Sin
embargo, buscando algo para cenar entré en otro cuartito más allá que resultó
ser la cocina de la escuela. Me
impactó comprobar que estaba dividida, partida brutalmente por una gran oquedad
que excavaba su suelo. Parecía el cauce seco, abrupto, de una antigua riera. No
sabía ni cuándo ni cómo se había abierto, dónde empezaba o dónde acababa. Era
enorme, ineludible y marcaba de manera indefectible la vida de la escuela, le
daba su sello. Después de ver esto, lo que había ido a hacer aquella noche se
volvió secundario, incluso desapareció del pensamiento del sueño. Podemos
decir, que en el mismo sueño desperté. Tenía que hacer algo con lo que ahora
sabía.
Llamé
al portero, que se encargaba del mantenimiento del edificio, para asesorarme. Él
miró el agujero, tocó el suelo y, para mi sorpresa, restó importancia a
mis temores apelando a la tradición: no pasaría nada porque nunca antes había
pasado nada. Luego propuso, que si me molestaba ver el agujero se podía ocultar
el siniestro cauce con una moqueta bonita para que toda la cocina quedara bien integrada
y homogénea. O incluso si me quedaba más tranquila, se podían levantar unos
pequeños muros a cada lado para servir de dique en caso de inundación. Mientras
le escuchaba, entendí que no podía esperar de él una solución. Era yo quien veía
el problema y tenía que encontrar una.
El
día que decidí presentar mi candidatura a la dirección de la Comunidad de
Catalunya de la ELP, recordé este sueño. Algunos de sus elementos me parecieron
útiles para pensar lo que me preocupa de nuestra Escuela y que compete a dos
cuestiones que formularé a mínima
seguidamente. Ambas están estrecha, indisociablemente entrelazadas: la primera
es la necesidad de preservar la Escuela tal como Lacan la fundó sobre un
agujero, el agujero real del no saber acerca de qué es un analista. Ello es necesario para que por un lado la formación del analista se mantenga en nuestras escuelas fuera de toda reglamentación y finitud, y siga habiendo, por otro, psicoanalistas orientados hacia lo real que salgan de la formación de nuestras escuelas.
Esto último es la condición necesaria, a su vez, y es la segunda cuestión, para que siga habiendo condiciones de posibilidad para la experiencia analítica fuera de la escuela. No habrá psicoanálisis sin psicoanalistas.
Esto último es la condición necesaria, a su vez, y es la segunda cuestión, para que siga habiendo condiciones de posibilidad para la experiencia analítica fuera de la escuela. No habrá psicoanálisis sin psicoanalistas.
Entonces,
sí, siguiendo la analogía del sueño, el suelo de la cocina de la escuela es un
agujero. Y eso puede molestarnos, inquietarnos, angustiarnos. No es una escuela
cómoda, a nuestra medida particular, es una escuela pensada por Lacan, a
diferencia de las sociedades analíticas, desde y por el psicoanálisis. En este
sentido, no hay posibilidad de cambiar de asiento, de fundamento, para hacerla
más confortable, sin cambiar los fundamentos mismos del psicoanálisis mismo, su
experiencia radical. La escuela adecuada para el psicoanálisis está construida
sobre ese fundamento. Se trata de saber hacer ahí con eso, en cada ocasión, una
y otra vez, siempre porque -podemos decir siguiendo el símil del sueño- que aquí o allí,
siempre puede llover y el agua puede bajar por la riera, a veces torrencialemente.
No
nos conviene acomodarnos nunca pensando que las cosas en la escuela van bien.
Porque, además, las cosas no van bien. No me refiero a la vida asociativa o al índice
de participación o asistencia en nuestros eventos o actividades. Me refiero a
la época, al lugar del psicoanálisis en el mundo. En este sentido, hace mucho
tiempo que, sobre nosotros, llueve sin parar, a cántaros.
La
escuela no es solo un interior, es nuestro exterior, o mejor un lugar éxtimo.
No es un lugar donde refugiarnos, es un “afuera” con el que tenemos que hacer.
Aquellos que hemos hecho un oficio del tratamiento del imposible, no deberíamos
sumirnos en la impotencia ante las condiciones del Otro contemporáneo. Hemos de
idear estrategias, inventar tácticas, pensar políticas que permitan concretar
la política de la AMP aquí y ahora.
He
empezado refiriéndome a un sueño. Al pensar en él, verifiqué, un deseo. Es un
deseo de no seguir durmiendo en relación al psicoanálisis y sus condiciones de
posibilidad. Es un deseo de estar alerta frente aquello que quiere seguir
durmiendo. Es un deseo de despertar.
Es
con este deseo que presento mi candidatura a la dirección de esta comunidad
durante los dos próximos años. Y les pido su voto para poder acceder a dicha función.
Pero
no es un deseo de trabajar sola, sino con los otros. De manera más cercana, con
las cuatro colegas que han presentado su candidatura a la Junta Directiva de la
CdC. Tres de ellas lo reiteran hoy, conmigo, en la sede de Barcelona, aunque una por una.
La cuarta, la presentará el viernes en la sede de Tarragona, donde celebraremos
la reunión de permutación de la Secretaría de la sede.
Todas
ellas, lo hacen, tengo constancia, con ilusión y sin titubeos. Por eso les pido
asimismo que las voten, y como no será posible hacerlo con todas, les pido un
voto de confianza para todas ellas.
Gracias.
* Discurso de presentación de candidatura a la
dirección de la Comunitat de Catalunya de la ELP, leído en la reunión de
permutación de la instancias directivas, el 8 de enero de 2012.
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