viernes, 9 de mayo de 2014

SOBRE LA ESCUELA COMO LUGAR NECESARIO PARA LA FORMACION DEL ANALISTA



        Ermita de Santa Cecilia (detalle puerta), Montaña de Montserrat, Barcelona. Foto de Margarita Álvarez
Una de las cosas que más me interesó en la reciente Gran Conversación de la Escuela Una fueron las puntuaciones que se hicieron sobre el control (1). De entrada, porque las esperaba: lo poco que había podido entender de la conversación habida en París en el mes de febrero sobre “Los usos del control”, transmitida parcialmente en Radio Lacan, y algunos rumores que circularon al respecto, habían despertado mi interés. En concreto, lo despertaron algunas ideas y preguntas sobre si se controlaba mucho o poco, si había que hacer el control obligatorio, si había que regularizarlo, si las escuelas tenían que establecer una lista de controladores, y también, si esa lista tenía que estar integrada por AME. Parecía, por un lado, que algunos estuvieran tentados de tratar por la reglamentación el real que habita la formación del analista; por otro, que el debate sobre el control, en silencio desde el III Congreso de la AMP (Bruselas, 2002), se volviera a poner sobre el tapete. Esto último me pareció conveniente.
En la Comunidad de Catalunya de la ELP, volvimos a trabajar hace un año el “Acto de fundación”, con vistas a su actualización 50 años después, y ello nos llevó a pensar en retomar el tema del control y de la garantía (2). Agradezco al Consejo de la ELP que planteara poco después una Conversación de la Escuela sobre esta última. Aunque, sin duda, no basta con una Conversación. La ausencia de La garantía o, mejor, la garantía agujereada de una Escuela fundamentada en la inexistencia del Otro es una elección del funcionamiento de nuestras escuelas, siguiendo los principios de la Escuela fundada por Lacan. Pero, no tenemos que olvidarnos de las dificultades frente a las que ello nos coloca y que, de tanto, en tanto adquieren consistencia.
En el Congreso de la AMP, se hicieron algunas puntuaciones sobre el control. Quiero retomar una referencia que introdujo Félix Rueda tomada del “Discurso en la EFP” que me había pasado inadvertida: al relacionar el control con el acto analítico, Lacan habla de la función del control en “la corrección del deseo del analista” (3).
¿Corrección? El término, de entrada, me sorprendió. ¿Qué quería decir aplicado al deseo del analista?
Empiezo por el término “control”. Si bien el término tiene un sentido de dominio, sabemos que el dominio del que se trata no es el del ejercicio de un poder: ni del analista de control sobre el controlante –prefiero este último término al de “controlado”-, ni de una autocoerción del analista que controla. Se trata del control que el analista hace sobre su propio acto analítico, con otro analista, bajo transferencia.
El término tiene un sentido entonces de observancia, de vigilancia, en este caso sobre el propio acto, que en sí mismo nunca es previsible y, por tanto, no está garantizado.
 En el análisis, ya sea el personal o el de control, se trata de producir, de apuntar al deseo del analista para que el acto analítico sea posible. Pero, este deseo, señala Lacan en la frase citada, tiene que ser corregido, lo que me parece que hay que entender, y así se dijo, en el sentido de que el deseo del analista no se produce de una vez por todas, no queda fijado, establecido para siempre, es decir, no está garantizado. De nuevo, la garantía agujerada respecto a la formación del analista.
Entiendo entonces la frase “corrección del deseo del analista” como una rectificación singular, un afinamiento, que no tiene por referencia un patrón externo, y que es a hacer cada vez, una y otra vez. De ahí, el término “análisis de control”.
Esto me permitió entender que Graciela Brodsky enlazara el deseo del analista con el sinthome. El analista no analiza sin su sinthome –señaló. Este término, propuso, vendría a sustituir al del deseo del analista.
Si el analista ha de situar cada vez su relación con el discurso analítico en lo que hace o dice, si analiza con su sinthome, el análisis de control es consustancial a la práctica. Queda unido a ella más allá de toda la experiencia del practicante, más allá del punto en el que esté de su propio análisis, más allá de si lo ha finalizado. Y la formación del analista es inacabable.
¿No podemos decir lo mismo de la enunciación? Siempre hablamos desde algún sitio. Pero no todos los lugares desde donde lo hacemos hacen existir el discurso analítico. Una ha de situar permanentemente desde donde habla no solo como analista, sino también como analizante, ya sea en la experiencia del propio análisis como en la posición que le corresponde en la Escuela. Situar nuestra enunciación, no solo porque tenemos que hacernos cargo de los efectos que nos vuelven de lo que hemos dicho, sino también porque si nosotros no hacemos existir el discurso analítico, como dice Lacan en los Otros escritos (4), ¿quién lo va a hacer?
Quizás pueda pensarse la Escuela como un lugar, un dispositivo que da la posibilidad de situar la propia enunciación, la relación que una tiene con el discurso analítico, una oportunidad para trabajar dicha relación y hacerlo existir.
Las tres  patas del trípode de la formación del analista –análisis personal, análisis de control y formación epistémica- pueden darse  sin formar parte de una Escuela. Sin embargo, Lacan señaló que no hay analista sin Escuela, es más, que no hay formación del analista fuera de la Escuela.
Esto hace de esta última una experiencia inaugural, tal como la definió Lacan cuando, al fundar la suya, la separó de cualquier tradición basada en las asociaciones analíticas ya existentes, y de cualquier discurso o funcionamiento común, es decir del amo. Se trata en ella de hacer existir el discurso analítico. Y ello requiere del consentimiento de cada uno a dejarse trabajar por él cada vez.
En este sentido, la escuela no es la institución, aunque se aloje en ella. Y no por ser miembros de una escuela hacemos existir la Escuela. No la hacemos existir cuando hablamos de psicoanálisis, cuando producimos textos, por buenos que sean, sino cuando hacemos existir el discurso analítico. Las escuelas como instituciones se fundan en un momento dado, pero la Escuela como quinto concepto fundamental del psicoanálisis, como experiencia inaugural, como experiencia subjetiva, se hace existir, o no, cada vez. Está en construcción permanente.
La Escuela es una reunión de soledades: en ella, cada uno está a solas con su relación con S(A/), en la soledad de su relación con el goce, con el discurso analítico y con la responsabilidad de hacerlo existir. Solo, junto a otros, tejiendo la modalidad propia de su relación con cada uno de estos otros.
Entiendo así la buena autorización en psicoanálisis: la que proviene del punto donde para cada uno se juega la relación con el discurso analítico, donde lo hace existir. Y puede entonces hacerse cargo del deseo de Escuela inseparable del deseo de sostenerla. Esa sujeción de los psicoanalistas en una escuela al discurso analítico no es constrictiva sino el punto, considero, donde cada uno encuentra, se acerca más a la libertad, a esa libertad barrada que es la única posible, es decir, vivible.
Retomando, para finalizar, esa pata de la formación del analista que es el control, en la Conversación de la Escuela Una surgieron algunas puntualizaciones interesantes, que alejaban el control de la reglamentación.
En el control, se trata de encontrar las razones de la experiencia con otro analista. La elección de analista de control sigue la misma vía que la elección de analista: es decir, la atribución a un analista de la función SsS que pone en marcha la transferencia. 
No se trata de que el analista de control sea un analista especializado en control, por el contrario: ha de tener una mayor relación con el final de análisis que con la garantía. 
En este sentido, hay que dar todo su valor a la recomendación de J.-A. Miller de no avanzar rápidamente en este terreno. Entiendo que es fundamental  proteger la formación del analista de la pendiente a la reglamentación.

Notas:

1. Las puntuaciones sobre el control que se hicieron durante el Congreso y la Conversación de la AMP las he compilado con mayor amplitud en la entrada anterior de este mismo blog:
http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2014/04/un-real-para-el-siglo-xxi-cuaderno-de.html

2. Los trabajos presentados durante esa lectura  pueden leerse en Freudiana 67 y 68.
3. Lacan, Jacques: “Discurso en la Escuela Freudiana de París” (1967). En: Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 284.
4. Jacques Lacan: “Exhorto a la Escuela” (1969). En: Otros escritos, op. cit., p. 314.


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