Para
trabajar el tercer apartado del programa de este seminario,* dedicado a “La
entrada en el pase”, he elegido algunos puntos relativos al momento clínico del
pase y sus consecuencias.
El
atravesamiento del fantasma
Cuando el trabajo de construcción del fantasma que un sujeto lleva a cabo
a lo largo de su análisis llegue a su tope y se produzca lo que Lacan llamó el
atravesamiento del fantasma y que yo entiendo así: después de años de
construcción, el sujeto ve en un instante la función de pantalla que su
fantasma ha cumplido frente a lo real del goce.
Sabemos
que el momento de encuentro con el goce, tanto en la infancia como al final del
análisis, es solidario del encuentro con el agujero en el Otro, es decir, con S
(A/): el sujeto topa con la imposibilidad estructural del lenguaje para dar
cuenta del goce. En la neurosis, el encuentro infantil con la inexistencia de
un Otro que pueda decir el goce, por estructura, solo puede ser
traumático.
El
sujeto resuelve ese momento de desamparo radical tejiendo una trama
fantasmática que, a la vez de recubrir el agujero en lo simbólico, le
atrapa en una interpretación fija, un sentido cristalizado de su relación con
el Otro. Esta interpretación lleva implícita, oculta, la fijación del sujeto a
un objeto particular, que tapona el agujero mismo de su división según la
fórmula del fantasma: S/ <> a.
En
el fantasma, el sujeto infla al Otro y le hace existir para no saber nada de su
castración: ni de la del Otro ni, de paso, de la suya propia.1
Por
molesta, por perturbadora que sea, la interpretación fantasmática no solo
constituye para el sujeto la defensa fundamental ante lo real de S (A/) sino
que, a la vez, le permite el acceso a cierto goce: el sujeto no solo sufre sino
que, sobre todo, goza inconscientemente de su fantasma. El goce fantasmático es
un goce significantizado, imaginarizado y, por tanto, limitado, regulado,
tolerable, lo que ilustra la función del fantasma como máquina de domesticar el
goce, de hacerlo entrar en el sentido.
Pero,
en el momento del atravesamiento de la pantalla del fantasma, el tapón salta y
se deshace la operación realizada. Se produce un franqueamiento: el fantasma
revela su función. El sujeto percibe aquello ante lo que había retrocedido: el
encuentro con que “no hay relación sexual” predeterminada en la especie para el
hablante.
Puede
entender ahora la lógica fantasmática –fálica, del orden del sentido- que
ordenó su vida y le evitó el encuentro con ello. A partir de entonces, el
sujeto puede separarse, modificar su relación tanto con el goce traumático como
con el goce que extrae de su fantasma. No es que este último desaparezca, pero
el sujeto ya está advertido de él. Este vaciamiento de goce tiene efectos de
pacificación.
En
la "Proposición de 1967", Lacan afirma: “En ese vuelco donde se ve
zozobrar la seguridad que le daba su fantasma se reconstituye para cada cual su
ventana sobre lo real”,2 donde se cierne el objeto
en causa. Pero esto último no tiene por qué ser inmediato. Puede pasar un
tiempo antes de la caída del objeto.
Más
allá de los afectos que se ponen en juego en cada caso tras el atravesamiento
del fantasma y que, según se puede apreciar en los testimonios, varían del
afecto de entusiasmo ligado a la ganancia de saber a los afectos depresivos o
maníaco-depresivos ligados al duelo, lo que importa son los efectos que le
siguen, que entran dentro de lo que llamamos “pase clínico”, cuando el sujeto
está aún por lo general en análisis, y que es a distinguir claramente de su
decisión, o no, de entrar en un segundo momento, en el dispositivo del pase.
La
destitución subjetiva
Verificar
la doble falta en el Otro, su incompletud y su inconsistencia, que Lacan
escribe con el matema S(A/), produce un cambio en la posición del sujeto en
relación al saber y en relación al goce.
En 1967, Lacan habla en términos de
destitución subjetiva, para referirse a la destitución del sujeto dividido
respecto a su goce, es decir, de un sujeto marcado por la falta de ser.
El
atravesamiento del fantasma tiene dos consecuencias: por un lado, el sujeto
adquiere un saber sobre su goce y su fantasma fundamental: hay una ganancia de
saber.
Por otro, pese al vaciamiento del goce concomitante al atravesamiento
del fantasma, Lacan sitúa ese mismo año que la destitución subjetiva no produce
un deser en el sujeto, sino “más bien, una ganancia de ser, singular y
considerable”, en otras palabras: hay una ganancia de goce.3
La
destitución subjetiva inaugura una nueva relación del sujeto con el saber y con
la pulsión. Si se produce un deser, plantea Lacan en ese mismo texto, queda
del lado del analista: una vez se ha develado el objeto que escondía la función
Sujeto supuesto al Saber, con la que el analizante había investido al analista
en el inicio de la transferencia, esta función cae.
La caída del objeto
arrastra consigo al analista.
El
encuentro con S (A/) funciona como un tope que agota, detiene el trabajo de
desciframiento del análisis. Si antes del análisis, el sujeto neurótico dejaba
que el Otro se encargue de determinarlo, por el trabajo de desciframiento del
inconsciente que efectúa en el análisis, el sujeto sabe ahora qué lo determina.
No necesita ya al Otro para saberlo. Al sujeto no le falta nada.4
La
relación con la pulsión no pasa ya por la mediación del Otro y su demanda: ya
se trate de la demanda que el sujeto suponía en el Otro o, sobre todo, de la
demanda que él pedía al Otro que le dirigiera. La demanda del Otro cumplía
función de objeto en el fantasma y obturaba la ventana sobre lo real. Ahora la
pulsión se satisface en su trayecto de retorno alrededor del objeto.5
El
pasaje del inconsciente transferencial al inconsciente real
En
su curso El último Lacan, Miller sitúa en el momento clínico del pase “el
pasaje del inconsciente transferencial -el inconsciente que se construye en el
análisis, con la ayuda del analista que dirige la construcción y que, porque
este último está allí, toma sentido y es interpretado-, al inconsciente real,6 lugar del goce opaco al
sentido, que no se deja interpretar”7 y, por ello, constituye un tope al
descifrado.
La
salida del inconsciente transferencial, con la transformación radical que
conlleva de la relación con el analista, no es el punto límite del análisis.8 Es importante que el
sujeto no se precipite a salir de él: hace falta una segunda vuelta.
En
este sentido, es interesante pensar qué la sostiene: ¿Se trata de un resto de
transferencia hacia el analista? ¿Es la trasferencia con el psicoanálisis? ¿Con
la escuela? Me parece que se puede pensar que una parte del resto
transferencial con el analista puede movilizarse, en transferencia hacia el
psicoanálisis y desplazarse a la Escuela. Es importante vaciar lo más posible
el resto transferencial, anudarlo de otro modo, ponerlo a producir.
Una
solución sinthomatica
El
sujeto debe entonces consentir a un nuevo tiempo de espera, una espera
advertida de que algo imprevisto puede producirse. Una vez desanudado el
sentido y el goce tras el atravesamiento, lo que queda es un goce opaco, fuera
de sentido, que no habla a nadie. Este tiempo esta marcado por el
acontecimiento de cuerpo, cuya consistencia es de goce. El acontecimiento no
responde al descifrado sino a la revelación. Tras el fantasma se cierne el
sinthome donde que revela la relación fundamental con el goce. No se trata de
la estática del fantasma sino de una dinámica, de un funcionamiento. Ya no se
trata del sujeto sino del parlêtre: el sujeto más su satisfacción.
El
final del análisis implica una solución inédita que implique un saber hacer con
ello. Esta solución está del lado de la satisfacción.
Quizás
el final del análisis –señala Miller en su curso, tenga la estructura del
encuentro.9
Cuando
el final del análisis se concebía como atravesamiento del fantasma -nos dice
Miller-, el dispositivo del pase tenía como función constatar ese
atravesamiento y homologarlo. El corte era neto.
Pero
cuando el final del análisis se concibe como un saber hacer con el sinthome las
cosas son menos claras. No hay un saber hacer perfecto. Solo hay saberes y
haceres particulares: se trata del saber particular sobre el goce que el
analizante descubre. Los analistas de la escuela dan testimonio de ello.
*
Intervención en el Seminario de la Escuela, Sede de Barcelona de la ELP: “Momentos
de la experiencia analítica”, el 19 de marzo de 2009. Publicado en revista Freudiana 65. Barcelona: CdC-ELP, 2012.
Notas:
1.
M. Álvarez. “Una soledad llevadera”. En: Freudiana 56. Barcelona: CdC-ELP,
2010.
2.
J. Lacan. “Proposición de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. En:
Momentos cruciales de la experiencia analítica. Buenos Aires: Manantial, 1998,
p. 18.
3.
J. Lacan. “Discours à la EFP” (6 de diciembre de 1967). En: Autres
écrits. Paris: Seuil, 2001, p. 273.
4.
D. Laurent. “Efectos paradójicos del pase” (2002). En: Freudiana 43. Barcelona:
CdC-ELP, 2005.
5.
A. Szulzynger. “El pase para todos”, 1ª parte. En: Freudiana 32. Barcelona:
CdC-ELP, 2002.
6.
M. Alvarez: “Sobre el inconsciente real. Lo real no espera nada de la palabra”.
En: Freudiana 59: CdC-ELP, 2010. Ver: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/02/el-inconsciente-real.html
7.
J.-A. Miller. Tout le monde est fou. Curso de la orientación lacaniana, clase
6, 10.1.2007. Inédito.
8.
D. Laurent, op. cit.
9. J.-A. Miller. Sutilezas analíticas.
Buenos Aires: Paidós, 2011, cap. XX.
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