Ermita de Santa Cecilia (detalle puerta), Montaña de Montserrat, Barcelona. Foto de Margarita Álvarez |
Una de las cosas que más me interesó
en la reciente Gran Conversación de la Escuela Una fueron las puntuaciones que se
hicieron sobre el control (1). De entrada, porque las esperaba: lo poco que había
podido entender de la conversación habida en París en el mes de febrero sobre
“Los usos del control”, transmitida parcialmente en Radio Lacan, y algunos
rumores que circularon al respecto, habían despertado mi interés. En concreto,
lo despertaron algunas ideas y preguntas sobre si se controlaba mucho o poco,
si había que hacer el control obligatorio, si había que regularizarlo, si las
escuelas tenían que establecer una lista de controladores, y también, si esa
lista tenía que estar integrada por AME. Parecía, por un lado, que algunos
estuvieran tentados de tratar por la reglamentación el real que habita la
formación del analista; por otro, que el debate sobre el control, en silencio
desde el III Congreso de la AMP (Bruselas, 2002), se volviera a poner sobre el tapete. Esto último me pareció conveniente.
En la Comunidad de Catalunya de la
ELP, volvimos a trabajar hace un año el “Acto de fundación”, con vistas a su
actualización 50 años después, y ello nos llevó a pensar en retomar el tema del control y de la
garantía (2). Agradezco al Consejo de la ELP que planteara poco después una
Conversación de la Escuela sobre esta última. Aunque, sin duda, no basta con
una Conversación. La ausencia de La garantía o, mejor, la garantía agujereada
de una Escuela fundamentada en la inexistencia del Otro es una elección del
funcionamiento de nuestras escuelas, siguiendo los principios de la Escuela
fundada por Lacan. Pero, no tenemos que olvidarnos de las dificultades frente a
las que ello nos coloca y que, de tanto, en tanto adquieren consistencia.
En el Congreso de la AMP, se hicieron
algunas puntuaciones sobre el control. Quiero retomar una referencia que introdujo
Félix Rueda tomada del “Discurso en la EFP” que me había pasado inadvertida: al
relacionar el control con el acto analítico, Lacan habla de la función del
control en “la corrección del deseo del analista” (3).
¿Corrección? El término, de entrada, me sorprendió. ¿Qué quería
decir aplicado al deseo del analista?
Empiezo por el término “control”. Si bien el término tiene un
sentido de dominio, sabemos que el dominio del que se trata no es el del
ejercicio de un poder: ni del analista de control sobre el controlante
–prefiero este último término al de “controlado”-, ni de una autocoerción del
analista que controla. Se trata del control que el analista hace sobre su propio
acto analítico, con otro analista, bajo transferencia.
El término tiene un sentido entonces de observancia, de
vigilancia, en este caso sobre el propio acto, que en sí mismo nunca es previsible y, por
tanto, no está garantizado.
En el análisis, ya sea el personal o el de control, se trata de producir, de apuntar al deseo del
analista para que el acto analítico sea posible. Pero, este deseo, señala Lacan
en la frase citada, tiene que ser corregido, lo que me parece que hay que
entender, y así se dijo, en el sentido de que el deseo del analista no se
produce de una vez por todas, no queda fijado, establecido para siempre, es
decir, no está garantizado. De nuevo, la garantía agujerada respecto a la formación del
analista.
Entiendo entonces la frase “corrección del deseo del analista”
como una rectificación singular, un afinamiento, que no tiene por referencia un patrón externo, y que
es a hacer cada vez, una y otra vez. De ahí, el término “análisis de control”.
Esto me permitió entender que Graciela Brodsky enlazara el deseo
del analista con el sinthome. El
analista no analiza sin su sinthome
–señaló. Este término, propuso,
vendría a sustituir al del deseo del analista.
Si el analista ha de situar cada vez su relación con el discurso
analítico en lo que hace o dice, si analiza con su sinthome, el análisis de control es consustancial a la práctica.
Queda unido a ella más allá de toda la experiencia del practicante, más allá del punto en el
que esté de su propio análisis, más allá de si lo ha finalizado. Y la formación del analista es inacabable.
¿No podemos decir lo mismo de la enunciación? Siempre hablamos
desde algún sitio. Pero no todos los lugares desde donde lo hacemos hacen
existir el discurso analítico. Una ha de situar permanentemente
desde donde habla no solo como analista, sino también como analizante, ya sea
en la experiencia del propio análisis como en la posición que le corresponde en la Escuela. Situar
nuestra enunciación, no solo porque tenemos que hacernos cargo de los efectos
que nos vuelven de lo que hemos dicho, sino también porque si nosotros no
hacemos existir el discurso analítico, como dice Lacan en los Otros escritos (4), ¿quién lo va a hacer?
Quizás pueda pensarse la Escuela como un lugar,
un dispositivo que da la posibilidad de situar la propia enunciación, la
relación que una tiene con el discurso analítico, una oportunidad para
trabajar dicha relación y hacerlo existir.
Las tres patas del
trípode de la formación del analista –análisis personal, análisis de control y
formación epistémica- pueden darse sin formar parte de una Escuela. Sin
embargo, Lacan señaló que no hay analista sin Escuela, es más, que no hay formación
del analista fuera de la Escuela.
Esto hace de esta última una experiencia inaugural, tal como la
definió Lacan cuando, al fundar la suya, la separó de cualquier tradición
basada en las asociaciones analíticas ya existentes, y de cualquier discurso o
funcionamiento común, es decir del amo. Se trata en ella de hacer existir el
discurso analítico. Y ello requiere del consentimiento de cada uno a dejarse
trabajar por él cada vez.
En este sentido, la escuela no es la institución, aunque se
aloje en ella. Y no por ser miembros de una escuela hacemos existir la Escuela.
No la hacemos existir cuando hablamos de psicoanálisis, cuando producimos
textos, por buenos que sean, sino cuando hacemos existir el discurso analítico. Las escuelas como instituciones se fundan en un momento dado, pero la Escuela como quinto concepto fundamental del psicoanálisis, como experiencia inaugural, como experiencia subjetiva, se hace existir, o no, cada vez. Está en construcción permanente.
La Escuela es una reunión de soledades: en ella, cada uno está a
solas con su relación con S(A/), en la soledad de su relación con el goce, con
el discurso analítico y con la responsabilidad de hacerlo existir. Solo, junto
a otros, tejiendo la modalidad propia de su relación con cada uno de estos
otros.
Entiendo así la buena autorización en psicoanálisis: la que
proviene del punto donde para cada uno se juega la relación con el discurso
analítico, donde lo hace existir. Y puede entonces hacerse cargo del deseo de
Escuela inseparable del deseo de sostenerla. Esa sujeción de los psicoanalistas en una escuela al discurso analítico no es constrictiva sino el punto, considero, donde cada uno encuentra, se acerca más a la libertad,
a esa libertad barrada que es la única posible, es decir, vivible.
Retomando, para finalizar, esa pata de la formación del analista
que es el control, en la Conversación de la Escuela Una surgieron algunas
puntualizaciones interesantes, que alejaban el control de la reglamentación.
En el control, se trata de encontrar las razones de la
experiencia con otro analista. La elección de analista de control sigue la
misma vía que la elección de analista: es decir, la atribución a un analista de
la función SsS que pone en marcha la transferencia.
No se trata de que el analista de control sea un analista especializado en control, por el contrario: ha de tener una mayor relación con el final de análisis que con la garantía.
No se trata de que el analista de control sea un analista especializado en control, por el contrario: ha de tener una mayor relación con el final de análisis que con la garantía.
En este
sentido, hay que dar todo su valor a la recomendación de J.-A. Miller de no avanzar
rápidamente en este terreno. Entiendo que es fundamental proteger la formación del analista de
la pendiente a la reglamentación.
Notas:
1. Las puntuaciones sobre el control que se hicieron durante el Congreso y la Conversación de la AMP las he compilado con mayor amplitud en la
entrada anterior de este mismo blog:
http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2014/04/un-real-para-el-siglo-xxi-cuaderno-de.html
http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2014/04/un-real-para-el-siglo-xxi-cuaderno-de.html
2. Los
trabajos presentados durante esa lectura pueden leerse en Freudiana 67 y 68.
3.
Lacan, Jacques: “Discurso en la Escuela Freudiana de París” (1967). En: Otros escritos. Buenos Aires, Paidós,
2012, p. 284.
4.
Jacques Lacan: “Exhorto a la Escuela” (1969). En: Otros escritos, op. cit., p. 314.
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