Estuario del Tajo, Lisboa. Foto de M. Álvarez
En el
primer capítulo de Sutilezas analíticas (1), J.-A. Miller explica que el título
de su curso se inspira en la diferencia establecida por Pascal entre el
espíritu geómetra y el espíritu de finura o de sutileza, cuyos principios
difieren: en
el primer caso, los principios son palpables si bien alejados del uso común,
mientras que en el segundo, los principios pertenecen al uso común pero hay
que tener buena vista para percibirlos; sin embargo, Pascal añade que si bien son principios distintos, ambos son rectos, por lo que se distinguen del espíritu
falso (2).
Para comentar el capítulo II, "¿Hacia dónde va el psicoanálisis?",* he tomado la orientación de estos dos ejes: matema/sutileza
y verdadero/falso.
La
sutileza freudiana
En
primer lugar, Miller toma el texto freudiano “La sutileza de un acto fallido”
(3), del que afirma que constituye el “paradigma” de lo que quiere desarrollar ese
curso (4).
En este breve texto, Freud nos presenta el análisis de un pequeño lapsus propio. Preparaba un regalo de cumpleaños para una amiga: una gema destinada
a ser engarzada en un anillo. Al escribir la tarjeta de regalo cometió un
pequeño lapsus de escritura que le llevó a interrogarse sobre él. Su análisis le lleva a darse cuenta de un conflicto inconsciente: quiere
regalar esa hermosa gema a su amiga, pero quiere también quedarse con ella porque le
gusta mucho. “La generosidad encuentra su fundamento en la retención, el
egoísmo” –señala Miller. Dar un valor a este pequeño lapsus, le permite
descubrir buceando entre lenguas “un deseo que desmiente lo que se propone de
manera abierta”. Tenemos así un “no quiero” doble: primero un "no quiero primero desprenderme
esta joya" y, tras la represión de dicho pensamiento, un
“no quiero” saber nada sobre ello. El “no quiero” reprimido constituye la
razón de ser de la generosidad que aparece en al escena del mundo. “El modesto
soporte de este lapsus –añade Miller- vale más que lo que triunfa en la escena
del mundo, que es la terapéutica”. A partir de aquí, distingue dos psicoanálisis.
El
psicoanálisis verdadero y el falso
En la página siguiente, Miller recuerda que fue Lacan quien planteó hace muchos años
esta distinción (5). Efectivamente, "El psicoanálisis verdadero y el falso" es el título de un escrito de Lacan, de
1958, que recoge el argumento de una conferencia que dio en septiembre de ese
año Barcelona. En él, Lacan apunta a Hartmann, fundador de la Egopsychology, al
criticar la desviación que ha sufrido el psicoanálisis que viene de Nueva York promoviendo
la existencia en el yo de una esfera libre de conflicto. El analista colaboraría
a expandir estas zonas para ayudar al yo del individuo a dominar la pulsión y
adaptarse a la sociedad”. Este psicoanálisis falso -señala Lacan-, “va contra los
principios del descubrimiento freudiano”, de la naturaleza inconsciente del síntoma y del carácter no domeñable
de la pulsión que encontramos en su seno. Así, la perspectiva de la psicología
del yo “constituye una desviación respecto a dicho descubrimiento, para fines
de sugestión social y de servidumbre psicológica”. “No hay esa zona libre de
conflictos” -agrega Lacan-, el psicoanálisis verdadero “se desarrolla en la
dimensión del conflicto entre el principio del placer y el principio de
realidad. Dando su lugar central no a la conducta sino a la palabra y el
lenguaje en psicoanálisis, Lacan afirma haber devuelto “a su fuente freudiana
el sufrimiento cuya patética nos revela la neurosis”, para intentar “captar el
deseo en las redes mismas donde Freud lo muestra fijado”. “Este deseo no es articulable
en términos de adaptación a la realidad como pretende la psicoterapia
autoritaria”.
En relación a ello, solo recordar el influyente papel de la Egopsychology en el interior
de la APA, y su colaboración en la elaboración del primer DSM, publicado en
1952, es decir, solo seis años antes de la conferencia de Lacan y casi contemporáneamente al inicio de su enseñanza.
Más de
cincuenta años después, JAM retoma la distinción de Lacan sobre los dos tipos
de psicoanálisis y distingue en la actualidad entre el falso psicoanálisis, que
“sigue la vía de la sugestión autoritaria y de la norma”, y el verdadero psicoanálisis
que se pone en la senda del deseo y “solo reconoce como norma, a la norma singular que se desprende del sujeto, tomado siempre por el psicoanálisis aisladamente
de la sociedad” (7).
El deseo
del analista
La
segunda vía, la del psicoanálisis verdadero, pone en juego el acto analítico,
que compete al deseo del analista y no es del orden del hacer (8). Consiste
esencialmente en la suspensión de cualquier demanda por parte de analista: de
que el analizante sea sincero, cumplidor, etc.. Solo se le indica que diga lo
que le pasa por la cabeza. El deseo del analista no es “ajustarlo a”, no es "curarlo"; no se trata de que el analista imponga o dicte su deseo al analizante. Seguidamente,
Miller toma varias referencias de Lacan al “deseo del analista” (9).
La
primera referencia es una definición del Seminario XI: “El deseo del analista
es el deseo de obtener la diferencia absoluta” (10). Esta referencia no es
completamente literal ya que Lacan habla allí del “deseo del análisis” no del
analista. ¿Es igual decir una cosa que otra? ¿Hay otro deseo del análisis por
fuera del deseo del analista? ¿Podemos hablar del deseo del analizante? Respecto a esto último, Lacan critica en ese mismo seminario la afirmación de Freud según la cual la transferencia se reduce al deseo del paciente, y añade que se trata del “deseo del paciente en su encuentro con el deseo
del analista” (11), es decir, el deseo del analista es el operador sine qua non del análisis.
El deseo del analista trabaja contra la demanda de amor del analizante y su no
querer saber sobre la causa.
Sin
embargo, me parece interesante hacer mención al respecto de la perspectiva aportada hace algunos unos años por Alexandre Stevens en relación a esta frase. Señala que, con él, término
“deseo del análisis” Lacan “sitúa aquí también el deseo de la Escuela como
Escuela para el psicoanálisis y no como Escuela de psicoanalistas. Desde ese
momento la Escuela es un instrumento de combate para el discurso analítico y el
deseo que porta: obtener la diferencia absoluta” (12).
Siguiendo
con el comentario de esta cita del seminario, Miller agrega que la diferencia absoluta está
enganchada a la causa, esa que Lacan llamó "una cochinada" –podemos entender en
tanto el objeto anal como objeto separado y caído constituye su esencia (13)-, “esa cochinada que pescaron del discurso del otro y que
rechazan, sobre la que no quieren saber nada”. Hay un matema para ello, el
objeto a, pero no es asunto de geometría ya que el objeto no se deduce sino que
se trata de una sutileza que se presenta, se capta de un vistazo: después de un
tiempo de comprender se precipita una certeza: “Es eso” (14).
En el Seminario XI, Lacan había
situado el resorte esencial de la operación analítica en obtener la máxima distancia entre la serie de los
significantes amo a los que el sujeto está “sujetado”, y
el objeto a que ordena su serie (15). Este franqueamiento implica pasar del “no sé” analizante,
que en realidad es un “no quiero saber” sobre la causa, a un “sé.
Mientras
no se obtenga esa diferencia y se extraiga esa certeza final, Miller señala que “no
vale la pena jugar a hacer el pase” donde se trata de extraer un saber sobre el
goce, que remite a una singularidad. “Mientras piensen que pertenecen a una
categoría, deben renunciar a hacer el pase”.
No es
entonces por la vía identificatoria con los otros que se deviene analista.
Miller introduce seguidamente otra referencia, tomada del “Discurso en la
EFP” (16): “El deseo del analista no
tiene que ver con el deseo de ser analista, el deseo del analista -precisa
Lacan- solo se sitúa por el acto” (17).
Un
olvido del acto
Sin
embargo, Miller señala que una vez instalados, los psicoanalistas se olvidan,
como plantea Lacan en el “Discurso”, del acto que los ha constituido (18). Refiriéndose
a la relación del analista con su inconsciente, Miller ya había señalado al principio del capítulo que "ser analista no es analizar a los demás, sino en primer lugar seguir analizándose, seguir siendo analizante" (19). Ahora introduce otra cita más extraída del mismo texto: “El psicoanalista no
quiere creer en el inconsciente para reclutarse” (20). No consideran un
criterio de selección la elaboración del inconsciente. Pero hay que seguir interrogando su relación con él.
¿Cómo alguien deviene, ha devenido analista? Para responder a esta pregunta, Miller recuerda que Lacan inventó el pase, donde se trata de reclutar al analista a partir de cómo la experiencia analítica modificó su inconsciente, como varió la economía de su goce, cómo el sujeto se las arregló con el “sé” final, qué hizo con el resto pulsional. Cada testimonio de los AE, deja ver una respuesta.
¿Cómo alguien deviene, ha devenido analista? Para responder a esta pregunta, Miller recuerda que Lacan inventó el pase, donde se trata de reclutar al analista a partir de cómo la experiencia analítica modificó su inconsciente, como varió la economía de su goce, cómo el sujeto se las arregló con el “sé” final, qué hizo con el resto pulsional. Cada testimonio de los AE, deja ver una respuesta.
El final
de análisis reintroduce el tema de la identificación pero esta vez en relación al resto
sintomático, no a los ideales sociales ni a ninguna norma o moral colectiva: la
solución sinthomática es singular, es decir, “para uno”, no “para todos”.
Para
finalizar el comentario de este capítulo, solo señalar que Miller subraya que el analista debe seguir testimoniando de la relación que
tiene con su inconsciente. ¿Es mucho pedir –pregunta- que en el seno de la
Escuela el analista testimonie, como se hace en el pase, sobre la relación que
tiene con su no querer saber tal como Freud siguió testimoniando casi hasta
final de su vida?
Para
concluir
Añadiré, para concluir esta presentación, algunos puntos que si bien no
pertenecen al capítulo que estamos trabajando, están relacionados con el
destino del concepto “deseo del analista” en la obra de Lacan.
Después
de 1967, casi no lo volvemos a encontrar mencionado explícitamente. Podríamos
decir que, cuando Lacan formula los cuatro discursos (21), el concepto "deseo del analista" queda subsumido en el de "discurso del analista": en este último, el analista en el lugar del agente,
haciendo semblante de objeto, opera para causar la división subjetiva del analizante y ponerlo a trabajar, de lo que resultará al final del análisis la caída de los S1
en el lugar de la producción y el saber en el lugar de la verdad.
En la “Nota italiana”, de 1973 (22), Lacan vuelve a hablar del deseo
en relación al analista pero se refiere a un “deseo de saber”: “No hay analista
sin que ese deseo le surja (…)”. En su Banquete, Miller señala que
“ese nombre es más adecuado para el deseo del analista” (23). El analista aparece aquí como alguien que ha surgido del deseo de saber. Pero, ¿qué quiere
decir Lacan con "deseo de saber"? No se trata en esta cita de "tener un saber" sino de un deseo de saber. Si el deseo de saber debería habitar la asociación libre para que al final el saber sobre la causa advenga al lugar de la verdad, el analista debe querer hacerse cargo de la operación y “saber ser el desecho de la susodicha
humanidad” –precisa dos páginas después (24). En su "Nota", Lacan hace referencia al final de la vida de santo Tomás, cuando su Suma Teológica, suma de saber, queda reducida para sí mismo a estiércol, a un desecho: Sicut palea, dicen que exclamó.
El analista debe “saber ser un desecho en la experiencia analítica misma”, “querer acabar como un desecho”, “querer ser abandonado, que es lo contrario de la demanda de amor”. El analista es aquel que responde a la demanda de amor con el deseo de saber para hacer la contra al "no querer saber" del analizante sobre la causa que lo habita.
El analista debe “saber ser un desecho en la experiencia analítica misma”, “querer acabar como un desecho”, “querer ser abandonado, que es lo contrario de la demanda de amor”. El analista es aquel que responde a la demanda de amor con el deseo de saber para hacer la contra al "no querer saber" del analizante sobre la causa que lo habita.
Si Lacan
quiso fijar la posición del analista como un saber –añade Miller- en relación a
un deseo, fue para explicar que no se identifica con el sujeto supuesto saber
y, a la vez, que no responde con amor a la demanda de amor. Del lado del
analizante, el recorrido analítico va de la demanda de amor al deseo de saber,
como explica la Proposición (25).
En su
último seminario, Lacan vuelve a tomar el término “deseo del analista” al
referirse al saber del analista (26). Subraya que ha puesto el acento en el
deseo del analista porque si el sujeto supuesto saber se soporta de la
transferencia, hay que preguntarse a qué se refiere ese supuesto saber: ¿es un
saber de qué modo operar? "Sería completamente excesivo decir que el analista
sabe cómo operar –responde Lacan. Lo que sería necesario es que sepa operar
convenientemente, es decir, que pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que incontestablemente
ignora”. Entiendo que se refiere a que el analista no debe de operar desde el
fantasma y debe saber que no se trata del sentido de las palabras que dice el analizante sino de lo que circula entre ellas sin que el analizante lo sepa -ni lo quiera saber. Y, para eso, él debe haber resuelto en sí mismo sus embrollos con la verdad y extraído un saber sobre la causa: "El saber del analista sobre sí mismo solo adquiere valor en el psicoanálisis si le permite saber hacer de desecho en la experiencia misma" (27).
(*) Comentario del capítulo II del curso
de J.-A. Miller, Sutilezas analíticas, realizado en la Comunitat de Catalunya
de la ELP, el 24.1.2012.
Notas:
1. J.-A.
Miller: Sutilezas analíticas. Curso de la orientación lacaniana 2008-2009.
Buenos Aires: Paidós, 2011.
2. Ibídem,
p. 9.
3. S.
Freud: “La sutileza de un acto fallido” (1935). En: Obras Completas, vol. XXII.
Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979.
4. J.-A.
Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 35.
5. Ibídem,
p. 36.
6. J.
Lacan: "La psychanalyse vraie, et le fausse". En: Autres écrits. Paris: Éditions du Seuil, 2001. Existe traducción al español: “El psicoanálisis verdadero y el falso” (1958). En: Revista Freudiana 4/5.
Barcelona, 1992, punto 8.
7. J.-A.
Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 38.
8.
Ibídem, p. 40.
9. Ibídem,
p. 41.
10. J.
Lacan: El Seminario, libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, 1987, p. 284.
11.
Ibídem, p. 262.
12. A.
Stevens: “Dinámica de la formación del analista”. En: Virtualia 3, octubre
2001.
13. J.
Lacan, Seminario XXII: RSI, clase 18.3.1975. Inédito.
14.
J.-A. Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 40.
15. J.
Lacan: El Seminario, libro XI, op. cit., p. 276.
16.
J.-A. Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 41.
17. J.
Lacan: "Discours à l’EFP” (1967). En: Autres écrits, op. cit.. Paris: Ediciones du Seuil, p. 271.
18.
Ibídem, p. 272.
19. J.-A. Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 33.
19. J.-A. Miller: Sutilezas analíticas, op. cit., p. 33.
20. Ibídem, p. 280.
21. J. Lacan: El Seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis (1969-1970). Barcelona: Paidós, 1992.
22. J.
Lacan: “Note italienne” (1973). En: Autres écrits, op. cit., p. 308.
23.
J.-A. Miller: El banquete de los analistas. Buenos Aires: Paidós, 2000, p. 415.
24.
Ibidem, p. 417.
25. J. Lacan: "Proposición de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela". En: Momentos cruciales de la experiencia analítica. Buenos Aires: Manantial.
25. J. Lacan: "Proposición de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela". En: Momentos cruciales de la experiencia analítica. Buenos Aires: Manantial.
26. J.
Lacan: Seminario XXV: Le moment de conclure, clase del 15.11.1977. Inédito.
(27) J.-A. Miller: El banquete de los analistas, op. cit., p. 417.
(27) J.-A. Miller: El banquete de los analistas, op. cit., p. 417.
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