"Espejo" (2010), de Jaume Plensa. Galería Lelong de Nueva York |
En su tarea cuidadosa de establecimiento del Seminario, Jacques-Alain Miller extrae de sus dos últimos años (1) una ultimísima enseñanza (TDE) de Jacques Lacan (2) donde la orientación del psicoanálisis por lo real encuentra todo su peso y todas sus consecuencias.
Un real mudo
En 1973,
Lacan había situado la insuficiencia del objeto a, en tanto sentido-gozado,
para abordar lo real (3), abriendo así una vía para pensar lo real excluido del
sentido que retoma tres años después, al final de su Seminario XXIII (4), puerta
de entrada a su TDE.
Aquí,
Lacan diferencia el inconsciente freudiano de lo real por él inventado: el
primero es del orden de la elucubración de saber, es decir, del sentido; el
segundo, es equiparable a una escritura y tiene “valor de traumatismo”.
Años
atrás, él había aproximado ya una primera definición de lo real como “lo que
subsiste fuera de la simbolización” (5): lo
admitido en lo simbólico se inscribe, puede articularse y rememorarse,
historizarse; por el contrario, lo que se excluye no se inscribe, permanece
fuera de la cadena significante y de la historia y solo retorna de modo
errático (6).
Ahora,
Lacan se sirve de la escritura del nudo para situar que el sentido surge en la
intersección entre lo simbólico y lo imaginario mientras que lo real exige una
disyunción entre ambos. El sintagma “no hay Otro del Otro” marca el verdadero
agujero, que sería el lugar de lo real, si el Otro tuviera existencia. Lo real
tampoco la tiene: lo que no ha podido inscribirse, “está en suspenso”,
inexiste. El inconsciente lacaniano se funda sobre este agujero.
El
inconsciente freudiano queda reducido a un saber que habla, separado de la
pulsión, pero Lacan propone introducir la referencia al cuerpo en el
inconsciente para situar la función de lo real, avanzando así hacia una nueva
definición del inconsciente.
Un mes
después, distingue el inconsciente transferencial, que requiere del Otro, del
inconsciente real (7), afín al Ello freudiano donde reina el silencio
pulsional.
“Uno está seguro de estar
en el inconsciente”, cuando se equivoca y no
le da sentido, es decir, no apela al descifrado, al Otro de la interpretación.
La
proposición “lo real no habla” ilumina
la TDE a la par que apaga el brillo de términos simbólicos como la verdad, el
saber, el sentido, la historia, el Otro, la interpretación, etc., que quedan
devaluados.
La
une-bévue
Poco después, Lacan
equivoca el término alemán Unbewusst, inconsciente, con la une-bévue, la
una-equivocación. Este neologismo apunta a “introducir algo que va más allá del
inconsciente”(8) freudiano, pero antes suyo. Es la primacía del Uno.
De entrada, hay la
una-equivocación, un tropiezo, un deslizamiento de una palabra a otra, algo que
falla, que no se entiende bien. Pero, a partir de suponerle una causa –término
que también se devalúa- y agregársele una significación, se funda el
inconsciente del Otro, que aparece entonces como primero, aunque no lo sea. Un
análisis ha de ir más allá del inconsciente hasta la une-bévue que lo funda.
Lo material
La une-bévue es una unidad
mínima del tipo significante, dialectizable e intercambiable. Para aproximar la
fijeza de lo real, su inercia, Lacan introduce la noción de materia, que funda
lo mismo. Lo demás es estafa (9).
El Un-cuerpo, conjunción
del cuerpo con el Uno del significante y de lalengua, señala este principio
nuevo de identidad. Del encuentro entre ambos, contingente y traumático, quedan
marcas de goce. Ellas dan al parlêtre su consistencia, sinthomática.
“Se aprende a hablar y eso
deja huellas que tienen por consecuencia el sinthome” (10), entendido como un funcionamiento de goce que
procede mediante la iteración del Uno, letra fuera de sentido.
La letra adquiere en la TDE
un lugar privilegiado así como un nuevo estatuto. No se trata del S1
entendido como vertiente significante del objeto, que ahora es semblante; La
letra del sinthome hace litoral con lo real sin ley, fuera de lo simbólico. El
analizante ha de poder leer la letra asemántica, el Uno solo que itera en su
sinthome. Eso requerirá una lectura distinta que la del significante, sin el Otro.
Una vez reducido el sínthome a su letra, no se trata de que el analizante quede totalmente identificado a él. Es necesaria una distancia “con garantías” que permita alojar una pequeña invención para desembrollarse con él, manipularlo (11).
Para finalizar, en la TDE, los trumains (12) están confundidos a causa del aprendizaje de la lengua, que les ha sugerido todo tipo de cosas. El psicoanálisis permite a un trumain intentar saber de qué modo se ha enredado en el sinthome y cómo hacerse una conducta al respecto.
* Texto publicado en Scilicet El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI. Volumen del X Congreso de la AMP. Buenos Aires: Grama Ediciones, 2015.
Notas
1. Lacan
J. Le Séminaire, livre XXIV, L’insu que sait de l’Une bevue s’aile à
mourre y Le Séminaire, livre XXV,
Le moment de conclure, ambos inéditos.
2. En
francés, siglas de “tout dernier enseignement”, ultimísima enseñanza. Ver:
Miller J.-A., El ultimísimo Lacan. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 165.
3. Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, clase del 10 de abril de
1973. Buenos aires, Paidós, 1989, p. 115.
4. Lacan
J., El Seminario, libro XXIII: El sinthome, clase del 13 de abril de 1976.
Buenos Aires, Paidós, 2006.
5. Lacan
J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”,
Escritos 1. México, Siglo XXI Editores, 1984, p. 373.
6.
Álvarez M. “Sobre el inconsciente real”, Freudiana 59. Barcelona, Comunidad
Cataluña ELP, 2010, p. 35. Ver también en este mismo blog: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2010/02/el-inconsciente-real.html
7. Lacan
J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI”, Otros escritos. Buenos
Aires, Paidós, 2012, p. 599.
8. Lacan
J., L’insu…, op. cit, clase del 16 de noviembre de 1976.
9. Lacan
J., L’insu…, op.cit., clase del 14 de diciembre de 1976.
10.
Lacan J., Le moment de conclure, op. cit., clase del 10 de enero de 1978.
11. Op.
cit., clase del 16 de noviembre de 1976.
12.
“Trumain”, neologismo homófono con “l’être humain”, “ser humano”, que Lacan
introduce en el Seminario XXV, op. cit., sesión del 17 enero de 1978.
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