prisioneros.
Hay dos reales en Lacan: el real con ley que es
lo real como imposible que siempre vuelve al mismo lugar y que descompleta
cualquier proceso simbólico, porque es aquello que no cesa de no escribirse en
ese proceso simbólico. Y luego hay el real del sinthome que es el real sin ley
que no es el real que no deja de no escribirse sino que es el real del
encuentro fallido. Es lo real como un proceso azaroso, fallido, lo real del
trauma. El real sin ley es un real que no se atrapa por lo simbólico, mientras
que el real con ley se atrapa por el discurso, se atrapa como aquello que queda
excluido.
Hay que distinguir la cuestión de que el goce no hace
comunidad del hecho que hay comunidades que se organizan a partir de la
identificación con un rasgo de goce. En ellas, se trata de intentar atrapar el
goce mediante un rasgo pero eso no quiere decir que todos gocen igual: cada uno
goza de manera singular e, incluso, desconocida para sí mismo. No se puede
hablar de comunidad de goce en sentido estricto, es un abuso del lenguaje hacerlo.
Xavier Esqué: Habría que entender la
identificación con el grupo de la que habla Lacan como la identificación con el
síntoma al final del análisis. No es una identificación que hace masa sino que
es una identificación que comporta un hacer con el grupo analítico, es decir,
con una comunidad de los que no hacen comunidad, una identificación
con una serie de singularidades, de los que hacen comunidad a partir de su
singularidad. Ese es el trabajo de cada uno con su sinthome.
Miquel Bassols: Cuando Lacan habla de
identificación al grupo habla de identificación al sinthome del grupo, a aquello
que lo hace singular y no homogéneo. Eso funciona como un descompletamiento. Y
es lo que hace actos fundantes en la institución, que crean un antes y un
después de ellos, y rehacen los vínculos.
Sería un buen momento para volver a examinar la
idea de “identificación con el síntoma” en relación con la expresión de Miller “reducción
del Otro a su real”. Ambas operan con la misma lógica.
* Presentación realizada en la Sede de Barcelona de la Comunidad de Catalunya de la ELP el 8.10.2013, en el marco de las Sesiones preparatorias de las XII Jornadas de la ELP, "Goce, culpa. impunidad, a celebrar en Barcelona los días 8 y 9 de noviembre de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario